Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En los aspectos sociales en ocasiones no es fácil distinguir entre efectos y causas. Pero lo esencial es detectar los fenómenos y sus interacciones, cómo se refuerzan, llaman y atraen. En los últimos años, la presencia de Donald Trump en el poder ha permitido la aparición de fenómenos ligados a la ultraderecha populista por todo el mundo. Ya sea llegando a los gobiernos, en oposiciones fuertes o apareciendo en parlamentos en los que nunca había estado, hay dos hechos claros: el efecto de refuerzo de unos respecto a otros y el semillero de la crisis de la que salen.
En cuanto al primer factor, las conexiones entre ellos son cada vez más claras, pero el fenómeno se queda corto si es esta la explicación. En un mundo global, no siempre es necesario ganar; a veces basta con desestabilizar y dejar que se produzca el caos. Creo que esta estrategia del caos no solo debilita a aquellos a los que se ataca, sino que se enlaza con el factor segundo, el semillero. Se está comprobando en diversos escenarios cómo diversas crisis son los elementos que hacen proliferar estos grupos que provocan nuevos caos hasta que llegan al poder. Lo hacen mediante su activismo, pero también se ven favorecidos por la apatía que las crisis constantes están causando en la consideración política.
La desventaja de la democracia es clara. Las dictaduras se ahorran esta forma del desencanto ya que tienen la capacidad de negar los problemas por más que estén presentes y la manipulación de la propaganda. Por eso causa gran sorpresa el ataque populista a la democracia precisamente aprovechando las ventajas que esta supone. Hacerse con el poder implica un abandono de muchos, desmotivados por el deprimente espectáculo al que nos enfrentamos entre corrupciones, demagogias y falta de soluciones a los problemas a que nos enfrentamos. Hay un factor de riesgo importante: la radicalización de las formas políticas, de las maneras, copia a las técnicas populistas porque las ve eficaces. La primera de ellas es la radicalización de los electorados a través de problemas específicos que permiten convertir el discurso político en casi bélico. Ese discurso va abriendo zanjas entre el electorado, aburriendo a unos y radicalizando a otros. Es un hecho demostrado que la abstención ha permitido conseguir logros importantes a estos partidos, que por el contrario mantienen la fidelidad y activismo de sus seguidores a los que realimentan y enardecen contantemente con sus diatribas contra gobiernos y partidos, jugando siempre al apocalipsis histórico, a la advertencia contra los desastres provocados por la maldad de aquellos que tienen el poder. Cuando llegan a hacerse con el poder, tenemos ejemplos de lo que ocurre en diversos países. Van de la rabia de Trump a los mecanismos para perpetuarse en el poder, pasando el desmantelamiento de las instituciones (como ocurre en Polonia y Hungría).
En Euronews con el titular "How a far-right party came from nowhere to stun Romania in Sunday's election", Stephen McGrath nos hablaba hace un par de semanas de lo ocurrido en las elecciones en Rumanía con el ascenso de un partido nacional populista y ultraconservador:
Few had heard of the far-right populist party
the Alliance for Romanian Unity (AUR) until Sunday evening when it stunned
Romania at the ballot box in parliamentary elections.
The little-known AUR, an ultranationalist party
that proclaims to stand for 'family, nation, faith, and freedom,’ rose from
obscurity to take almost 9% of the overall vote.
This saw the party, which was formed in autumn
last year, pass the 5% threshold allowing it to enter parliament.
Los cuatro principios se han convertido en un ideario extendido por el mundo con el fin de garantizar la conexión emocional, pues de ese tipo de lazo estamos hablando. Con estos principios "familia, nación, fe y libertad" se juega con la emoción, se retuercen los conceptos (que en sí no tienen por qué ser problemáticos). Con "familia y nación" se establece un vínculo entre la "sangre" y la idea romántica de "nación". Nación y familia son equivalentes en el nivel particular y el plano simbólico que se percibe como literal, es decir, los que pertenecen a una misma nación pertenecen a una misma familia. A diferencia de otros grupos, la "familia" es un hecho "físico", con unas consecuencias genéticas e históricas. Un "partido", por ejemplo, es lo contrario, ya que se construye sobre "ideas", "abstracciones", sobre algo no "natural". La insistencia en lo natural no es casual: uno no puede dejar de pertenecer a una familia, son "lazos de sangre", mientras que uno puede darse de baja de un partido, cambiar de ideas e irse a otro. En términos de "familia" y "nación" es una "traición" contra natura. Es el más reprobable de los crímenes pues supone renegar de ti mismo y de los "tuyos".
