sábado, 5 de diciembre de 2020

La llamada de los viejos amigos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Las relaciones del régimen egipcio con Donald Trump han sido peculiares desde su inicio. Cuando Trump fue candidato, se presentó a hablar con los líderes que estaban en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí estaba un líder incómodo, Abdel Fattah al-Sisi, con el que nadie quería hacerse fotos porque lo consideraban un golpista y un dictador. Cada vez que al-Sisi iba a Naciones Unidas tenía que aguantar todo tipo de recriminaciones de los países por la cuestión de los Derechos Humanos, sistemáticamente violados. Al-Sisi vivía (y lo sigue haciendo) de la maquinaría propagandística interior que lo vendía a su pueblo como un líder mundial, valorado por todos y que producía envidia en todo el mundo; todos querían tener un líder como él, llegado al cargo obedeciendo a Dios y asumiendo su responsabilidad patriótica, muy a su pesar, según se decía, ya que había prometido tras el "no-coup" que en Egipto no habría un gobierno militar y, especialmente, que él mismo no estaba interesado en ocupar la presidencia. Finalmente, la Dios, la Historia y el pueblo, por ese orden, le pidieron que asumiera la presidencia, algo que humildemente hizo.

Cuando Trump fue elegido, para estupefacción mundial, los primeros en felicitarlo fueron los egipcios, a los que les encantan estas cosas. Así lo mostraban muchos titulares que lo resaltaban. El "amigo del presidente" era ahora presidente. Como Trump no ha tenido muchos amigos en este tiempo y se ha sentido morbosamente atraído por los dictadores, ha lanzado piropos en estos años al presidente egipcio, llamándolo "good guy" y que había realizado un "great job", algo que la prensa resaltaba ante la actitud en contra del la práctica totalidad de la diplomacia mundial, que prefería no saber nada del presidente egipcio, con casos como la ruptura diplomática con Italia debido al caso Giulio Regeni, las detenciones constantes de activistas de derechos humanos, las desapariciones, etc.



Pese a la "amistad" de los presidentes,  los comités de las cámaras han tenido que tener una actitud mucho más crítica que el propio Trump porque no podían enfrentarse a la opinión pública o a los medios respaldando o ignorando la realidad egipcia, algo que solo el presidente Trump y su ausencia de sentido político, podemos llamarlo también "moralidad política", podía permitirse.

La pérdida de la Casa Blanca, le guste o no, crea un cierto problema en Egipto, ya que el respaldo de Trump a las políticas represivas no podrán ser las mismas con la llegada de Joe Biden al poder. Lo que tengan que decirle ya no será lo mismo. Queda por ver la composición final del Senado, pero me imagino que no podrá ser lo mismo que ha sido y que las exigencias para financiar el Ejército egipcio, entre otras muchas cosas, tendrán unas condiciones distintas. Como al-Sisi ha jugado a dos bandas, cultivando también la amistad con Putin, siempre atento a cubrir los fallos y huecos norteamericanos en la zona, es de esperar que de nuevo vuelva a jugar (como hace Erdogan cuando le pinchan) la baza doble de la compra de material militar a Rusia, pero eso no le garantiza que le sigan financiando los norteamericanos con el cambio de administración. Pero eso entra ya en lo especulativo y es pronto para ver cómo evoluciona la zona, donde se pueden producir cambios estratégicos pronto.

Este largo preámbulo viene motivado por la aparición en el diario estatal Ahram Online de dos artículos de muy diferente sentido sobre Donald Trump y que nos sirven —creo— para entender mejor la situación, una auténtica encrucijada, en que se encuentra el poder egipcio ante el relevo en la Casa Blanca después de haber presentado el idilio entre las dos figuras al mando.

Los dos textos llevan los siguientes titulares "INTERVIEW: Being Donald Trump" , una entrevista publicada previamente en Al-Ahram Weekly, y republicada el 1 de diciembre, y "Egypt’s Sisi discusses regional developments with Trump in a telephone call"**, del 3 de diciembre. Ambos textos muestran la realidad y la irrealidad de las relaciones marcadas por esa extraña amistad, que se ha vendido bien en el campo egipcio, donde la idea del "amigo poderoso" es esencial. Tu poder es el tuyo más el de tus amigos.

