Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
artículos del profesor Tewfick Aclimandos en el diario estatal egipcio Ahram
Online (previamente publicado en el no menos estatal Al-Ahram Weekly) siempre
muestran algún punto de interés respecto a la comprensión del país. Tiende más a los
análisis y evaluaciones de conjunto, con los riesgos y aciertos que esto
conlleva en los resultados. Las más de las veces se mueve a lo largo de la
delicada línea de tratar de comprender (y hacer comprender) un país de tanta
complejidad como es Egipto. En ocasiones, hemos comentado algunos de sus artículos,
manifestando al respecto un acuerdo o desacuerdo mayor o menor.
Esta
vez el profesor Aclimandos nos trae un texto, titulado "The discourse on
Egypt", en el que trata de asentar algunas ideas características de la
forma de percibir los egipcios su propia situación.
Empieza
el autor, como es habitual en el país y en el propio medio, con el principio
general de la incomprensión, es decir, la creencia asentada en que nadie
entiende la situación egipcia, que nadie entiende sus posturas y acciones.
Después de citar algunas palabras en este sentido, el autor señala:
My colleagues did not understand why many of
our Western colleagues “persistently underestimate the risk of civil war,” and
they did not understand how “post-modern” societies such as those in Europe
could seriously “think extremism does not pose a threat to women and
minorities”.
They did not understand why many European
analysts and scholars could spend so much time studying “stupid thinkers”
belonging to the Islamist camp.
“These thinkers simply eructate, belching out
high-sounding nonsense, and the European academics say this is deep and
beautiful logic.” A few Egyptian colleagues think the European discourse is the
legitimisation of an ongoing plot.*
Las palabras que Aclimandos recoge son parte de la letanía
oficial de quejas del régimen egipcio. ¿Por qué no nos entienden? La afirmación
parte de una presunción: ¿y si realmente sí se comprendiera de forma clara el
fenómeno egipcio, que no sería tan complicado de entender como a muchos les
gustaría? Pero es casi ofensivo decir que se entiende lo que ocurre en Egipto.
Porque a los egipcios, en el fondo, les encanta su propia complejidad, por más que esta esté más en su imaginación que en
otro sitio.
Forma parte del discurso egipcio, pues, la incomprensión.
Son tan especiales que nadie puede entender su propio drama histórico, entre
cuyas acciones se incluye la defensa del mundo, aunque este no lo sepa. Tales
afirmaciones pueden ser leídas en cualquier intervención del presidente al-Sisi
como parte del papel histórico del país y de las catastróficas desdichas que
ocurrirían de no mantener la vigilancia.
¿Se siente fascinado Occidente por los pensadores
islamistas? No lo creo. Pero lo que sí es una evidencia es la desaparición de los
intelectuales egipcios, agotada la generación que tenía algo que decir y, sobre
todo, harta de tener que justificar con palabras o silencios el autoritarismo
represivo de sus propios dirigentes. Eso es mucho más grave.
La causa es sencilla y repetida. Los pensadores islamistas
publican. Los pensadores egipcios no islamistas callan por temor a ser críticos
y a jugarse sus puestos acomodados en la academia, sus cargos en la administración,
etc. o se limitan a callarse para mayor comodidad.
Hoy Egipto es un espacio polarizado entre el silencio
precavido, que ha arrasado con magníficos periodistas, excelentes escritores,
innovadores artistas, etc., y los aduladores y propagandístas sin vergüenza ni
límites, que luchan por hacer favores comunicativos al régimen, que solo quiere
escuchar loas. Si alguien tiene algún mensaje que dar, mejor que lo guarde.
El propio Aclimandos reconoce que la investigación sobre el
país está financiada por el estado, por lo que solo sale aquello que interesa
que salga. A ello le dedicamos hace tiempo una larga entrada del blog,
señalando el silenciamiento de la investigación social. Si hay alguien se
conoce poco, son los egipcios, que reciben su imagen de un espejo pulido que
embellece cuanto se le coloca delante.
Tewfick Aclimandos señala sobre esta circunstancia de la
falta de auto conocimiento:
Study should lead the researcher to modify
these, if only because a subject seldom yields the answers one expects. But
modifying views requires time and an agile mind.
There needs to be a willingness to reconsider
assumptions and the social and academic context that allows this to take place.
Moreover, any modification should not be seen as a threat to the researcher’s
own discourse on himself. It should be seen as a way of bettering it.
These considerations are incomplete, but I prefer
to switch to another issue. Any young person, Egyptian or foreign, who studies
Egyptian society after finishing his formal education has many reasons to be
shocked.
Relations between those in power and those in
subordinate positions often look like master/slave relationships, for example.
The work ethic is not our strongest virtue.
Relations between women and men are often
despicable. The crude differences between rich and poor can be heartbreaking.
Worse, fewer and fewer people can climb the social ladder. Despite talk to the
contrary, there are low and not so low levels of violence. Political behaviour is often
grotesque.
A young scholar then has a choice: he either
thinks that this is appalling and that the country needs a revolution, or he
recognises the strangeness all about him while seeing that it seems to work.
His task then becomes how to understand it and how and why it reproduces
itself.*
La distancia, en efecto, entre los discursos oficiales
egipcios y la propia realidad es difícil de afrontar para aquel que despierta
del letargo. Aquellos artistas que tratan a través de la literatura o del cine,
de dar una visión crítica son acusados de ser enemigos de Egipto. Desde el poder se les anima a abandonar los temas que se consideran oscuros. Hasta un inocente
chiste sobre las aguas del Nilo puede hacer dar con tus huesos en la cárcel,
como a la cantante Sherine; o desahogarte ante el acoso sexual en las redes
sociales, o que un hombre te abofetee en pleno centro comercial puede hacer que
los medios se vuelvan contra ti porque pones en evidencia un insólito y bien
cultivado machismo que va de los miembros del parlamento, que piden la ablación
sumisa, a los acosadores callejeros. Hablar de lo negativo es peligroso y te aleja de las prebendas. Mejor adentrarse en lo insustancial.
