Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El Mundo nos trae, firmado por Ángel Díaz, los resultados de una
encuesta en cinco países europeos que nos deja el titular "Sólo uno de
cada tres españoles pondría límites éticos a la ciencia"*. El estudio se
ha realizado en Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España. Se nos dice
que hay "amplio consenso" entre ellos sobre cuestiones relacionada
con la ciencia, si bien hay algunas de ellas que nos muestran las diferentes
percepciones en aspectos concretos, señalándose que en el caso de España "nadie
confía más en sus posibilidades, ni teme menos sus eventuales efectos adversos".
Esta bonita frase tiene un valor de resumen de una situación que tiene algo de
preocupante y nos deja algunas dudas.
Llegado
el momento de establecer diferencias, el autor recoge los datos de la encuesta
referidos a España y encuentra la más acusada:
La respuesta concreta que más distingue a los
españoles del resto de países analizados es la relacionada con la ética de la
investigación científica. Preguntados los participantes si piensan que la ética
debe poner límites a los avances científicos, en todos los países, con la única
excepción de España, la mayoría considera que sí debe hacerlo.
Los alemanes son los más partidarios de poner
límites éticos, con un 68% de respuestas favorables, seguidos de los franceses,
con un 57%. En Italia y Reino Unido el apoyo es más tímido, pero también
mayoritario. En cambio, la opinión de los españoles se desmarca con claridad,
ya que sólo el 36% estima que la ética deba marcar límites a la ciencia,
siempre según la citada encuesta.
Una explicación a esta anomalía española
podría encontrarse en la falta de tradición científica. Hemos vivido muchos
avances comprimidos en pocas décadas, por lo que nuestro entusiasmo es inmenso,
pero no tanta nuestra capacidad de discernir entre ventajas y cautelas.*
Lo que
el autor llama "tradición científica" debería quizá llamarse
"cultura científica", es decir, conocimientos que hagan comprender su
papel y, sobre todo, sus consecuencias. La pregunta importante es ¿qué es para
nosotros la Ciencia? Solo respondiendo a esta pregunta podremos hablar de sus
límites. Difícilmente se podrá limitar lo que se desconoce, aunque sí se puede
hacer teniendo una visión distorsionada o equívoca de la misma. ¿Todos tienen
la misma idea de la "ciencia" o es una idea construida en su mente
con informaciones parciales, errores y desconocimientos? En este sentido,
podemos hablar de "tradición" o de "cultura" científica.
También
habría que tener en cuenta el otro factor, qué se entiende por
"ética", ya que la pregunta involucra los dos conceptos. Parece que
es más fácil decir que no existe una "tradición científica" a que
tenemos un flojo sentido de la "ética", que podría ser una respuesta,
pero menos justificable. Sin embargo, también la "ética" requiere su
tradición o, igualmente si se prefiere, una "cultura" que la sostenga
o en la que crezca. La ética, además, requiere de un cierto consenso social
que, hoy por hoy, está cada vez más deteriorado.
Preguntarse
por la "ciencia" y no hacerlo por la "ética" es no acabar
de entrar en las causas de esa respuesta que nos diferencia de otros países
europeos. No extraña que esto ocurra, pues es más fácil lograr un consenso
sobre la ciencia que sobre la ética como estamos teniendo ocasión de comprobar
en múltiples ocasiones.
Esto se
apunta ya en el artículo cuando se señala:
Ansiamos, sobre todo, lo que no tenemos, o lo
que ha tardado más en llegarnos. Pero, ¿por qué sólo uno de cada tres españoles
pondría límites éticos a la ciencia? "Desde mi punto de vista, la causa
primera y fundamental es el desconocimiento del alcance del concepto de ética,
en general, y de ética en la investigación e integridad científica, en
particular", apunta María Luisa Salas, directora del departamento de Ética
en la Investigación del CSIC.
"Existen unos límites infranqueables,
como son el respeto a la dignidad del ser humano, su capacidad de
autodeterminación, su privacidad, la protección de los datos de carácter
personal, el bienestar de los animales utilizados con fines científicos o la
preservación del medio ambiente", argumenta Salas.
Quizá el problema esté en que la noción de
"límite ético" se perciba como un obstáculo al progreso, una
intromisión innecesaria en nuestra ruta hacia el futuro. Pero la realidad,
insiste Salas, es que tener una ciencia de vanguardia y unos elevados
estándares de control van de la mano. "Sólo una conducta ética, íntegra y
responsable en investigación garantiza el avance del conocimiento",
indica.*
La
ética está unida a la ciencia, a la responsabilidad del científico, pero
también a la sociedad en que se produce, aquella que tiene la capacidad de orientarla.
Si se falla en la educación científica, en comprender el sentido de los
conocimientos que nos aporta respecto al mundo que se nos describe y explica, se crea una
ciencia irresponsable en una sociedad irresponsable, en la que no hay un
sentido del lugar que tenemos en el mundo. El conocimiento es responsabilidad;
nuestros actos no pueden ser los mismos cuando disponemos de más o menos
conocimientos. Esto ocurre cuando el conocimiento no se interioriza; cambia
nuestras vidas exteriormente, pero no nuestras mentes.
Por
eso, de nuevo, debemos ir a la raíz de muchos de nuestros problemas: la
educación. Nuestra educación separa la ética de la vida real. Somos maestros en
desvincular las cosas, en fragmentarlas, cuando deberíamos enseñar un
conocimiento que integre, aglutinante pues nada en la vida está separado. Al
romper los lazos, las implicaciones, las consecuencias, etc., la ética se
convierte en verborrea académica y no en capacidad de orientación del
individuo.
Para
esto se necesita un consenso social que, hoy por hoy, en el país en el que se
discute el llamado "pin parental" no existe.
* Ángel
Díaz "Sólo uno de cada tres españoles pondría límites éticos a la
ciencia" El Mundo / Fundación BBVA 17/01/2020 https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2020/01/17/5e209599fdddffe6a28b45e4.html
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