Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tiene
razón Nic Robertson, el editor diplomático de la CNN: quien tiene la sartén por
el mango es Recep Tayyip Erdogan. El principal problema es que Erdogan es
Erdogan. Si esto hubiera ocurrido en un país gobernado por alguien con interés
real por los derechos humanos, que no son muchos, este incidente tendría unas
perspectivas distintas. El problema es que a Erdogan los derechos humanos le
interesan realmente en la medida en que sirven para sus guerras a dos bandas
con los Estados Unidos de Donald Trump, quien le ha humillado y le ha llevado contra
una esquina con la presión económica sobre Turquía y su divisa, y un rival en
la zona, Arabia Saudí.
Recordemos
que no hace muchos días, Turquía llamaba al boicot patriótico de los productos
norteamericanos para contrarrestar la prepotencia del gigante norteamericano.
La bravuconería de Erdogan, sus desafíos con saltarse el boicot a Irán o sus
coqueteos con la Rusia de Putin, se tuvo que contentar con sus discursos,
micrófono en ristre, ante los suyos. Pero poco más.
Ahora,
sin embargo, la situación es la de un Trump, semi perdido, a la espera de que
los saudís encuentren una solución narrativa que no les complique demasiado las
cosas ante republicanos y demócratas, ambos horrorizados por el crimen y por
las absurdas explicaciones del paladín
occidental, su comandante en jefe. Erdogan tiene cogidos también a los
saudís, que no saben hasta qué punto las cosas que dice saber las sabe y tiene
pruebas de ellas.
Tras su
alocución de hoy, los analistas coinciden en que Erdogan no ha jugado todas sus bazas
o iba, en cierto sentido, de farol. No creo que sea exactamente así. Sabe que
es él quien tiene la capacidad de reabrir el caso, de tirar de la manta, es
decir, encontrar el cadáver, mostrar una grabación, etc. De todo ello ha dado
pequeños indicios. Lo suficiente como para que los norteamericanos y los saudís
tengan que ceder en algo.
Por lo
pronto, les ha pedido a los saudís que le manden a todos los implicados para
ser Turquía quien les juzgue, pero sabe que esto no lo van a hacer. Hay que
empezar pidiendo lo imposible y después seguir bajando, como si fuera una
subasta de pescado recién llegado a la lonja. No creo que los saudís puedan
darle nada a Erdogan, pienso que más bien se va a dirigir hacia los Estados
Unidos de Trump, algo que el presidente norteamericano teme y por eso ha
evitado una confrontación directa refugiándose en las cámaras de representantes.
Teniendo
en cuenta que ambos son dos personajes histriónicos, Erdogan ha conseguido sus
minutos de gloria al retener las miradas mundiales ante lo que habría podido
declarar hoy. Pero puede que sea solo un anticipo o una invitación a que los saudís
y los norteamericanos se enreden solos.
Tiene
razón el periodista de la CNN cuando señala respecto a la intervención de
Erdogan:
However, for the 20 minutes it took him to set
out his narrative in contradiction to the Saudi explanation, Erdogan had the
world's attention.
And he used it to maximum effect, demanding
Turkish jurisdiction over the investigation -- openly challenging the Saudi
justice minister, who over the weekend claimed the case as theirs to
investigate.
Erdogan said: "I am calling on the King of
Saudi Arabia, and the highest level of the Saudi administration. The incident
has occurred in Istanbul. Therefore, I propose that this team of 15+3 people,
18 people in total, who have been arrested, should be tried in Istanbul. The
decision will be theirs. But this is my proposition."
Khashoggi's death taking place on his doorstep
has handed Erdogan the single largest piece of leverage he is ever likely to
have over his regional nemesis, the Saudi Crown Prince.*
En efecto, a Erdogan le ha tocado la lotería en su momento
más bajo, cuando peor se encontraba, y lo tiene que rentabilizar haciendo ver
al mundo que tiene en sus manos la posibilidad de crear una nueva crisis mundial.
Pidiendo imposibles, Erdogan puede forzar el gesto, elevar la voz, gesticular
lo necesario... para que el mundo vea que es un defensor de la prensa, de los
derechos humanos y del orden internacional.
Oriente
medio, no lo olvidemos, no es un espacio político tradicional. Es más bien un
espacio de mercadeos y amenazas, de traiciones y venganzas, en el que no
existen más que los intentos de mantener el poder y evitar que los otros te
desestabilicen mediante políticas de alianzas.
El
objetivo general, por lo que parece, es cobrarse una pieza importante: la
cabeza del príncipe. Habrá otras cabezas, pero esa es la segunda del reino, a
muchos efectos la primera. Erdogan sabe que cuando más se señale la responsabilidad
directa del príncipe Mohamed Bin Salman, más difícil le será a los saudís
seguir adelante, es decir, tendrán que amenazar
o por el contrario cotizarse a la baja en muchos campos. Tendrán que hacerse
perdonar, volver a recomprar voluntades, renegociar, algo impensable hasta el
momento, como bien sabe Canadá.
España,
por cierto, les ha salido fiel y barata. Por unas cuantas fragatas en
astilleros gaditanos, nadie se ha atrevido a ser acusado en las próximas
elecciones de haber hecho perder puestos de trabajo. ¡Qué pena! ¡Qué pena habernos
quedado en potencia impotente, en país
capitidisminuido a golpe de tibieza! ¡Qué gran ocasión perdida de ir más allá de
la cervecita y las gambas en Puerto Banús, Marbella o cualquier otro lugar
comprado por los saudís desde hace décadas para sus orgías sin mirar a La Meca!
Todas estas vergüenzas, que se llaman "lazos fraternos", nos pasarán
factura más pronto o más tarde.
Ayer se
consumó en la comisión de Defensa: podremos seguir vendiendo armas precisas, construyéndoles a los saudís
fragatas para que bombardeen a quien les plazca. Sería iluso pensar que la
Unión Europea puede llegar en estos momentos a un acuerdo sobre esto. Ha sido
una de las excusas dadas en nuestro Parlamento para seguir vendiendo armas.
¡Maldito parné!
Mientras
tanto, Erdogan sigue jugando un poco más con el morbo del qué sabrá, del qué pruebas tendrá.
El caso de Jamal Khashoggi se transformará pronto en el caso Erdogan y todo
volverá a la normalidad. Se volverá a
vender armas a los saudís para tranquilidad de la Casa de Saud, para enredo de
Oriente Medio.
Terrible momento el que nos ofrece mediante fotografía el diario El País. Es el encuentro del príncipe Mohamed Bin Salman con uno de los hijos de Jamal Khashoggi, el momento del pésame entre el hijo de la víctima y aquel contra el que apuntan todas las sospechas de ser quien tomó la decisión final.
Oriente Medio está contenido en esa foto, esas manos que se encuentran hoy mientras por dentro se mantiene la ira y el deseo de venganza. Nos muestran la complejidad de una relaciones que mantienen ese espacio como un lugar de luchas, intrigas, violencia y traiciones. Entre el histrionismo de Erdogan y las miradas de esos dos hombres, forzados por las circunstancias a estrechar sus manos, se encuentra desde hace décadas esa parte del mundo que arrastra al resto en sus desafíos, rivalidades y venganzas. Al fondo, la cámara da cuenta de la gran hipocresía.
* Nic Robertson
"Erdogan holds all the cards in the Jamal Khashoggi mystery" CNN
23/10/2018
https://edition.cnn.com/2018/10/23/opinions/erdogan-saudi-bin-salman-opinion-intl/index.html
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