Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia del desmantelamiento de una red de radicalización yihadista en las
cárceles españolas es una buena noticia, por un lado, pero no tan buena por
otra. Es como un incendio que se apaga, pero primero se enciende. La mala noticia
es que es posible crear redes pese a la vigilancia, involucrando a presos
comunes a los que se radicaliza; la buena es que se ha conseguido detectar y
desmantelar o al menos es lo que se piensa.
Una red
está constituida por una serie de nodos, que son las personas que la integran,
y tiene una serie de flujos que se producen en los intercambios de información.
Puede tener una serie de puntos relevantes, que serían en este caso los que
introducen la información y crean la red misma estableciendo los contactos y
alimentándolos con las informaciones que hace circular.
En
estos casos, las redes tienen dos funciones básicas: a) el propio
adoctrinamiento; y b) la preparación de atentados en su caso. Hay también una
función fática, que es la del mantenimiento de la propia red, la que asegura el contacto.
Cuanto
más extensa y activa es una red, más probable resulta que sea detectada, pues
aumenta el número de actividades y es más fácil que se perciba algunos de los
mensajes que se intercambian. Con todo, esto necesita algo más que la
vigilancia. Como todo comportamiento puede estar sujeto a evaluación de riesgos
y probabilidades de ocurrencia en función de determinados parámetros que se
establezcan como marcadores.
El
diario El País no señala en su información sobre la detección de la red:
El control estricto sobre los presos
yihadistas se puso en marcha en julio de 2014 con un primer programa para “la
prevención de la radicalización en los establecimientos penitenciarios”, seis
meses después de que detectara que ya había 59 presos comunes que habían
abrazado la yihad durante su estancia en la cárcel. Entonces, los expertos
penitenciarios dividieron a los presos islamistas en tres grupos, bautizados
con las letras A, B y C, en función de si habían sido encarcelados por
actividades terroristas, si se dedicaban al proselitismo con otros reclusos
musulmanes o si habían sido captados, respectivamente. El programa fue ampliado
en octubre de 2016 con un plan en el que, además de detectar la radicalización,
se fijaron instrumentos para intentar desvincular a los internos de los
postulados yihadistas.
El pasado mes de febrero, Instituciones
Penitenciarias puso en marcha un nuevo instrumento para frenar el fenómeno que
denominó “instrumento de evaluación del riesgo de radicalismo violento”. Se
trata de un programa que pretende analizar la información que los funcionarios
de Prisiones recopilen en el día a día tanto de los internos encarcelados por
delitos de terrorismos como de aquellos que han mostrado signos de estar dando
pasos hacia la radicalización. Con esa información, Prisiones cuantifica
semestralmente el riesgo de que el recluso islamista “reincida delictivamente o
repita los comportamientos que le han llevado a prisión”.*
La
información no da explicaciones sobre el programa en sí, lógicamente, pero lo
más probable es que trabaje buscando pautas entre los datos recogidos. La
detección de esas pautas es la que se convierte en informativa entra el océano
de datos suministrados diariamente por el personal de cada centro
penitenciario.
Lo que
los funcionarios perciben como datos del comportamiento, se somete a un tratamiento
informatizado en el que se buscan pautas y conexiones entre ellas. Es probable
que sea algún tipo de comparación significa entre los centros lo que ha
establecido la conexión entre los agentes de la red permitiendo percibir su
"forma", es decir, el intercambio de flujos de información entre
ellos.
El
mismo crecimiento "natural" de las redes está en función del éxito en
las detenciones exteriores. Cuantos más terroristas se detienen y encarcelan,
más potencial tiene la red para su extensión por los centros. Los detenidos
pasan a ser nuevos agentes de la red, con la que entran en contacto a través de
los otros reclusos.
La
duración de las condenas es otro factor relevante en la red, pues determina además
del orden de salida, la necesidad de una más intensa actividad de
radicalización para colocar un terrorista activo en el exterior. La noticia del
diario El País habla precisamente de un preso que aprovecho uno de sus permisos
penitenciarios para atentar. Parece tener cierta lógica que los que tienen
mayor condena sean más instructores. Primero porque es la gravedad de sus
delitos lo que determina la condena, pero es también la gravedad lo que muestra
su grado de radicalización.
Una
cárcel no es un sistema aislado. Tiene su propia información interna y sus
formas de salida y entrada de información. Dicen que se han burlado las medidas
de seguridad a través de la forma más sencilla, el correo físico, al utilizar a
personas no detectadas para enviar los mensajes a otros centros. De esta forma,
los mensajes no se envían directamente entre ellos, sino con intermediarios
sujetos a menos control o vigilancia. Las visitas pueden actuar igualmente como
portadoras de mensajes para terceros.
