Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hemos construido una extraña sociedad en la que se necesita certificar todo por nos consideramos ignorantes e indocumentados. Ayer, día 10 de octubre se celebraba el Día de la Salud Mental, un ejemplo más de cómo la sociedad gestiona sus grandes y pequeños problemas. En un día como ese, leemos el siguiente titular de RTVE.es "El profesorado pide más formación en salud mental: "No tenemos pautas, más allá del sentido común"". El texto está firmado por Andrea Voinescu y refleja, una vez más, nuestras propias limitaciones al "tecnificarnos", es decir, al convertir todo y cada uno de nuestros problemas en una "especialidad":
Los niños y adolescentes pasan gran parte de su día a día en sus centros educativos. En ellos aprenden, crecen y se desarrollan de la mano de sus profesores. Sin embargo, el aumento de los trastornos de salud mental en los menores sobrevenido tras la pandemia, ha revelado la sobrecarga y la falta de herramientas de los docentes a la hora de enfrentarse a una situación de este tipo. "Cuando llega un alumno con un problema no tenemos unas pautas establecidas. Al final, un profesor es alguien que aprueba una oposición y es especialista en un ámbito, pero no sabemos cómo actuar más allá de lo que el sentido común te dice". Así explica Raúl Fernández, profesor de economía de un instituto de Celanova (Ourense) a RTVE.es lo "indefenso" que se siente cuando llega un momento así.
La depresión, la ansiedad o los trastornos por déficit de atención e hiperactividad se cuadruplicaron tras el confinamiento y los comportamientos suicidas subieron hasta el 59%, según datos de la sociedad psiquiatría infantil. El ascenso de autolesiones también se ha visto incrementado. Según un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos publicado en 2022, un 28% de los menores en España ha llevado a cabo esta práctica.
"La adolescencia son años muy complicados" relata Raúl, que denuncia que "no estamos ni formados ni informados" para poder ayudar a los jóvenes. "Estoy seguro de que todos los profesores y profesoras tomarían una formación en salud mental con los brazos abiertos", explica. "Además -añade- sería más fácil si tuviéramos unas directrices a seguir o un especialista en el instituto que sí tratara estos temas".*
Esta especie de orfandad del conocimiento da por hecho la incapacidad para enfrentarse a situaciones tal como las reflejadas, pero ignora varias cosas: la primera es que da por descontadas las causas, como cuando se indica la pandemia (el origen de todos los males) e ignora, por lo que leemos, hasta qué punto son los propios centro educativos generadores de trastornos como los señalados.
Según lo expresado, los centros son lugares en los que el docente se enfrenta a esos estados de depresión, ansiedad, déficit de tención e hiperactividad. Estas cuestiones las llevamos tratando aquí desde hace mucho. Evidentemente eso se detecta en los centros. Pero basta esperar un poco más para que se detecten en los centros de trabajo. Hace apenas unos días hablábamos aquí también del "bossing", expresión acuñada para los jefes tóxicos. Al "bossing" se le añade el "bullyng", el "cyberbulling " y toda una serie de etiquetas que hacen las delicias de los medios al dedicar su tiempo y espacio a explicarlas.
La cuestión que se plantea entonces es peliaguda: si se da de la guardería hasta la jubilación (también los mayores tienen sus propios trastornos específicos), ¿no seremos una sociedad enferma? ¿No seremos la víctima y el criminal o, como diría el poeta Baudelaire, el puñal y la herida?
Si sumamos las quejas, nos damos cuenta de que no es solo un problema del sistema educativo, sino de la totalidad de la sociedad, algo que nos cuesta admitir, pero que no podemos dejar de hacerlo.
Por algún motivo que nos resistimos a encajar, nos encontramos mal, nuestras cifras de descontento y malestar en todos los niveles revelan lo mismo: nuestra debilidad. Por qué lo somos es algo que se nos escapa, probablemente porque sea parte de nuestra propia enfermedad no comprenderlo. Somos una sociedad de la queja, una sociedad que dice no comprender, pero que básicamente no reconoce. Esa queja continua es precisamente la que se manifiesta en el sistema educativo: no nos forman para comprender al enfermo cuando esa enfermedad somos nosotros mismos, en crisis permanente. La queja permanente solo refleja nuestra incapacidad de aceptarnos como causa, como origen del problema.
Desgraciadamente, los suicidios de profesores que viven bajo tensión constante por su destino laboral, por su ambiente competitivo muchas veces realmente agresivos, con interminables procesos burocráticos y las tensiones por las respuestas esperadas, por las evaluaciones, etc. etc. están ahí. El sistema consideró que tenernos a todos bajo presión era una forma de asegurarse una mal entendida "calidad". Y esto se importó de fuera, de otros sectores, y se aplica a todos. Es un sistema estresante porque busca el límite. No nos extrañemos que esa tensión acabe pasando a los alumnos mismos que padecen el estrés del profesorado.
Si todos aceptáramos que somos el problema, sería más fácil encontrar la solución. Hasta ahora, con la mejor voluntad, solo pensamos que los otros no nos dan la solución. Pero esa solución solo es el cambio social, algo que solo puede surgir si somos capaces de ver nuestro problema.
Cuando día tras día, sector tras sector, nos encontramos con el mismo problema, eso que llamamos "salud mental", ante lo que nos encontramos impotentes, es que el problema está más extendido de lo que pensamos. Ya forma parte de nuestra normalidad.
Una sociedad que necesita de muchos dedos acusadores para apuntar en todas direcciones menos hacia nosotros mismos es ya un problema en sí misma. Si nos comprendemos como parte del problema, mejoraremos bastante porque trataremos de descubrir qué parte debe mejorar en nosotros mismos para causar menos presión sobre los más dañados.
Necesitamos más "humanidad", ver el mundo de otra manera. Necesitamos otro tipo de relaciones y no esta tensión continua, esa inestabilidad que quita el sueño, esa precariedad que nos angustia cada mañana. Un mundo más amable y comprensivo no es un mal futuro. Seguro que se reducen muchos males si recuperamos ilusión.
Esta mañana alguien me preguntó "si el mundo se iba a acabar".
* Andrea Voinescu "El profesorado pide más formación en salud mental: "No tenemos pautas, más allá del sentido común"" 10/10/2023 https://www.rtve.es/noticias/20231010/formacion-salud-mental-asignatura-pendiente-del-profesorado-no-tenemos-pautas-mas-alla-del-sentido-comun/2457469.shtml
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