Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
De
nuevo el debate sobre la videovigilancia combinada con el reconocimiento
facial. Esta vez lo trae el diario El País desde Londres, donde la Policía
tiene listo el sistema.
En un
fragmento de la novela de Fiodor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, se encuentra
una de las piezas claves del mundo contemporáneo; es la denominada Leyenda del
Gran Inquisidor, un diálogo simbólico entre Cristo y el Gran Inquisidor
(español, para más señas) en el que se debate sobre la elección entre la
Libertad y la Seguridad. El Gran Inquisidor, por supuesto, recrimina a Cristo
haber antepuesto la libertad humana. Asegura —convencido y triunfante— que los
seres humanos prefieren la seguridad, renunciando a la libertad.
El
debate es un punto esencial en las sociedades modernas. Vivimos en sociedades controladas y no meramente juntos. Conforme hemos ido avanzando en
la Historia a la tecnología —de la burocracia a la videovigilancia— en todas
sus variantes se le ha ido sumando a la idea del control social. Y eso afecta a
la Rusia zarista de Dostoievski, a la Sevilla imaginada del Gran Inquisidor a
los Estados Unidos de Trump o al Reino Unido actual. Vivir hoy es vivir bajo
control, en nombre de causas mejores o peores, más o menos convincentes y en
nombre, la mayoría de las veces, de nuestro bien. El problema es que también
otros deciden cuál debe ser "nuestro bien" y que la idea de algo
individual pasa a ser más reducida en beneficio de los grandes números o
incluso de la rentabilidad de la seguridad frente al riesgo de la inseguridad.
En el
siglo pasado, Lord Acton se preguntaba de qué hablábamos cuando usábamos la
palabra "libertad": «La libertad, ¿significa democracia como en Francia, o federalismo como
en América, o bien esa independencia nacional que subyuga a los espíritus
italianos, o ese gobierno del más apto que constituye el ideal alemán?» (Ensayos sobre la Libertad y el Poder) La
pregunta de Lord Acton está bien propuesta porque no es sencillo decidir cuáles
son los parámetros preferentes sobre los que se construye el concepto y se aplica
después a las instituciones, estados y relaciones entre las personas. En cada
sociedad, en función de su propia tradición, la definición y la valoración de
la libertad puede ser muy diferente y los límites de unas pueden ser difícilmente
aceptables en otras. En tiempos globales como los nuestros no es fácil un estándar común y surgen conflictos entre los derechos de los individuos y las "malas costumbres" culturales. Cada día vemos la paradoja de cómo personas que huyen de sus país buscando más libertad, la pierden al llegar o por el camino.
El
problema de la videovigilancia y el reconocimiento facial, dos tecnologías combinadas, se plantea cuando la libertad es individual mientras que la
seguridad es institucional y colectiva. Yo soy responsable de mi libertad, pero
otros son responsables de mi seguridad o de lo que yo pueda hacer a terceros. Es ahí cuando empiezan los conflictos, cuando los límites se reducen y los excesos aumentan. Siempre existirá el
conflicto, por lo que la cuestión está en los límites.
No
señalan en el diario El País el cuándo y el cómo del actual conflicto:
La Policía Metropolitana de Londres (Scotland
Yard) ha anunciado este viernes que comenzará a usar en el plazo de un mes el
polémico sistema de cámaras de reconocimiento facial en vivo (LFR, en sus
siglas en inglés) para identificar a delincuentes en las calles de la ciudad.
El comisario Nick Ephgrave, responsable de supervisar el sistema, ha anunciado
que las cámaras se situarán en zonas concretas donde la investigación previa ha
señalado que pueden localizarse los delincuentes más peligrosos. No se grabará
aleatoriamente, ha explicado, sino que se introducirá en el sistema una serie
de imágenes de los sospechosos más buscados, procedentes de una base de datos,
para iniciar un proceso de identificación. Se señalizará claramente la
localización de las cámaras, y habrá una distribución previa de información a
los vecinos. Son circuitos cerrados de televisión, ha explicado la policía, que
no estarán conectados a otros ya existentes en carreteras o zonas públicas.
La decisión se produce en medio de un gran
debate global sobre el uso de este sistema de vigilancia, ampliamente utilizado
en China, que ya ha sido probado en el Reino Unido por la policía de Gales del
Sur. En Estados Unidos, de acuerdo con un grupo de investigadores de la
Universidad de Georgetown, ciudades como Nueva York, Chicago, Detroit y
Washington tienen al menos programas piloto para implementarlo. Otras, como San
Francisco, han decidido prohibir esta tecnología.*
Las
explicaciones siempre tratan de cantar las bondades del sistema y de cómo solo
deben preocupar a los delincuentes, pero el concepto de "delincuente"
y "seguridad", "peligros", "riesgo", etc. suelen
ser cambiantes, circunstanciales, interpretables.
