viernes, 31 de enero de 2020

Leer en el aire o hablar entre culturas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La BBC publica un artículo titulado "How 'reading the air' keeps Japan running", firmado por Bryan Lufkin. El texto lleva la siguiente entradilla «In "high-context" countries where communication is indirect and messages are inferred - like Japan - situational awareness is king» lo que no sitúa de lleno en la cuestión de la conciencia situacional, algo que se considera esencial en Japón y otros país, pero que brilla por su ausencia en países como el nuestro, que presumimos de ser muy directos.
La idea de "conciencia situacional" (situational awaraness) es un concepto esencial en estos tiempos globalizados en los que vivimos en contacto personas de diferentes culturas que tienen estilos comunicativos muy diferentes y que pueden crear conflictos.
La idea de la conciencia situacional, desde el punto de vista comunicativo, implica que nuestra comunicación está dirigida no tanto por lo que escuchamos directamente (lo que se nos dice), sino que debemos leer las señales que se nos envían de forma indirecta para hacernos llegar el verdadero "mensaje", que es al que debemos responder.
Al contrario de lo que se nos suele decir cuando se aprende otro idioma, muchas veces lo que nos dicen debe ser reinterpretado por una serie de elementos que conforman la "situación comunicativa". La expresión que se utiliza es "leer en el aire", lo que implica conocer algo más que el idioma, pues son esas reglas las que determinan la corrección comunicativa.

Knowing the unspoken rules governing social life requires comprehensive understanding of your environment, whatever the setting. It’s a skill that’s valuable anywhere in the world – but in Japan, where communication tends to be indirect, it is elevated to another level. Reading the air – kuuki o yomu in Japanese – is a constant exercise, and misreading the air can blow business deals or ruin relationships.
In Japan, kuuki o yomu is grappled with in everything from facial recognition technology to video games, showing how ingrained it is in daily life.*


Hablar es hacer algo más que nos entiendan. Es entender a los otros. La asimetría en este sentido dice mucho de la forma de ser y de la importancia que se le concede a los otros. Las personas egocéntricas están más interesadas en ser entendidas que en entender a los demás. Son sus reglas. Las de los demás importan poco.
Desde hace unas décadas, los estudios de la lengua se extienden más allá de la gramática y de la semántica hacia la tercera zona, la pragmática, en la que se estudia el acto comunicativo como un "momento" en el que se crea una relación entre personas. No es algo abstracto, sino concreto en el que se estudian las variables reales, sociales, personales del momento y la situación. Dentro de estos estudios se ha ido produciendo los de la llamada "cortesía verbal", que suponen las reglas que rigen la situación. No hablan igual, por ejemplo, un padre con su hijo que un hijo con su padre, un jefe con un subordinado que un subordinado con su jefe. La pragmática estudia el acto comunicativo real y da cuenta de las diferencias; los elementos de cortesía son reglas que rigen en ese momento y cuya transgresión implica problemas de distinto orden.
En el acto comunicativo, las palabras son solo una parte. Están acompañadas por expresiones, gestos, tonalidades, posiciones, movimientos, silencios, etc.


Japón es el paraíso del estudio de la comunicación, como descubrió el semiólogo Roland Barthes. ¡Todo estaba codificado! Las normas son esenciales para poder expresarse y que le entiendan y, de igual forma, se debe aprender a leer en el aire, es decir, a interpretar todos los elementos, más allá de las palabras, que integran la comunicación.
Hay determinadas culturas que son más indirectas, es decir, que no expresan directamente las cosas porque lo consideran de mala educación, una falta de tacto. Esperan que tú, si eres de fuera, lo comprendas como lo comprenden los propios nativos, los inmersos en esas normas. Incluso para la mayoría de los países asiáticos, Japón resulta en muchas cosas excesivo.
La llegada a España de ciudadanos orientales de distintos países, fundamentalmente ciudadanos chinos, supone en ocasiones un reto comunicativo. Los malentendidos son frecuentes. Los españoles somos demasiado directos, lo que nos hace parecer maleducados. Pretendemos ser más amables siendo directos y confianzudos, más coloquiales, lo que no fomenta la comunicación, sino que abruma al otro. Nos resulta difícil comprender esa distancia y esas revueltas que es necesario dar para captar lo que se nos quiere decir. En ocasiones interpretamos mal sus silencios porque esperamos expresividad. Pensamos que no han entendido y lo han hecho perfectamente.