En el artículo se produce la reafirmación de ese principio básico y la conexión trumpista:
“We are part of the Coalition for Family, and
we defended the family, and we promoted the family, and we plan to do this in
parliament,” he said, going on to add that AUR is the only [Romanian] party to
support Donald Trump. Indeed, there are echoes in the party of Trump's media
distrust and even claims of ballot-rigging.
But these are facts that didn’t deter hundreds
of thousands of voters from casting their support for the party.
"Fe" y "libertad" son dos componentes de orden distinto. La fe sustituye a las ideas (ideologías clásicas) y aporta el elemento espiritual que es compartido por el conjunto de la nación. Al igual que no se puede renegar de familia y nación, la fe entraña una dimensión distinta, ya que liga a la comunidad con el otro mundo, con lo revelado, con el orden divino, con una verdad que tampoco puede ser cuestionada por su propia naturaleza divina. Ir contra la fe es ir contra Dios, que es el padre de la gran familia nacional, quien quiso sacarlos de la oscuridad. El integrismo es el resultado.
Aquí hemos tratado en ocasiones la manipulación del gobierno egipcio que juega igualmente con la idea de familia, la idea nacionalista y la religión unificadas. Las declaraciones —que citamos aquí— de una autoridad religiosa diciendo que "los egipcios eran religiosos por naturaleza" ejemplifica ese carácter inevitable del seguimiento de normas y, por supuesto, autoridades religiosas. Putin ha jugado con el carácter religioso de los rusos y ha salido a desfilar con iconos, junto a los jerarcas de la iglesia ortodoxa. Pudimos ver, por ejemplo, como los ucranianos se separaron de la iglesia rusa porque sentían que quien hablaba por la boca del patriarca de Moscú era el mismo Vladimir Putin.
La familia está unida, pues, por los lazos de sangre nacionales y los lazos espirituales, que es lo que Dios ha querido. Para ello se refuerzan los lugares "santos" locales, escenarios de apariciones, milagros, etc. Se crea así un "destino", una "promesa" de futura, en donde los problemas son pruebas que Dios nos manda y los logros bendiciones que confirman la bondad. Por regresar al gobierno egipcio, el presidente al-Sisi que había prometido varias veces después del "no-coup" no presentarse a las elecciones presidenciales, lo hizo tras comunicar que el fallecido presidente Anwar el-Sadat se le había aparecido en un sueño para pedirle que se presentara. Él, como obediente, acepto convertirse en el nuevo padre de la gran familia egipcia. No se le presentó, por ejemplo, Nasser (mal visto por los religiosos), sino el piadoso Sadat, con más predicamento entre los tradicionalistas.
¿Y la "libertad"? Queda como una palabra retórica una metáfora quejumbrosa de todo aquello que no se les permite hacer o que los demás hacen y ellos entienden que va contra la familia, la nación y la fe. Solo es "libre" el tradicionalista, nacionalista y religioso fundamentalista. Por el contrario, son enemigos de la "libertad" los feminismos igualatorios, los grupos LGTB, los globalistas, los partidarios de los derechos de la inmigración, etc. Todos ellos pueden ser definidos negativamente una vez que se ha retorcido el concepto de libertad: todos pasan a ser enemigos de familia, patria y religión, que ellos defienden.
El populismo sabe adaptarse a las negaciones necesarias en cada momento para aprovechar el descontento y reafirmar sus principios. Leemos en el reportaje sobre el partido rumano:
“[AUR] played the anti-medicine,
anti-vaccination, and anti-restrictions card to a population that is not truly
educated in health issues,” said Tufis. “Their message is of building something
for Romania. Nationalistic, Romania-first style, make Romania better. This kind
of discourse has the potential to attract large numbers of people.”
[...]AUR has a strong connection to Romania’s
powerful Orthodox Church, which it has supported in holding religious
ceremonies during the pandemic.
