Joaquín Mª Aguirre (UCM)
De Luis Rubiales se puede decir lo mismo que ha dicho Putin del lacayo caído
(literalmente) de Wagner: "un hombre con talento que cometió errores", como nos
dice la prensa. Lo del talento disminuye conforme crecen los errores. La selección femenina de Fútbol ha logrado —queda claro— algo
más que un mundial, algo más que una estrella para la camiseta. Esta es otra final, la
del sobo protocolario, la del momento en que se aprovecha que el Pisuerga pasa
por Valladolid.
No sé
cuanto besos apasionados sin consentimiento habrá dado Rubiales en los últimos
años teniendo en cuenta los éxitos de las jugadoras españolas, que está claro
que no han acabado de ganarse el respeto de algunos los directivos. Esta es la otra gran final, la
que se gana fuera del campo.
La euforia descontrolada de Rubiales (así la acaba de denominar ahora él mismo) es la justificación del hecho, eso sí, que lamenta. ¡Parece mentira la poca distancia que hay del triunfo al desastre! Rubiales se hundió en la más absoluta miseria cuando estaba rozando la gloria de ser el presidente de una federación campeona del mundo. Estaba haciendo historia... ¡y zas! de héroe a villano en una milésima de segundo. Debería estudiarse... y servir de ejemplo negativo.
A la vez que se veía un triunfo en la pantalla, se veía también una derrota en forma de beso robado. Puedes ganar una final, pero las cosas siguen como al principio: el macho alfa hace de las suyas.
La Vanguardia |
El
deporte femenino no son solo las audiencias, las portadas, los llenos de los
estadios, el apoyo... Es también (y principalmente) el respeto. Lo que se
respalda es fundamentalmente el derecho a ser vistas de otra manera, con
respeto. Y eso implica muchas cosas, pequeños detalles como estos, el que Rubiales defiende contra viento y marea. Pero tiene el valor de
un signo, de un acto realizado ante millones de personas de todo el mundo, un
momento que no se debe ignorar.
La gravedad del asunto no la marcará el alegre Rubiales, sino todos los
que consideran que es precisamente contra eso contra lo que luchan las mujeres
en el deporte y en la vida, contra el acoso normalizado, el te robo un beso, porque yo
soy yo y tú no lo puedes evitar. Es una batalla precisamente contra el "esto es normal", sobre el que se sostiene Rubiales.
No sé
lo que se le pasó por la cabeza a Rubiales, antes durante y después del beso.
No voy a especular sobre ello. Pero si este beso y sus consecuencias sirven
para evitar el acoso, los toqueteos, las palmaditas, los acuchones
"igualitarios", etc. habrá sido un beso legendario.
No hace muchos meses, me llamó la atención una entrevista en directo, con motivo de un festival de cine en España, en la que se entrevistó a dos actores. Se señaló que las películas anteriores del director con quien habían trabajado eran dramas y acción. La entrevistadora señaló que la próxima sería una comedia, según se había adelantado. Uno de los actores mostró su enorme entusiasmo diciendo "¡qué bien, así habrá morreo!". Descarado y revelador. No hace falta recordar etapas del cine español en las que dicho actor habría "disfrutado" mucho de su trabajo. ¡Un gran profesional!
Rubiales no dimite, aunque se arrepiente. Se nos ha vuelto de Vox, hablando de "falso feminismo", de que el acosado es él, etc. Es lo peor que puede hacer porque se va a enfrentar a un infierno merecido, el de estar bajo los focos, el de ser el súper villano oficial del machismo, el estar en boca de todos y que muchos se alejen de él. Él sabrá, pero lo está liando cada vez más. Ya no son solo críticas lo que le llueven, sino presiones para que se corte por lo sano y se le cese.
Que caiga Rubiales está ya en la agenda de muchos. Lo que podía haber sido un error lamentable, se convierte en discurso teórico contra el feminismo, contra la igualdad y a favor del machismo galopante. Ahora ataca, dice que quieren "asesinarle".
No sé... Esto no se acaba con el verano.
El Mundo |
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