Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
lectores de la novela anticipatoria de George Orwell, 1984, recordarán que el empleo de su protagonista, Winston
Smith, era la "limpieza fotográfica", es decir, eliminar a los caídos
en desgracia de los documentos, borrar rastros de su existencia anterior. El
gran logro de la sociedad que Orwell nos describe es la edición permanente del
mundo, que deja de ser por sí mismo y queda fijado en su representación. Las
cosas no son como son, sino que se
deben ajustar a una medida determinada a un color aceptable. Puede que la idea filosófica de realidad sea difícil de establecer, pero eso no significa que nada sea útil para mantenernos en una cierta estabilidad cuyos límites se pueden fijar de diferente forma.
La
memoria es caprichosa y cambiante, sí. Pero la "memoria" que Orwell
nos presenta no es exactamente "caprichosa", sino
"interesada", "reajusta" el mundo a los intereses de algunos. Es el mundo
rectificado conforme a los intereses del poder, que invierte, corrige, elimina
todo aquello que lo refuerce. Que la relación con el pasado sea compleja y muchas veces dolorosa no justifica su manipulación.
En 1984 leemos la descripción de esa
función de reescritura de pasado y presente desde el poder:
Este vestíbulo, con sus cincuenta
funcionarios, era sólo una subsección, una pequeñísima célula de la enorme
complejidad del Departamento de Registro. Más allá, arriba, abajo, trabajaban
otros enjambres de funcionarios en multitud de tareas increíbles. Allí estaban
las grandes imprentas con sus expertos en tipografía y sus bien dotados
estudios para la falsificación de fotografías. Había la sección de
teleprogramas con sus ingenieros, sus directores y equipos de actores escogidos
especialmente por su habilidad para imitar voces. Había también un gran número
de empleados cuya labor sólo consistía en redactar listas de libros y
periódicos que debían ser «repasados». Los documentos corregidos se guardaban y
los ejemplares originales eran destruidos en hornos ocultos. Por último, en un
lugar desconocido estaban los cerebros directores que coordinaban todos estos
esfuerzos y establecían las líneas políticas según las cuales un fragmento del
pasado había de ser conservado, falsificado otro, y otro borrado de la
existencia.
El Departamento de Registro, después de todo,
no era más que una simple rama del Ministerio de la Verdad, cuya principal
tarea no era reconstruir el pasado, sino proporcionarles a los ciudadanos de
Oceanía periódicos, películas, libros de texto, programas de telepantalla,
comedias, novelas, con toda clase de información, instrucción o
entretenimiento. Fabricaban desde una estatua a un slogan, de un poema lírico a
un tratado de biología y desde la cartilla de los párvulos hasta el diccionario
de neolengua… Y el Ministerio no sólo tenía que atender a las múltiples
necesidades del Partido, sino repetir toda la operación en un nivel más bajo a
beneficio del proletariado. Había toda una cadena de secciones separadas que se
ocupaban de la literatura, la música, el teatro y, en general, de todos los
entretenimientos para los proletarios. Allí se producían periódicos que no
contenían más que informaciones deportivas, sucesos y astrología, noveluchas
sensacionalistas, películas que rezumaban sexo y canciones sentimentales
compuestas por medios exclusivamente mecánicos en una especie de calidoscopio
llamado versificador. Había incluso una sección conocida en neolengua con el
nombre de Pornosec, encargada de
producir pornografía de clase ínfima y que era enviada en paquetes sellados que
ningún miembro del Partido, aparte de los que trabajaban en la sección, podía
abrir. (trad. de Rafael Vázquez Zamora)
No he
llamado a 1984 "novela utópica", como habitualmente se la clasificaba,
sino "anticipatoria" porque lo que contaba en 1948, año de su
escritura, se parece más a lo que percibimos a nuestro alrededor, un mundo con
una capacidad de manipulación casi ilimitada. Vivimos en una sociedad en que es posible
retocar el pasado hasta hacerlo irreconocible, pues su función —¡al fin lo
hemos comprendido!— no es enseñarnos cómo era el mundo, sino lo que tenemos que
hacer en este. El Ministerio de la
Verdad que Orwell describe es el que más nos atrae y aterra hoy porque lo que muestra
se parece demasiado a lo que vemos y eso sorprende y asusta.