The party opposes same-sex marriage, has held
anti-mask-wearing rallies and calls for unification with the Republic of
Moldova.*
La adaptación a estas situaciones nuevas son claras y no exclusivas de Rumanía. Lo hemos visto en los Estados Unidos, laboratorio privilegiado de este peligroso populismo. Desde el "Jesús es mi vacuna" (con predicadores y pastores muertos por ello, si bien silenciados convenientemente) hasta las teorías de la conspiración ha negado lo evidente pese a las pruebas. Estas formas de negación tienen el carácter de "lazos" para la comunidad y crean además un persistente hábito de negación. El negacionismo es una forma mental que se adapta a múltiples situaciones, se conecta y reconecta en cada situación, como ha ocurrido con el COVID-19.
Nuestra sociedad occidental padece la enfermedad mediocre, la de la impersonalidad, por ello necesita de reafirmaciones de cualquier orden que permitan salir de esa nueva masa digital en la que vivimos. Ir contracorriente es una forma de destacar, de sentirse por encima de los demás, a los que se considera "ignorantes" y "conformistas". Esta forma de oposición a la corriente genera sus propias corrientes y van de los antivacunas a la persona que te dice que solo escucha un canal marginal de noticias porque son los únicos que dicen la "verdad".
El paralelismo de AUR con el fenómeno de Trump en los Estados Unidos no es casual. Ese estilo "Rumania First!", como se le denomina en el texto, tiene el mismo mensaje de superación de agravios, de justificación de las crisis por la pérdida de valores y alejamiento del destino triunfal que les espera en el horizonte.
“It is clear
that the political class needs a reset,” said 32-year-old AUR voter Constantin
Rares. “Most of the population, especially young people, are disgusted by
everything that the old political class [represent].”
Rares says that the widely reported
nationalistic elements of the party do not concern him.
“I believe that each state must have its own
identity and must be represented by patriots who, apart from economic, social,
and cultural interests, represent interests and when it comes to the position
of the family clearly defined by constitution, religion and other rights,” he
says.
¿Nos suena lo de la "nueva política", lo de la "casta"? Hay un populismo de diverso signo ideológico, pero el método puede ser el mismo y las estrategias para el ascenso parten siempre del principio de traición o del principio de incompetencia. La idea de la "renovación" del poder para permitir llegar una nueva oleada, crecida ya en las técnicas del mundo virtual, en el manejo de la mediación comunicativa por encima de otras consideraciones, está presente en casi todos los países, señal de que funciona.
Las luchas internas en muchos partidos políticos han pasado a ser generacionales, en gran medida porque las grandes víctimas de la crisis económica que arrastramos desde hace más de una década en todos los países han sido los jóvenes. Precarios y mal pagados, los jóvenes son receptivos a estos mensajes, curiosamente guiados en ocasiones por personas como Trump, con más de 70 años. El fenómeno no es único y se repite en otros países. Se busca el apoyo del más desencantado para reafirmar nuevas líneas de acción.
Es característico de la nueva política mantener un mensaje central y diversificar las formas de comunicarlo, que tienden a ser horizontales aprovechando los nuevos canales. Los populistas saben que su fuerza está en el mensaje y en la práctica retórica que asegure su eficacia comunicativa, todo es bueno para conseguir los fines de adhesión en un caso y de caos en otros.
La guerra política se ha trasladado a las redes sociales y los medios tradicionales se limitan a seguirlo. Es una batalla de mensajes a favor y en contra, de mentiras interesadas y de medias verdades. Todo por la eficacia comunicativa. Los populistas saben cómo desmenuzar los mensajes para que lleguen a sus objetivos con eficacia. Por eso, lo tradicional de sus mensajes no debe hacernos suponer lo anticuado de sus métodos. Por el contrario saben cómo manejar las últimas técnicas de estudio del comportamiento, las emociones y darle la forma adecuada de un mensaje para un público muy concreto. Es lo que salió a la luz con el escándalo de la manipulación rusa con Cambridge Analytica, la empresa que usaba test en Facebook para obtener datos de los usuarios y formular los mensajes más adecuados.
Hoy, toda la red se ha convertido en una gigantesca recolección de datos a través de las entradas en nuestros ordenadores. Esos famosos "socios" que aparecen en los mensajes sobre las cookies no sabemos quiénes son, si son compañías que tratan nuestros datos para detectar nuestras preferencias, tendencias políticas, sociales, culturales, etc. Esos datos se pueden comprar y revender y suministran informaciones para adecuar los mensajes políticos a destinatarios precisos, que es lo que ocurrió con la empresa británica con Rusia detrás.
