jueves, 30 de enero de 2020

John Bolton sí estaba allí

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tiene su lógica que las mayores amenazas a Trump en el impeachment provengan de lo que ha sido su círculo más próximo. Desde los abogados que le aguantaron a los asesores desoídos pasando por las autoridades desesperadas. Ese Trump que no sabe estrechar las manos porque probablemente nunca haya querido hacerlo y haya tenido que aprender a retener la mano del otro haciendo un juego mental para superarlo. Ver agarrar la mano del otro dice mucho de Trump, de su falta absoluta de empatía y cordialidad. Trump solo se daría la mano a sí mismo y según los días.
La preocupación actual viene de John Bolton, hasta hace muy poco pieza esencial del equipo Trump en Defensa. Según salió disparado de la Casa Blanca se sentó ante el ordenador y se puso a escribir —me imagino que para no olvidar detalles y llegar sabroso al momento adecuado. The New York Times ha filtrado parte del libro. Y el escándalo ya está montado.


La estrategia republicana para defender a ha sido claramente obstruccionista. No se ha basado en argumentos, sino en impedir que otros declararan o leyeran documentos solicitados. En este sentido, los republicanos están hundiendo cualquier posibilidad. Hay otra estrategia paralela de justificación. Esta consiste en sembrar la idea de que todos atacan a Trump por lo hace muy bien, porque hace a "América grande de nuevo" y, finalmente, porque lo que se hace contra Trump, se hace contra el "pueblo". El propio Trump difunde encantado estos argumentos a través de sus tuits y de sus giras públicas para calentar al personal.
Sin embargo, puede que no le salga bien esta estrategia. La presión no es tanto contra los demócratas (a los que llaman "socialistas" o la "izquierda radical"), sino esencialmente para que no haya republicanos que den un paso atrás avergonzados, vengativos o presionados por el electorado de sus circunscripciones.
En Euronews leemos el argumento demócrata:

"No hay forma de tener un juicio justo sin testigos, y cuando se tiene un testigo tan claramente relevante como John Bolton, que va al corazón de la más grave y atroz de las faltas del Presidente y que se ha ofrecido voluntariamente a venir a testificar, creo que rechazarlo es algo que está profundamente en desacuerdo con el hecho de ser un jurado imparcial", argumentó ante los senadores el congresista demócrata Adam Schiff.*


Y la respuesta de Donald Trump a través de uno de sus tuits: «"Yo NUNCA dije a Bolton que la ayuda a Ucrania estaba ligada a investigaciones sobre los demócratas. Si Bolton dice eso es solo para vender un libro", dice.» Los "NUNCA" de Trump le han dejado en evidencia últimamente. Por ejemplo, cuando negó conocer a Lev Parnas y este subió a la redes sociales vídeos y fotos demostrando lo contrario.

Quejándose siempre que todos son conspiraciones porque es el mejor presidente que los Estados Unidos han tenido en su Historia, Trump se ve atrapado en muchas ocasiones en contradicciones y mentiras, siendo estas últimas su especialidad histórica, con unos promedios diarios de embustes, falsedades, medias verdades, etc. inalcanzables para los próximos presidentes. La credibilidad de Trump es nula gracias a sus propios esfuerzos en quedar en evidencia.
El testimonio de Bolton en el senado sería una especie de careo indirecto con un presidente que hasta el momento se parapeta tras los bloqueos. La estrategia de evitar que vaya a testimoniar se va al traste en el momento en que se publica la información filtrada por The New York Times y salga el libro. Cuanto más trate de obstruir el presidente, más valiosa se considerará la información. La idea de que Bolton confirma el chantaje a Ucrania solo por vender libros es claramente un último recurso, la última bala que agota los argumentos. Si Trump pudiera decir que "no conoce a Bolton", lo haría.
Los argumentos republicanos se centran en un aspecto más complicado, también ilustrativo: si lo que hizo en el caso que lo hiciera estaba mal. Aquí han tenido que entrar en contradicciones. En los primeros momentos, se argumentaba que era obligación de Trump perseguir la corrupción, dando por bueno que los Biden había hecho algo malo en Ucrania, pero como no se ha confirmado nada de lo dicho o insinuado, la estrategia se ha tenido que plantear de otro modo. Todo, como se puede apreciar, se basa en un solo aspecto, la obstrucción de los testigos.
La estrategia demócrata es el procesamiento de Trump, pero el premio de consolación no es mala: destruir la credibilidad de los republicanos (la de Trump ya está destruida) de cara a las próximas elecciones presidenciales. De la misma forma, la estrategia republicana es considerarlo todo un montaje ilegítimo contra el poder de las urnas.


Todo esto se produce en un mundo convulso, tensionado por el propio Trump en todos sus niveles. La puesta en marcha de un acuerdo —"el acuerdo del siglo"— que nace muerto por el rechazo frontal palestino intenta desplazar el foco del impeachment y mostrar un "lado glorioso" que se puede volver contra él de nuevo.
Es como si todas las líneas trazadas por Trump fueran acercándose todas a un punto catastrófico. Las próximas semanas serán decisivas para el mandato de Trump. Es probable que su presidencia pase a la Historia, pero por motivos diferentes a los que él supone.



* "Las revelaciones de John Bolton irrumpen en el juicio político contra Trump" Euronews 30/01/2020 https://es.euronews.com/2020/01/30/las-revelaciones-de-john-bolton-irrumpen-en-el-juicio-politico-contra-trump



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