Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El caso
del periodista saudí Jamal Khashoggi, presumiblemente asesinado en el interior
del consulado de su país en Turquía, vuelve a poner en candelero a Arabia Saudí,
pero también nos dice algo de las formas que se están imponiendo en las
relaciones internacionales y sobre el sentido propietario de los países
respecto a sus ciudadanos en el exterior, especialmente cuando son críticos.
Arabia
Saudí ha tenido un sonado conflicto con Canadá cuando estos han reclamado por
la situación de dos activistas de los derechos de la mujer detenidas. El hecho
de la doble nacionalidad podría establecer una lógica, sin embargo, como
señalamos en su momento, la reacción del país árabe ha planteado un órdago a la
comunidad internacional que, en este segundo incidente, tiene una respuesta más
decidida por parte de la comunidad internacional.
Si los
países occidentales han reaccionado contra las andanzas de los sicarios del
gobierno de Vladimir Putin contra exiliados y disidentes, las reacciones contra
Arabia Saudí deberían tener la misma contundencia. Lo sorprendente del caso es
que sí se está produciendo una respuesta, por más que resulte ser incómoda para
los afectados en primer y segundo grado, los aliados de Arabia Saudí.
No es
fácil ser aliado o amigo de Arabia Saudí, un anacronismo poderoso gracias a la
existencia del petróleo bajo la arena y al prestigio de ser la cuna de Mahoma y
tener los principales lugares de peregrinación, factores importantes en el
mundo árabe musulmán.
Los
problemas que se suscitan en España a cuenta de su "amistad" también
son importantes, como hemos tenido ocasión de apreciar en días recientes con la
cuestión de las "bombas precisas" y sus posibles víctimas en Yemen o
donde toque.
Como
todo país tocado por la mano de Dios, su soberbia es implacable y su forma de
hacer política no se parece en casi nada a lo que los demás entienden por esta
rama de vida social. Los saudíes compran y eliminan, se enfadan y hacen desaparecer.
La receta es sencilla y consideran que el mundo se debe asombrar porque las
mujeres pueden aprender a conducir (luego ya veremos dónde) y que podrán ir al
cine (ya veremos a ver qué).
Ellos
mismo y sus vergonzantes aliados han elaborado una campaña de relaciones públicas
alrededor del príncipe heredero. Pero los hechos desmienten que la llegada de
sangre nueva deje de hacer correr la de siempre.
Y esta
vez le ha tocado en suerte a un periodista conocido y disidente al que, mira
por donde, se le exigían papeles para divorciarse y poderse casar, trampa mortal
de la que no parece que vuelva. Los que se quedaron esperando a la puerta del
consulado no lo han vuelto a ver. Ni ellos ni nadie.
Escuchar
parece que sí gracias a su prevención de dejar transmitiendo con su reloj lo
que ocurría dentro. Algunos siembran dudas sobre que eso sea la fuente real
debido a los presumibles inhibidores de señal, dando más fiabilidad a los
posibles micrófonos o cámara instalados en el interior del consulado por sus
anfitriones, los turcos, aunque esto no es fácil que se pueda reconocer. Si
salen pruebas grabadas en el interior, habrá que plantearse su origen. La
hipótesis menos incómoda es la del reloj inteligente, que no admite la
intromisión o vigilancia dentro del área diplomática. Como puede apreciarse,
nada es sencillo en la zona, mucho menos con los saudíes y turcos por medio.
Pero,
¿quién es Jamal Khashoggi, el periodista desaparecido? Saber quién es también nos ayudará
a saber por qué ha desaparecido, a quién molestaba con sus escritos.
El
retrato más completo creo que nos lo ha dado la BBC, tradicionalmente muy bien
informada de lo que ocurre en Oriente Medio. Nacido en Medina en 1958,
Khashoggi estudió en los Estados Unidos, dedicándose al Periodismo en la década
de los 80, ocupándose de la invasión soviética de Afganistán y entrevistando en
diversas ocasiones al que sería tristemente célebre Osama Bin Laden. Se ocupa
también del seguimiento de la Guerra del Golfo desde Kuwait. A finales de los
90 se convierte en editor de la edición inglesa de Arab News.
En 2003
se convierte en editor de Al Watan y comienza su larga carrera de controversias
en los medios en los que trabaja. De Al Watan es despedido a los pocos meses por
criticar a los clérigos saudíes y su papel en la política. De aquí marcha a
Londres y Washington como asesor de medios del embajador saudí. Regreso a Al
Watan en 2007 y nuevas complicaciones que lo sacan de nuevo al tercer año.
Aquí la BBC
añade un dato: «Following the Arab Spring uprisings in 2011, he
expressed support for Islamist groups that had gained power in several
countries.» No se
expresa el grado de compromiso de Khashoggi con el llamado "islam político",
especialmente la Hermandad Musulmana, pero es llamativo que se asentara en
Turquía, lugar de refugio de los "hermanos", apoyados directamente
por Recep Tayyip Erdogan. La Primavera Árabe supuso un peligro real no solo
para las dictaduras civiles (Egipto, Túnez, Libia, Siria...), sino para las
monarquías, como la saudí, que veían peligrar sus tronos y negocios con las
revueltas.
En
cualquier caso, debió ser moderado en sus palabras ya que, se nos dice, «
In 2012 he was chosen to
lead the Saudi-backed Alarab news channel - touted as a rival to the
Qatari-funded Al Jazeera.» El hecho de que fuera elegido para enfrentarse a la
principal cadena, Al Jazeera, que respaldaba desde Qatar las políticas
islamistas, tiene interés en el caso. Señala la BBC, «But the
Bahrain-based news channel stopped broadcasting less than 24 hours after its
launch in 2015 after inviting a prominent Bahraini opposition figure on to
speak.» ¿Por qué le
nombraron?, es la pregunta, dados sus antecendentes.
