miércoles, 25 de enero de 2023

Las escuelas afganas escondidas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cuando he leído la noticia lo primero que me ha llegado a la mente es un viejo libro de triste actualidad, "Leer Lolita en Teherán". En él se nos contaba cómo las mujeres se tenían que esconder de los teócratas iranís que impedían acceder a la enseñanza a las mujeres. Leer la novela de Vladimir Nabokov simbolizaba la resistencia a los censores del régimen, por un lado, pero también el cierre de un espacio. Sabemos que las mujeres de Irán siguen resistiendo, que no han conseguido, pasado los años, acabar con su inquietud, con su deseo de liberarse del yugo de la ignorancia con el que se pretende controlarlas.

La noticia me llegaba desde RTVE.es y esta vez es similar, la ocultación de las mujeres en escuelas clandestinas para poder seguir adelante, lo mismo que ocurrió en Teherán con las estudiantes que se escondían bajo sus velos para ir a las casas en las que se impartían enseñanzas, en las que se leía Lolita como alternativa al silencio y al encierro. La noticia nos cuenta la resistencia de las mujeres afganas, además de en la calle, en las escuelas escondidas:

Marzia estaba a punto de terminar la carrera de Farmacia en la Universidad de Kabul cuando los talibanes anunciaron la prohibición del acceso de las mujeres a la educación superior. A esta joven afgana, que vive junto a sus seis hermanas, su hermano y su madre en la capital de Afganistán, tan solo le quedaban seis meses para poder convertirse en farmacéutica, pero las autoridades de Kabul decidieron arrebatarle este derecho.

Antes de vetar a las mujeres el acceso a la universidad, los talibanes también prohibieron el acceso de las niñas a la educación secundaria. Según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), actualmente el 80% de las niñas y mujeres afganas en edad escolar no recibe ningún tipo de educación.

Para lograr que estas niñas y adolescentes puedan continuar con su derecho a ser educadas, Marzia junto a otras 10 mujeres dan clase en una escuela clandestina a alrededor de 1.500 chicas.

"Son chicas que tienen entre 12 y 23 años. Estudiantes que no pueden ir a la escuela desde el año pasado", explica en declaraciones a RTVE.es desde Kabul. "En nuestra escuela estudian Informática, Lengua y también clases de inglés, para que puedan comunicarse en otros países, ya que no pueden continuar su educación dentro de Afganistán", detalla.*


Los talibanes son un anacronismo interesado, con muchos respaldos en el mundo islámico, siempre en competencia por ver quién sigue más fielmente los deseos del profeta. La competición por esta extraña virtud es el motor por el que muchos regímenes autoritarios saben que no serán tocados mientras se cumplan estas exigencias coránicas interpretadas con el rigor que vemos. Para que todo se cumpla, hay que cerrar los países y, sobre todo, cerrar las mentes. Las mujeres saben que el objetivo es reducirlas espacial y mentalmente hasta quedar reducidas a una sombra sumisa, con finalidad de atender al varón, hacer que se sienta esa copia del profeta llamada a la perfección. Pero no es fácil encerrar el mundo ni las mentes, hay demasiadas puertas y ventanas, demasiadas conexiones.

Leía en esto días la novela "Debo todo a tu olvido" (Alianza 2010) de la argelina asentada en Francia Malika Mokkadem. La novela apareció en francés en 2008 y contiene algunas precisiones sobre el papel de la ignorancia como estrategia de los islamistas, como forma de hundir a las mujeres para que no puedan emerger, salir a la luz:

En realidad, todo el país, Argelia, encaja en el papel de Medea. Ella fomentó la violencia, los abusos de poder con esa suerte de placer destructor. Quien ha asesinado a unos y exiliado a otros incinera en hornos a recién nacidos y abandona a otros niños con heridas insoportables. Sigue mutilándose al relegar a la mitad de su población, a las mujeres, al rango de individuos de segunda clase en sus leyes. «¡Argelia sólo saldrá adelante gracias a las mujeres!» Ese tópico, repetido en Francia y en otras partes hasta la saciedad, exaspera a

Selma. Hace ya mucho tiempo, Chija Rimitti, la gran dama del rai, cantaba con su sarcasmo habitual: «El bien es mujer y el mal es mujer». Celebraba con un júbilo desatado, canalla, aquello de lo que las mujeres siempre se avergonzaban: el sexo, el amor, la embriaguez... Nunca el parir ni todo lo que puede provocar. ¿Cuántas tórridas Rimitti harán falta para arrancar a las mujeres de sus arcaísmos? Y de sus pesos muertos?

Selma podría responder a Rimitti como a ese discurso políticamente correcto: Argelia sólo saldrá adelante cuando sea un país laico y se dote de leyes igualitarias. Cuando acabe con el oscurantismo. Cuando las escuelas de la república dejen de ser el lugar donde se sumerge a los niños en las tinieblas.

