Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Por
muchos acuerdos que se puedan alcanzar, el Brexit abre un estado de incertidumbre.
Intentar estipular todo lo que puede ocurrir en cada ocasión es prácticamente
imposible porque no hay inteligencia capaz de abarcar los
efectos que se pueden producir, las situaciones que se pueden presentar.
Cuando se quitan restricciones se abre el campo de
posibilidades y el tiempo depura los problemas cuya resolución está en manos de
los afectados que usan esa capacidad que les da la propia apertura para auto regularse. Negocian con buena voluntad.
Por el
contrario, el camino del cierre es un constante ir y venir tratando de
establecer con enorme precisión lo que se puede y no se puede. Habría que tener
varias vidas largas para sentarse solo a plantear los problemas posibles en
esta situación de cierre. Para abrir todo es buena voluntad; para cerrar todo
es letra pequeña y recelo.
La
fanfarronería (por no decir otra cosa) de Boris Johnson es infinita. El Brexit
es su bandera y como tal debe venderse a los británicos como ondeando ante una
rendida Unión Europea a la que, no lo olvidemos, comparó con la Alemania Nazi
vendiendo las negociaciones como la Batalla de Inglaterra. Ni el COVID-19 ni la
tradicional residencia del 10 de Downing Street le han conferido algo se
sabiduría responsable a Johnson que sigue haciendo populismo a lo Trump pero en
una situación de muy inferior condición al juguete que son los Estados Unidos
para el presidente saliente, al que ya no saben qué hacer para que se esté
quieto ni los propios republicanos.
La
responsabilidad del Partido Republicano en Estados Unidos es bastante parecida,
a la de los tories británicos. También Johnson ha jugado la baza del "Make
Great Britain Again". Las colas de camiones a ambos lados del canal han
hecho ver que la cuestión populista es muy distinta allí y aquí en Europa. El acopio
de todo tipo de productos por parte de los británicos en estos días por temor a
quedarse con neveras y armarios vacíos indica que el Brexit y la recuperación
de la soberanía ultrajada por la Unión dejan una situación cuanto menos
compleja.
Todos
los analistas coinciden en la aritmética esencial: 1 contra 27. Será el Reino
Unido quien se lleve la peor parte, lo que tiene algo de justicia. Después
será, en lo económico, España la segunda gran perjudicada por sus lazos
británicos de turismo y residentes fijos, muchos de los cuales han preferido
cambiar de nacionalidad, jubilarse como británicos y morirse como españoles. Y
es que el sol tira mucho. La verdad sea dicha, languidecer en la brumosa Gran
Bretaña, pudiendo hacerlo en los pueblos de la Costa del Sol, Canarias y
Baleares, cuesta. Británicos por dentro, bronceados por fuera.
No fue
por mucho los que ganaron el Brexit y con alguna que otra argucia en cuanto a
las fechas, alejando a los jóvenes de las urnas. Ellos eran los que estaban más
comprometidos con Europa. Hace unos días se anunciaba que se cerraba el Programa
Erasmus, una forma de construir Europa conjuntamente. Quizá por eso ha sido de
las primeras cabezas cortadas. Ahora —ya lo hace Johnson— se trata de
justificar lo hecho haciendo anti europeísmo y sacando todos los días la
banderita a pasear en cada acto público.
El
Reino Unido tiene un problema añadido
que no se ha resuelto, Escocia. La primera ministra de Escocia lleva
advirtiendo de la convocatoria de un referéndum de independencia en cuanto que
tenga ocasión porque se sienten más "europeos" que cerca de la colonial Inglaterra, es decir, salirse
de la Unión y regresar a la Unión Europea de la que se sienten parte.
Indudablemente la geografía y la historia juegan en su contra, pero hay también
otros motivos por los que la cuestión no es sencilla. La explicación en cambio
sí lo es: abrir la caja de los separatismos en una cuestión muy problemática.
Escocia es una golosina envenenada. En estos tiempos de apoyo al caos, de la
desinformación y del apoyo a terceros para producir confusión, alentar el
separatismo escocés es correr el riesgo (en España lo sabemos bien) de que los
nacionalismos se animen más de lo que están.
La primera ministra escocesa ha publicado en la página oficial un carta a los europeos en donde se refleja el sentir escocés y se da garantías a los europeos residentes allí:
I would like to thank you for all you have done during this time as we have faced, and continue to face, this challenge together. You are of course our friends, family and neighbours in a year when the importance of these relationships cannot be overstated.
I believe that EU citizens in Scotland should not need to apply to protect the rights you already have to live, work and study here, but nevertheless there is a requirement, however unwelcome, to apply to the UK Government’s EU Settlement Scheme.
