jueves, 12 de enero de 2023

Entrando en el cuarto año

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

En España no le hemos hecho la guerra al coronavirus; se la hemos hecho a la mascarilla, tomando el efecto por la causa. El problema era siempre qué hacer para no tener que llevarla, considerada un obstáculo, una mala señal. Los mensajes que la estigmatizaban iban desde el resaltado de los psicólogos infantiles diciendo que los niños podían crecer con problemas emocionales al no poder observar las reacciones faciales a los dentistas que veían el declinar de los blanqueados por llevar la boca tapada, pasando por los dueños de las discotecas y locales de ocio nocturno que las veían como un impedimento a esa confraternización universal que se produce al ritmo de la música con una copa en la mano. Sí, la mascarilla era un obstáculo. Ya solo verla te recordaba que algo malo pasaba. Muchos, decían, se vacunaban para "no tener que llevar la mascarilla" y poder "salir de marcha con tranquilidad". Son expresiones oídas con frecuencia en esos barridos informativos a pie de calle.

Pero tenemos de nuevo la mascarilla en primer plano ante las perspectivas de nuevas complicaciones. Con lo que estamos de nuevo en la división social. Por un lado están los que se encuentran en grupos de riesgo y, por otro, aquellos que consideran que llevan sobreviviendo tres años, que lo pasaron y no han tenido secuelas y los que no están dispuestos a seguir con la mascarilla pase lo que pase.

De nuevo, tenemos el conflicto social, el entender que ponerse la mascarilla no es una decisión personal exclusivamente, sino que puede tener consecuencias para los demás. Pero eso no siempre se quiere entender.

En RTVE.es recogen las palabras de responsables de la Organización Mundial de la Salud con mensajes nuevos que suenan ya como parte del pasado:

 

"Después de tres largos años de pandemia, con muchos países lidiando con sistemas de salud sobrecargados, escasez de medicamentos esenciales y una fuerza laboral de salud agotada, no podemos permitirnos más presiones sobre nuestros sistemas de salud", ha enfatizado el dirigente europeo de la OMS.

“No podemos permitirnos más presiones sobre nuestros sistemas de salud“

Dicho esto, ha pedido a los países de Europa y Asia central redoblar sus esfuerzos para implementar estrategias efectivas comprobadas y evitar ser complacientes. "Esto significa reinvertir urgentemente y volver a comprometerse con una vigilancia virológica y genómica mejorada, incluida la vigilancia de aguas residuales, según sea factible. Esto significa invertir y salvaguardar el personal sanitario, cuya precaria situación en muchos lugares podría socavar la prestación eficaz de los servicios de salud", ha añadido.

Ciencia, vigilancia y responsabilidad, claves para controlar los contagios

Finalmente, Kluge ha aconsejado aumentar la aceptación de vacunas en la población general, administrar dosis adicionales de vacunas a grupos prioritarios, ventilar espacios públicos y concurridos como escuelas, bares y restaurantes, oficinas al aire libre y transporte público, y proporcionar terapias tempranas y apropiadas a pacientes con riesgo de enfermedad grave.*

Resulta sorprendente (no tanto) que eso que se dice en el texto —" implementar estrategias efectivas comprobadas " — sea la forma refinada y comprimida de lo que se nos dice después: vacunar, dosis adicionales a los que estén más expuestos a riesgos, ventilar espacios públicos, oficinas y transportes, atención a los casos para evitar que vayan a más. A esto se le añade el cuidado del personal médico, expuestos a situaciones de estrés después del tiempo transcurrido en tensión laboral y emocional. Esto no es nada nuevo, se nos ha repetido mil veces, pero el deseo de no creerlo es fuerte, al igual que los intereses de los que ven en las medidas de protección un riesgo para sus negocios, es decir, los basados en las concentraciones de personas, sea un local deportivo, un restaurante, una discoteca o un espacio educativo, por poner ejemplos claros y cotidianos.

Se nos muestran imágenes de urgencias colapsadas, se nos habla de pacientes que están aparcados hasta cuatro días antes de poder ser llevados a planta, etc.,  pero no se habla de las medidas que se ignoran y que podrían mitigar los flujos hacia las urgencias.

