martes, 8 de agosto de 2023

Hablemos de cine

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cuando hablamos de "cine" lo hacemos de varias cosas que se entremezclan: la "industria del cine" (los que producen y viven de él), los hábitos y formas  de ver cine (el mundo social de los espectadores y cómo se relacionan con las películas), el arte cinematográfico (una forma de lenguaje artístico), la historia del cine (la descripción de su evolución en el tiempo) y finalmente el legado, las películas en sí.

El cine, a diferencia de otras artes, es un arte muy condicionado:

1) depende de la tecnología del momento. Supone pasar del cine mudo al sonoro, del blanco y negro al color, de la pantalla normal a los formatos anchos, de la imagen plana al 3D, del silencio acompañado por una pianola al Surround Sound o al Dolby Atmos. Se incorporan todas las tecnologías de la imagen, del pintado a mano de los fotogramas a las tecnologías digitales de la actualidad. Todo esto quiere decir que el cine en un arte en continuo progreso, pero que hay que diferenciar el avance tecnológico del estético.

Pero depende de otro factor importante, que es el determinante de su percepción. Pasó de pequeñas ferias a salas lujosas, grandes teatros. Luego compitió con la televisión, lo que hizo que una parte importante pasara de verse por la pequeña pantalla, algo positivo por lo que esta tuvo de memoria a través de reposiciones y ciclos, etc., pero sacó a la gente de las salas que se reformaron para nuevas y espectaculares películas y formatos, de Cleopatra a Los diez mandamientos, del Doctor Zhivago a 2001, una odisea espacial.

Pero llegó un invento revolucionario, el vídeo, un aparato que permitía el consumo casero y la copia, independizando el acto de ver. Las cosas comenzaron a complicarse porque hasta el momento la decisión estaba en manos de los distribuidores en las salas y en la programación de la televisión. Pero también se creo otro problema: la piratería.

Durante mucho tiempo, la televisión se convirtió en un aliado para rescatar el cine de su mayor problema: la acumulación de obras inaccesibles. Si reposiciones, era imposible ver las películas. La televisión permitía ver cine antiguo, viejas películas con un efecto doble: permitía conocer cine del pasado (no solo los estrenos y reestrenos), sino que fue creando una nueva estirpe, la de los cinéfilos, aficionados que ahora podían ver las películas en las pantallas de sus televisores. El vídeo permitió la creación de videotecas propias e institucionales. Esto es muy importante porque permitió generar afición a un arte que no estaba introducido más que como oficio (escuelas de cine, por ejemplo), que tenía un gran predicamento social, sus propios mitos (de Dean a Marilyn, de Bardot a Loren, de Brando a Mickey Mouse).

Gracias a esas videotecas, los aficionados podían ver sus películas favoritas una y otra vez, descubrir nuevas y viejas películas, cine de otros extremos del mundo. Permitía, además, su enseñanza, entrar en las aulas, convertirse en una materia posible. Desgraciadamente (y sería largo y complejo de explicar), el cine, el arte del siglo XX, no ha conseguido entrar en el sistema educativo, solo las facultades que surgieron en los 70, las de Ciencias de la Información, consideraban la enseñanza del cine como algo importante. Tuve la suerte de recibir clases de Historia del Cine a cargo de Florentino Soria, Director de la Filmoteca Nacional, acompañados por el crítico Carlos Pumares. Pero el sistema educativo rechazó siempre la entrada del cine en las aulas por temor a la competencia con otras artes, de la Literatura a la Pintura o la Música, que si tuvieron hueco y prestigio. El cine no.

Recuerdo en mis primeras clases con alumnos de Imagen, a mediados de los 80. Hacia copia de los vídeos que compraba para que quedaran recogidos en la Videoteca oficial de la facultad, que acabaría desapareciendo. Pronto desaparecen los estantes de libros, nos dicen. Hay que dejar espacio a lo rentable.

Del vídeo se pasó al DVD y ahora al Blu-Ray y a los 4K, pero el cambio ha sido enorme y no necesariamente para bien. La combinación de la tecnología y de los elementos económicos y sociales tiene mucho que ver con el problema que nos encontramos.

Estoy pasando un verano realizando una base de datos de las películas (DVD y Blu-Ray) de que dispongo, una tarea que me está permitiendo comprender algunos fenómenos de estas décadas de coleccionismo cinematográfico.

