Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El Mundo nos los muestra sonrientes, cada uno de ellos tiene una tableta
en sus manos, una pantalla oscura, una especie de lámpara maravillosa de
Aladino de la que saldrá cualquier cosa con solo frotar su superficie con uno
de nuestros dedos. "La educación del futuro: "La formación será más
corta, por la noche y desde casa"", dice el titular situado sobre la
foto de los tres sonrientes reyes magos. "Corta",
"nocturna" y "en casa" no parece una descripción de la
educación, sino más bien otra cosa.
Las
cosas que estos tres sonrientes magos nos dicen de la educación son sorprendentes.
Antes una cosa: estos no ven el "futuro", lo diseñan. Somos tan
tontos que nos creemos que realmente tienen visiones y no que están
construyendo los planos del futuro edificio educativo al servicio de ciertos
intereses, los de aquellos que les financian y a quienes les gusta el proyecto que les presentan.
Gustar
aquí no es una cuestión estética. Es una cuestión sobre el único parámetro
posible ya: el beneficio. La instituciones educativas ya no se plantean cómo
formar mejor a las personas, sino cómo reducir gastos, aumentar beneficios,
recortar el personal, tener edificios más baratos, como hacer que la gente
llegue a ellos con la esperanza de ser aceptados por unas empresas que desean
tener personal al que no paguen o lo hagan lo menos posible al considerarlos en
formación, etc. Solo hay un criterio, el de la eficiencia. Los alumnos son
clientes que pagan por un producto y ese producto —no se dan cuenta— son ellos
mismos empaquetados y vendidos a las empresas con precios a la baja.
Así es
posible leer en el artículo declaraciones como las del primero de los entrevistados,
Joseph P. Aoun:
[...] La educación es un ascensor social que
sirve para salir de la pobreza: en EEUU, si no vas a la universidad, tus
ingresos son dramáticamente bajos. Lo novedoso de la época de la inteligencia
artificial es que esto no para cuando terminas la universidad. Tienes que
formarte durante toda tu vida para no quedarte aislado. Luego no se trata de convencer
sólo a los jóvenes, sino también a los adultos. La gente se está dando cuenta
de esto y son conscientes de que muchos de sus trabajos están en riesgo.
Estas
palabras embelesan a las universidades que se encuentra siendo cómplices del
miedo a los despidos masivos, que se consideran la forma natural en mercados
inestables e inhumanos, sin piedad. En vez de enseñar a mantener sociedades
estables, deseamos y trabajamos para un futuro inestable, angustioso, lleno de
personas con miedo a perder sus empleos a las que se les promete que con nueva
formación obtendrán unos años de paz. Como ya hemos aprendido, esto es
esencialmente engañoso, pero las propias universidades lo usan en su
publicidad, augurando mejores futuros, riqueza, la forma no de hacer gente más
solidaria o justa que acabe con la pobreza, sino gente que escape de ella
distanciándose de los marginados para no ser un paria social. Es una imagen
infame, que las propias universidades fomentan buscando la
"excelencia" y denigrando a aquellas que no ayudan a salir de esa
pobreza, gran pecado del mundo "americanizado" de las élites. Es un
mundo donde se paga muy bien al que llega de ciertos campos y se explota al que
viene de cualquier otra parte. La universidad como "ascensor social":
paga mucho y obtendrás mucho, pondrás distancia con los asquerosos parias
sociales con los que no te debes relacionar o mezclar, los que vayan a
universidades peores que las tuyas.
¿Dónde
están los ideales humanistas, ilustrados, solidarios, etc. que las
universidades públicas deben tener? ¿Dónde el ideal de extensión del
conocimiento, de una sociedad más igualitaria y culta? La cultura para quien la
paga.
Cuando
el periodista le dice que tiene 40 años y que va a hacer si ya no le sirve su
educación, la vieja educación que recibió, la contestación es:
[...] No va a tener que volver, porque usted
trabaja y tiene familia y no dispone de tiempo; la universidad va a acudir a
usted. En esta época en la que la inteligencia artificial está reemplazando
muchos trabajos, la gente necesita formarse a lo largo de toda su vida, pero no
puede pasarse uno o dos años estudiando. Así que la universidad le permite acceder
a un aprendizaje a demanda en el momento y en el lugar en el que lo necesite.