La
vigilancia normal es pues poco eficaz, pero sí lo puede ser el análisis de los
datos en bruto, un "big data" de todo lo que se hace diariamente. De
ahí puede salir información relevante o indicadores de dónde se debe buscar,
que es lo que se ha confirmado con los registros en los diferentes centros.
El
terrorismo yihadista necesita de esos dos usos de la red: adoctrinamiento y
preparación de atentados. Los dos usos actúan como refuerzo de las redes
mismas.
El diario
El Mundo describe el origen de la operación:
La investigación se inició con la aparición
de pintadas en los patios de algunas prisiones con expresiones alusivas a Alá
características del islamismo radical. Después fueron interceptadas cartas
comprometedoras con el propósito de organizar la labor de proselitismo e
incluso se comprobó que los cabecillas empleaban a terceros, a presos comunes,
para crear la red y llevar a cabo sus labores de adoctrinamiento.**
La función de las pintadas es múltiple, entre
otras actuar como reclamo para reclutar nuevos adeptos, hacer saber que hay
gente que puede "formarles", y una manera de "marcar el
territorio" ya que pertenecer a la red significa establecer distancias con
los demás delincuentes, pertenecer a una especie de élite divina, uno de los
reclamos del proselitismo yihadista.
Ese
sentimiento de "superioridad" es el que se recoge en el diario:
Entre los reclusos instigados se encuentran
Belaid Mohand Al Lal, procedente de Melilla y preso en el centro de Huelva y
Mohamed El Mahdaoui, recluido en Estremera. Las primeras acciones del primero,
que tuvieron repercusión pública, fueron las amenazas proferidas a agentes de
la Guardia Civil mientras éstos llevaban a cabo la desarticulación de un célula
yihadista -aunque estas amenazas no tuvieron repercusión penal-.
"Vosotros amáis la vida como nosotros
amamos la muerte. Recuperaremos Al Andalus. Vuestra democracia es una puta
mierda, pronto lo pagaréis, tened miedo a morir", fueron algunas de las
expresiones utilizadas por Belahid Mohand.**
Las
amenazas y la vehemencia visionaria de los reclusos tienden a mostrar esa
"fuerza" que les alienta y que constituye un reclamo más en sí mismo.
Con este tipo de manifestaciones tratan
de mostrar precisamente su pertenencia a esa élite que actúa como un potente
atractor hacia la radicalización de terceros, que quieren obtener ese estatus a
los ojos de sus compañeros de prisión, familiares, etc. Ya no son delincuentes
y chorizos, traficantes y maltratadores, etc. sino soldados de Dios dispuestos
a sembrar su palabra a golpe de tiros, apuñalamientos, atropellos y
explosiones.
Hace unos días recibíamos la noticia del premio dado a un programa de detección de denuncias falsa, altamente eficaz en sus resultados. El análisis de pautas en el lenguaje, en el uso de palabras, permitía detectar más de un 80% de denuncias que resultaban ser falsas. Hoy podemos analizar gran cantidad de datos, crear programas que aprenden y sirven para establecer modelos de comportamiento, predicciones, evaluar riesgos, etc. La combinación de big data, inteligencia artificial y aumento de la capacidad de procesamiento son una combinación eficaz que se puede emplear de muchas maneras. En este caso, su uso es positivo.
La
importancia de la recogida de datos sobre el comportamiento en las cárceles, los mínimos incluso, los aparentemente
insignificantes, y el desarrollo de programas de análisis de detección de
pautas y correlaciones entre ellos, es enorme. La detección de redes, es decir
de formas organizadas para unos fines concretos (adoctrinamiento, preparación
de atentados, etc.) es esencial para la lucha antiterrorista y para seguir
políticas penitenciarias más eficaces.
Puede que no sea fácil desprogramar a un yihadista, pero hay que usar los métodos de que disponemos para evitar que logre sus objetivos de aumento de la radicalización y preparación de atentados en las propias cárceles. Si no se hace así, la cárcel pasa a ser un espacio de proselitismo muy ventajoso por los perfiles de los presos y las condiciones que se dan para ser reclutados.
*
"Cae una red de radicalización en las cárceles con 25 presos yihadistas
implicados" El País 1/10/2019 https://elpais.com/politica/2018/10/01/actualidad/1538422805_284974.html
^^
"Golpe de la Guardia Civil contra una red de yihadistas que hacían
proselitismo en las cárceles" El Mundo 1/10/2018
http://www.elmundo.es/espana/2018/10/01/5bb2760c46163fd07d8b45e4.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.