sábado, 25 de enero de 2020

Londres y el problema de la videovigilancia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
De nuevo el debate sobre la videovigilancia combinada con el reconocimiento facial. Esta vez lo trae el diario El País desde Londres, donde la Policía tiene listo el sistema.
En un fragmento de la novela de Fiodor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, se encuentra una de las piezas claves del mundo contemporáneo; es la denominada Leyenda del Gran Inquisidor, un diálogo simbólico entre Cristo y el Gran Inquisidor (español, para más señas) en el que se debate sobre la elección entre la Libertad y la Seguridad. El Gran Inquisidor, por supuesto, recrimina a Cristo haber antepuesto la libertad humana. Asegura —convencido y triunfante— que los seres humanos prefieren la seguridad, renunciando a la libertad.
El debate es un punto esencial en las sociedades modernas. Vivimos en sociedades controladas y no meramente juntos. Conforme hemos ido avanzando en la Historia a la tecnología —de la burocracia a la videovigilancia— en todas sus variantes se le ha ido sumando a la idea del control social. Y eso afecta a la Rusia zarista de Dostoievski, a la Sevilla imaginada del Gran Inquisidor a los Estados Unidos de Trump o al Reino Unido actual. Vivir hoy es vivir bajo control, en nombre de causas mejores o peores, más o menos convincentes y en nombre, la mayoría de las veces, de nuestro bien. El problema es que también otros deciden cuál debe ser "nuestro bien" y que la idea de algo individual pasa a ser más reducida en beneficio de los grandes números o incluso de la rentabilidad de la seguridad frente al riesgo de la inseguridad.


En el siglo pasado, Lord Acton se preguntaba de qué hablábamos cuando usábamos la palabra "libertad": «La libertad, ¿significa democracia como en Francia, o federalismo como en América, o bien esa independencia nacional que subyuga a los espíritus italianos, o ese gobierno del más apto que constituye el ideal alemán?» (Ensayos sobre la Libertad y el Poder La pregunta de Lord Acton está bien propuesta porque no es sencillo decidir cuáles son los parámetros preferentes sobre los que se construye el concepto y se aplica después a las instituciones, estados y relaciones entre las personas. En cada sociedad, en función de su propia tradición, la definición y la valoración de la libertad puede ser muy diferente y los límites de unas pueden ser difícilmente aceptables en otras. En tiempos globales como los nuestros no es fácil un estándar común y surgen conflictos entre los derechos de los individuos y las "malas costumbres" culturales. Cada día vemos la paradoja de cómo personas que huyen de sus país buscando más libertad, la pierden al llegar o por el camino.
El problema de la videovigilancia  y el reconocimiento facial, dos tecnologías combinadas, se plantea cuando la libertad es individual mientras que la seguridad es institucional y colectiva. Yo soy responsable de mi libertad, pero otros son responsables de mi seguridad o de lo que yo pueda hacer a terceros. Es ahí cuando empiezan los conflictos, cuando los límites se reducen y los excesos aumentan. Siempre existirá el conflicto, por lo que la cuestión está en los límites.
No señalan en el diario El País el cuándo y el cómo del actual conflicto:

La Policía Metropolitana de Londres (Scotland Yard) ha anunciado este viernes que comenzará a usar en el plazo de un mes el polémico sistema de cámaras de reconocimiento facial en vivo (LFR, en sus siglas en inglés) para identificar a delincuentes en las calles de la ciudad. El comisario Nick Ephgrave, responsable de supervisar el sistema, ha anunciado que las cámaras se situarán en zonas concretas donde la investigación previa ha señalado que pueden localizarse los delincuentes más peligrosos. No se grabará aleatoriamente, ha explicado, sino que se introducirá en el sistema una serie de imágenes de los sospechosos más buscados, procedentes de una base de datos, para iniciar un proceso de identificación. Se señalizará claramente la localización de las cámaras, y habrá una distribución previa de información a los vecinos. Son circuitos cerrados de televisión, ha explicado la policía, que no estarán conectados a otros ya existentes en carreteras o zonas públicas.
La decisión se produce en medio de un gran debate global sobre el uso de este sistema de vigilancia, ampliamente utilizado en China, que ya ha sido probado en el Reino Unido por la policía de Gales del Sur. En Estados Unidos, de acuerdo con un grupo de investigadores de la Universidad de Georgetown, ciudades como Nueva York, Chicago, Detroit y Washington tienen al menos programas piloto para implementarlo. Otras, como San Francisco, han decidido prohibir esta tecnología.*



