Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Dos sorpresas:
que la Filosofía regrese con fuerza y que el diario El País lo considere
noticia de cabecera abriendo su edición digital. Digo esto último sin ninguna
ironía, aunque marcado todavía por la frase de Jardiel Poncela, "¡gran
verdad, aunque lo diga el periódico!", escuchada ayer en nuestra revisión
cinéfila de los miércoles de "Un marido de ida y vuelta", comedia
estrenada en la escena madrileña a pocos días del término de nuestra guerra
civil y retomada por el director Luis Lucia en 1957.
El
regreso de la Filosofía a los planes de estudio españoles ha sido por
unanimidad, nos dice el diario, algo que es casi un imposible y un impensable
en este país que no se pone de acuerdo en nada, incluido su ser mismo.
A pesar
de este bizantinismo patrio, de nuestras disputas constantes, es motivo de
alegría que, pesa a no ponernos de acuerdo en nada, lo hayamos hecho con la
Filosofía, lo que me deja en la duda de si se ha aprobado porque todos estaban
de acuerdo o simplemente porque no le importaba a nadie. Sin embargo, lo que
salga en el BOE va a misa aunque no se sea creyente. Es lo importante.
Nos recuerda
El País el triste destino filosófico de la asignatura:
La Filosofía salió muy mal parada en la
reforma del currículo que estableció la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de
la Calidad Educativa), más conocida como ley Wert, que se aprobó en 2013. En
esta ley se mantuvo como troncal la materia de Filosofía de 1º de bachillerato,
pero se eliminó el carácter troncal de la Historia de la Filosofía de 2º de
bachillerato y de Ética de 4º de la ESO.*
Una
corrección: no es la Filosofía la que salió "mal parada" sino las
mentes de nuestros alumnos, ya de por sí bastantes castigadas por el ruido
ambiente y la mediocridad que nos rodea en todo.
La
necesidad de la Filosofía es la necesidad de pensar, algo que entre tanto
protocolo y "aquí para pensar estoy yo" en que vivimos no es fácil. Me
preocupa que, como ha ocurrido con casi todas las Humanidades, se ponga por
delante a los alumnos pero tras esto se den las disputas de siempre por repartirse
los horarios. La necesidad de pensar, de enseñar a pensar, de hacer pensar...
es de una urgencia extraordinaria, de una necesidad agobiante. Se constata cada
día en las calles, en el transporte público, en las aulas...
Hace
unos años una profesora amiga de un país árabe me pidió que fuera a hablar a sus
alumnos de la carrera de Filología Hispánica. "¡No quieren pensar!",
me decía angustiada. "Cuando les pido que me interpreten un texto me piden
que yo les diga lo que tienen que decir", así solo tenían que repetirlo, no
asumían riesgos de equivocarse. Podemos
decir que esa situación, aunque pudiera haber motivaciones diferentes, la
estamos viviendo hoy de forma constante. Unos no quieren pensar y otros no quieren que pienses.
Es lo
normal en un sistema que ha asumido que unos piensan y otros sirven, que se ha
organizado para no tener que pensar, ejercicio que se reserva para el propio
beneficio a la hora de emprender, bonito concepto que representa nuestra
inmersión gozosa en el mundo de los negocios, más limpios o más turbios. La
necesidad de la Ética es algo más que rellenar huecos escolares o colocar
licenciados. La necesitamos no como asignatura sino como principio rector de
nuestras decisiones en los ámbitos de la vida, las que nos afectan y las que
afecta a otros. Pero el egoísmo imperante, formulado de forma elegante por
nuestros teóricos del mercado o del mercadillo, sustitución del "gran
teatro". Pero hasta Adam Smith, muy citado y muy poco leído, entendía que
la actividad estaba encaminada al bien general, era un moralista, algo que se
olvida.
Comparto
lo expresado a continuación:
Focalizar la formación en el desarrollo de
las habilidades para ser competente en el mercado laboral es parte del problema,
según Javier Sánchez, portavoz de Podemos en el Congreso. “El desarrollo de la
personalidad es clave, y ese planteamiento lo compartimos con el PSOE y con el
ministerio”, zanja.*
La
cuestión es de una obviedad tal que ha tardado años en llegar a nuestra clase
política que, gracias a esa unanimidad, finalmente ha hecho caso a los que
clamaban por la deficiente situación, el perverso enfoque educativo de nuestro
sistema, este nocivo "laboralismo" deformador de la educación y, por
ende, de las personas. El enfoque laboral, además, se ha convertido en un
gigantesco tinglado creando un sistema laboral infame, provisional y precario,
explotador de esos jóvenes a los que promete todo, aplaude incansable... y
luego explota hasta la vergüenza. Precisamente el causante de este enfoque
reduccionista de la persona y su formación es el miedo al vacío laboral. Ese
miedo se ha convertido en un gigantesco negocio que ha permitido vender
educación continuada a los que no consiguen trabajos decentes (en términos de
sueldo), mientras que los sueldos se siguen cotizando a la baja y con brechas
de delito entre lo que cobran unos y el espejismo de sueldo que cobran otros,
cuando cobran, claro.
Pensar,
sí, es una necesidad para construir un futuro decente y no de chiringuitos.