El apoyo de Trump, muy retórico, era perfecto para ser utilizado como propaganda, pero también como un indicador de que los disidentes no tenían refugio. El drama político egipcio es precisamente el abandono de los disidentes demócratas, haber quedado desasistidos de cualquier ayuda, amparo o solidaridad. Al-Sisi ha sabido vender fuera que Occidente le necesitaba para frenar al islamismo radical, a la vez que ha creado internamente un "islamismo controlado", de corte tradicionalista y conservador, que ha ido generando un sentido anti occidental. Los enemigos, ha dicho, son los radicales violentos, pero también un occidente ateo, feminista e islamófobo, perpetrador real del terrorismo fundamentalista. Hoy, no solo en Egipto, se desvía la atención del carácter radical religioso del terrorismo, sino que se responsabiliza a Occidente de crearlo para destruir al islam. Esta maniobra doble es tremendamente peligrosa y se trata con ella de romper cualquier tipo de simpatía hacia una democracia de corte occidental-liberal que aleje a los responsables del control y la represión social. Los intereses económicos y políticos tratan de que se mantenga el orden que casi cae con la llegada de la Primavera Árabe, que los mecanismos de propaganda consideran una alianza del islamismo radical con la política de Occidente y de Estados Unidos en la época Obama. Basta con recordar las imágenes de "Obama-Osama" con las que se protestaba: carteles con la cara de un Barack Obama transformado en un Osama Bin Laden.



La llegada de Joe Biden al poder traerá un cambio en la política norteamericana exterior. Esto es esencial y necesario. Lo que ha hecho Trump en estos años es destructivo y perverso, al consentir y aplaudir las políticas autoritarias, especialmente en Oriente Medio, donde el negocio de las armas se ha disparado para acabar de incendiar el conflicto.

Los dos textos, la entrevista sobre Trump y el artículo  describiendo la conversación telefónica entre ambos presidentes crean un contraste grande. Empecemos por la entrevista realizada por Al-Ahram Weekly y reproducida posteriormente por Ahram Online. En su entradilla se nos dice: "US psychologist Dan McAdams, author of The Strange Case of Donald Trump, says the outgoing US president intends to act as president in exile during the upcoming administration". La entrevista con el psicólogo Dan McAdams es una deconstrucción psicológica minuciosa del pronto expresidente de los Estados Unidos.

Antes de llegar a las preguntas directas, Manal Lotfy realiza una amplia entrada para explicar y resumir lo que seguirá a continuación:


While America is trying to focus on the new Biden administration that takes office in January, it has still been difficult for many to take their eyes off the outgoing president and his endgame.

Dan McAdams, a US psychologist who has pioneered the study of lives and personalities and is the author of “The Strange Case of Donald J Trump: A Psychological Reckoning,”  told Al-Ahram Weekly in an exclusive interview that Trump would never concede the elections, would not take part in the inauguration ceremony on 20 January and would continue to fight as “president in exile”.

McAdams, who is a professor of psychology and education and social policy at Northwestern University in Illinois, is also the author of almost 300 articles and eight books, including The Art and Science of Personality Development and The Redemptive Self: Stories Americans Live By.

In his opinion, Trump is extraordinary and much stranger than any diagnostic category.

McAdams’s work has been featured in leading US media outlets such as the New York Times, the New Yorker, the Atlantic, USA Today, the Wall Street Journal and CNN. In his interview with the Weekly, McAdams emphasised that Trump only exists in the present moment.

He is a man without a future or a past who lacks any sense of life narrative or ethics beyond winning at all costs, McAdams said.

Trump, McAdams argues cannot form a meaningful life story because he is the “episodic man” who sees life as a series of battles to be won. There is no connection between the moments, no reflection and no potential for growth when one is compulsively in the present.

In his latest book, published by Oxford University Press in March 2020, McAdams says that Trump’s lack of a life story - or what psychologists call a “narrative identity” - to various personality traits.

 “Truth for Donald Trump is whatever works to win in the moment... He moves through life episode by episode, from one battle to the next, striving in turn, to win each one. The episodes don’t add up or form a narrative arc.” McAdams writes.

