Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Queríamos vacuna? Pues lo mismo nos sobran, por lo que estamos viendo. Según La Vanguardia nos cuenta, tras un sondeo del CIS, el "55% preferiría esperar, y un 8% aseguraba que no se vacunará en ningún caso"*. Mucho me temo que acabarán poniendo la vacuna obligatoria más que por prevención por amortizar el enorme gasto de las compras. Un 55% pensándoselo, con la que está cayendo, es muchísimo. Quizá, como ha tardado tanto, algunos piensen que si han conseguido librarse hasta el momento, le tienen cogido el tranquillo a mantener al coronavirus a raya y no merece la pena pasar por el trago.
El
hartazgo por todas estas polémicas —pinchazo sí, pinchazo no— pasará de nuevo a
producirse. No sé si esto será bueno o malo, pero hay que pensar sobre ello. No
nos hemos planteado seriamente los efectos contraproducentes de una información
muy mal gestionada, con excesos y meteduras de pata por falta de formación en
estos trances epidemiológicos, pero sobre todo por falta de sentido común en la
comunicación. Eso pesa mucho. Demasiada información, demasiados cruces,
demasiado desdecirse y muchas, muchas divergencias en lo que debería estar
claro siempre.
Es
obvio que las contra campañas realizadas por las autonomías de diverso signo
contra el gobierno central y del gobierno central con sí mismo (que también
cuenta) han afectado a lo que se debía haber preservado a toda costa, la
credibilidad. Tenemos demasiados políticos, demasiadas ruedas de prensa,
demasiados micrófonos abiertos buscando protagonismo a costa de disentir.
En La Vanguardia nos explica Cristina Sen, la autora del artículo que recoge los datos del CIS:
Se observa una prevención en estos grupos ante los sistemas de la ciencia y de los expertos en su relación con la política, señala el investigador. La política se ha ido erosionando, sobre todo en países con una fuerte polarización, como España, indica Lobera, y en los últimos meses se han abierto discusiones sobre conceptos técnicos, médicos, transmitiendo a la ciudadanía poca claridad. Una confrontación de puntos de vista donde se mezcla la política y la ciencia.
Francesc Núñez, director del máster de
Humanidades (UOC), enfatiza este argumento al señalar que ya hace tiempo, antes
de la pandemia, que se ha ido cociendo el descrédito de los líderes políticos y
de las instituciones. Hay muchos motivos para que los ciudadanos no se fíen de
sus mensajes. Durante la pandemia han sacado a pasear el Sant Cristo gros de
los científicos”, se ha invocado a los científicos como gran fuente de
credibilidad pero incluso este referente ha perdido fuerza, explica Núñez.
“También
hay un cansancio –subraya– después de tantos meses recibiendo tantas
instrucciones”. A lo que se debe sumar la desconfianza que ya se había apuntado
hacia las empresas farmacéuticas y los intereses económicos, como ya se pudo
observar con el interés que suscitó la monja y teóloga Teresa Forcades en el
2009.
El perfil de la ciudadanía que muestra recelo
ante la vacuna de la Covid-19 es diverso. Los niveles de duda son similares a
otros países, donde la gestión de la pandemia no ha sido la misma. Pero en
España se partía de un nivel alto de confianza en las vacunas y, por tanto, en
el sistema sanitario. El investigador de la UAM señala que el hecho de que la
gente dude no es un tema menor ya que “la vacunación no es un tema individual
sino colectivo”, del que depende en buena parte el éxito de la campaña.*
Efectivamente,
es colectivo, pero eso también ha suscitado muchas dudas individualistas sobre
los límites, que ha sido una cuestión
crucial desde el principio. Pero el enfrentamiento político ha hecho ver que no
era ni individual ni colectivo, sino "partidista", que es la tercera
posibilidad que no se ha reducido con el tiempo. Empeñados en tener razón políticamente, se ha abierto esa
peligrosa línea imitando de nuevo lo peor de los Estados Unidos, que se
contagió rápidamente a Europa.
Los
enfrentamientos aquí se vieron en la gestión de los "estados de
alarma". Duró poco la unidad, creada a regañadientes, y en cuanto que se
empezó a hablar de "desescalada" todos volvieron a las manos
intentando apuntarse el tanto de la recuperación. Pero ¡oh, fiasco! la
desescalada llevó a un desastre sanitario gestionado por la autonomías,
lanzadas a la "campaña de verano". Y, con esto, ya no era posible la
vuelta atrás. Reproches y más reproches intentando soltar la responsabilidad a
la vez que se reclamaba autonomía.
Hoy,
por lo que la gente clama es por la unidad de acción o, como se dice, porque no
haya "navidades distintas" en cada lugar, que no haya que consultar
un asesor diariamente para saber qué se puede hacer cada día, a dónde se puede
ir y si se puede volver, dónde te piden test, qué es un "allegado",
si los niños cuentan para las cenas familiares y un larguísimo etcétera que
incluye una casuística insólita y muchas veces disparatada.
¿Se ha
erosionado la credibilidad de la Ciencia, como apuntan en La Vanguardia? Creo
que más bien se ha gastado el crédito político y su torpe manejo de las palabras
"ciencia", "seguridad", etc., lo que ha producido más caos
y menos confianza.
El
resultado es que ahora la gente no se fía de nadie o lo hace muy poco. Esperar
a que se vacunen los demás es un gesto de desconfianza en un mundo de
apariencias, deseos y fakes news en
donde aparecen de repente destellos de "verdades" que son rápidamente
ocultados por los nubarrones y las nieblas que caracterizan nuestro mundo
mediático. Lo nuestro no son voces que clamen en el desierto. Más bien al
contrario, son voces que intentan hablarnos en mitad de un estruendo cacofónico
de colosales proporciones.
El
titular de La Vanguardia habla de "una sociedad sin liderazgos", no
le falta razón. Pero tenemos largas colas de aspirantes a líderes que intentan
convencernos cada día, cada hora, de que son lo que necesitamos. Sembraron vientos y ahora recogen tempestades de indiferencia.
Esto no es ya duda metódica o existencial; es duda por aburrimiento, por saturación por sobreexposición a experiencias frustrantes en un universo de vendedores, de locuaces quejicas, de dedos que apuntan a todas partes y a promesas constantes de que va a "salir el pajarito" para mantener nuestra atención.
En Le Monde nos hablan del desconcierto causado por las fotos del paciente inglés, el segundo en vacunarse y llamado William Shakespeare. En algunas fotos se observa claramente que el capuchón cubre la aguja —como puede apreciarse en la primera imagen del artículo—. Las explicaciones de que los medios requirieron "posados" reiterados no satisface a muchos, que las usan como bombas escépticas contra la credibilidad y en favor de conspiraciones y miedos. Pero hay que tener poco sentido común para dejar circular fotografías en las que no se pincha al paciente. Puede que para la próxima pandemia hayamos aprendido algo.
* Cristina Sen "Dudas ante la vacuna: el
impacto de una sociedad sin liderazgos" La Vanguardia 20/12/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20201220/6136261/vacuna-espana-coronavirus-covid-pandemia.html
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