Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Todo
esto viene a cuento por un ejemplo más que nos trae el diario ABC, firmado por
Miriam Villanueva desde Bilbao, que lleva por título "El joven al que
todos pegan y nadie hace nada para evitarlo", ya de por sí elocuente,
claro del problema. La historia que nos trae es la siguiente:
«Por favor, hablad con vuestros hijos». Es el llamamiento desesperado de una madre de la localidad vizcaína de Amorebieta. El mensaje lo ha publicado a través de las redes sociales, y también ha acudido en persona a los colegios de la zona para hablar con sus directores. Es la única manera que ha encontrado para conseguir que los jóvenes del municipio, de poco más de 19.000 habitantes, dejen de hostigar a su hijo. Su mensaje de auxilio ha provocado una reacción multitudinaria entre los vecinos, que este fin de semana no han dudado en mostrarle su solidaridad.
Haitz tiene 18 años y sufre una discapacidad intelectual. Desde hace cuatro años las cuadrillas del municipio parecen haber encontrado en burlarse de él una forma de entretenimiento. ABC se ha puesto en contacto con el entorno de la familia, que ha preferido no hacer declaraciones porque aseguran sentirse abrumados por la repercusión que ha tenido el caso, aunque la madre ha plasmado lo ocurrido en redes sociales.
Lo ha hecho precisamente después de vivir un episodio de «acoso» e «insultos» que le hizo temer por la integridad de su hijo. Según relata en un grupo de Facebook que reúne a vecinos del municipio, se encontraba «tomando algo» en un bar del pueblo cuando su hijo decidió ir «a por un kebab». «Cuando ha vuelto he visto que había una cuadrilla de por lo menos 20 chavales siguiéndole y acosándole», asegura.*
Haiz es la diversión gratuita del pueblo. La historia de Haitz no es única. Refleja los dos elementos señalados, la necesidad de sentirse superior mediante la dominación de otros a los que se percibe más débiles y demuestra, en la otra línea señalada, que la violencia sobre otros sale gratis porque aprenden rápidamente cuáles son los elementos protectores, en especial, como se señala en el artículo, la minoría de edad, convertida rápidamente en inmunidad ante cualquier agresión o violencia de cualquier tipo. El menor es irresponsable y se da cuenta pronto para ponerlo en práctica.
Nos extraña el crecimiento de la violencia de género, de las violaciones en grupo, contra los inmigrantes, racismo, etc. pero es lo que aprendemos en esa educación paralela que se produce en el interior de los grupos que pronto se organizan. No hay mucha opción: perteneces a uno de ellos o acabará siendo víctima solitaria de acoso; se reirán de ti, te zarandearán porque nadie intervendrá para frenar la diversión. Las instituciones educativas señalan a los padres y las familias lo hacen a los centros educativos.
En el mismo artículo se nos cuenta cómo las denuncias desesperadas de la madre, su llamamiento a la dirección y profesorado de las escuelas han tenido una respuesta por parte de estos, al igual que la reacción solidaria de la población. Palabras.
En el texto se nos explica:
Muchas de las familias que se acercaron hasta la céntrica plaza de Amorebieta lo hicieron alarmados tras enterarse de la situación en los centros escolares donde estudian sus hijos. «Esto se ha convertido en un juego para los chavales, pero para la familia es una situación dolorosa e insoportable que se está alargando en el tiempo», puede leerse en la carta que ha enviado la ikastola Andramari, uno de los centros educativos a los que acudió la mujer en busca de ayuda, a todas las familias.
En ella explican que ya están «trabajando» con los alumnos para «impulsar la convivencia» y piden también un esfuerzo a los padres. «Entre todos podemos evitar que situaciones como esa se repitan», añaden. Entre los asistentes a la concentración también estaba Aitor San Millán, uno de los directores del centro. En declaraciones a la radio pública vasca, se mostró especialmente preocupado por cómo la violencia se está normalizando en las relaciones entre los jóvenes.*
Hay varias cosas en esos dos párrafos. La primera es la expresión "un juego para los chavales", que nos dice mucho más de lo que nos quiere mostrar. Los dos términos, "juego" y "chavales" son formas atenuadas del problema real: se reduce a algo que se realiza por personas que no son conscientes de lo que hacen. Esto es un tremendo error y pagamos las consecuencias.
