Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
diario ABC pone el dedo en la llaga por
medio de un titular directo "Cómo desintoxicar la oficina". La imagen
no puede ser más expresiva: una mano autoritaria aplasta el rostro de un
oficinista contra la pantalla de un ordenador. Aquí "tóxico" adquiere
otro sentido más allá del mal ambiente; es brutalidad y se puede ejercer de
muchas formas.
¿Hay
una guerra en empresas, oficinas,
dependencias y demás? El artículo nos devuelve una pregunta más precisa:
"La epidemia de los jefes tóxicos. ¿Qué está pasando?" La precisión
sobre las causas de la toxicidad no marca la verticalidad descendente de la
toxicidad, la causa de ese "infierno laboral" que se nos describe.
Una
entradilla asegura que "España lidera el enfado laboral" y se nos da
un dato europeo: «El 13 por ciento de los europeos asegura que tiene
un mal jefe. El liderazgo tóxico es extremadamente contagioso. Termina
contaminando a los trabajadores y a la propia compañía, con graves
consecuencias económicas y para la salud. ¿Es la hora de desintoxicar la
oficina?»*
Las explicaciones de por qué los jefes son cada vez más tóxicos pueden ser muchas y complejas, pero "son", que es lo importante. Parece que los cursos de liderazgo solo son aplicables a aquellos que lucen sonrisas en lo más alto de la cadena jerárquica, convertida en cadena alimenticia, con depredadores más agresivos en cuanto que te dan el mando.
Habría
que hacer unos cuantos congresos, publicar unos cuantos ensayos y realizar
varios documentales sobre los que significa hoy "mandar". En el fondo
el asunto es sencillo y muchos han elaborado basándose en la experiencia la
teoría del mando inverso: es mejor un inepto
que apriete por miedo a que se descubra que es un impostor a una perdona
manejable. Según este principio, la persona seleccionada no es la mejor, sino
lo contrario. Son esos jefes nerviosos, inseguros, con recelo de lo que puedan
hacer sus subalternos.
Está
también la teoría del jefe ahorrador, que es el que hace que cada vez menos
hagan más. A la empresa no le importa cómo lo hace, sino cuánto consigue
abaratar los costes. Lo que puedan hacer dos, que no lo gana tres. Esa es la
máxima general, que llevada al extremos reduciría el personal al máximo. Es lo
que llaman "flexibilizar".
Para este tipo de dirección se separa los del mundo de las buenas ideas, de la buena educación, etc. de los del mundo de la acción directa, que son los de abajo, los que necesitan de su presencia física, incluidos gritos y amenazas. Ellos se deben sentir agobio y así mantener la presión.
La
teoría sobre lo que significa "trabajar" se vuelve así oscura,
"sangre, sudor y lágrimas". Pero la única manera de convencer que dirigir
de forma amable es mejor es la mejora del
balance anual, que es lo único que parece importar. Una empresa no es un grupo de personas, sino una unidad para conseguir algo de la forma
más barata posible y obtener el máximo beneficio del tipo que sea. Pero ni
siquiera esto es garantía de que desaparezca el ambiente tóxico.
El
aumento de la toxicidad en el trabajo tiene que ver mucho con la propia
situación de precariedad laboral. Uno de sus efectos más perversos es
precisamente aquel que considera que el peligro de despido hace aguantarlo
todo. Saber que te puedes encontrar en la calle si te quejas o dejas de hacer
es un riesgo elevado. Nuestras cifras de paro, en todos los ámbitos, desbordan
las de Europa. ¿Hace eso envalentonarse al jefe tóxico, que se siente seguro
por el aumento de su poder sobre la vida, sueldo y destino de los trabajadores?
Que seamos los españoles los que encabecemos la toxicidad laboral es otro triste récord negativo que atesoramos y de los que no conseguimos librarnos. ¿Nos queda algún ambiente no tóxico? Creo que cualquiera puede serlo o no si nos empeñamos en un sentido u otro. Lo malo es que en el entorno laboral no puede uno elegir a su jefe.
No es justo responsabilizar solo a los jefes, claro. Todos conocemos compañeros tóxicos que enrarecen el ambiente de trabajo y crean conflictos de diverso tipo. Pero eso no se "teoriza", como en el caso de los jefes. Quizá habría que hacerlo y aumentar el tamaño del grupo estudiado.
Ya sin ironías, es importante que nos centremos en tratar de mantener unas relaciones menos tóxicas en los espacios de trabajo (en cualquier espacio, en realidad) y poder tener una vida con horizontes más optimistas. La toxicidad se expande y contagia. Mejor alejarla y tratar de vivir y trabajar en entornos menos agresivos. Viviremos más y más felices, aunque esto último esté cada vez más crudo. Quizá solo estamos poniendo etiquetas a nuestra propia degradación, a nuestra incapacidad de convivir sin tirarnos los trastos a la cabeza unos a otros.
*
Daniel Méndez "Cómo desintoxicar la oficina" ABC XL Semanal 6/10/2023
https://www.abc.es/xlsemanal/a-fondo/epidemia-jefes-toxicos-en-espana-soluciones.html
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