La función del Departamento de Registro, como bien señala Orwell es ofrecer los materiales manipulados con los que pensar el mundo, recordarlo, interpretarlo. Es algo envolvente y que abarca la totalidad de la vida. Fabrica las pruebas de que el mundo es como nos dicen y elimina todo lo que contradice esta versión.
The Washington
Post nos trae una cuestión de carácter orwelliano con el titular "National
Archives exhibit blurs images critical of President Trump". Probablemente
muchos recordarán que al día siguiente de la toma de posesión de Donald Trump se
produjo ya una primera manifestación en su contra: la llamada Marcha de las
Mujeres. El diario nos
explica el caso:
The large color photograph that greets visitors
to a National Archives exhibit celebrating the centennial of women’s suffrage
shows a massive crowd filling Pennsylvania Avenue NW for the Women’s March on
Jan. 21, 2017, the day after President Trump’s inauguration.
The 49-by-69-inch photograph is a powerful
display. Viewed from one perspective, it shows the 2017 march. Viewed from
another angle, it shifts to show a 1913 black-and-white image of a women’s
suffrage march also on Pennsylvania Avenue. The display links momentous
demonstrations for women’s rights more than a century apart on the same stretch
of pavement.
But a closer look reveals a different story.
The Archives acknowledged in a statement this
week that it made multiple alterations to the photo of the 2017 Women’s March
showcased at the museum, blurring signs held by marchers that were critical of
Trump. Words on signs that referenced women’s anatomy were also blurred.*
La conexión orwelliana es evidente. Las fotografías del
Archivo Nacional son manipuladas eliminado de ellas las referencias al
presidente Donald Trump o palabras que no les gustaban o no les parecían
"apropiadas". Sencillamente, han sido difuminados los carteles,
censurando —no hay otra palabra— a las personas que llevaban sus carteles como
protesta contra un presidente que presumía de tener unas manos depredadoras y
ajustadas para agarrar las partes de las mujeres. Las expresiones de la
protesta hacían referencia a aquellas que se filtraron de una grabación
realizada a Trump.
Ese era precisamente el trabajo de Winston Smith en el
Ministerio de la Verdad, sección de Registro. Su actividad consistía en
eliminar de las fotos y discursos todo aquello que molestara. El trabajo hecho
por el diario comparando la foto original y la que se ha incluido en la
exhibición deja claro cuál ha sido el objeto de los cambios.
Las explicaciones dadas por esta acción por el Archivo
nacional son peores:
“As a non-partisan, non-political federal
agency, we blurred references to the President’s name on some posters, so as
not to engage in current political controversy,” Archives spokeswoman Miriam
Kleiman said in an emailed statement. “Our mission is to safeguard and provide
access to the nation’s most important federal records, and our exhibits are one
way in which we connect the American people to those records. Modifying the
image was an attempt on our part to keep the focus on the records.”
Archive officials did not respond to a request
to provide examples of previous instances in which the Archives altered a
document or photograph so as not to engage in political controversy.
Kleiman said the images from the 2017 and 1913
marches were presented together “to illustrate the ongoing struggles of women
fighting for their interests.”*
No es posible leer las líneas anteriores de explicación sin
considerar que estamos ante un simple o ante un autómata programado. ¿Cómo es
posible ampararse en la "neutralidad" del organismo público para
eliminar precisamente las manifestaciones de las personas que participaron?
¿Cómo es posible que la manipulación de la realidad que muestra la foto
modificada se entienda como parte de una neutralidad o, peor, como una forma de
no intervención?
