jueves, 24 de diciembre de 2020

Trump y la perversión de la democracia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



"Errático", "caótico", "vengativo"... son solo alguno de los términos con los que la prensa norteamericana e internacional califica estos tormentos días del fin del mandato de Trump en la Casa Blanca. La ira del presidente crece y con ella lo que siempre ha manifestado, su concepción absolutista, despótica y personal del poder.

Estos días he tenido que hablar sobre el poder por clases y direcciones de trabajos y tesis. Trump tiene su propia teoría del poder, que no por ser suya es original. El poder para él es no tener que dar explicaciones; la medida del poder es precisamente su irracionalidad, como ya mostró George Orwell. Si el poder está sometido, no es poder; si tiene que dar explicaciones, no es poder; si tiene límites, no es poder. De todo ello se deduce con claridad que Trump no es ni ha sido nunca un demócrata. Su no aceptación patológica de los resultados electorales adversos es un síntoma claro de ello. Pero no es el único.

El aspecto patológico del caso es que mientras otros hubieran querido salirse con la suya actuando en la sombra, la personalidad de Trump le impide hacerlo, pues su narcisismo rige todos los aspectos en su vida. Para Trump el poder es exhibición, por eso es desafío constante. Volvió de Francia fascinado con los desfiles militares, pensando en hacerlos.

Vuelvo muchas veces a aquella frase suya, décadas atrás, como comentario a Ciudadano Kane: ¿de qué te sirve ser rico si no puedes cambiar de esposa? En eso se centraba el filme de O. Welles para él, ese era todo su problema. Es una extraña operación mental retórica en donde se establece una prioridad clara sobre cómo valora a los demás, de cuál es su sentido del mundo, del afecto, de los demás y del dinero. Con dinero se compra todo. ¡Al diablo Rosebud!




Y ahora Trump ha conseguido un nuevo juguete, aquello que la ley permite como excepción a los presidentes, la gracia del perdón. De nuevo, Trump no lo interpreta desde un sentido social o histórico, sino desde el egocentrismo narcisista de la manifestación absoluta, del descaro y la provocación. Muchos se fijaron en el gesto al salir al balcón presidencial tras haber sido ingresado. Era un gesto no de superioridad, sino de supremacía, un gesto musoliniano de desafío, el reflejo de una distancia infinita entre los demás y él.

Quedan muchas décadas por delante para preguntarse cómo la democracia más antigua y consolidada eligió a un personaje de tan baja catadura moral, nulo intelectualmente y alguien cuya principal forma de realizarse en la vida es demostrar que está por encima del bien y del mal. Los Estados Unidos hicieron la peor elección de la Historia y, sobre todo, el peor ejemplo en los momentos en que la democracia se resiente en el mundo. Ahora está un poco más herida gracias al precedente. El mundo ha dejado de confiar, lo que lo hacía, en el modelo norteamericano a la vista de los resultados allí y de sus imitadores húngaros, brasileños, polacos o filipinos. Trump ha hundido un modelo que se basaba en la democracia como forma de elección de los más aptos, como forma racional de diálogo para lograr los mejores resultados, de respeto de los principios morales derivados de la libertad y el respeto a la persona. Son ochenta millones de personas que lo respaldan y validan sus actuaciones vejatorias, la ostentación de la fuerza y la venganza como principios rectores. Son muchos millones y muy pocos principios, solo un genérico, engañoso e imperial "hacer América grande otra vez", de reminiscencias nazis, de revancha ante un mundo en donde ser primera potencia no es nada si no se demuestra mediante la fuerza y el insulto, la denegación de la cooperación internacional, ante el que solo cabe plegarse y pagar el precio exigido. Es el matonismo elevado a política internacional.




Hoy los medios norteamericanos, el mundo entero, se asombra de la desvergüenza de "perdonar" a los sinvergüenzas que le apoyaron en los más turbios casos. Trump no los perdona, les paga, compra un silencio después que salga de la casa blanca. El riesgo de no hacerlo puede sacar demasiadas cosas a la luz.

En la CNN, Kevin Liptak señala en esta fecha de Nochebuena:

 

It turns out there are no silent nights in the Trump era.

Even in the lead-up to Christmas, even in humiliating loss, even as Americans attempt reflection on what has been, for many, the worst year of their lives, President Donald Trump seems bent on maintaining an unrelenting pace of norm-smashing as his term concludes.

No one expected him to fade quietly into retirement. And no one, at this point, is particularly obliged to pay attention — a fact Trump seems very aware of as he desperately seeks to grasp hold of the spotlight for however long it will shine, even as his staff is provided instructions for boxing up their desks and cleaning out their microwaves.

The effect is a president more erratic than ever. Though he has all but disappeared from public view, Trump is wielding what executive powers he has left to rancorous effect, ensuring his presence is felt even as he holes up in virtual isolation. Instead of off-the-cuff rallies or shouting underneath his helicopter, Trump is holding forth in pre-produced videos and, as always, tweeting.*

 


¿Navidades, noches silenciosas... con Trump? No, imposible. Trump está fuera del calendario o, para ser más preciso, solo hay un calendario en su mente, el de las fechas que marcan su salida como pérdida de poder. No hay otro. Ni el sufrimiento, ni las muertes, ni los soldados enterrados (perdedores), ni sus colaboradores hasta el límite, ahora insultados... Solo existe "él".