Las explicaciones siempre tratan de cantar las bondades del sistema y de cómo solo deben preocupar a los delincuentes, pero el concepto de "delincuente" y "seguridad", "peligros", "riesgo", etc. suelen ser cambiantes, circunstanciales, interpretables.
El factor que más se suele usar para promover estos sistemas (u otros de mayor poder de control) siempre es el miedo. Ya Dostoievski decía por boca del Gran Inquisidor que los seres humanos preferiremos la "seguridad" a la libertad. Una "libertad insegura" acaba haciendo que se vaya cediendo terreno y al final uno está "tan seguro" que no puede salir de su casa, se vive en un "toque de queda" permanente.
Otro factor. La industria de la seguridad es un enorme negocio. Se alimenta del miedo y se desarrolla como una necesidad. Es mejor, nos dicen, que invertir en soluciones de otro tipo. La mentalidad que esto desarrolla no es buena porque solo se mira un tipo de soluciones y se evita mirar los problemas desde perspectivas más amplias.
Nuestras sociedades hoy no solucionan problemas, buscan hacerlos rentables, como ocurre con la salud o con el aumento de tiempo de vida. La seguridad vive de la inseguridad y tiene sus formas de presión para hacer que el mundo se perciba como más inseguro y se rebajen los límites para que haya entrada de esta tecnología de reconocimiento, que se combinará con otras.

La policía asegura que tiene intención de desplegar las cámaras de un modo abierto, y que iniciará antes un periodo de consultas con las comunidades donde vayan a ser instaladas. Ephgrave se ha mostrado convencido de que cuentan con el apoyo de una mayoría de ciudadanos. "Como una fuerza policial moderna, tenemos el deber de usar las nuevas tecnologías para mantener la seguridad de los habitantes de Londres. A través de consultas independientes hemos llegado a la conclusión de que contamos con el apoyo de la opinión pública", ha defendido. La Policía Metropolitana asegura que, durante los tres años en los que se han estado realizando pruebas preliminares, el sistema ha registrado aciertos en un 70% de las ocasiones. Solo en uno de cada mil casos, aseguran, se trató de una identificación falsa. Sin embargo, un estudio independiente analizó el uso de esta tecnología en Londres y encontró que daba falsos positivos en el 81% de los casos.*

Queda mucho por afinar la tecnología, parece. En un episodio de la serie Chicago P.D. se mostraba una situación parecida. En uno de los episodios más "oscuros" que recuerdo, se trataba de demostrar la eficiencia de un sistema de reconocimiento como el de Londres que se nos comenta. Tras asegurar la identificación de la identidad con una cifras de acierto importante, se había obviado que el número de falsos positivos entre personas afroamericanas era mucho mayor que entre personas caucásicas. Este era el caso, en el que las cámaras y ordenadores identificaban erróneamente a una persona que no era la que se buscaba. No solo fallaba el sistema, sino que se había construido claramente sobre un prejuicio racial, como se señalaba en el episodio. Es un caso de ficción, pero una seria advertencia sobre algo que sabemos que sí sucede y donde se discuten los márgenes de error.


El aumento de la seguridad tiene efectos, crea más miedo. Los sociedades (y las personas) con miedo son muy peligrosas. Desarrollan unas formas de estrés que hace que acaben teniendo reacciones peligrosas para la misma sociedad, una de ellas es la reacción contra las libertades y la diversidad. Cuando te obsesionas con la seguridad, la pérdida de libertades está en marcha. Tú solo te encierras en la jaula... y pagando por ello.
La cuestión no es solo la eficacia del sistema sino su "amortización" posterior con otros usos que finalmente se acaban desarrollando, al igual que ocurre con muchos otros de nuestros datos. Una vez instalados los sistemas, se sucederán autoridades con percepciones distintas de lo que son la libertades y los límites recortables en función de la seguridad.
El problema es que no se dan alternativas. Una vez producido un caso, se argumentará que ha sido por no estar los sistemas de vigilancia activos. Saldrán voces diciendo que hay que activarlos y así seguiremos hasta que encontremos algo que nos controle más. Hoy lo hacen (o aspiran a ellos) todos, desde el periódico que lees que dice "estar interesado en tu privacidad" hasta tu banco o tu supermercado.
Es un debate de difícil solución pero al que se deben dar alternativas para rebajar las tensiones y el miedo. No podemos confiar solo en la vigilancia y menos en los datos de su eficacia, que no serán un síntoma de perfección, sino de control total. El día que estemos totalmente "seguros" habremos perdido mucho por el camino.



* "La policía de Londres se dispone a usar las polémicas cámaras de reconocimiento facial" El País 24/01/2020 https://elpais.com/tecnologia/2020/01/24/actualidad/1579883409_559518.html

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