En diversas ocasiones hemos señalado el profundo error de pensar que "niños", "jóvenes", "chavales", representan a seres distintos que, una vez llegados a un punto, se "transforman" como por arte de magia en ciudadanos ejemplares, justos, magnánimos, solidarios, etc. Pero nada más lejos de la realidad. Somos los mismos y lo que hemos aprendido a hacer —porque nos ha causado "placer", sentirnos superiores, etc.— se trasladará a otras situaciones. Somos los mismos en procesos de cambio. Para unas cosas la infancia es importante y marca; para otras, en cambio, son "juegos de chavales", algo intranscendente y que si causa dolor a otros es solo porque todavía no entienden lo que hacen.
El otro aspecto es la "normalización" de la violencia. ¿Es también un juego de chavales? Ha habido demasiadas décadas de justificación de violencia de "chavales" como para que no tenga efecto. La violencia se justifica en muchas ocasiones; todos los días tenemos ejemplos. Pero lo que te lleva a usar la violencia que se justifica no siempre necesita justificación; el violento lo es. Todos los juegos políticos, sociales, etc. que queramos hacer no pueden esconder esa evidencia. La violencia es una opción. El que la elige, puede hacerlo más veces; encontrará natural resolver violentamente lo que se le presente en su vida. Los que hablan de "juego de chavales" están atenuando la violencia y lo que representa en este caso, pero también aplicables a otros. No hay justificación, no hay juego, no hay chavales. Hay violencia, abuso, sadismo.
El acoso a Haiz es un deporte del municipio. Se ha convertido en una práctica ritual acosar al joven. El aumento de los casos de suicidio entre menores por acoso ha aumentado en sus dos cifras, las de intentos y la de realizados. De igual forma aumentan los casos de problemas mentales, con pensamientos negativos, angustia, ansiedad. Tenemos el récord en consumo de ansiolíticos. Todo forma parte del mismo sistema, nuestra sociedad. No son aspectos desconectados, sino que todo acaba en el mismo espacio.
El que se acostumbra a maltratar, acosar, insultar, etc. impunemente recibe una educación negativa, realiza un aprendizaje perverso de lo que hará consciente o impulsivamente en el futuro. Puede que hasta se sorprenda por su propia respuesta, que saldrá de él como un automatismo. Lo que hacemos una vez lo podemos hacer dos. Las probabilidades aumentan.
Lo malo de estos casos es que cuando se producen ya no hay remedio, el mal está hecho. Son el resultado de un proceso de esos mecanismos de "superioridad" (identificado como violencia contra otros) y de grupo, las "manadas", nuestras modernas Fuenteovejuna negativas. Las familia, como señalamos, miran a las escuelas y las escuelas a las familias. Nadie se siente responsable. Todos lo somos.
La escuela, nos dicen, está para enseñar; los valores ya se enseñan en casa, es cosa de cada uno. Este es el resultado, la incapacidad de construir algo sólido y compartido en una sociedad en la que cada vez vemos más violencia e incapacidad de diálogo porque ha hecho del conflicto su centro y motor. Hay aspectos solidarios, sí, pero esos no tapan lo que los que no lo son aprenden y realizan. Demasiados ejemplos negativos a nuestro alrededor; demasiada complacencia.
Los que hoy acosan a Haiz mañana lo harán con otros. Ejercerán su violencia sobre inmigrantes o sobre cualquier persona sobre la que se sientan capaces de organizar eso que les causa placer, una forma de violencia gratificante para su ego frustrado por tantas cosas. Ejercerán la violencia doméstica, la machista fuera de casa. Los inferiores serán inmigrantes, refugiados, mujeres... Ellos son superiores y los demás están para que ellos se diviertan. Son "juegos de chavales"; ya crecerán.
El hecho de que España encabece la lista de acoso escolar en Europa es algo más que un dato; es un destino. Es la garantía de una deformación futura, de una distorsión social, en el que la violencia se habrá normalizado porque formará parte de nuestra experiencia básica. Lo que suponga en la maleta mental de cada uno se verá con el tiempo en víctimas y acosadores.
El título del artículo —"El joven al que todos pegan y nadie hace nada para evitarlo"— es triste y en muchos sentidos verdadero. Deja en evidencia que Haiz es una víctima doble, de quienes le pegan y de los que lo contemplan pensando que es cosa de chavales, que se pasará con la edad. Hay tragedias que empiezan así. Nos hablan del repunte del acoso escolar tras la pandemia; también lo estamos viendo en la violencia machista. Es la siembra de años.
Si tenemos que explicar a alguien que está mal acosar, perseguir y golpear a un joven discapacitado hay algo que falla en el resto del programa.
* Miriam Villamediana "El joven al que todos pegan y nadie hace nada para evitarlo" ABC 24/1/2023 https://www.abc.es/sociedad/nino-pegan-evitarlo-20230124202306-nt.html
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