Recuerdo que hace unos años una brillante alumna china dirigió el discurso en nombre de los alumnos en el acto de clausura del curso. Explicó con claridad que muchas veces el profesor esperaba que los alumnos chinos se comportaran como si fueran españoles, participando mucho en clase, levantando la mano y preguntando. Su costumbre no era esa; consideraban de mala educación interrumpir la clase de todos por una duda propia, que reservaban para las tutorías. Es solo un ejemplo entre muchos otros que muestran la necesidad de comprender que la comunicación es un acto complejo y asimétrico.
Los españoles somos cada vez más directos, lo que tampoco es bueno, porque muchas veces implica que nos importa poco el otro, al que usamos para sacar información o para que la reciba, perdiendo los más elementales juegos de cortesía.
Si Japón está en un extremo, creo que nosotros nos estamos colocando entre uno de los países más maleducados. El espectáculo que percibimos en la comunicación pública así lo muestra. Es el peor ejemplo que podemos tener. Hemos confundido (viene de décadas) la mala educación con el igualitarismo, que es otra cosa. Reivindicamos el derecho a ser maleducados antes que otros más importantes. Y esto va creciendo ante el espectáculo audiovisual y las redes sociales que se han convertido en la escuela de la grosería y del insulto, del egocentrismo narcisista, que a algunos tanto les divierte.


Frente a la cortesía verbal y al modo indirecto, los españoles elaboramos la teoría de que quien no quiera escuchar que se vaya y seguimos con este tipo de prácticas. Las personas que tienen algún poder sobre otros se sienten libres de la cortesía, para eso son los jefes; lejos queda el nobleza obliga, aunque sea en versión laboral.
No es solo una cuestión de respetarnos unos a otros. Desde el plano social, el juego de la cortesía implica muchas habilidades personales, más allá de las verbales. Leer en el aire es sobre todo un ejercicio de percepción afinada. Ser capaces de entender no solo lo que se nos dice sino lo que se quiere decir es de enorme importancia social y personal. Ver personas, con sus características y diversidad, implica que yo debería poseer un repertorio rico de formas de comunicarme, que es algo más que ver el mundo desde mi centro, sino tratar de ponerse en el lugar del otro y verlo de forma integral.

La cultura japonesa es de códigos, la nuestra de ruptura. Sin embargo, la convivencia no puede ser una multiplicidad de individualidades en mera competición de ingenio, lanzado al otro los huesos de nuestros mensajes. Comunicarse es un arte complejo del que la lengua es una parte importante, un instrumento que puede ser tocado, como un instrumento, para sacarle muchas tonalidades y efectos. Los que hablan a todos de la misma manera es que carecen de esta habilidad. No es "personalidad" fuerte, sino incompetencia comunicativa. De esto hay mucho.
En estos tiempos de intercambios viajeros, de estancias fuera de casa y de recepción de personas de culturas muy diferentes, es bueno comprender que no todos funcionamos culturalmente de la misma manera. Es bueno comprender que los otros no son "raros" sino que tiene formas distintas de comunicarse. La comunicación, en estos casos, busca un punto de equilibrio entre ambas formas, un espacio en el que comprenderse que es lo que se busca finalmente. No es fácil de logra, pero sí se puede hacer si hay buena voluntad, deseo real de comprenderse y no solo de hacerte oír a cualquier precio.
El reportaje de la BBC termina con algunas consideraciones y recomendaciones de expertos para aquellos que viven en situaciones de intercambio cultural, especialmente el mundo de los negocios (que parece ser que es el único en el que interesa no cometer "errores"):

