miércoles, 22 de enero de 2020

Trump y la defensa republicana

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El proceso del impeachment sigue su camino lleno de obstáculos en el senado, como estaba previsto por la mayoría republicana. La esperanza de que algunos senadores se pasen al bando demócrata en algún momento son bajas, pero el proceso sirve de escaparate político para mantener fija la atención norteamericana. El impeachment es un "juicio político" y por ello debe tener sus estrategias que son claramente políticas. Precisamente por esto, no vamos a decir que es irrelevante lo que ocurra, pero sí que lo que está ocurriendo tiene ya su peso en los que finalmente deciden, los votantes. Lo que se decida en el senado es importante, pero lo que se forme en las mentes de los electores es más importante, por lo que el proceso en realidad para lo que sirve es para probar ese cierre de filas sobre Trump.
El mensaje de Donald Trump, reflejado en uno de sus tuits es claro y sencillo: "me están atacando a MI por defenderte a TI". Trump también juega con sus piezas, por supuesto. Es esta la línea defensiva y, sobre todo, lo que ha ido a decir a Davos, que ayer nos mostraban: los Estados Unidos nunca en su historia han ido tan bien y se lo deben exclusivamente a él. Como Trump no tiene reparos en la auto alabanza, lo dice y lo repite las veces necesarias. El argumento contra los demócratas lo tiene ya fabricado: si no quieres perderlo todo, vótame. Al final, los votantes deben elegir en pensar en su conciencia o en su bolsillo.
Los argumentos de la defensa de Trump, hasta el momento, es que este no ha hecho nada. El de Trump, que todo se trata de una caza de brujas, es decir, que no ha hecho nada. Se convierte entonces en una especie de juicio invertido, los acusadores son los culpables. Es propio de Trump, pero veremos si es suficiente. Lo que hay que comprobar si la capacidad de auto contradicción y el descaro de Trump, demostrados constantemente, tienen la misma consideración en otros miembros de la defensa.


Explicaba ayer Agustín Remesal, el que fuera antiguo corresponsal en Washington de RTVE, que la diferencia con el impeachment de Bill Clinton, un presidente popular con logros importantes,  y Donald Trump, un presidente desgastado y que ha puesto patas arriba el mundo, era que el demócrata ya prácticamente había cubierto su segundo mandato, mientras que Trump se encuentra terminando el primero y aspira al segundo. Lo que le va a Trump es mucho más.
Si comparamos los dos casos es bastante curioso cómo se evalúan los hechos. A Clinton se le juzga por mentir sobre haber mantenido relaciones sexuales con la becaria Monica Lewinsky. La mentira bajo juramento es grave. Donald Trump tiene el record, difícilmente superable, del número de mentiras dichas, pero no se presenta a jurar nada. Trump presume de sus aventuras sexuales y la primera parte de su mandato estuvo llena de escándalos de compras de actrices porno, de ex mises de sus concursos, etc.
Por lo que se procesa políticamente a Trump es por haber retenido ayuda militar a un país, Ucrania, en conflicto con Rusia, si no se montaba un escándalo con el hijo de un competidor por la Casa Blanca. Es "abuso de poder", pero es también un caso de fabricación de escándalos para desprestigiar a una persona con la que compite en la carrera presidencial, en el caso de que saliera de las primarias demócratas como candidato. Es decir, ha conspirado contra un político de su propio país en beneficio personal con dinero público.
Clinton salió de la Casa Blanca; lo más probable es que Trump se quedé donde está. Creo que las diferencias entre la gravedad de los casos son muy claras. Se valoró la mentira bajo juramento, mientras que hoy no cuentan las constantes mentiras de Trump, como se le afea cada día en la prensa norteamericana.


Creo que esto abunda en la idea que hemos expuesto aquí en algunas ocasiones, los seguidores de Trump ven algo en él que quieren mantener. Hay un núcleo irredento de seguidores que, haga lo que haga, le apoyará.
Pese a que una de las líneas de argumentación en su defensa dice que los demócratas que revertir lo ocurrido en la urnas, lo cierto es que las urnas le dieron casi tres millones de votos más a Hillary Clinton. Lo que se llama el "voto popular" no fue para Trump, que lanzó nuevas mentiras para poder convivir con ese hecho. Fue el "colegio electoral" el que le llevó a la presidencia. Por eso, son los republicanos los responsables de lo que hicieron entonces, pero de nuevo de lo que están haciendo ahora. Puede que Trump supere el impeachment gracias a los bloqueos de los republicanos, pero ¿podrá ganar el voto en las urnas?
De nuevo queda una pregunta en el aire. ¿Quedará ligado el destino republicano al de Trump? La pregunta no es trivial, porque el empeño republicano en defender con uñas y dientes lo indefendible tendrá consecuencias en el futuro. Si Trump sale de la Casa Blanca será arrastrando tras de sí a unos políticos que han asumido su defensa. Cuando Trump pierda el poder, es probable que surjan muchas más cosas que volverán inaceptable su figura e imperdonable su defensa. Habrá una segunda línea de republicanos que se lanzarán al relevo exigiendo responsabilidades. Siempre hay unión cuando se tiene el poder, pero una vez perdido la cuestión es otra.


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