Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
aprobación del juez Brett Kavanaugh para el tribunal supremo se presenta como
una victoria de Trump, pero a medio y largo plazo es una profunda derrota, una
bofetada más contra las instituciones. El País titula con claridad "El
Tribunal Supremo ahonda la brecha entre el poder y la sociedad en Estados
Unidos", centrándose en el problema institucional real.
Donald
Trump no tiene ningún sentido institucional. Su forma de hacer política es
antipolítica porque se centra en una victoria a cualquier precio, una cuestión
de gestión de la propia imagen como victoriosa, imbatible. Desconoce algo
esencial en política responsable: los límites.
Es cada
vez más frecuente ver políticos sin sentido institucional. Sin embargo, las
democracias se asientan en el poder y respeto de las instituciones. Colocando a
Brett Kavanaugh en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de por vida, Trump
ha erosionado de forma brutal un sector esencial, la Justicia. Y más cuando es
la política la que está pervirtiendo el resto de las instituciones poniéndolas a su servicio.
La
democracia implica un sentido político altamente institucional; por mucho
carisma que tengan las personas electas, lo han de poner al servicio de las
instituciones para mantener la estabilidad del sistema y, especialmente, la
creencia en su funcionamiento. Son las dictaduras las que anteponen la
figura del dictador a las instituciones; es en ellas en las que crean espacios
de arbitrariedad y la ley se supedita a su voluntad.
Ganando
el Tribunal, los republicanos se aseguran dos cosas: las aprobaciones y
rechazos que deseen, por un lado, y el descrédito que el juez arrastra y que
contaminará a sus compañeros. Nadie le verá como un juez justo, sino como una
perversa pieza colocada por Trump apara satisfacer su tozudez.
No se
puede colocar un juez de por vida en el Tribunal Supremo si no cuenta con respaldo social. La imagen que han dado es la de la supeditación de la ley a
alguien con un pasado turbio. No es lo mismo ser inocente a que no se pueda
demostrar su culpabilidad en los sucesos que se han mostrado. Es poco probable
que la mayoría de la población norteamericana haya creído al juez. Sin embargo,
ahí está.
La
fractura social se sigue ahondando, quebrándose más y más. Es el efecto Trump, la destrucción de las instituciones, meros instrumentos para un fin, el poder.
Las
manifestaciones de estos días en contra del nombramiento son un paso más en el
desajuste. Las mujeres se han estado manifestando desde el día siguiente a la
toma de posesión del presidente. Lo tendrán que seguir haciendo. Lo han hecho
los jóvenes por la cuestión de las armas; también tendrán que continuar luchando para que no haya más muertes es escuelas e institutos. Y las seguirá habiendo para mantener el beneficio del lobby de la armas, firmemente asentado en la política republicana como donantes.
Pero
ese es el mundo de Trump, el del machismo y el armamento; el del negacionismo
del cambio climático y el aumento del presupuesto militar; el de las guerras de
aranceles con medio mundo y el de la creación de un nuevo ejército para el
espacio; el de las noticias falsas y las injerencias rusas; el de los abrazos a
los dictadores de medio mundo... Es el mundo de Trump, un mundo que avanza
hacia el enfrentamiento social en cualquier escenario posible, en cualquier lugar.
Le
salen imitadores. La fórmula es sencilla, demagogia y descaro, mentir sin
reparo y osadía. Y ganar, ganar cualquier batalla, la más nimia, que se nos
muestre como un vencedor, alguien destinado a la gloria.
La del
juez Kavanaugh es otra mala noticia para los Estados Unidos. Es un retroceso
previsible de alguien que despierta serias dudas sobre su adecuación, salvo
para los fines que Trump y los republicanos quieren. El uso del Tribunal Supremo es
un perfecto ejemplo de la perversión de un sistema que depende de las mayorías
políticas y que lastra durante décadas un órgano decisivo. Pero la democracia norteamericana
no ha descubierto un modo de corregirlo,
solo de aprovecharlo.
Finalmente,
el descrédito de las instituciones colapsa y trae personajes como Donald Trump. Es un ciclo en el que uno trae a lo otro. El daño está hecho, pero queda mucho por delante. Cuando Trump desaparezca, Kavanaugh quedará. Cuando Kavanaugh tenga que desaparecer, el sistema quedará en evidencia. Es cuestión de tiempo.
*
"El Tribunal Supremo ahonda la brecha entre el poder y la sociedad en
Estados Unidos" El País 7/10/2018 https://elpais.com/internacional/2018/10/06/actualidad/1538859981_760472.html
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