La universidad del futuro es una multiuniversidad que da formación permanente.
Se acabó eso de ser un estudiante a tiempo completo. Los programas deben ser
más cortos, de seis u ocho semanas, desde casa, para que puedan cursarse por la
noche. Habrá microtítulos que podrán ir ampliándose si el alumno quiere seguir
formándose.*
Al
miedo a la pobreza se le suma otro que ha ido creciendo en estos años: el miedo
a la inteligencia artificial, a ser sustituido tu trabajo por las máquinas que
piensan mejor que tú, que son más baratas que tú y más sumisas que tú. Cada día
aparecen más artículos sobre la inteligencia artificial y cómo va a destruir tu
empleo. Necesitas correr más que las máquinas, ser más listo, más flexible, más
variado, más formado. Pero esa distancia ante la pobreza que se nos prometía
antes se enfrenta a que la máquina es un competidor económico. Hace lo que
muchos otros empleos hacen. Hay máquinas obreras (las viejas máquinas) y
máquinas ejecutivas que piensan mejor que tú y se equivocan menos, como ya empezó
a demostrarse desde los años 70. Los expertos podían ser sustituidos por
protocolos y algoritmos con porcentajes de error menores. Los diagnósticos
médicos, por ejemplo, podían ser realizados por máquinas si se les suministraba
la información adecuada. Su porcentaje de acierto era mayor que el de los
mismos médicos. Eso hace abaratarse
el precio de los médicos, que deberán invertir más en sus carreras si quieren
alejarse de la pobreza y aceptar menos dinero para el empleo.
De
nuevo es el mismo procedimiento: la promesa de la distancia social, de alejarse
de la pobreza que se nos ofrece como escenario social futuro.
Las
empresas se meten directamente en el ámbito educativo. Con la promesa de
prácticas en las empresas y la esperanza de poder quedarse en ellas, se está
encubriendo un abaratamiento del trabajo mediante la presencia de estudiantes
en prácticas, que apenas cobran cuando no tienen que pagar a través de sus
matrículas. Pero las empresas necesitan cada vez menos trabajadores, por lo que
el valor de la promesa y la angustia del futuro aumentan, redirigiéndolos de
nuevo hacia la enseñanza con la esperanza publicitada de nuevas posibilidades.
Esto
queda claro en el diseño que se nos muestra:
La universidad del futuro debe tener un
componente práctico que permita a los estudiantes estar en el mundo real a
través de casos concretos. En Northeastearn todo nuestro programa de estudios
está centrado en lo experiencial. Nuestros estudiantes participan en lo que
llamamos 'co-op' o educación cooperativa, prácticas de seis meses de duración a
lo largo de 136 países con 3.000 empleadores y organizaciones sin ánimo de
lucro de todo el mundo a su disposición.*
La
estrategia seguida en esa "educación cooperativa" es aprovechar el
trabajo y después lanzarlos de nuevo al mercado para que lleguen los siguientes
becarios a realizar las tareas que puedan realizar. Una gran parte de las
experiencias de este tipo son frustrantes porque descubren que lo único que
consiguen al final —si no hay problemas— es un certificado para su currículum
vitae en el que se dice que han obtenido práctica.
Hace muchos años que padecemos este modelo en la sociedad española, que se ha
mostrado muy insolidaria con sus miembros, explotándolos en vez de crear una
sociedad más armoniosa y equilibrada. Eso es lo que produce gran parte de la
emigración de nuestros licenciados y doctores, que se lanzan a encontrar
puestos en los lugares en que su educación sí representa una ventaja
competitiva.