Los argumentos del miedo han prosperado de forma inquietante
para justificar una realidad social cada vez más injusta, como se ha señalado
en el artículo, y no favorecer ningún cambio. Miedo a una guerra civil, miedo a
la desaparición del estado. Ambos miedos se combinan para tener que aceptar la
represión, las desapariciones, la violencia... Sirven para justificar una
justicia interesada en sostener al poder y defender a los torturadores.
Pensar que todos los que no aceptan esto son
"islamistas" es una de las falacias más infames que se han podido
realizar. E infame ha sido el régimen Egipto con todos aquellos que dieron sus
vidas en la calles intentando cambiar un régimen que no solo no ha cambiado
sino que se ha fortalecido en su intransigencia y autoritarismo, añadiendo las
gotas piadosas que han acrecentado los movimientos contra las mujeres o contra
los cristianos en las zonas en las que el sectarismo no se considera problema,
sino parte de la realidad. Las denuncias de todos estos grupos son constantes y
por ello acusados de conspiradores o desagradecidos.
Las palabras hace unos días del presidente diciendo que el
25 de enero de 2011 se usó una medicina equivocada para un diagnóstico
equivocado es una infamia contra los que se levantaron contra los abusos de la
policía en un régimen autoritario.
El discurso egipcio es hoy más oficialista que nunca, más
afecto al poder que nunca y más alejado de la realidad que nunca. Solo las
ayudas de los Estados Unidos de Trump y de la Arabia Saudí mantienen en pie a un
régimen que no admite espejos, solo espejismos.
La realidad es la de un régimen que lleva décadas en el
poder, sostenido por las familias tradicionales de jueces, policías, militares, profesores
universitarios, empresarios, periodistas, etc. una élite que sabe que su propia
subsistencia pasa por resistir, por convencer al pueblo que tanto Dios como la
Historia quiere que ellos estén ahí hasta el final de los tiempos. Si los islamistas son un problema, uno mucho mayor es el inmovilismo. Los primeros son la excusa para el segundo. Es mejor una política de enfrentamiento constante que un intento real de transformar la sociedad egipcia.
Es la triste realidad del discurso oficial egipcio, que tras
décadas de revolución nominal la situación social haya creado todas esas barreras a
las que se refiere Tewfick Aclimandos en su escrito. Son barreras sociales, elevadas por la intransigencia y la falta de interés en modernizar una sociedad olvidad en muchos puntos de su geografía o, como dice Aclimandos, demasiado cairota en sus punto de vista.
El discurso egipcio es un lamento porque se escucha o lee a
los miembros de la Hermandad y no a ellos. ¡Excusas! Es que ese discurso que
esperamos escuchar está silenciado por la realidad militar egipcia: no hay más
voz que la que sale de los cuarteles, no hay más que el aplauso y la fanfarria. La crítica no
existe y, por ello, el discurso oficial egipcio carece de interés alguno. Es oficialista,
victimista y juega a demasiadas bazas, todo ello camuflado bajo los clarines de
un nacionalismo ajado.
El régimen ha renunciado a cualquier discurso que no sea el
halago. Eso fuera no funciona. No creo que haya muchas simpatías por el discurso
de los islamistas en occidente. Pero tampoco hay ningún interés por la pobreza
de un discurso que se basa en el control de los ciudadanos, en la intimidación
de todos aquellos que desde fuera puedan ser divergentes en sus opiniones. Ni siquiera en África se ve con buenos ojos un discurso despectivo, basada en la "superioridad" egipcia. Recordemos el incidente ocurrido en mayo de 2016, en la reunión africana de Naciones Unidas, que tuvo que ser silenciado.
El
egipcio tiende a callar cuando discrepa y a elevar mucho la voz en el halago.
Son los hábitos de décadas viviendo bajo regímenes que solo han buscado la
obediencia y justificarse en la necesidad de defenderse de un mundo que no les
entiende.
Hay muchos jóvenes, mucha gente con muchas cosas que decir
sobre cómo ven el futuro de un Egipto del que no quieren verse excluidos. Pero
estos se van o se condenan al silencio en su propio país, siendo cada vez más vigilados. Ya hay acuerdo casi general en que el régimen de Al-Sisi supera al de Mubarak en represión. De nuevo la excusa del terrorismo y la posibilidad de una guerra civil. Pero la detención de críticos, de personas de base demócrata, no tiene nada que ver con estas excusas. Son estas "confusiones" las que ni occidente ni nadie entiende.
No es fácil para ningún pueblo hacer examen de conciencia, pero no es este el caso. Se trata más bien de un discurso construido desde arriba con la intención de hacer perdurar el poder y el control social. Convencidos de que nadie les entiende, están en cambio sumergidos en el error de su propia autopercepción, distorsionada por la manipulación constante.
Cada vez la imagen egipcia es más irreal y así lo reflejan sus discursos oficiales, en constante choque con una realidad que no se desea afrontar. Una vida larga en una burbuja es complicada y te acaba distanciando del mundo.
Fotografía del detenido Shawkan |
* Tewfick Aclimandos "The discourse on Egypt"
Ahram Online 13/10/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/313155/Opinion/The-discourse-on-Egypt.aspx
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