Nuestra clase política, empresarial y educativa es responsable de este desastre
de formación que ha convertido las aulas en mero lugar de paso hacia un destino
oscuro. Las crisis económicas han sido las excusas para ocultar la penosa
carencia de ideas para el país, de proyectos ilusionantes. Dedicamos demasiado
tiempo a demostrar que no estamos de acuerdo, base de la política actual.
Necesitamos la voluntad de país, de crear una comunidad que comparta futuro,
metas hacia la que dirigirse. Hace falta que salga alguien y diga, como
Kennedy, queremos llegar a la Luna. Y se llegue. Porque la Luna nos las venden
todos los días varias veces. Es la Luna de Calígula, por citar a Camus, y no la
de Neil Armstrong, de la que conmemoraremos pronto los 50 años.
Nosotros,
como conjunto, tuvimos un día la ilusión de ir a Europa, y llegamos. Fue duro,
pero llegamos. Lo hemos olvidado. Y ese sueño nos cambió, para bien y para mal,
porque lo olvidamos pronto. La ilusión de lo común se nos ha perdido por este
malsano individualismo que deriva en egoísmo e insolidaridad, de falta de
diálogo y capacidad de entenderse.
Dice el
filósofo Emilio Lledó al conocer la noticia:
"¡Qué alegría, qué alegría, no me lo
puedo creer! ¡Con lo que he luchado yo porque cambiase!", se felicita el
ensayista Emilio Lledó al conocer la noticia. "Ojalá sea ya realidad. Lo
que ha pasado estos años ha sido un disparate", opina. "La filosofía
no es eso de andar por las nubes, no, no, la filosofía es una conciencia crítica
en el seno de la historia. Es lo que ha sido siempre", precisa el autor de
Sobre la educación. "Porque los
grandes filósofos no eran unos señores que estaban especulando por el aire,
eran gente que miraba la vida, que miraba la sociedad, la naturaleza, el
comportamiento de los seres humanos. Y luego crearon la sociedad comunicativa,
pensaron que había que reflexionar sobre lo que pasaba, sobre el bien, la
justicia, la verdad….", resume la disciplina. Y concluye: "por eso es
necesario que la filosofía se convierta para los chicos en una mirada y una
reflexión crítica sobre el mundo o la palabra".
¡Gran
verdad, aunque la cuente el periódico!, por seguir citando a Jardiel. Lo que se
dice aquí de los filósofos se debería decir de los políticos, de los
empresarios, de los educadores. Hace años irritaba a mis compañeros de
departamento cuando decía que todas las asignaturas deberían enseñar a pensar y
variar en sus bibliografías. No era un simple frase, sino la fe que te mantiene
enseñando, que no es otra que la de mejorar a las personas que llegan hasta ti
en su periodo de formación. Se trata de transmitir entusiasmo, amor por lo que
se enseña, y desde ahí sembrar las ideas de compromiso, de solidaridad con los
que no saben y pueden mejorar vida y pensamiento. Mejorar la vida ha quedado
reducido a ganar más, pero es otra cosa.
La
Filosofía es la que reúne temas que están repartidos por todos nuestros saberes
porque, efectivamente, trata de la vida y de cómo la vemos, sobre cuáles son
los valores que estructuran nuestras sociedades y formas de ver el mundo. Se trata de hacer ver la
centralidad del pensamiento como orden y la necesidad de hacerlo críticamente
para evitar los dogmas y poder mejorar.
Tengo
mis dudas sobre si la enseñanza de la Historia de la Filosofía permitirá hacer
esto y transformar el conocimiento en práctica y reflexión vital. Necesitamos
personas conscientes, pues no se trata de tener ideas brillantes, sino de
desautomatizar lo posible nuestras vidas, de reflexionar sobre ellas para tener
un mayor control y comprensión de lo que hacemos y somos. No se trata de conocimiento, como insiste nuestro
sistema educativo, se trata de encarnación,
de hacer vivo al ser humano, es decir, hacerlo sensible al mundo, a los otros.
Es el
gran pecado de las Humanidades, convertir en Historia o en normas. Se trata de
"formar" de hacernos sensibles a las ideas, de abrir el gusto
estético, etc. para darnos una vida más plena, más propia. La educación como
mera acumulación o repetición no tiene ningún sentido.
Hoy,
además, esa Filosofía se debe abrir al mundo, a otras formas de pensamiento.
Debe mostrar que es algo que sigue evolucionando, transformándose, viva.
Convertirla en museo es hacerla morir gloriosamente.
Tenemos
una Filosofía de ida y vuelta. Pero en la comedia de Jardiel el regreso era
como fantasma, un "espectro", divertido, pero espectro. Esperemos
que el regreso de la Filosofía no sea el del fantasma que recorra nuestras
aulas, sino el de la luz que nos saque de rutinas y oscuridades, de dogmas y
automatismos. Lo necesitamos. A alguno le saldrán agujetas, pero es un esfuerzo necesario. Por
ahora es solo un gesto, un gesto político de acuerdo. No echemos las
campañillas al vuelo. Ahora hay que entender lo que ha querido decir Lledó para
evitar que la Filosofía se convierta en otra rutina fantasmal.
*
"El Congreso pide por unanimidad que la Filosofía vuelva a ser obligatoria
en los institutos" El País 17/10/2018
https://elpais.com/sociedad/2018/10/17/actualidad/1539790211_552468.html
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