He argues that Trump is a “truly authentic fake. Trump is always acting, always on stage - but that is all he really is. He is not introspective, retrospective, or prospective. He does not go deep into his mind; he does not travel back to the past; he does not project far into the future. He is always on the surface, always right now. In his own mind he is more like a persona than a person, more like a primal force or superhero, rather than a fully realised human being,” McAdams adds.

Accordingly, one of the most disturbing features of the Trump presidency is his failure to adopt a moral agenda and language for leadership, which stems directly from his inability to create a moral story fot his own life.

“The feature’s of Trumps strange personality - his orientation to love, his proclivity for untruth , his narcissistic goal agenda, his authoritarian sentiments - can be fully appreciated and understood only if we realize that they revolve around the empty creative core, the hollow inner space where the story should be, but never was,” McAdams says.*

 


Esto no es exactamente lo que uno esperaría encontrarse en una publicación estatal del "mejor amigo". La entrevista realizada a McAdams no tiene desperdicio en su retrato de la personalidad de Trump, de sus debilidades e inconsistencias, de su arrogancia y egoísmo, incapaz de ver más allá del momento y de sí mismo.

La idea de "endgame" es central porque, lo quiera o no, Trump estará fuera de la Casa Blanca en enero. Entonces, será Biden quien la ocupe y quien marque la agenda y recuerde las amistades. Un artículo como este ha sido impensable en los diarios estatales, cuya idea constante es que el presidente al-Sisi era poco menos que el mentor de Trump, una amistad recíproca que unía a los dos gobernantes más poderosos de la tierra. En esto ha insistido una y otra vez la propaganda egipcia que convertía cualquier encuentro de tercera categoría en una cumbre mundial en la que los demás países escuchaban admirados los logros egipcios y agradecían los sabios consejos dados por un presidente en línea directa con Dios. Pero la realidad es otra y el cerco a los medios es algo que hemos tratado aquí con frecuencia, intentando dejar el entorno egipcio carente de información no manipulada por el aparato de propaganda del estado, extendiendo prohibiciones y sanciones a las redes sociales, vigiladas y controladas por los servicios de inteligencia.

El retrato que se hace de Trump es mortífero, es el de un "rey loco", término que ya veíamos en la entradilla y que sirve —tras un demoledor retrato psicológico— para el cierre del texto: 


What do you expect him to do in the coming years? 

It is an open question as to what he is going to do going forward. I think one possibility is that he will continue to fight as a kind of president in exile. Maybe there are other options too. But he will always fight. I guess the issue is, will he be fighting in a political sense or will he move on to something else?

There is some talk that he is planning to run in 2024. But planning is not something Trump really does much of. So, it is kind of hard to know what he is going to do going forward. One thing is certain, and that is that he will never concede the elections. He will never say that he lost the elections.*

 

La idea de un "presidente en el exilio" es una aberración democrática, porque implicaría que Trump ha sido "derrocado" y no que ha perdido las elecciones, como ha ocurrido. Por mucho que les moleste a muchos republicanos (y a un canal televisivo español que comentaba ayer noche en su tertulia que Trump habría ganado por una abrumadora mayoría pero que la "conspiración" contra él habría conseguido "triunfar"). Son muchos los republicanos, según la prensa norteamericana, que están realmente asustados por la deriva y las consecuencias del negacionismo trumpista de la derrota. El retrato psicológico surgido de sus actuaciones en estos años termina con ese aviso de la negación absoluta, pero las consecuencias van más allá de la psicología.



Tras la publicación de ese retrato psicológico demoledor, dos días después, Ahram Online, sin firma, publica la noticia de la conversación telefónica entre los dos presidentes. Todo en la noticia es sorprendente, desde las imágenes usadas hasta el tono pasando por el contenido mismo.

Uno esperaría una despedida a iniciativa de cualquiera de los dos. Sabíamos que Trump no sería quien diera ese primer paso, pero ¿y al-Sisi? La llamada, por lo que nos cuenta la nota, podría corresponder perfectamente a la primera semana de mandato de Trump, de una normalidad tan artificial como sorprendente.

