Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Debe haber dos lamentos en la mente de Boris Johnson. Cuando se lanzó a por el Brexit, con su demagogia y sin importarle mucho la verdad, prometiendo a diestro y siniestros, se sentía con cierta seguridad en sí mismo y en el espacio que vislumbraba. Pero la realidad hoy es otra muy diferente, con dos fuertes contratiempos: la salida de Donald Trump de la Casa Blanca y la pandemia junto con sus efectos económicos. ¿Habría seguido adelante con el Brexit si hubiera siendo este el panorama inicial? No sabemos lo que hubiera hecho, pero es probable que se lo hubiera pensado bastante más tiempo.
Donald
Trump ha sido uno de los principales impulsores del Brexit. Su famoso
"¡llamadme Mr. Brexit!" era algo más que un patochada por parte de un
dirigente al que le gustan esta tipo de simplificaciones. La maniobra de
separar a Reino Unido de Europa formaba parte de dos estrategias, de una promesa
que no podrá cumplir (la de crear una nueva alianza británico-norteamericana en
muchos terrenos, especialmente el económico) y de un hecho, el debilitamiento
de la Unión Europa por la fractura.
Tanto Trump como Johnson practicaron un discurso similar: la Unión Europea nos impide
crecer, es un lastre que dificulta nuestra vida. Para Johnson era el resto de
Europa; para Trump era más amplia la carga, ya que incluía una Europa parasitaria y débil, necesitada de protección.
Los dos
tenían a alguien que les aplaudió, tanto si salía bien como si salía mal,
Vladimir Putin. La debilidad de Europa es esencial para él y si esta debilidad
se produce con un conflicto euro-norteamericano, mejor. Rusia ha sido la gran
beneficiada de las pifias norteamericanas, que son anteriores a Trump (es justo
reconocerlo), con la pésima gestión norteamericana de la Primavera Árabe
(Europa no puede enorgullecerse mucho tampoco) y los efectos has llegar a lo
ocurrido en Siria y Libia, la maniobras turcas, etc.
Trump
ha necesitado a Putin porque si Putin crecía, si era visto como más peligroso,
todos correrían a refugiarse baja el manto de pago de los Estados Unidos. Fue
lo primero que Trump cambio, las normas de le OTAN exigiendo más participación
económica y, especialmente, que se pagara a los Estados Unidos de diversas
formas por la "protección". Las bases norteamericanas por todo el
mundo dejaban de ser ocupaciones para pasar a ser pagadas por los que las
aguantaban en su territorio.
Estos
efectos también se han visto sobre la Unión Europea cuando ciertos países del
antiguo "Este europeo" se sienten mejor, más seguros, "ocupados" por
los Estados Unidos que en una política conjunta europea. La razón era sencilla. Los débiles ejércitos de que disponían eran sustituidos por bases norteamericanas.
Con la
salida de Trump de la Casa Blanca, Boris Johnson se ve solo, enfrentado a una negociaciones
que no le salen como quiere y sin los apoyos que esperaba de su
pariente norteamericano. Con Biden en la presidencia intentando recomponer los
destrozos de Trump, las jugadas de Johnson quedan en una posición
extraña, difíciles de explicar. No es fácil explicar en un mundo sin Trump lo
que se ha hecho Trump como inspirador. Y Trump ha sido musa de muchos destrozos mundiales, especialmente para Europa, apoyando a los antieuropeistas, de Farage a Le Pen, de Orban a la ultraderecha británica, alemana o española.
El otro
factor inesperado es precisamente la doble crisis, sanitaria y económica, del
coronavirus, que cambiará el panorama. El problema es que la situación grave
será más grave todavía. La reconstrucción de las economías puede dejar a Reino
Unido demasiado expuesto y los discursos antieuropeos
(no solo antieuropeistas) se van a
volver contra Johnson y los suyos, que —sin Trump— pueden ser muy difíciles de
ajustar y explicar en la nueva realidad, la que emerge cada día de nuestros
actos y de lo inesperado.
Esta
vez, lo inesperado ha sido demasiado. El discurso económico triunfalista de
Trump se hundió con la pandemia y su propio discurso sobre la pandemia ha
dejado ya 300.000 muertos, un país con millones de infectados, un país de mala
reconstrucción en lo interno, completamente fracturado, y en lo exterior, en caos, con rupturas de acuerdos y tratados.
En las noticias a los británicos se ve con cierto alivio la llamada "extra mile", una posibilidad de seguir hablando una vez que se acaba el plazo oficial. Pero es solo una posibilidad de mantener la discusión abierta. No es tiempo lo que se necesita; es voluntad, actitud.
El envío ayer de naves de la armada británica a vigilar las aguas pesqueras son solo un mal gesto con el que cubrir las apariencias de la derrota en las negociaciones. No se llega a acuerdo y, lo
que es peor, a Reino Unido se le han cerrado las puertas que antes tenía
abiertas, todo un mensaje claramente expresado:
This weekend's deadline was set by Mr Johnson
and Mrs von der Leyen following a meeting in Brussels on Wednesday, after
months of talks failed to achieve an agreement.
