Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
espera es tensa y todos saben que será sangrienta. Con Hamás atrincherada, la
entrada del ejército israelí es cosa de horas. De nuevo el horror se instalará
como norma y la barbarie saldrá a relucir en una competencia de destrucción.
Lo que
han sido escaramuzas, intercambio de cohetes, etc. en estos años ha llegado al
momento de la guerra abierta, a la erradicación del otro como sea, por el medio
más destructivo y rápido. La rapidez le es necesaria a Israel, que no quiere
dejar de demostrar que lo ocurrido, la incursión de Hamás, pueda volver a
ocurrir. Sin población tras la que refugiarse, al menos teóricamente —de ahí la
advertencia y el plazo—, a Hamás le queda poco por hacer y siente la necesidad
de expandir el problema para que Israel sea presionado. La llamada a un
gobierno nacional de concentración de Netanyahu es una forma de repartir la
responsabilidad de lo que ocurra y tener la garantía de que no será usado internamente
en su contra.
Los
ataques indiscriminados de Hamás tienen como consecuencia el apartar a los
moderados y partidarios de la paz. El radicalismo israelí es el contrapeso al
radicalismo que supone Hamás. Ambos necesitan hacerse con la totalidad del
respaldo para su lucha.
La
franja de Gaza es una cárcel en la que entran cada día armas de todo tipo pese
al cerco. La creencia en que nadie saldría de allí se vio rota el otro día con
las incursiones a matar y a tomar rehenes, mujeres y niños, con los que
negociar después. Es una estrategia mal calculada y que les supone el rechazo
internacional como los provocadores de esta situación. El que ataca primero
asume la responsabilidad de lo que ocurra después. A algunos no les parecerá
justo e invocarán inicios anteriores y precedentes, pero es lo que hay.
Los
gobiernos internacionales piden "proporcionalidad", pero eso es
difícil de llevar a la práctica en lo que parece ser una guerra que pretende
ser "definitiva" o, al menos, lo suficientemente contundente como
para creer que se pueda sostener una "cierta tranquilidad", que parece
ser a lo máximo a lo que se puede aspirar. Esa idea es ilusoria.
La llamada de Hamás a un día de la ira por todo el mundo se ha concretado en alguna muerte, como la ocurrida en Francia, algo similar ocurrido en Beijing y, según informa Jorge Herrero en ABC, la pintada de estrellas de David en las puertas de hogares judíos, cuyo valor simbólico es clara alusión al exterminio de los nazis: "... la embajada israelí de Berlín, Alemania, ha denunciado públicamente la aparición de varias pintadas con el símbolo religioso de la estrella de David con la que fueron marcadas las casas de varias familias judías en distintos puntos de la ciudad."*
La
historia, desgraciadamente, se repite en su enloquecido viaje de destrucción.
La detección de casas de ciudadanos judíos mediante marcas hace esperar
momentos peores que se desatarán como respuesta a lo que ocurra en Gaza. Eso
puede ocurrir en cualquier lugar del mundo, de mano de cualquier persona que
sienta esa llamada a la yihad violenta.
La base
del terror es sembrar desconfianza en unos y la sorpresa en otros. Están los
que viven con miedo, con angustia, y los que se ven sorprendidos por una acción
inesperada, como el asesinato a cuchilladas en Francia. Es la táctica del
terror.
Morirán los más inocentes, los que menos culpa tengan; los que no tengan dónde ir, los que quedan encerrados entre muros de fuego. En algún momento alguien hará la señal y no habrá marcha atrás, solo dolor y muerte.
* Jorge Herrero "La embajada israelí en
Berlín denuncia que se están marcando las casas de las familias judías:
«Quieren destruirnos a todos sin excepción»" ABC 14/10/2023
https://www.abc.es/internacional/embajada-israeli-berlin-denuncia-marcando-casas-familias-judias-20231014232339-nt.html
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