El
factor que más se suele usar para promover estos sistemas (u otros de mayor
poder de control) siempre es el miedo. Ya Dostoievski decía por boca del Gran
Inquisidor que los seres humanos preferiremos la "seguridad" a la libertad. Una "libertad insegura" acaba haciendo que se vaya
cediendo terreno y al final uno está "tan seguro" que no puede salir de su casa,
se vive en un "toque de queda" permanente.
Otro
factor. La industria de la seguridad es un enorme negocio. Se alimenta del
miedo y se desarrolla como una necesidad. Es mejor, nos dicen, que invertir en
soluciones de otro tipo. La mentalidad que esto desarrolla no es buena porque
solo se mira un tipo de soluciones y se evita mirar los problemas desde
perspectivas más amplias.
Nuestras
sociedades hoy no solucionan problemas, buscan hacerlos rentables, como ocurre
con la salud o con el aumento de tiempo de vida. La seguridad vive de la
inseguridad y tiene sus formas de presión para hacer que el mundo se perciba
como más inseguro y se rebajen los límites para que haya entrada de esta
tecnología de reconocimiento, que se combinará con otras.
La policía asegura que tiene intención de
desplegar las cámaras de un modo abierto, y que iniciará antes un periodo de
consultas con las comunidades donde vayan a ser instaladas. Ephgrave se ha
mostrado convencido de que cuentan con el apoyo de una mayoría de ciudadanos.
"Como una fuerza policial moderna, tenemos el deber de usar las nuevas
tecnologías para mantener la seguridad de los habitantes de Londres. A través
de consultas independientes hemos llegado a la conclusión de que contamos con
el apoyo de la opinión pública", ha defendido. La Policía Metropolitana
asegura que, durante los tres años en los que se han estado realizando pruebas
preliminares, el sistema ha registrado aciertos en un 70% de las ocasiones.
Solo en uno de cada mil casos, aseguran, se trató de una identificación falsa.
Sin embargo, un estudio independiente analizó el uso de esta tecnología en
Londres y encontró que daba falsos positivos en el 81% de los casos.*
Queda mucho
por afinar la tecnología, parece. En un episodio de la serie Chicago P.D. se mostraba una situación
parecida. En uno de los episodios más "oscuros" que recuerdo, se trataba
de demostrar la eficiencia de un sistema de reconocimiento como el de Londres
que se nos comenta. Tras asegurar la identificación de la identidad con una
cifras de acierto importante, se había obviado que el número de falsos
positivos entre personas afroamericanas era mucho mayor que entre personas
caucásicas. Este era el caso, en el que las cámaras y ordenadores identificaban
erróneamente a una persona que no era la que se buscaba. No solo fallaba el
sistema, sino que se había construido claramente sobre un prejuicio racial,
como se señalaba en el episodio. Es un caso de ficción, pero una seria
advertencia sobre algo que sabemos que sí sucede y donde se discuten los
márgenes de error.
El
aumento de la seguridad tiene efectos, crea más miedo. Los sociedades (y las
personas) con miedo son muy peligrosas. Desarrollan unas formas de estrés que
hace que acaben teniendo reacciones peligrosas para la misma sociedad, una de
ellas es la reacción contra las libertades y la diversidad. Cuando te obsesionas
con la seguridad, la pérdida de libertades está en marcha. Tú solo te encierras en la jaula... y pagando por ello.
La
cuestión no es solo la eficacia del sistema sino su "amortización" posterior
con otros usos que finalmente se acaban desarrollando, al igual que ocurre con
muchos otros de nuestros datos. Una vez instalados los sistemas, se sucederán
autoridades con percepciones distintas de lo que son la libertades y los
límites recortables en función de la seguridad.
El
problema es que no se dan alternativas. Una vez producido un caso, se argumentará
que ha sido por no estar los sistemas de vigilancia activos. Saldrán voces
diciendo que hay que activarlos y así seguiremos hasta que encontremos algo que
nos controle más. Hoy lo hacen (o aspiran a ellos) todos, desde el periódico
que lees que dice "estar interesado en tu privacidad" hasta tu banco
o tu supermercado.
Es un
debate de difícil solución pero al que se deben dar alternativas para rebajar
las tensiones y el miedo. No podemos confiar solo en la vigilancia y menos en los datos de
su eficacia, que no serán un síntoma de perfección, sino de control total. El día que estemos totalmente "seguros" habremos perdido mucho por el camino.
*
"La policía de Londres se dispone a usar las polémicas cámaras de
reconocimiento facial" El País 24/01/2020
https://elpais.com/tecnologia/2020/01/24/actualidad/1579883409_559518.html
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