La política del "ha llegado el tiempo de las sonrisas", de Carolina Darias, anunciando pomposamente la retirada de las mascarillas, a las que hubo que volver parece que sigue vigente. Pero esa guerra al virus se convierte en parte de la guerra política general, donde volver a la mascarilla sería como una especie de fracaso que podría ser explotado por la oposición.

¿Qué es "volver a la mascarilla"? Nos lo han dicho y recomendado, esas cuatro medidas que se siguen ignorando: mascarilla, distancia, ventilación y vacuna. Es lo básico antes, mientras y ahora. No salva la cuarta, que la elevada vacunación española mitiga los efectos. Pero todo ello está sujeto al azar de que pueda surgir una variante peligrosa al aumentar el número de casos, una variante ante la cual la vacuna no fuera eficaz.

Dentro del autoengaño, la vacuna sirve para todo y dura siempre. Sabemos que no, pero es incómodo tener que aplicar las consecuencias. Las autoridades de los sectores —políticos, educativos, etc.— no están dispuestas a desgastarse haciendo una política restrictiva o de mayor vigilancia. Por ello, el grado de incumplimiento allí donde es exigida la mascarilla crece, pese a las noticias sobre colapsos y riesgos de nuevas variantes.

El artículo de RTVE.es se cierra así:

"Estas medidas también pueden reducir el impacto de otras infecciones respiratorias, en particular, la gripe, con las que nuestros servicios de salud están luchando en este momento. Ciencia, vigilancia, responsabilidad: todos estos deben unirse cada vez más, ahora que entramos en el cuarto año de la pandemia para garantizar un futuro para todos", ha zanjado.

"Cuarto año" es más preciso que ese "pospandemia" que se usa acrítica e interesadamente por políticos y medios. No, la pandemia no ha terminado.

Las perspectivas son malas. Los medios hablan de "cifras anteriores a la pandemia", como si esta hubiera desparecido. No lo ha hecho, solo ha estado oculta tras expresiones como "gripalización", eliminación de los datos para menores de 60 años, etc. En mi contacto con gente joven por mi condición de docente, es raro el día que no me llegue noticia de algún contagio. Es cierto que no suele tener consecuencias graves, pero en este tipo de enfermedad, la consecuencia más grave es la que generalmente no vemos, el contagio a otros hasta que llega a alguien para quien sí es grave el contagio. Son finalmente esos que ocupan las camillas, apilados en urgencias.

Aplaudimos cada día, cada tarde, el esfuerzo de los sanitarios, pero la respuesta política ha sido otra. El esfuerzo no ha servido de mucho; no ha logrado cambiar la política sanitaria ante un futuro que se prevé complicado por el propio envejecimiento de la sociedad española y las apariciones anunciadas de nuevas enfermedades contagiosas debidas a la globalización y a la movilidad mundial, que convierten a España en país de enorme riesgo por ser cruce de caminos y destino turístico para sobrevivir la economía.

Se nos dijo que había que controlar la pandemia para evitar que los hospitales se colapsaran. Ese era el argumento. Hoy todos los medios nos hablan de una Sanidad puesta en pie de guerra por las reivindicaciones de todo tipo, del desbordamiento a la falta de personal, pasando por los salarios. Evidentemente, no se ha cumplido el principio de crecimiento para poder atender los casos. Y esto se hace tangible en cuanto aumentan los casos. Si no se realiza prevención, difícilmente se podrá mantener la atención. Y es la prevención social la que muestra nuestra percepción de la propia enfermedad, sus condiciones y efectos. Negarla solo lleva al desastre en forma de desbordamiento, al colapso. Con más pacientes en urgencias, con más tiempo de espera por falta de personal o de espacio, las muertes aumentan, así como la gravedad de las enfermedades no atendidas adecuadamente. Las estadísticas ya recogen esos excesos de mortandad.

No querer ver la realidad o no hablar de ella, no la elimina. 

* "La OMS recomienda a Europa usar mascarillas en interiores y transportes públicos por los casos de COVID en China" RTVE.es / Agencias 11/01/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230111/oms-recomienda-mascarillas-interiores-transportes-europa/2415190.shtml



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