La nota es breve pero sustanciosa en su forma:


Egypt’s President Abdel-Fattah El-Sisi discussed on Thursday evening the latest regional developments with US President Donald Trump in a telephone call, the Egyptian presidency said in a statement.

El-Sisi exchanged views in the telephone call he received from Trump on regional issues of common interest. The two leaders also discussed issues of bilateral cooperation between Egypt and the United States, the presidential statement said.

During the telephone call, Trump stressed the value of the fruitful partnership and constructive cooperation between the United States and Egypt, and the centrality of the mutual understanding between the two countries in promoting security and stability in the Middle East.

The Egyptian presidency stated that El-Sisi expressed his gratitude and appreciation for Trump's efforts and contributions in consolidating the extended friendship between the two countries, wishing his counterpart all the best and prosperity for the United States of America and its people.

El-Sisi also affirmed that Egypt would continue to make efforts aimed at strengthening the strategic relations between the two countries in the interest of the two friendly peoples within a firm framework of common interests and mutual respect.**



Lo que debería ser una llamada de despedida queda en una especie de patética intemporalidad en la que uno no se despide y el otro no quiere ser el que cometa la incorrección de decir adiós. En este tira y afloja, el mensaje introduce un factor importante, quién llamó a quién. En el texto se deja claro: "the telephone call he received from Trump". Trump no llamó para despedirse, sino para reflejar esa normalidad que se autoimpone dando a entender que sigue en su puesto llamando a los presidentes del mundo como si no hubiera habido elecciones y las hubiera perdido.

En este extraño diálogo, no ha sido esta vez "al-Sisi" el primero en despedirse del "amigo americano", sino que ha sido la llamada de Trump la que ha iniciado la jugada. ¿Ha sido al-Sisi el único al que Trump se ha atrevido a llamar sin tener que mencionar que se va? ¿Ha sido al-Sisi el elemento necesario para la ficción negacionista de Trump en el exterior?

El presidente al-Sisi sabe que lo que queda por delante no será igual y no le interesa provocar a Biden con excesivas amabilidades para con Trump, por lo que se encuentra en una situación muy incómoda por Trump, por el propio pueblo egipcio que ve cómo el mejor amigo de su presidente ha sido derrotado en las urnas. Los últimos párrafos son un mensaje al futuro, una especie de proclama generalista en la que ya no se habla de "Trump" sino de los "pueblos", de la defensa de los intereses comunes, un mensaje carente de sentido sin una despedida real.

Un elemento llamativo en ambas noticias en el medio estatal egipcio es la elección de las imágenes que los ilustran. La imagen del retrato psicológico del Trump perturbado es en blanco y negro y con el pelo revuelto. Por el contrario, la imagen que ilustra la noticia de la llamada de ambos presidentes es ridículamente oficial y está cedida por la propia presidencia, como se señala en el pie. Son imágenes retocadas hasta convertirse en azucaradas. Parece una especie de falso retrato de una pareja, de un matrimonio idílico. Las imágenes no son casuales, están cuidadosamente elegidas para cada uno de los textos. El detalle del icono telefónico entre uno y otro llega a ser ridículamente detallista.

La entrevista —a petición del medio egipcio— al psicólogo McAdams es demoledora y más tratándose de un "amigo presidencial"; se da por descontado que ha perdido las elecciones y que tendrá un serio problema de aceptación, algo que puede que no se produzca nunca. La descripción de la conversación telefónica es de una artificialidad pasmosa, ignorante de que Trump perdió y que esa llamada no es más que un intento de negación de la realidad.

Las relaciones de Egipto con los Estados Unidos deberán variar con la llegada de Joe Biden y eso lo saben bien. La apuesta por Trump les ha permitido hacer cosas —especialmente en el campo de la represión política— que no creo que la administración Biden le permita hacer con tanta tranquilidad e impunidad.

 El 11 de noviembre, firmado por Gamal Essam El-Din en Ahram Online, aparecía el artículo titulado "Re-evaluating US-Egypt relations", en donde se señalaba:


President Abdel-Fattah Al-Sisi was among the first Arab leaders to congratulate Joe Biden on his election as US president. In a statement issued on 7 November Al-Sisi said he looked forward to working with the president-elect to boost strategic bilateral relations in the best interest of both countries and peoples. Al-Sisi’s statement came amid speculation in political circles over what Biden’s presidency will mean for Egypt. 

