Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
expresión "el hombre que se hizo a sí mismo" (self-made man) es
frecuente en el imaginario norteamericano. Representa la esencia del individualismo
que representa al país. Es la quintaesencia del "sueño americano",
otro de tópico que funciona en la retórica.
Ahora, en estos tiempos mediáticos, la expresión "hacerse a uno mismo" tiene unos tintes y matices distintos. En RTVE.es nos hablan de George Santos, uno de los congresistas electos que deberá tomar posesión de su cargo en días próximos. Santos se ha hecho a sí mismo literalmente. "Logró un escaño republicano por el estado de Nueva York gracias a una campaña política basada en mentiras y muchos ciudadanos exigen que renuncie al acta", nos dicen en la noticia que acompaña a un elocuente vídeo de su corresponsal Cristina Olea. Según nos cuenta la periodista, el fotogénico Santos se inventó todas y cada una de las líneas de su currículum: no estudió en las dos universidades de élite que dijo; tampoco trabajó en las dos conocidas empresas de Wall Street, como aseguró; ni tenía las propiedades que dijo ni existía la ONG de protección animal que aseguraba haber creado, como tampoco la empresa en la que dice trabajar.
Santos es el Zelig de la política norteamericana. Es aquel que se convierte, como el personaje de la película de Woody Allen, en aquello que le rodea. Es judío si está rodeado de votantes judíos; tiene una ONG de protección animal si te gustan los animales. Y así hasta completar el aparente currículum.
Sí, George Santos es el hombre que se hizo a sí mismo, el ejemplo paradigmático de lo que significa en estos tiempos la idea del "self-made man", la literalidad de la expresión. No hay diferencia entre ser y parecer, entre realidad y ficción. La historia no es lo que ocurrió, sino lo que contamos.
En este mundo de "imagen", la construcción del "yo" que se quiere representar ante los otros, se convierte en esencial. No hay nada tras el fenómeno; solo existe el fenómeno, lo que se ve y se transmite, formando una única unidad con la finalidad de ser para otros.
Aquí hemos pasado de la "inaccesibilidad del ser", el "ser para la nada", el "ser para la muerte" de corte existencialista, a un "ser para los otros", un ser de "puertas abiertas", del "pasen y vean". Esas bonitas historias —ejemplares historias— que el cine o la literatura nos han mostrado sobre cómo se lucha para conseguir que los otros aprecien tus talentos ocultos, han pasado a ser las historias de "talentos visibles inexistentes", pura imagen para el consumo. De George Santos, lo que se ve no existe realmente. Y solo hay eso. Hacer ver lo que no existe está al alcance de cualquiera que, como ha dejado en evidencia la Fox, "no tiene vergüenza", es más, ni sabe qué es eso.
El video reportaje de Cristina Olea nos muestra a gente en las calles agitando pancartas de "Liar, Liar". Pero a él le da igual. Considera que él se ha embellecido el currículum, como otros se han embellecido la nariz, es cuestión de matices. La "estética factual" es ya un hecho.
Hoy en día los políticos son seleccionados, en mayor o menor medida, mediante estos ajustes cosméticos. Se le llama "tener buena imagen", pero ¿qué hacer si no tienes lo que tus votantes esperan? En el caso de Santos, está claro: ¡te lo inventas! Santos les ofreció la imagen perfecta, sin fisuras, lo que ellos querían. ¿Qué hacer si no para llegar a su objetivo?
Los que le votaron, votaron una fantasía. Es lógico que se sientan burlados. Pero, no nos engañemos, habrá más de uno y más de dos, que sientan admiración por el desparpajo y la determinación de Santos. Algunos le envidiarán pensando "yo no habría tenido el valor". Pero lo que realmente envidian es la ausencia de esa "vergüenza" de la que Santos no tiene conciencia. Para muchos es un impedimento, una barrera; solo con pensar cómo se sentirían, ya se asustan. Pero Santos carece de ese sentimiento. Le da igual; objetivo cumplido: va a ser congresista por Nueva York porque le han votado, aunque lo que votaran sea inexistente. Pero queda "él", lo que resta cuando vas pelando la cebolla, solo lágrimas y un tufillo en las manos.
El manejo de la comunicación se ha convertido hoy en algo esencial en la política. En una sociedad basada en la "imagen", importan más los discursos que los hechos; el cómo se cuenta que el qué ha ocurrido. Cada vez son más los que dan el salto de la popularidad mediática a la política. Los espectadores, oyentes y lectores son, finalmente, votantes. Ven, leen, comparten los medios 365 días al año, mientras que votan una vez cada cuatro. Se acaba votando por lo que has visto en los miles de horas anteriores dedicadas a recibir información de los medios. En esos medios se cuelan los que tienen aspiraciones políticas o, simplemente, salen de allí.
Tenemos casos como el del mediático Donald Trump, presentador de concursos de belleza y de proyectos empresariales (The Apprentice). Trump se convirtió en el mensaje de sus propios programas. Pasó de hacer cameos en películas a ser el guionista, productor y estrella de su propio programa, convirtiendo la Casa Blanca en un plató, y su vida en un culebrón de éxito. También él mantiene una lucha por controlar el discurso sobre sí mismo y la realidad. Sabe que sus seguidores le creerán siempre. Pero Trump es un maestro narcisista de la mentira con un poder acumulado, mientras que George Santos está en su etapa inicial y puede que final.
Lo sorprendente —o quizá no tanto— es cómo los propios medios se han tragado las mentiras de Santos, cómo han aceptado sus discursos sin haberse molestado en comprobarlos. Cómo es posible que nadie de las grandes empresas le extrañara que allí hubiera trabajado Santos y nadie lo recordara. ¿Aceptamos todo?
A toda esta sarta de mentiras, George Santos lo ha llamado "embellecer". En ello se incluye fabricarse antepasados judíos huidos de Ucrania en la II Guerra Mundial o decir que su madre murió en los atentados del 11 de Septiembre, aunque lo hiciera en 2016, como nos informa Cristina Olea. ¡Quién da más! Unas veces "embellecía" y otras "bromeaba". Los que no lo hacen son los votantes, irritados muchos de ellos. Otra cosa ocurre con los dirigentes del partido, a los que no les preocupa un mentiroso más en el grupo, siempre que lo tengan controlado.
Creer en los medios se está haciendo tan complicado como creer en los políticos. Como continente y contenido están logrando una peligrosa simbiosis. Vivimos bombardeados de informaciones en un mundo inverificable. Si alguien lo verifica, son los propios medios, pero pronto será cada página, cada noticia, cada espacio informativo lo que habrá que verificar o aceptar y creer sin más. Santos, con 35 años, lo sabía; también que no existe el perdón, pero sí el olvido. Se trata de esperar con paciencia al próximo escándalo. ¿Renunciar? ¿Por qué?
Un buen trabajo de Cristina Olea; merece la pena verse íntegro.
*
Cristina Olea "Telediario 2: George Santos, el congresista republicano que
logró su escaño con una campaña basada en mentiras" RTVE.es 2/01/2023
https://www.rtve.es/play/videos/telediario-2/george-santos-congresista-estados-unidos-campana-mentiras/6768392/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.