Se nos
dice que Khashoggi abandonó Arabia Saudí en 2017, marchando a los Estados
Unidos, siendo firma invitada en muchos diarios occidentales. Ahora colaboraba
con The Washington Post.
El
perfil que sale del periodista es complejo. Ha estado presente en la política
saudí de forma constante y se ha caracterizado por, llamémoslo así, su inconformismo
y su deseo de dar voz a lo que el oficialismo no quería que se escuchara.
Podemos
entender su trayectoria y sus encontronazos, pero entonces —nueva pregunta— ¿por
qué hacerle desaparecer en una etapa que se presenta como reformista? Los ataques
de Khashoggi se han dirigido hacia la ausencia de reformas reales, algo que al
príncipe heredero, empeñado en modificar la imagen sin modificar demasiado la
realidad, no le debe haber gustado mucho.
La BBC
recoge sus intenciones al escribir sobre su país:
"I
have left my home, my family and my job, and I am raising my voice. To do
otherwise would betray those who languish in prison. I can speak when so many
cannot. I want you to know that Saudi Arabia has not always been as it is now. We Saudis deserve better,"
he wrote.*
Y
finaliza con estas otras de crítica de la situación:
"The
people being arrested are not even being dissidents, they just have an
independent mind," he said.
"I
don't call myself an opposition: I always say I'm just a writer, I want a free
environment to write and speak my mind and that's what I do in the Washington
Post.
"They
give me a platform to write freely and I wish I had that platform in my
home."
He also
criticised how the Saudi government was initiating reform.
"This
serious transformation that is happening isn't discussed - the Prince supplies
us every couple of weeks or couple of months with a huge multi-billion dollar
project that wasn't discussed in the parliament, wasn't discussed in the
newspapers and the people will just clap and say great... and things don't work
that way."*
Parece que no hay muchas dudas sobre cuál era su objetivo y
qué trataba de hacer desde los medios, que era su forma de presión. Las
críticas sobre las reformas ya se habían producido e iban a más, esta vez
teniendo como tribuna uno de los diarios más importantes del mundo occidental,
The Washington Post.
Khashoggi era una pieza más en un complejísimo entramado de
intereses políticos, económicos y religiosos en esa zona azotada por la
intransigencia y el autoritarismo. Creo que no es necesario afinar demasiado
que dar voz a Khashoggi para criticar a un aliado especial de Donald Trump es
una jugada dentro de la propia política norteamericana, más allá de Oriente Medio.
Lo ocurrido con Canadá hace pocos días es revelador de la
piel extremadamente fina del príncipe saudí en lo que respecta a las críticas. El
presumible asesinato del periodista en el interior del consulado saudí en
Turquía es una acción osada. Pero es también un mensaje claro a los críticos
del régimen saudí y a lo que traten de interferir en su propia reestructuración
o simplemente lavados de cara.
La reacción de la administración Trump a lo ocurrido en Turquía
ha sido rápida y no se ha dejado envolver en una defensa del régimen saudí,
algo muy peligroso porque pueden realizar más operaciones al estar envalentonados con las reacciones mostradas ante
las protestas de Canadá.
Turquía está también interesada en complicarle la vida tanto a los saudíes como a los norteamericanos, cuyas relaciones no pasan por su mejor momento. Estratégicamente, presionará a Arabia Saudí para ver cuánto tiempo tarda la diplomacia estadounidense en salir en su defensa. Esto le sirve a Erdogan dentro y fuera. Complica un poco más las ya complicadas relaciones de Estados Unidos.
Queda mucho por saberse sobre lo que pasa en el Reino, sobre
cuál es su política real en la zona, aunque si sabemos su objetivo: el control de
la zona y el fortalecimiento de su monarquía en términos interiores y
exteriores.
Es interesante leer el artículo publicado en el estatal egipcio Ahram Online, en régimen aliado de Arabia Saudí, y enfrentado a Turquía. El artículo se cierra así:
Khashoggi’s complicated journey makes it more
difficult to predict his fate. He is intellectually close to the Muslim
Brotherhood, but he is in no way a member.
He is the product of the Saudi regime, even
though he does not tow their line. He has prolific Saudi, Arab and
international connections, which could increase his enemies as well as friends,
bring publicity to his disappearance. So far, no one has evidence of what
really happened.**
El artículo tiene un título escueto: "Jamal Khashoggi: Fate unknown". Creo que el destino del periodista, a estas alturas, es todo menos "desconocido", a menos que tengamos un sentido demasiado material del destino.
La muerte de Jamal Khashoggi es un recordatorio de cómo se hace
la política en la zona y de lo que dejamos de ver cuando no queremos mirar. Es un espectro político que va desde el integrismo religioso más oscuro a los grupos marxistas, de los islamistas políticos a los salafistas que buscan el regreso a la época dorada. En medio de todo esto, un puñado de personas sensatas que quieren un futuro en paz.
"Los saudíes", decía el periodista desparecido, "nos merecemos
algo mejor". Probablemente todo Oriente Medio, pero no es fácil. Y hay que quererlo.
*
"Jamal Khashoggi: Who is missing Saudi Journalist?" BBC 9/10/2018
https://www.bbc.com/news/world-middle-east-45789369
** "Jamal Khashoggi: Fate unknown" Ahram Online 13/10/3018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/313282/World/Region/-Jamal-Khashoggi-Fate-unknown---.aspx
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