sábado, 20 de octubre de 2018

Un buena historia y otras mil por contar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso Khashoggi sigue el rumbo previsible. Entra en una fase nueva desde el momento en el que Arabia Saudí ha admitido la muerte del periodista en el consulado. Ahora se trata de fabricar un discurso coherente que permita salvar los papeles a unos, justificar los abrazos a otros y dé sentido a las denuncias. Es decir, se trata de llegar a un discurso que satisfaga a una, dos o las tres partes implicada en el tsunami provocado por la piedra en el estanque.
El problema para encontrar la "buena historia" es que es difícil que satisfaga a los tres, es decir, Arabia Saudí, los Estados Unidos y Turquía. La historia sería buena porque permitiría frenar el conflicto desencadenado o, quizá, sería mejor hablar de conflictos, ya que son varios los que hay en liza.
Hechos y discursos que los explican. Como nos dicen los historiadores posmodernos, la Historia no es lo que pasa sino lo que se cuenta y este contar es un acto que tiene que ver con el poder. En su "Repensar la Historia", Keith Jenkins —tras citar a Michel Foucault— expresa lo siguiente:

La historia es un discurso, un juego lingüístico; en él, la «verdad» y las expresiones similares a esta son artefactos que permiten la apertura, la regulación y la clausura de las interpretaciones. La verdad actúa como un censor que establece los límites. Sabemos que tales verdades son, en realidad, «ficciones útiles» que se encuentran en el discurso en virtud del poder (alguien las ha colocado y las mantiene allí) y que el poder utiliza el término «verdad» para ejercer su control: los regímenes de verdad. La verdad previene el desorden y es este miedo al desorden (a los desordenados) o, para decirlo de forma más positiva, es este temor a la libertad (por parte de los que no son libres) lo que la vincula funcionalmente a los intereses materiales.*

Son muchas cosas las que hay en esas escuetas líneas, de gran alcance. El problema con el que se encuentran todos ahora precisamente es el de encontrar una "ficción útil" que evite ese caos imprevisible del que hablábamos ayer al ir aumentando la complejidad de los efectos del crimen hasta hacerse incontrolable.
Hay pues una lucha de poderes por intentar hacer aceptar a los otros la "ficción" creada, es historia que reduzca el caos y lleve a una situación controlable y no negativa para esos tres órdenes de los que hablábamos ayer.


El problema que se plantea es que Arabia Saudí puede ofrecer una historia que solo acepten ellos o puede intentar construir una historia que pueda ser aceptada por los otros dos agentes en conflicto, Estados Unidos y Turquía. Y esto es muy difícil porque Turquía está devolviendo el golpe a los otros dos, como resultado de los conflictos específicos y el clima de enfrentamiento provocado anteriormente.
Mientras Arabia Saudí busca encontrar un discurso que le salve la cara a Donald Trump (no a los Estados Unidos en sí), Turquía lleva enfrascada en una guerra política, económica y de egos con los Estados Unidos.
Los saudíes han tenido el detalle expreso y delicado de no asesinar a Jamal Khashoggi en su residencia de los Estados Unidos, precisamente para no crear un conflicto con los Estados Unidos. De haberlo hecho allí, el conflicto hubiera sido otro y eso no se le hace a un amigo. Esperaron a que Khashoggi saliera de los Estados Unidos, entrara en un país en conflicto con el Reino, como es Turquía, y lo asesinaron y descuartizaron dentro de su propio territorio, es decir, dentro del consulado, diplomáticamente territorio saudí.
Estos aspectos son importantes porque establecen un grado de premeditación que entra en contradicción con la idea de que se encontró allí, por casualidad, con unas personas con las que discutió.


Donald Trump, por su parte, ha intentado ganar tiempo para ver cómo movían fichas los saudís. Transmitió rápidamente que el rey Salman decía no saber nada del asunto y que podrían ser una banda autónoma de criminales. Lo ridículo de la versión debió de servir para que algún alma caritativa le explicara que eso solo pasa en las películas y con poca frecuencia en la realidad, de la que no hay que abusar. La "ficciones útiles" tienen sus límites, como señalan Jenkins y Foucault, y hace falta mucho "poder" para imponer esa versión.

Visto lo visto, la nueva jugada de Trump es desviar hacia el congreso la toma de decisiones sobre lo que ocurra. La jugada le sirve para aparentar que las cosas importantes las consulta con los representantes del pueblo y también para desligarse de las medidas que haya que tomar, dos cosas casi imposibles. Trump es el segundo más afectado por el caso Khashoggi, después del propio periodista asesinado. El rey Salman y el príncipe que gestiona el reino tienen la llave del petróleo y la desfachatez como para usarla. Trump, en cambio, solo tiene medidas de las que después deberán dar cuenta ante el electorado y esto no se arregla a base de tuits nocturnos.
Como era previsible, las cadenas televisivas, los periódicos norteamericanos no dejan de dar información sobre el caso, frente al silencio periodístico de países como Egipto, aliados del Reino, que tratan de rebajar la tensión interna ya que también les perjudica la forma de actuar esta monarquía engreída y retrógrada.