El primero de ellos es precisamente que muchas de las películas que tengo fueron adquiridas junto con periódicos en colecciones que se vendían los fines de semana. Los periódicos impresos veían en el cine un aliciente para la venta en fin de semana y se daba, a la vez, una expansión de viejas películas, de cine clásico en colecciones dedicadas a actores, a directores, a géneros. Los principales periódicos españoles tenían sus DVD que alternaban con colecciones de libros, desde la psicología a la economía, pasando por los clásicos literarios.

Periódicos, cine, libros... tenían atractivo para un público que compartía los elementos de una cultura unificada, como podemos comprobar por contraste con la situación actual. Los periódicos impresos están desapareciendo y con ellos los kioscos mismos en los que se difundían. Son los "viejos soportes", el dvd, el papel, etc.

Durante años compraba películas y música en los grandes almacenes junto a la estación ferroviaria en la que tomo el tren de vuelta a casa. Muchas veces el día acababa rebuscando películas en los estantes, nuevas y viejas. Hoy los grandes almacenes han cerrado su sección de música, dejando algunos vinilos, que han vuelto a ponerse de moda con colores extravagantes. Y ha desparecido la gran sección de películas de cine. Los restos de todo aquello se ofrece por internet para su compra.

Hace años que comencé a fijarme en un fenómeno: cuando miraba la gente que rebuscaba en los estantes de cine, no solía ver gente menor de 50 años. El cine se había desconectado de este nuevo mundo digital de redes y plataformas, de nubes.

El cine clásico, el viejo cine, desaparecía de las programaciones televisivas ante la ausencia de espectadores. Primero se enviaron a las franjas horarias de la madrugada; luego sencillamente desaparecieron. Las productoras apostaron por el mundo de la serie lanzando a una absurda competencia por la atención a los espectadores ("Yo soy más de series").

El gran objetivo de las industrias culturales es la atracción de la atención, algo que se lleva en términos de tiempo los videojuegos, material absorbente y que bate ya los récords de recaudación desde hace mucho.

La edad de aficionarse a la lectura, al cine, a la música, se encuentra llena con otros competidores. Los que tienen la suerte de tener en casa aficionados al cine de otra generación, pueden compartir cine, pero también música o literatura al margen de la presión del "main stream", una forma cultural de diseño hecha a medida para el gusto de un público cada vez más uniforme y sin criterio por recibir siempre lo mismo bajo diferentes formas. El problema es que estamos ya en una segunda generación, es decir, en el caso de familias que ya han vivido esta situación y la transmitirán a la siguiente.

Llevaba varios días conteniendo esto, pero la noticia que leo en RTVE.es me confirma un avance más: "Los cines de verano luchan contra su extinción con las iniciativas de "los últimos románticos"*. En el artículo, Mª José Lara explica:

“Es estar al aire libre, comer pipas, palomitas y el bocadillo con los niños”. Así es como describe Pedro José Contreras, que gestiona el cine Acapulco en Lo Pagán, -una pedanía de la localidad murciana de San Pedro del Pinatar-, la esencia del cine de verano. A Contreras lo del negocio le viene de familia, ya que su abuelo tenía un cine en Archivel, en Caravaca de la Cruz (Murcia) y nació en Alicante porque sus padres gestionaban una sala al aire libre en Calpe.

Ahora él, junto a su hermana, llevan el Acapulco, aunque lo hacen mayormente por tradición familiar porque hay que "ir haciendo las cuentas”, asegura. El del cine de verano es un negocio que, normalmente, no da beneficios suficientes para tenerlo como única fuente de ingresos: “De hecho yo soy enfermero", afirma, y su hermana trabaja en el sector turístico.

La poca afluencia, las plataformas digitales y el cambio en la forma de veranear han provocado que los cines de verano se encuentren en peligro de extinción en nuestro país. El último censo de salas de cine de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), muestra que la tendencia actual es reducir las salas (un 1,0% menos con respecto al año pasado), al igual que las butacas (-1,1%), que se busca que sean más grandes y cómodas.* 

Los cines de verano eran un escalón más en la forma de acercarse al cine, pasar de las grandes salas de estreno de la Gran Vía de Madrid al cine con pipas y cojines para disfrutar de una sesión doble bajo el cielo nocturno. Había algo de espera ilusionada en que fuera bajando el sol para ir camino del cine de verano cada noche.

¿Es cuestión de "romanticismo"?

Hay una cuestión económica, de empresas que se dedica a esto, como la familiar que nos cuentan. Pero hay una falta de difusión del cine, que es visto cada vez como algo lejano, centrado solo en fenómenos de marketing, como algunos a los que asistimos en la actualidad.