La
respuesta a la pregunta sobre si los trabajos que consiguen están bien
remunerados, la respuesta es muy reveladora:
El 90% de esos trabajos está relacionados con
su campo de conocimiento. Suelen decir de nosotros que somos la mejor agencia
de colocación laboral de todo EEUU. Cuando están en el programa de prácticas,
los estudiantes aprenden a entender la cultura de la empresa y la empresa les
entiende a ellos y les ofrece un empleo cuando terminan.*
No solo
es esquiva la respuesta sino que muestra el sentido que se le da a la
educación: ser el espacio de formación a la baja para las empresas. Esta
deformación ha causado estragos en la universidad y en la sociedad misma,
despreciando el valor de las personas y mostrando el mundo como mercado, un
espacio inmisericorde en el que las personas valen lo que producen al costo más
reducido posible.
Esto va
más allá del neoliberalismo. Es una mezcla con la peor tecnocracia tomada de
los sistemas de gestión, que solo buscan la eficiencia como forma de
enriquecimiento de unos pocos. Donde las distancia entre los que gestionan y
los que son considerados un recurso más de la empresa se agrandan hasta niveles
de desigualdad impensables. Es ese distanciamiento el que denuncian los
estudios e investigaciones: cada vez se amplía más la brecha salarial, cada vez
unos pocos ganan muchísimo más que la inmensa mayoría, a la que se tiene en un
limbo de miedo y angustia, sacándola de vez en cuando. Precariedad, tensión,
bajada de los sueldos, fraudes laborales y empresariales, etc. son el resultado
de esta sociedad hipócrita y llena de neones, a la que no le importan las
personas sino lo que se puede sacar de ellas.
¿El
resultado? Lo vemos todos los días en el ascenso de los sinvergüenzas, de los
plagiarios, de los burócratas, de los calculadores, de los demagogos, etc. Es
el fruto de los que se han educado en instituciones que no consideran que deban
modelar a las personas, sino solo sacarles el dinero, darles un título y ponerlos
en el mercado como el que lanza una botella al mar. Solo que el mensaje de la
botella es un título sobre el que se siembran dudas gracias a estos dirigentes
que los han amasado mediante amistades en los sitios adecuados.
Esta ha
sido una semana especialmente dura en el terreno educativo, para mí personal.
Después de más de treinta años en la docencia constatas que ha triunfado la
mediocridad tecnocrática, la demagogia y que hay poco que hacer porque la única
renovación posible es la educativa y esta se ha entregado a quienes le ofrecen
diseños de poco coste y mucha ganancia. No se invierte en la formación del
profesorado, en investigación, etc. sino que se les exige y mide mediante
fórmulas demagógicas y esotéricas que se les aplican y les dan forma de manera
sinuosa pervirtiendo sus objetivos.
Es un
proceso que empezó hace décadas, que se vendió como modernidad anglosajona y
que ha pervertido la totalidad del sistema desviándolo hacia el interés propio,
el cuidado de uno mismo, y la visión de los otros como medios para alcanzar un
fin, que no es otro que poder y dinero. Es lo que se consigue cuando se
entremezclan cosas de órdenes distintos y se convierten en norma dentro de las
instituciones.
Hoy ya
ha llegado a los puestos clave la generación que se ha formado bajo la
vigilancia de agencias, que consideran que la vigilancia y la burocracia son
las formas de mantener controladas a las personas y que el éxito de la
educación se mide por el número de empleados, de artículos que nadie lee pero
se publican en revistas prestigiadas por el propio sistema, que las produce para
usarlas como forma de poder y distinción.
Deberíamos
hacer un ranking de universidades contabilizando los licenciados, graduados y
doctores que se encuentran en nuestras cárceles. Tendríamos así reflejado el
verdadero efecto de la educación malsana sobre las personas, tendríamos el ranking
del éxito y de la decadencia moral de una institución que debería representar y
enseñar los valores sociales, denunciar críticamente el mal rumbo seguido para
ayudar a los que salen de las aulas a mejorar la sociedad que les recibe. Pero
el camino seguido es el contrario. Nos hemos dejado modelar por aquello que
deberíamos ayudar a corregir.
