miércoles, 30 de diciembre de 2020

La tentación de la Historia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)



¿Quién queda por decirle a Trump que pare? Al menos en el aspecto público, pocos. Están los que no quieren, los que no pueden, los que no se atreven y los que no saben cómo decírselo. Pero el grito es ya unánime, ¡pare!

El desprestigio que Trump está realizando del propio sistema americano afecta a todos, a los que están con Trump y a los que no lo están. Trump lo hace porque es Trump, ¿pero significa esto que cualquier otro podría hacerlo, es decir, que el sistema lo permite? Siempre habíamos escuchado que los Estados Unidos tenían un sistema "presidencialista", pero ¿es esto, esto es el presidencialismo?

¿Cuál es realmente el poder del presidente? ¿Y cuál es el poder de Trump? Evidentemente no es lo mismo, aunque él parece creerlo, que es donde radica el problema. Podría ser comentado como si fuera un programa de "La vida secreta de los niños", en el que una serie de psicólogo y pedagogos escondidos explican al público el comportamiento de los niños en una guardería: "Antonio no quiere compartir su juguete con Juan porque considera que es suyo y no de todos. La intervención de Natalia es para que comprenda que el juguete es de todos y no solo suyo. Antonio se retira muy enfadado a un rincón." Podría ser algo así. 




Trump tiene el juguete del poder y no entiende que lo tiene que devolver, que con cada acción que realiza está erosionando el mismo sistema que le eligió y del que se ha servido para jugar. Ahora les toca jugar a otros. Pero el intratable niño no quiere compartir, cree que los juguetes de todos son suyos y ha montando una enorme pataleta. Malcriado, cree que todo lo que pasa por sus manos es para siempre. Es el único escenario para poder explicar coherentemente lo que ocurre con Trump y con los que han decidido hacer piña con él.

Hacer entender a Trump que el juguete no es suyo, que debe devolverlo, se ha convertido en una cuestión de Estado. El "pobre niño rico" no atiende a razones y han entrado en juego los argumentos que en vez de decirle lo que no puede hacer tratan de explicarle lo que puede perder, una forma de argumentar que le adula el ego descaradamente.



El punto clave está en la retirada del apoyo del grupo de Rupert Murdoch, el magnate de los medios que controla medio planeta desde sus medios en Estados Unidos, su Australia natal y Reino Unido. Murdoch es el complemento perfecto que Trump necesitaba, como así se ha podido ver en este tiempo. Apoyar a Trump le ha dado un enorme poder al ofrecerle las pantallas de Fox News y las páginas de sus periódicos. Pero todo ha llegado a un límite. The New York Times recoge el cambio de actitud del grupo de Murdoch, News Corp., hacia la salida del presidente de la Casa Blanca:

 

“Give it up, Mr. President — for your sake and the nation’s.”

In a blunt editorial, Rupert Murdoch’s New York Post, a tabloid that promoted Donald J. Trump long before he went into politics, told the president to end his attempts to overturn the result of the 2020 presidential election.

The Monday front page showed a downcast president and the all-caps headline “Stop the Insanity.” The publication’s website also featured the editorial, written by The Post’s editorial board, at the top of the home page.

“Mr. President, it’s time to end this dark charade,” began the editorial.*

 


¿Lo habrá entendido Trump? No lo tengo claro. Su negación a ver la realidad se intensifica cuando la realidad le es más adversa. La irreal visión de si mismo impide que vea cualquier otra forma de realidad. ¡Qué gran verdad el "conócete a ti mismo"! Pero el Trump que Trump ve es muy distinto al que ven millones de personas en todo el mundo. Su locura es contagiosa, por lo que habrá también que convencer a muchos millones que se han dejado seducir de "buena fe" por las sinrazones del presidente. El mundo infantiloide de Trump se rige por el deseo, lo que quiero es lo que es y solo existe lo que deseo.

Es difícil razonar con él. No dudo que algunos, ya alejados, lo hayan intentado, por lo que ha intentado, finalmente apelar a su ego y a la posibilidad de una cara más en el monte Rushmore, algo con lo que ya cuenta en sus sueños y cuya indirecta soltó en la visita posando con su lado bueno.

 


El artículo en The New York Times recoge los "argumentos" para que lo deje ya dados en el New York Post, en The Wall Street Journal, en los programas de Fox News, etc. El cierre del artículo nos muestra la vía hacia el corazón de Trump:

 

In its front-page attack on Monday, The Post’s editorial board, run by its longtime editor, Mark Q. Cunningham, appealed directly to Mr. Trump.

“We understand, Mr. President, that you’re angry that you lost,” it said. “But to continue down this road is ruinous.”

“Democrats will try to write you off as a one-term aberration and, frankly, you’re helping them do it,” the editorial continued. “The King Lear of Mar-a-Lago, ranting about the corruption of the world.”

In conclusion, it said: “If you insist on spending your final days in office threatening to burn it all down, that will be how you are remembered. Not as a revolutionary, but as the anarchist holding the match.”*

 


Hay que reconocerle inventiva y psicología al escrito de Cunningham. Lo de "the King Lar of Mar-a-lago" ha debido hacer sentir a Trump el drama shakesperiano que se merece, necesitado de algún genio que inmortalice su dolor cósmico y su vagar eterno. La ira, el enfado se dan como naturales ante la magnitud de esta desgracia universal. ¿Qué creen, pues que funcionará? Pues, como en los héroes del pasado, su memoria. Como un Aquiles buscando la posteridad a través de las grandes hazañas, a Trump se le pone delante el espejo grandioso de la gloria para retirárselo después y mostrarle la caricatura que harán de él si sigue por ese camino, el legado grandioso quedará reducido a "one-term aberration", otra buena etiqueta para la clara comprensión de Trump. ¡Ah, es la tentación de la Historia, sí, con mayúsculas! Como a un Hamlet, se le pone en la mano la elección de ser "un revolucionario" grandioso o un "anarquista prendiendo fuego al mundo". ¿Qué elegirá?



No creo que a Trump le interese ningún otro razonamiento que no gire sobre él. Quizá si alguien empezara una cuestación para financiar su rostro esculpido en el monte Rushmore se pudiera quedar satisfecho y se pondría a trabajar en el diseño dejando la presidencia hacia un camino de la gloria petrificada, hacia una eternidad de granito. Aunque, quién sabe, quizá lo tomara como una confirmación de que ganó. Y volvería.

Los que viven de las migajas que Trump deja caer ven que se les acaba su forma de vida, sus pelotazos a la sombra del poder. No creo que sean ellos los causantes de la resistencia, aunque se beneficien. El centro está en ese rostro de piedra pasado, presente y futuro, en el monte o en cualquier otro lugar.

Convencerle que su legado es tan grande que corre el riesgo de que sea convertido en una caricatura es adularle, pero sobre todo motivarle a que se meta en la Historia de una vez y deje el presente libre.

Harán falta varias vidas para leer todo lo que se ha escrito de Trump. Lo malo es lo que queda por venir, cuando empiecen a salir los testimonios que se han guardado por miedo, prudencia o negocios.  Desde su resort, tumba, celda, hibernación o infierno se sentirá halagado porque se siga escribiendo de él.



* Marc Tracy "Murdoch’s New York Post Blasts President’s Fraud Claims" The New York Times https://www.nytimes.com/2020/12/28/business/media/new-york-post-trump-editorial.html

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