Este último aspecto es preocupante porque la persona que lo
ha hecho (varias tomaron la decisión) parecen considerar que la censura es una
forma de "no intervención", una forma de "neutralidad", lo
que es una perversión mental de tal calibre que define a las personas.
La Marcha de las Mujeres tuvo su objetivo —y lo sigue
teniendo— en un presidente machista, insultante para las mujeres, despectivo.
Los carteles que le recordaban sus palabras insultantes para las mujeres no
están al margen de la historia, sino que son parte de ella. Lo son sus
escándalos sexuales, sus opiniones machistas, en la misma medida en que lo son
otras manifestaciones xenófobas, racistas, sobre los negocios, la guerra o la prensa,
a la que llama "enemiga del pueblo".
Los responsables del Archivo Nacional han incumplido su
principal deber, respetar lo que ha sido. La manipulación de la foto les sitúa
en el centro orwelliano del mundo. Sus
explicaciones son mucho más preocupantes que sus actos pues revelan una
forma de pensar realmente negativa, con capacidad de decidir qué debe formar
parte de la memoria colectiva. No solo no son neutrales sino que con su
ocultación han sido claramente partidistas. Su función es registrar. Lo que han hecho ha sido lo contrario, reescribir. Y,
por mucho que insistan en su "neutralidad", han hecho lo contrario.
En los tiempos de las "fakes news", de la
manipulación y creación de imágenes falsas, el caso tiene importancia. Hay
muchos estados que lo hacen con total descaro. La gravedad del caso es el shock
que esto supondrá para una parte de la sociedad norteamericana, cuya visión de
sí misma frente al resto del mundo es que son los "líderes del mundo
libre".
Marcha de 2019 |
Estados Unidos está sometido al trauma de un proceso de impeachment.
En él se debate precisamente sobre las malas artes presidenciales empleadas para
conseguir crear noticias falsas desde el exterior. Al presidente ucraniano se
le pedía "simplemente" que hiciera un anuncio público de que el hijo
de Joe Biden estaba siendo investigado. La maquinaria mediática en Estados
Unidos ya se encargaría del resto. Con eso ya tenían para empezar. La
diferencia con el mundo orwelliano no es mucha.
En ciertas ocasiones, el Gran
Hermano dedicaba su orden del día a conmemorar a algunos miembros ordinarios
del Partido cuya vida y muerte ponía como ejemplo digno de ser imitado por
todos. Hoy conmemoraría al camarada Ogilvy. Desde luego, no existía el tal
Ogilvy, pero unas cuantas líneas de texto y un par de fotografías falsificadas
bastarían para darle vida.
Vivimos ya todos en una celda mediática donde periódicamente
entran carceleros de diferentes ideas no a sacarnos información, sino a metérnosla
por ojos y oídos. Lo ocurrido con el Archivo Nacional de Estados Unidos puede
ser una anécdota para algunos, pero refleja una forma de pensar que cada vez
está calando más fuertemente por todas partes. Esa era la función del
Ministerio de la Verdad.
Las sombras de la caverna platónica se mueven hoy en hoy pantallas, en páginas de periódicos, en noticias leídas, etc. que dan forma a nuestra mente de manera estudiada gracias a los avances en las neurociencias y las técnicas de mercado, que se aplican ya muchos campos.
Ocultar que la Marcha de la Mujeres de 2016 fue una marcha
en gran medida contra Trump o, si se prefiere, que muchas de las personas que
participaban estaban en contra de sus políticas futuras y sus actitudes y
hechos pasados es una manipulación. No tiene otro nombre y hacerlo en el de la
"neutralidad" debería causar sonrojo. Es un reflejo del "efecto
Trump" en las instituciones y sobre todo una llamada de aviso.
* Joe Heim
"National Archives exhibit blurs images critical of President Trump"
The Washington Post 18/01/2020
https://www.washingtonpost.com/local/national-archives-exhibit-blurs-images-critical-of-president-trump/2020/01/17/71d8e80c-37e3-11ea-9541-9107303481a4_story.html
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