Rusia no está al margen de lo que está ocurriendo en Rumanía, como era de esperar:
“After each era of close
collaboration with the West,
we see that there has been a movement to deny modernisation or at least to
dilute it,” Fota explained today in a Facebook post. “Romanians who perceive
the modernisation of the country as a danger have gathered willingly under the
same flag.”
Romanian MEP Siegfried Muresan, told Euronews:
“[AUR] are anti-EU, pro-Russia, and reflect a small minority of the
population.”
“It is very important to note they will not
have a say or influence in policymaking,” he said.*
Esa bandera anti occidentalista es la que está llevando a los grupos bajo la sombra del Kremlin. El objetivo de la confusión se vuelve más concreto en aquellos países que, como Rumanía, estuvieron bajo el control de la Unión Soviética. La Rusia de hoy los considera como una propiedad natural y trata de separarlos de la Unión Europea. Juegan al desencanto. Las promesas de bonanza económica con la que se les llevó a la Unión no siempre han funcionado, en gran medida por la propia corrupción, restos de los partidos pro soviéticos que se formaron tras la caída del muro. Es fácil convertir la frustración en un discurso anti europeo y anti democrático. Está ocurriendo incluso en la Alemania actual, con el ascenso de la ultraderecha nacionalista. Se ha invertido el signo político, pero es por el propio cambio ruso, que se ha producido también en forma de nacionalismo religioso o, si se prefiere, de manipulación religiosa del nacionalismo. El fenómeno no es privativo de países cristianos y lo estamos viendo en países como Turquía, donde la mezcla de nacionalismo y religión ha hecho mantenerse en el poder a Erdogan. El caso Egipcio es bastante parecido.
La Unión Europea es especialmente sensible por varios motivos. Lo primero es un espacio democrático, por lo que los que juegan con trampas y mentiras tienen más ventajas dado el aumento de la credulidad y la confusión de mentiras con libertad de expresión. La crisis económica ha pasado factura y ahora lo hace la crisis sanitaria que empeorará la situación. En tercer lugar, la influencia rusa es importante y no le interesa una Europa fuerte y prevenida, sino desunida y con focos prorrusos. Tampoco ha que olvidar que la era Trump ha sido anti europea, que apoyo otro ejemplo de dinámica populista como ha sido el Brexit, del que los británicos se va a arrepentir muy pronto. Muchos lo han hecho ya y más lo harán en el futuro.
Si los países no cambian sus formas de dirimir en la política, el fenómeno populista seguirá creciendo, fraccionando Europa, como ya hemos visto en el Parlamento Europeo con sus acciones destructivos, obstruccionistas. El panorama actual no es demasiado optimista, pero es necesario saber a qué nos enfrentamos y las consecuencias. La reacción masiva del electorado norteamericano en la elecciones ha sido la única forma de frenar la labor destructiva de Trump. Todavía faltan días de angustia con un Trump dispuesto a destruir lo que le dejen, En Europa donde han ganado se ha notado, ya sea en elecciones o como grupos entrando por la puerta trasera, como en Reino Unido.
Tenemos muchos avisos. La cuestión es si queremos verlos y si los consideramos un peligro. El problema está ahí. Se aprovechan de fallos y carencias. Si no se solucionan tendremos pronto los resultados negativos.
El gran problema lo tenemos en Europa, víctima de los dos lados, de la presión rusa y de la norteamericana trumpista, empeñados ambos en debilitarnos. Si a esto le sumamos la presión en puertas de los conflictos de África y Oriente Medio, gasolina populista, el panorama es bastante inquietante y ese mapa de crecimiento de la ultraderecha populista (y la ultra izquierda allí donde actúa de la misma manera divisiva) va en detrimento de la democracia, de la unión europea y es foco de futuros conflictos, más próximos de lo que suponemos, con algunos en marcha.
* Stephen
McGrath "How a far-right party came from nowhere to stun Romania in
Sunday's election" Euronews 8/12/2020
https://www.euronews.com/2020/12/08/how-a-far-right-party-came-from-nowhere-to-stun-romania-in-sunday-s-election
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