Gamal Zahran, a professor of political science at Suez University, said “there is a risk that Biden will exert pressure on Egypt over human rights and restoring the role of the Muslim Brotherhood in political life.” 

Noting that Muslim Brotherhood leaders in Qatar, Turkey, and London were vocal in welcoming Biden’s election, Zahran expects “they will use their influence among leftist and Islamist organisations in the US to push Biden to exert pressure on Egypt.” 

Zahran claimed the majority of Egyptians had hoped that Donald Trump would win a second term.***



Ya se perfilaba el cambio de tendencia y se volvían a conectar con los apoyos a la Hermandad, algo que no está claro, pero que forma parte de la estrategia interna de vincular las críticas exteriores con los apoyos a los Hermanos Musulmanes. La obsesión egipcia con ser los primeros en felicitar se manifiesta de nuevo en el texto. Nadie quiere quedarse atrás en felcitar, si bien se advierten los peligros que llegan por el cambio. La idea que el "respeto a los derechos humanos" sea necesariamente un "respaldo a la Hermandad" es un argumento constante. Pese a que Morsi fue elegido democráticamente, ganó por la serie de jugadas absurdas realizadas por los militares egipcios para perpetuarse en el poder. La gente sacó a Mubarak del palacio presidencial, pero los militares no entendieron que eso significara un cambio de régimen. Los militares lo hicieron mal y los islamistas peor. Recordemos como el su corto año al frente del gobierno, el propio Morsi tuvo que aguantar reprimendas —incluidas las de la Unión Europea— por sus políticas sectarias. Pero son muchas cosas las que han pasado en este tiempo en oriente Medio. Si Biden no comete los mismos errores que Barack Obama debería mantenerse alejado de la Hermandad. Tendrá que enfrentarse obviamente a las acusaciones de estar del lado de la Hermandad siempre que critique al régimen egipcio. Eso ya lo podemos apreciar en el escrito. La situación, en cualquier caso, no será de nuevo la de Trump y al-Sisi, por mucho que haya corrido para ser uno de los primeros en felicitarlo. Por eso la llamada de Trump ha debido ser una enorme sorpresa y un compromiso para el amigo egipcio.

La conexión de Trump y Egipto, a través de al-Sisi, tiene algo de fábula. La negación de la realidad, el intento de imponerla mediante formas de autoridad, muestra que tienen mucho en común. Fue al-Sisi el primero que dijo que él era la verdad y que el resto era mentira. Lo decretó como norma y todo el que lleva la contraria al régimen egipcio incurre en delito de faltar a la verdad y extender falsedades que atentan contra el país. A Trump le hubiera gustado poder tener en su mano los mecanismos de que dispone al-Sisi y perpetuarse en el poder, que ahora considera le han robado. Los dos, por motivos distintos, se consideran por encima de la ley, ya sea la de los tribunales o la de la Historia. 

La llamada de Trump a su viejo amigo al-Sisi es quizá una sutil venganza de Trump, ofendido por lo rápido que felicitaron a su rival mientras él seguía negando la realidad. Los amigos no hacen estas cosas. Le ha llamado, quizá, para recordarle que, mientras él siga en la Casa Blanca, tendrá que cogerle el teléfono y seguir charlando como si no hubiera pasado nada. En este contexto, dejar claro que ha sido él quien ha llamado es también un mensaje a Biden por lo que pueda ocurrir.




* Manal Lotfy "INTERVIEW: Being Donald Trump" Ahram Online 1/12/2020 /http://english.ahram.org.eg/NewsContent/50/0/396008/AlAhram-Weekly/0/INTERVIEW-Being-Donald-Trump.aspx

** "Egypt’s Sisi discusses regional developments with Trump in a telephone call" Ahram Online 3/12/20202 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/396159/Egypt/Politics-/Egypt%e2%80%99s-Sisi-discusses-regional-developments-with-.aspx

*** Gamal Essam El-Din "Re-evaluating US-Egypt relations" Ahram Online 11/11/2020 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/50/0/393536/AlAhram-Weekly/0/Reevaluating-USEgypt-relations.aspx



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