Mr Johnson said the EU needed to make a
"big change" over the main sticking points on fishing rights and
business competition rules, while Mrs von der Leyen said no deal was the most
probable end to "difficult" talks.
The EU has rejected Mr Johnson's request to
bypass the European Commission and speak directly to French President Emmanuel
Macron and Germany's Angela Merkel about the unresolved issues.
According to EU officials, he was told
discussions could only take place through the bloc's chief negotiator, Michel
Barnier.
Speaking on Friday, the PM said a no-deal
Brexit was now "very, very likely" and that planning for that outcome
was ramping up.
Mrs von der Leyen told reporters that the two
sides were still "apart on fundamental issues".*
Creo que Europa no tiene intención alguna de humillar a Reino Unido, pero puede que algunos quieran poner a Johnson en su sitio. Le saben responsable de este desaguisado histórico de difícil reparación. Se lo han dicho: no se puede dar a Gran Bretaña nada que signifique un agravio comparativo para los demás países porque eso sería la sentencia de muerte.
Lo malo es que Reino Unido lleva muchas décadas jugando con la idea de que ellos son diferentes, que merecen un trato especial, jugando a la excepción. Lo han ido practicando uno tras otros sus primeros ministros (y ministras), siempre jugando a estirar la cuerda del victimismo para conseguir lo que querían, situaciones especiales que les permitieran tener una moneda, ser centro de finanzas oscuras de medio mundo, jugar a ser británicos a la antigua y europeos a la moderna, según tocara el objetivo.
Fue una bravuconada de David Cameron la que puso en marcha el proceso por un error de cálculo o un engaño en la trasera de su partido. Nadie lo pudo parar y si quisieron hacerlo algunos, los miembros más radicales de los conservadores lo impidieron tomando el poder, como hizo Johnson. Trump ya estaba en el poder y echó una mano con promesas y apoyos.
Ahora la situación es otra. La noticia de la BBC es clara: Johnson no tiene nada que discutir con nadie que no sea el negociador oficial, que representa la posición del conjunto. No va a intentar sacar algún provecho de divisiones, que es la única juagada que le queda.
Reino Unido es una parte importante de la cultura europea, como los son Francia, Alemania, Italia o España. Pero Johnson va por otras vías, no las de la cultura, las del espacio común, etc. sino por la añeja idea de reverdecer la grandeza del imperio, que hace mucho que quedó por el camino. El paralelo, más allá de Trump, que se me ocurre es el populismo de Erdogan y sus ideas de ver de nuevo el imperio otomano por el mediterráneo. ¿Por qué será que a todos los populistas se les va la vista al pasado con tanta frecuencia? Quizá porque es fácil manipular el sentido de la nostalgia hacia tiempos mejores y responsabilizar de la pérdida a otros. Trump, Johnson, Erdogan... todos tienen un pasado que reverdecer y unos obstáculos que eliminar para conseguirlo.
Para variar, nos dicen que España será el segundo país europeo que más sufra con el Brexit. Por supuesto, el primero es el propio Reino Unido. Otro dudoso honor para este país, España, en sesión permanente de bronca desde hace años. Pero si otros miran al pasado glorioso, nosotros no tenemos esa suerte. Vivimos de temporada baja a temporada alta. No hay expectativas de futuro más allá del ciclo de ocupación. No hay más; no llegan nuevas ideas ni de un sitio ni de otro. Nosotros pensamos en puentes, fines de semana y vacaciones, nuestra materia prima. Sin embargo hay una España que sobrevive con esfuerzo, pero sobre la que hay que pensar en términos de futuros posibles.
Será una pena que lamentemos la salida de Reino Unido solo por el turismo, por terrazas vacías y menor consumo de cerveza y bronceador. Pero si no se pone remedio, seguiremos lanzando quejas al viento, una vez más, sin preocuparnos de cómo resolver esos datos negativos que nos marcan. Europa se va a tener que redefinir en muchos aspectos con la salida de Gran Bretaña. Muchas de las exportaciones que llegaba de allí tendrán que ser producidas en la Unión; de igual forma, lo que los británicos ocupaban, necesariamente deberán ocuparlo otros. Es el momento para tener visiones nuevas, si somos capaces de secarnos las permanentes lágrimas que nos ocupan.
Reino Unido debería quedarse, pero como se encargaron de repetir una y otra vez "Brexit es Brexit". Debería hacerlo por la historia común y por muchos otros motivos. Pero ellos eligieron lo que eligieron. Los viejos condicionaron a los jóvenes, dictándoles su futuro. Pero no pueden hacer lo mismo con Europa.
Poco se esperaban que el Brexit se tuviera que negociar en estas condiciones extremas, en contra, de amenazas de la economía, la salud y la política internacional con el terrorismo. Las respuestas naturales son los apoyos, pero, en estas condiciones, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo gestionar un Brexit en un campo que se ha ido llenando de minas y obstáculos? Quizá esa "extra mile", por los viejos tiempos, no sea suficiente. No sabemos cómo estará el mundo dentro de un año. Nadie lo sabe.
*
"Brexit: EU offer 'unacceptable' as trade talks continue" BBC
12/12/2020 https://www.bbc.com/news/uk-politics-55290109
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