Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
poder. Necesitamos redefinir el poder para poder sobrevivir a lo que se
manifiesta y se avecina, las riadas de odio.
La
política ha dejado de ser el arte de la convivencia para ser el arte del
control de las voluntades. Lo que se enseña y se aprende en nuestras facultades
de Psicología, Sociología y Comunicación es el arte del poder, el arte de
hacerse con la voluntad de los otros. Ya no hay pedagogía en la política, ya no
hay preparación para el gobierno, ya no hay ilustración. Solo es necesario absorber amor y destilar
odio. Ese es el proceso. Recibir amor y lanzar al odio. Es una amor malsano, enfermizo, obsesivo, Es un odio vociferante, disfrazado de patriotismo, de defensa de virtudes. Falso amor; odio real, que estalla en ocasiones,
Los nuevos
medios y las investigaciones sobre el funcionamiento social y de las mentes permiten
hacerlo, saber cómo llegar, saber cómo hacerse con las mentes y manipularlas
para conseguir el poder. Lo que se llamó carisma político en los dictadores de la
primera mitad del siglo XX es la fascinación mediática combinada con el
contacto psíquico intenso que permiten las redes. Individuos solitarios conectados por
el odio común, excitados por los profesionales que saben qué resortes tocar
para lograr los efectos deseados. Y los indeseables.
La CNN da cuenta en sus informaciones de la masacre en la
sinagoga y resume en su titular "72 hours in America: Three hate-filled
crimes. Three hate-filled
suspects"*. No son crímenes aislados:
Consider the past week in America.
Wednesday, a white man with a history of
violence shot and killed two African-Americans, seemingly at random, at a
Kentucky Kroger store following a failed attempt to barge into a black church.
After mail bombs were being sent to people
who'd been criticized by the President, a suspect was arrested Friday -- a man
who had railed against Democrats and minorities with hate-filled messages
online.
And Saturday morning, a man shouting
anti-Semitic slurs opened fire at a Pittsburgh synagogue, killing 11 people
attending Jewish services.
Those three incidents in 72 hours shared one
thing: hate.*
Lo que comenzó con el envío de las bombas postales, siguió
por la muerte de dos personas afroamericanas, terminó con la masacre de una
sinagoga. Mientras, Trump quiere llevar al ejército a la frontera para detener
el avance de la caravana que ya ha calificado como "delincuentes",
procedentes de países que había llamado "pozos de mierda"
anteriormente.
El primer resultado de la llegada de Donald Trump a la Casa
Blanca fue la explosión de incidentes, mayores o menores, grandes o
anecdóticos, de racismo. Desde la funcionaria que hablaba públicamente de Michelle
Obama como de una "mona con tacones" al más reciente del abogado de
Nueva York que amenazaba con denunciar a los camareros a los que escuchaba
hablar español ante él. Incidentes similares a este último salían a la luz
gracias a las grabaciones de teléfonos en tiendas o lugares públicos.
El odio se dirigía hacia los hispanos, a los que se
consideraba como "violadores", "asesinos" y "narcotraficantes".
La presencia de las elecciones de mitad de mandato de este otoño hizo que Trump
redirigiera la energía movilizada contra la prensa adversa y contra los
demócratas, a los que ha llegado a acusar de estar confabulados con los rusos
para sacarle de la Casa Blanca.
El resultado son esos 11 paquetes bombas que un forofo suyo
ha dirigido a los ex presidentes demócratas Clinton y Obama, a la ex secretaria
de estado, Hillary Clinton, al ex vicepresidente Biden, a la congresista Maxine
Waters y a simpatizantes demócratas. Son enemigos
del pueblo, como lo es la prensa. La CNN también ha recibido su paquete
explosivo de odio.
El episodio de la sinagoga cierra por ahora esta racha de
odio. La política judía norteamericana es ambigua. Por un lado, se apoya a
Israel; por otro; los cristianos radicales son antisemitas. No han podido
conjugar el neo nazismo con la política pro Israel en la mente de muchos
supremacistas blancos que tienen en los judíos y en los afronorteamericanos sus
principales objetivos. No se puede pedir congruencia en estos casos y el odio
se reparte contra musulmanes, judíos y afroamericanos. Los hispanos tienen su
propia categoría para el odio.
Odio. “Los judíos son hijos de Satán”, titula el diario El
País la información sobre el asesino de la sinagoga. Nos dice que acumula
El arte de manejar las voluntades es encontrar el resorte
que mueve el miedo y el odio y redirigirlo contra los oponentes. Hay un enemigo
que llega de fuera y hay unos cómplices dentro que quieren abrir las puertas
para que destruyan el país, sus raíces cristianas,
blancas y anglosajonas. También se admiten juegos cruzados. El odio no tiene
que ser coherente, solo satisfactorio, liberador de la agresividad acumulada.
El problema es que esto se está extendiendo como se ha
extendido la camisa blanca sin corbata. En cada país emerge un candidato o
varios sin escrúpulos, que van redirigiendo el miedo (a la pérdida de los
empleos, de la sanidad, de las pensiones, de la educación, a salir de noche o
de día...) transformándolo en odio hacia los objetivos deseados. El candidato
ultraderechista brasileño ha prometido liberalizar las armas, mano dura con los
delincuentes. Duterte, en Filipinas, hizo lo mismo, predicando con el ejemplo y
saliendo a dar batidas junto a la Policía contra los delincuentes callejeros.
El odio es eficaz, especialmente cuando se cruza el punto de
no retorno, el de la pérdida de la conciencia y todo se ve con la claridad del
poseso. Entonces aparece el fanático que sobrepasa las líneas, que mata cegado por la fe en su cometido, destruir al otro, al diferentes, al contaminador.
Estas 72 horas son solo las últimas horas, las de un reloj que se pone en marcha cada vez para no contar los crímenes anteriores, los racistas, los cometidos contra la comunidad gay, los del odio en todas su manifestaciones. Ese odio está ahí, pero el fuego se acerca a la mecha que lo hace explotar. Y ese fuego es azuzado cada día, en cada discurso, en cada fin de semana de gira, en cada ocasión, de los scouts a las ligas deportivas, de los discursos a los militares a los mítines con los electores. Una y otra vez no se desaprovecha la ocasión de dividir, de dirigir los miedos hasta que estallan. La intensidad de estas últimas 72 horas no es más que la intensidad explosiva de la campaña que se avecina.
Líbranos del odio.
* Ray
Sanchez y Melissa Gray "72 hours in America: Three hate-filled crimes.
Three hate-filled suspects" CNN 28/10/2018
https://edition.cnn.com/2018/10/28/us/72-hours-of-hate-in-america/index.html
** “Los judíos son hijos de Satán” El País 28/10/2018
https://elpais.com/internacional/2018/10/27/actualidad/1540677134_215215.html
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