Thankfully, many of you have now applied to the EU Settlement Scheme and secured your status. Yet many of you are still to secure your status, and I must sadly reiterate that it remains critical that everyone who wishes to stay in Scotland must complete an application by the 30th June 2021. Any EU citizen who is resident in Scotland before the 31st December 2020 is eligible to apply, and I encourage you to do so.
The Scottish Government’s Stay in Scotland
campaign provides practical guidance and support to help you protect your
rights and complete your application to the UK EU Settlement Scheme.*
Como se puede apreciar, una estrategia y actitud muy diferente a la practicada por Boris Johnson y los suyos respecto a Europa. Strugeon cumple lo estipulado, pero manifiesta su distanciamiento de lo que considera una imposición inglesa y sobre todo aporta su simpatía hacia Europa, hacia sus ciudadanos y les anima a quedarse. Muy lejos de la antipatía británica de Johnson y los suyos, que han jugado a la eurofobia. La primera página del sitio oficial está engalanada con banderas europea y ya en su primer párrafo se recuerda que en el referéndeum de 2016, Escocia eligió quedarse y que ese sigue siendo su sentimiento.
Indudablemente a los amantes del Brexit —como a los Estados Unidos de Trump y como igualmente a Rusia— les interesa una Europa inestable, conflictiva, de difíciles acuerdos en cualquier cosa, con la que sea posible establecer relaciones en condiciones favorables. Es lo que Rusia ha conseguido por el Este, con los países llegados a Europa y que mantienen lazos oscuros. Estos países, como Polonia y Hungría, juegan las bazas anti europeas y del nacionalismo populista. Las amenazas a las prácticas nada democráticas de los grupos en el poder hacen que se resienta la unidad europea, que debe ser sobre todo de principios, de valores, de cultura.
Un tema
sensible es precisamente el Programa Erasmus de intercambio de estudiantes
europeos, uno de los mayores logros unitarios de efectos, más allá de los
estudios, sobre el sentido identitario europeo.
La BBC nos
dice:
Prime Minister Boris Johnson has announced that
the UK will not continue to participate in it and will be replacing it with a
new scheme named after the mathematician Alan Turing.
He said leaving Erasmus had been a "tough
decision" but that under the new scheme, students would "have the
opportunity... not just to go to European universities, but to go to the best
universities in the world".
The EU's Brexit negotiator Michel Barnier said
he regretted the decision.
Students at universities in Northern Ireland
will continue to participate in Erasmus, as part of an arrangement with the
Irish government.
The UK government has already introduced a new
immigration regime for students.**
Esperemos que los estudiantes no sean tan maltratados como lo fue el pobre Alan Turing, llevado al suicidio por la intransigencia social e institucional hacia su homosexualidad. No sé si la idea de mandar a los estudiantes británicos por el mundo es precisamente lo que ellos esperaban. De un programa sobre la identidad y el conocimiento mutuo europeo, Johnson creará un programa turístico a base de acuerdos bilaterales. No será, indudablemente, lo mismo.
De la
misma forma que Reino Unido rechaza el acuerdo del Programa Erasmus de
intercambio de estudiantes, en unos países en los que se presenta también a
Europa como una invasora, una destructora burocrática, la aparición del
sentimiento anti europeo es cuestión de tiempo. Se trata de crear condiciones
de imposibilidad a través del enrarecimiento de la situación, de la
presentación negativa del otro y de redirigir la frustración hacia la Unión
Europea. Es lo que han hecho los Farage, LePen o Salvini de turno y en España
la huestes de Vox, que han calcado esas maneras viejas de nacionalismo a la contra con las que demostrar su amor ferviente a
patrias y raíces sacrosantas. Es lo que hacen en Polonia y Hungría, lo que hace
la ultraderecha alemana o de cualquier otro país.
Europa
no debe caer ni en la trampa del enfrentamiento ni en la de la pasividad que dé
aliento a lo que crece en muchos de sus rincones, alentados por unos y otros desde el exterior. La
actuación europea en la vacunación, nos dicen algunos, será decisiva para
demostrar que Europa funciona, que lo hace equitativamente y de forma
solidaria.
Es importante que dejemos de hablar de Europa de una forma retórica y hueca y lo hagamos como un elemento identitario importante. Tenemos mucho sobre lo que construir por encima de muchos otros factores. Pero hay que elegir los cimientos adecuados y construir con solidez, no sea que el edificio se resienta ante lo que queda por llegar.
* "First Minister’s letter to EU citizens in Scotland: December 2020" Scottish Government 18/12/2020 https://www.gov.scot/publications/first-ministers-letter-to-eu-citizens-in-scotland-december-2020/
** Anthony
Reuben Erasmus: What could happen to the scheme after Brexit? BBC 26/12/2020
https://www.bbc.com/news/education-47293927
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