Está claro que esta tendencia no se  va a revertir, que va a peor. Por ello es necesario no perder el entorno cultural del propio cine, de las clases sobre su historia y percepción, los géneros, los grandes directores, a la propia investigación sobre el cine, un arte que se nos va quedando fuera por falta de apoyo a su faceta cultural No hablo del cine como negocio, sino del Cine, un arte con derecho propio que ha dado forma al siglo XX y lo estamos perdiendo en el XXI. Hay que fomentar su visionado, tanto en el ámbito académico como en el privado. Hay que potenciar las videotecas para que se pueda acceder a lo que se va retirando del mercado.

Llevo desde 2010 un cineforum universitario. La contraoferta a las películas de Tati, de Welles, de Huston, etc. es la llamada "cutre-con", un festival del peor cine encontrable para "diversión" del personal, una forma como otra de embrutecimiento estético, pero que les funciona. Es una forma más de olvido y de ataque a un arte que necesita de espectadores, de acceso a las películas y de ayuda para entrar en ese universo cinematográfico.

Por la pandemia, convertirmos el cineforum en online, lo que nos permitía ver las películas en cualquier momento y luego compartirlas nuestras tardes de miércoles. Seguimos así porque los que están fuera, en Colombia, en Salamanca, en China, en Holanda... o en su casa, no quieren que la distancia o la seguridad sea un obstáculo para ese par de horas de charla juntos. 

En los últimos tiempos, me han pedido que realizara sesiones en algunos grupos, asociaciones, algo que he hecho encantado. He disfrutado viendo disfrutar. Han sido animadas conversaciones sobre alguna película que ha acertado con sus espectadores. Pero fallan los jóvenes, a los que se les bloquea este mundo para evitar que se vayan por otros derroteros de consumo.

Nada hay más gratificante que esos minutos de charla con posterioridad a la película. Es ese momento en el que cada uno comparte su experiencia, su película y se construye la película común, la de todos. Esa es la experiencia gratificante de un cinefórum.


He dirigido todas las tesis que he podido con el cine como elemento central o accesorio. La mía lo fue. El cine ayuda a comprender muchas cosas, interpretar muchas reacciones y movimientos socio culturales, ayuda en la forma de percibir la Historia, modela las relaciones de género, las modas de todo tipo; ha sido arte, propaganda, divertimento, reflexión. Tenemos desde un Hitchcock a un Buñuel, de un Bergman a un Allen; podemos disfrutar de comedias, vibrar con la ciencia-ficción, temblar con el terror e intrigarnos con el suspense, asombrarnos con las grandes superproducciones épicas, descubrir la intimidad del diálogo de una pareja, de un padre y unos hijos, la soledad de un náufrago... Podemos ser adultos, jóvenes o niños en las butacas de sus salas o en casa disfrutando de nuestra propia sesión casera.

Hay que ver cine, buen cine, cine de todo tipo, entrar en otras culturas a través de la pantalla, en otros tiempos. Hay que llorar y reír, dejarse llevar, como en La rosa púrpura de El Cairo.

El cine siempre ha tenido en contra la idea de que era puro consumo. La propia industria norteamericana lo tuvo que aprender de los europeos, que habían visto el cine junto a las Vanguardias artísticas, que lo habían saludado como parte de la modernidad, del surrealismo al expresionismo, todos vieron algo en el cine que le impulso a realizar Manifiestos o ensayos.

El cine, como arte, reúne lo individual (como la lectura) y lo colectivo (como el teatro). Estamos rodeados de personas, pero a la vez somos ese ojo solitario que contempla la pantalla.

Mis veraneos fueron cerca de Lo Pagán, el pueblo que se cita en el artículo de RTVE.es. Durante mucho tiempo no había cine y teníamos que peregrinar en grupo con cojines de una urbanización a otra. Cuando lo construyeron, los programas dobles nos permitían pasar las noches de diversión, viendo desde las películas de artes marciales que llegaban de Hong-Kong a los estrenos del año que iban pasando noche tras noche por nuestros ojos. Lo que no habías visto, lo días ver entonces.

Crecí rodeado de salas de cine. Madrid estaba lleno de salas, calle tras calle. Hoy vivo rodeado de películas y combato el calor nocturno a golpe de película. No es mala forma de hacerlo. Cuando llegue septiembre seguiremos hablando de cine en nuestro seminario y cineforum. ¡Ya falta poco! Animo a todos a que vean cine, buen cine, hay mucho donde escoger. Les animo a que hablen de cine.

* María José Lara "Los cines de verano luchan contra su extinción con las iniciativas de "los últimos románticos" RTVE.es 6/08/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230806/cines-verano-luchan-contra-su-extincion-iniciativas-ultimos-romanticos/2453375.shtml


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