De los
otros dos reyes magos, solo uno de ellos, un alemán Gerd Leonhard, que se
dedicaba al "negocio musical", es el que reivindica todavía la
necesidad del encuentro físico, del contacto humano, en la enseñanza. Todavía
habla de "sabiduría", término que ha quedado para algún episodio de
La Guerra de la Galaxias, si sale Yoda, y poco más.
El
futuro de nuestro mundo es oscuro. Para eso están estos expertos en el futuro,
para ello hacen sus predicciones. La frase que cierra las entrevistas es "En
EEUU, el 25% desaparecerán porque no van a ser capaces de adaptarse al futuro",
a cargo del tercero de los entrevistados.
Estados
Unidos —del que historiadores, filósofos, sociólogos, culturólogos, etc.
señalan que está en profunda decadencia— es un espejo que nos da imágenes
distorsionadas. No debería ser nuestro modelo una sociedad que ha utilizado
—como se veía en el primer entrevistado— la educación como forma de distancia
social. No debería ser nuestra cultura, nuestro modelo.
Cada
vez que hablas con mucha gente, la desesperación en la misma. El aburrimiento
de un sistema en el que se ha perdido la razón en nombre de la racionalidad, la
humanidad en favor de la burocracia tecnocrática disfrazada de gestión moderna.
Se nos ha desviado de lo importante, la formación de los alumnos y la mejora
social. Esos son los fines de una universidad pública y consciente de su papel
y sentido.
La visión que nos dan es del profesor tecnócrata, un gestor, que se limita a dirigir el aprendizaje programado. Este se diseña por expertos y se desarrolla mediante acciones planificadas en las que solo hay que corregir los desvíos. Las personas dejan de ser relevantes y se apoyan en la tecnología bajo el supuesto de que nadie posee tanta información como ellas. Pasa a ser una mezcla de animador de grupo y asesor técnico sobre las materias. El empobrecimiento es total y la crisis cultural que provoca con estas práctica mecánicas las estamos padeciendo ya en sociedades como la nuestra. Solo hace falta aprender lo justo y después irse renovando a golpe de necesidad laboral. Penoso y triste, demoledor. Una mezcla de Orwell y Huxley, con unos toques de Asimov. A ellos les parecía aterrador; nosotros, en cambio, lo recibimos con los brazos abiertos de par en par.
Cada
vez se ha ido uniformizando todo, anulando la capacidad individual de ensayar
caminos educativos, en beneficio de una imagen de marca para las universidades.
Quieren parecer empresas... y no lo somos. Lo que era gestión de recursos,
ahora es ya gestión del conocimiento, diseño de lo que todos deben hacer y
repetir haciéndolos pasar por los mismos moldes. Lo demás es inaceptable o,
sencillamente, no "puntúa", la obsesión que han introducido, la
búsqueda de puntos, de méritos para conseguir las cosas. Son nuestras treinta monedas de plata, nuestro plato de lentejas. Hemos traslado el modelo por todo el sistema: control y vigilancia. Unos nos vigilamos a otros, hemos roto los lazos necesarios entre el profesorado y, lo que es peor, entre profesores y el alumnado. Han pervertido la relaciones que se generan en la enseñanza en favor de una frialdad distante y burocrática. Somo supervisores, no educadores; somos los que hacemos el recuento cada noche en los corredores de las celdas.
Los tres
sonrientes adivinadores del futuro nos deberían hacer pensar en que eso ya está
planificado para todos nosotros. Hay gente en la educación que se está
jubilando anticipacipadamente porque sencillamente no soporta esta tecnocracia
arrogante, de índices de impacto y de nula trascendencia social, en la que deben
abandonar lo que su experiencia y vocación les marca en favor de áridos caminos
que han de recorrer para que la zanahoria llegue algún día a sus bocas.
Cada
día les comprendo mejor.
*
"La educación del futuro: "La formación será más corta, por la noche
y desde casa"" El Mundo 5/010/1028
http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/10/05/5bb65636468aebbe3a8b45a0.html
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