Kopp says it’s hard to train people on, but she simply “urges them to keep their antennae out”, pay attention to those non-verbal signals and proactively ask questions about what will be expected in a certain situation.
Having even a little cultural knowledge can help you figure out what to do next, adds Matsumoto, whether you're looking at someone's face or reading the room. “It comes down to some really basic things, like being respectful of the other culture, and be interested. If you’re interested, that will help you listen better and be an active listener, and also active observer,” he says.
“[Kuuki o yomu] definitely forces you to pay attention, and to think about what signals the people around you are putting out,” says Kopp. “That is indeed a good habit for any businessperson to have, no matter what the situation.”

Mi experiencia personal es que las personas a las que he visto interesarse por sus alumnos extranjeros, eran personas con características muy participantes, las mismas que tenían para el diálogo, personas naturalmente "traductoras", cuidadosas de no ofender. Son las mismas personas que, efectivamente, tras el contacto con los que llegan de fuera se interesan por su cultura casi inmediatamente. Es algo que surge en ellas de forma natural. Les interesan las personas y comprenden que saber más de ellas es un signo cortés pero también el trabajo de una habilidad necesaria. Los que llegan a ellas comprenden rápidamente ese esfuerzo y cooperan para mejorarlo. Es la forma de acelerar las mejoras comunicativas.


Por eso es esencial que, si el mundo se ha abierto, elijamos el modelo de comunicación que queramos tener con los otros. Abrirse hacia los demás es algo positivo porque aumenta nuestro conocimiento y nuestra capacidad de expresarnos, nuestro repertorio comunicativo. No se trata de aprender idiomas, como ingenuamente se cree; es comprender la comunicación como un elemento integral, un atender a aspectos que no son solo referidos al qué sino al cómo, muchas veces tanto o más importante.
Mucho me temo que estos deficientes usos de la "conciencia situacional"—más allá de la comunicación con miembros de otras culturas, plagada de estereotipos y deficiencias— esté condicionando nuestra capacidad de comunicarnos con nuestro propio entorno, en el que nos empeñamos en hacernos ciudadanos de una república personal, intransferible e incomunicable. No estamos solos, pero muchas veces actuamos como si lo estuviéramos. Necesitamos ampliar nuestra forma de aprender a comunicarnos, interesarnos más por los otros en vez de imponernos a los demás o hacer ver que no nos importan. 
Quizá al interesarnos por otras culturas, por otros distintos a nosotros, aprendamos también a comprender a los más próximos. Habremos ampliado nuestra capacidad de atender, de leer en el aire.

Post Data: Al terminar de escribir me llega una imagen vívida, la representación en el Colegio Mayor San Juan Evangelista, de Madrid, a mediados de los años ochenta, de una obra de Federico García Lorca, representada por alumnos japoneses que había viajado desde su país para representarlo en Granada, el sueño que tenían desde que algún maestro le enseñó a disfrutarlo.  Camino de regreso, dieron una representación en japonés de García Lorca. Aunque no entendiéramos japonés, la emoción era enorme al ver la de aquellos jóvenes enamorados de Lorca.
Me llega otro recuerdo, ver ensayar flamenco en la terraza enfrente de mi casa a un guitarrista y una bailaora japoneses. Era a finales de los sesenta y Japón se había enamorado del flamenco, como se había enamorado del Jazz décadas antes.
Me da mucha pena ver que personas que llega a España con una enorme cantidad de amor no son tratados como deben. Más allá de esa conciencia situacional, está la buena voluntad. Sin ella, todo falla.





* Bryan Lufkin "How 'reading the air' keeps Japan running" 30/01/2020 https://www.bbc.com/worklife/article/20200129-what-is-reading-the-air-in-japan

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