La cuestión que aterra a los norteamericanos es lo que puede llegar a hacer en estos días que le restan en la Casa Blanca, qué poderes puede usar para dejar el camino obstruido, el mundo revuelto en su afán de venganza. 

En La Vanguardia, Francesc Peirón comenta la indignación producida por los perdones de Trump a criminales de guerra:

 

Desde el punto de vista de la humanidad, todavía resulta más escandaloso que cuatro mercenarios de Blackwater, exmiembros de las fuerzas de seguridad, hayan sido gratificados con su merced. Paul Slough, Evan Liberty, Dustin Heard y Nicholas Slatten protagonizaron una masacre en el 2007 en Bagdad, en la que murieron niños y adolescentes. Llevó años poder condenarlos a larga penas. Slatten cumplía cadena perpetua.

“Esto solo lo hacen en regímenes autoritarios”, lamentó el exfiscal Andrew Weissman.**

 


¿No se han dado cuenta todavía que Trump ha transformado el régimen de democrático en autoritario? Trump está en el poder porque el partido Republicano usó la democracia de forma numérica y no por los principios. Así se libró de la destitución del "impeachment". El sistema se pervirtió cuando los senadores republicanos dejaron de servir al pueblo y se pusieron al servicio de Trump hiciera lo que hiciera. Y así han funcionado, con votos, no democráticamente.

Trump ha mostrado al mundo, de forma negativa, el valor de la verdadera democracia, la diferencia entre decirse democrático y actuar democráticamente, algo para lo que está mental y genéticamente imposibilitado. Ha mostrado la necesidad de cambiar la mentalidad política y alejarse del poder por el poder y asumirlo como la capacidad de mejorar la vida y las mentes de las personas, del respeto a las diferencias, de la solidaridad y la cooperación, Trump representa lo contrario y es el punto de vista que han asumido los que han estado a su lado, los que le han votado. No se puede decir que quien ha votado a Trump no sabía lo que votaba. Es una clara involución democrática en un mundo sin principios, pero con objetivos.




Si darnos mucha cuenta o no queriendo verlo, hemos transformado el mundo. Lo hemos adaptado a esta visión materialista y desprejuiciada, desde la educación —que ha dejado de serlo en nombre de la eficiencia y el control vigilante— hasta el arte —reducido a negocio— y los negocios —reducidos a batallas—. El mundo está tan dividido como lo está la América de Trump, con su descaro ha quedado al descubierto, sin necesidad de bellas palabras, solo con su brutalidad e indiferencia. El mundo se ha convertido en un espacio fraccionado en zonas de poder sobre la que cada uno aspira a tener el control y el beneficio.

Si no nos planteamos un cambio a medio plazo y una reacción a cortísimo, los Trump del futuro esperan en fila a que les toque su turno o su oportunidad. Trump es posible porque se dan las condiciones adecuadas para que llegara hasta donde llegó. Los resultados de las elecciones lo muestran claramente. También lo hacen las formas de hacer política que observamos por todo el mundo. No pensemos que estamos a salvo de esta forma de hacer política y de manejar al mundo. Si te aplauden por ello, es que el mundo está ya preparado. La liberación de los criminales, de los mercenarios asesinos de niños, muestra que se puede conseguir el perdón si tocas las teclas adecuadas.



La ingenuidad de describir lo métodos de Trump como "autoritarios" solo muestra una ceguera, que es la que causa la muerte de las democracias. Son tiempos en los que necesitamos de una firmeza y, sobre todo, de una pedagogía porque el retroceso se está produciendo sobre todo por la presión comunicativa, desinformativa, etc. de las fuerzas antidemocráticas. Todo los debates sobre la posverdad, las fake news, etc. son solo la manifestación de esta lucha foucaultiana por la "voluntad de verdad", la capacidad de crear una fuerza que muestre un orden incuestionable de la realidad y de su articulación. No en vano, Trump es el mayor mentiroso de los que han ocupado la Casa Blanca y probablemente cualquier otra presidencia moderna.

Hay que hacer una pedagogía de las libertades, de los derechos, del respeto, de los valores de la igualdad, de la compasión, etc. frente al desprecio infame que muestran Trump y otros por los hechos y su visión retorcida del mundo.

Todavía le queda tiempo para más maldades para mayor vergüenza del mundo, especialmente de aquellos que le llevaron a la presidencia y los que le han convertido en un semidiós intocable, un líder por el que algunos ya han tomado las armas.

 

 


 *  Kevin Liptak "Trump is more erratic than ever with final days in sight" CNN 24/12/2020 https://edition.cnn.com/2020/12/24/politics/donald-trump-pardons-veto-final-days/index.html

** Francesc Peirón "Trump siembra el caos y ataca a su partido en la recta final del mandato" La Vanguardia 24/12/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20201224/6146608/trump-siembra-caos-ataca-partido-recta-final-mandato.html

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