¿Pero cómo creer que para acabar con la parte oscura de los seres humanos bastaría con una democracia de verdad, una enseñanza de calidad que desarrollara el espíritu crítico, las libertades y la responsabilidad derivados de ella? Se han cometido aquí tantos actos de violencia sin que nunca se haya impartido justicia... tantos traumas siempre negados, siempre encubiertos...

¿Salen indemnes las civilizaciones más importantes de la parte tenebrosa oculta en los seres humanos? (75-76)

Las preguntas de la protagonista, Selma, la mujer que ha podido desarrollarse fuera de Argelia, en Francia, se las hacen probablemente muchas otras mujeres en diferentes partes del mundo islámico: ¿es suficiente una democracia para cambiar esa parte oscura del ser humano que las ha oprimido? ¿Esos "arcaísmos" dominantes en la sociedad construida como una cárcel física y mental, pueden desaparecer?

Lo que sí resulta evidente es que las acciones posibles son necesarias, es decir, hacer todo lo que se pueda hacer. El retroceso en muchos de estos países lo hemos visto en Afganistán, donde tras años de ocupación, la oscuridad regresó con toda la fuerza y violencia necesaria para encerrar de nuevo a las mujeres en la oscuridad. La creación de esas escuelas clandestinas en Afganistán son un síntoma del deseo de libertad, pero también un indicador del conflicto y del enorme riesgo que asumen. Esas mujeres tienen en ellas las semillas de la libertad, no se doblegan, pero la lucha es desigual. Los talibanes, con el Corán en la mano, son implacables, no se detienen. Cada crimen es para ellos un paso más hacia su sentido de la santidad, están más cerca del paraíso.

Afortunadamente y por ahora, una parte de la población prefiere ayudarlas: 

Para evitar que las autoridades de Kabul descubran este lugar, los vecinos de la zona ayudan a estas profesoras y alumnas que desafían las normas impuestas por el régimen extremista islámico. "Les hemos pedido que si viene alguien de los talibanes y les preguntan si hay alguna escuela por aquí, digan que no", indica esta joven afgana. "Si hay algún problema nos avisan para que cerremos las puertas de la escuela ese mismo día o el siguiente", añade.

Pero además de la ayuda de los vecinos, las propias alumnas deben cumplir una serie de normas para poder mantener la escuela oculta de los talibanes. "Pedimos que si no confían en alguien, no le cuenten que van a la escuela. Que digan que van a aprender a coser, cualquier cosa excepto ir a la escuela", detalla la profesora.

Marzia se esfuerza cada día por cuidar a sus alumnas y evitar ser descubierta. Sin embargo, afirma que "la mayor parte del tiempo nos sentimos amenazadas". "Nos amenazan por teléfono, a través de WhatsApp y Facebook. Nos envían cartas amenazantes diciendo que estamos ayudando al enemigo", señala. Además, denuncia que los talibanes también la han atacado directamente. "Me hicieron una herida en la mano y en la cara cuando iba a la escuela", recalca.* 

La herida son esas marcas que la identifican. Así será más fácil encontrarlas y sacarlas de sus escondites. Es difícil entender el sentido arcaico de todo esto; en comparación, que nos contaba la novelista argelina se queda corto, pero el objetivo es el mismo, un mundo masculino en el que las mujeres son solo sombras complacientes, sombras que se disuelven en la oscuridad de la que se habla en la novela de Malika Makkedem.

Todavía no se ha comprendido el efecto terrible de la apresurada retirada occidental de Afganistán. Solo ahora, a la vista de lo que ocurre, podemos empezar a comprender la desesperación de los que se agarraban a un tren de aterrizaje para intentar huir del país. La muerte era preferible a lo que estaba por llegar. Solo ahora comprendemos la acumulación de errores e intereses que mantuvieron a una clase dirigente cobarde al frente de un país mientras tenían tropas extranjeras en sus territorios, los que abandonaron rápidamente en cuanto tuvieron ocasión. Solo unos pocos resistieron en algunas zonas.

 ¡Qué razón tenían aquellas mujeres que denunciaron que el gobierno afgano estaba negociando con los talibanes el destino de las mujeres, con sus derechos! Muchas quedaron en ruta hacia su independencia, su autonomía, algo que los talibanes no pueden aceptar como sistema retrógrado que son, como forma retrógrada y autoritaria de ver el mundo.

En el Día Internacional de la Educación es justo dedicar este texto a aquellas —entre muchas— que padecen por querer alcanzar una educación que las libere. Un país que prohíbe estudiar a sus mujeres, que las encierra, que les impide acceder a libros y escuelas... es solo un tipo de cárcel; no es un país ni debe reconocerse como tal, tengan lo que tengan bajo el suelo o en el cielo. Nada justifica este terror.

Los que desperdician o desprecian la educación deberían mirar hacia otros lugares donde abrir un libro puede significar la vida o la muerte.  


* Laura Gómez Díaz "La mujer que desafía el veto talibán con clases clandestinas: "Temo por mi vida, pero irme sería la última solución" " RTVE.es 24/01/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230124/mujer-desafia-veto-taliban-clases-clandestinas-afganistan/2416674.shtml

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