lunes, 8 de octubre de 2018

El daño de Kavanaugh

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La aprobación del juez Brett Kavanaugh para el tribunal supremo se presenta como una victoria de Trump, pero a medio y largo plazo es una profunda derrota, una bofetada más contra las instituciones. El País titula con claridad "El Tribunal Supremo ahonda la brecha entre el poder y la sociedad en Estados Unidos", centrándose en el problema institucional real.
Donald Trump no tiene ningún sentido institucional. Su forma de hacer política es antipolítica porque se centra en una victoria a cualquier precio, una cuestión de gestión de la propia imagen como victoriosa, imbatible. Desconoce algo esencial en política responsable: los límites.
Es cada vez más frecuente ver políticos sin sentido institucional. Sin embargo, las democracias se asientan en el poder y respeto de las instituciones. Colocando a Brett Kavanaugh en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de por vida, Trump ha erosionado de forma brutal un sector esencial, la Justicia. Y más cuando es la política la que está pervirtiendo el resto de las instituciones poniéndolas a su servicio.
La democracia implica un sentido político altamente institucional; por mucho carisma que tengan las personas electas, lo han de poner al servicio de las instituciones para mantener la estabilidad del sistema y, especialmente, la creencia en su funcionamiento. Son las dictaduras las que anteponen la figura del dictador a las instituciones; es en ellas en las que crean espacios de arbitrariedad y la ley se supedita a su voluntad.


Ganando el Tribunal, los republicanos se aseguran dos cosas: las aprobaciones y rechazos que deseen, por un lado, y el descrédito que el juez arrastra y que contaminará a sus compañeros. Nadie le verá como un juez justo, sino como una perversa pieza colocada por Trump apara satisfacer su tozudez.
No se puede colocar un juez de por vida en el Tribunal Supremo si no cuenta con respaldo social. La imagen que han dado es la de la supeditación de la ley a alguien con un pasado turbio. No es lo mismo ser inocente a que no se pueda demostrar su culpabilidad en los sucesos que se han mostrado. Es poco probable que la mayoría de la población norteamericana haya creído al juez. Sin embargo, ahí está.
La fractura social se sigue ahondando, quebrándose más y más. Es el efecto Trump, la destrucción de las instituciones, meros instrumentos para un fin, el poder.

Las manifestaciones de estos días en contra del nombramiento son un paso más en el desajuste. Las mujeres se han estado manifestando desde el día siguiente a la toma de posesión del presidente. Lo tendrán que seguir haciendo. Lo han hecho los jóvenes por la cuestión de las armas; también tendrán que continuar luchando para que no haya más muertes es escuelas e institutos. Y las seguirá habiendo para mantener el beneficio del lobby de la armas, firmemente asentado en la política republicana como donantes.
Pero ese es el mundo de Trump, el del machismo y el armamento; el del negacionismo del cambio climático y el aumento del presupuesto militar; el de las guerras de aranceles con medio mundo y el de la creación de un nuevo ejército para el espacio; el de las noticias falsas y las injerencias rusas; el de los abrazos a los dictadores de medio mundo... Es el mundo de Trump, un mundo que avanza hacia el enfrentamiento social en cualquier escenario posible, en cualquier lugar.
Le salen imitadores. La fórmula es sencilla, demagogia y descaro, mentir sin reparo y osadía. Y ganar, ganar cualquier batalla, la más nimia, que se nos muestre como un vencedor, alguien destinado a la gloria.


La del juez Kavanaugh es otra mala noticia para los Estados Unidos. Es un retroceso previsible de alguien que despierta serias dudas sobre su adecuación, salvo para los fines que Trump y los republicanos quieren. El uso del Tribunal Supremo es un perfecto ejemplo de la perversión de un sistema que depende de las mayorías políticas y que lastra durante décadas un órgano decisivo. Pero la democracia norteamericana no ha descubierto un  modo de corregirlo, solo de aprovecharlo.
Finalmente, el descrédito de las instituciones colapsa y trae personajes como Donald Trump. Es un ciclo en el que uno trae a lo otro. El daño está hecho, pero queda mucho por delante. Cuando Trump desaparezca, Kavanaugh quedará. Cuando Kavanaugh tenga que desaparecer, el sistema quedará en evidencia. Es cuestión de tiempo.


* "El Tribunal Supremo ahonda la brecha entre el poder y la sociedad en Estados Unidos" El País 7/10/2018 https://elpais.com/internacional/2018/10/06/actualidad/1538859981_760472.html

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