¿Y Turquía? El gran beneficiado de este caso es Erdogan. Al presidente turco, un gran represor de la prensa y figura autoritaria, le permite: 1) atacar a sus enemigos saudíes, grandes rivales, ya que él está más cerca de Irán y Qatar; 2) atacar a Trump, que es quien le ha declarado una guerra desde distintos frentes, sumiendo a Turquía en una crisis económica de gran trascendencia, una crisis que ha dejado la libra por los suelos; 3) reivindicarse ante la comunidad internacional y su electorado como paladín de las libertades, incluida la de prensa.
Mientras a Turquía le interesa mantener abierto el caso, tanto para consumo interno, como para el exterior, a la monarquía saudí se le complica la vida, también dentro y fuera. A Trump le
¿Es posible un discurso que satisfaga las expectativas de las tres partes y, a su vez, sea asumible por la comunidad internacional, entendiendo por tal la prensa, las ONG de derechos humanos, demás países? Creo que no es fácil porque lo único que permitiría una historia aceptable sería que los enemigos enfrentados que ahora están en liza sacaran tajada todos ellos, unos de una forma y otros de otra, es decir: ¿cómo pueden Estados Unidos y Arabia Saudí aceptable por Erdogan lo ocurrido? Indudablemente tendrán que encontrar algo que satisfaga a Erdogan. ¿Es eso posible?


El asesinato de Jamal Khashoggi se produce en el área más compleja del universo conocido. Cualquier cosa que ocurra allí tiene sus repercusiones sistémicas en un espacio en el que están presentes todas las fuerzas del planeta, que tiene comprometidos a todos los gobiernos en conflictos internos y externos, a la comunidad internacional en aspectos relacionados con la economía local y global, ya que incluye al mayor productor de petróleo y a dos miembros de la OTAN, uno de ellos en relaciones adúlteras con la Rusia de Putin y con Irán, máximo enemigo de Arabia Saudí, con quien tiene abiertos múltiples enfrentamientos en la zona. Tiene además como protagonistas a tres figuras autoritarias, dos de ellas con afán por los grandes gestos histriónicos, como son Trump y Erdogan, y otro en proyección, como el príncipe Mohamed Ben Salman, MBS para sus amigos. Y se podría seguir añadiendo conflictos entre los tres, que afectan a otros, como Qatar, que además posee la herramienta de Al-Jazeera para calentar la zona, los Hermanos Musulmanes buscando recuperar terreno, etc.

La verdad es una cosa y lo que se cuenta y acepta como tal es otra distinta. La verdad la saben los que estaban dentro del consulado, de los que por cierto, ya ha muerto uno en accidente de tráfico. ¡Benditos coches!
Arabia Saudí ya ha detenido a otros cuantos y ha destituido al segundo responsable de estas cosas de la seguridad y la inteligencia. Para eso están los subordinados. El Reino no se caracteriza por una justicia especialmente transparente, por lo que un día nos contarán que los han encarcelado o ajusticiado y nos lo tendremos que creer, como lo del accidente de tráfico o que todos estaba grado por el reloj, etc.
Hasta el momento, la "ficción útil" que Arabia Saudí ha dado al mundo es esta:

La Fiscalía General de Arabia Saudí aseguró este sábado de que los resultados preliminares de su investigación sobre el caso del periodista Jamal Khashoggi muestran, según afirman, que murió en el consulado saudí en Estambul "después de una pelea con personas con las que se encontró allí", según un comunicado citado por medios estatales. Hasta ahora, Riad no había admitido que el periodista, crítico con la monarquía absoluta saudí, había fallecido, tal como habían sugerido Turquía y Estados Unidos.
"Las investigaciones están todavía en marcha y 18 ciudadanos saudíes han sido arrestados", asevera la nota, que afirma también que un asesor real, Saud al-Qahtani, y el número dos de los servicios de inteligencia, Ahmed Al Asiri, han sido despedidos de sus puestos. El comunicado no  ofrece más detalles sobre la relación de ambos con el periodista que desapareció en Turquía el pasado 2 de octubre cuando entró en la sede diplomática saudí.**



No contentará a la gran mayoría, pero el Reino ha ido dando pasos, cambiando sus negativas rotundas del principio. Llegará hasta el límite de lo que puede admitir, hasta el límite de los nombres que pueda dar y de los que pueda destituir. La cuestión es si podrán parar el tsunami. Cuando hayan llegado a su límite, empezarán a imponer la verdad por la fuerza y la amenaza. Tienen poder para intentarlo. Ellos juegan con la idea de que de la tormenta se pasa a la calma, pero está tormenta va cogiendo fuerza y aumentando de intensidad.
El senador republicano Lindsay Graham ya ha dicho mostarse escéptico ante la versión saudí. Otro senador, republicano también, John Kennedy, ha apostado por eliminar lo improbable y quedarse con lo que el sentido común le dice:


"I think Mr. Khashoggi is dead," Louisiana Republican Sen. John Kennedy told reporters on Capitol Hill. "I don't think the aliens abducted him. I don't think he fell through a hole in the space-time continuum. I think he's dead. And I think the Saudis killed him."**



Es una versión sencilla, pero aceptable, a falta de más detalles. Que venga de un republicano nos confirma que Trump va a tener problemas, que se va a quedar solo con sus compañeros del baile de la cimitarra, una exhibición que le ha salido cara. Es interesante también comprobar cómo países aliados de Arabia Saudí, como Egipto, reabren los titulares para ir acogiendo las historias que llegan del Reino y, de paso, colar algunas otras que llegan de fuera. No es fácil dar la cara por los saudíes.
Una de las cosas que aceleraron la llamada "crisis de la Historia" como disciplina, como búsqueda de la verdad, es que se usa para lo contrario, para imponer esas ficciones útiles para cumplir los objetivos propios del poder. 


Nicholas Kristof titula su artículo en The New York Times de ayer "More insulting lies from Saudí Arabia" (19/10/2018) y señala que el caso es un test para Trump y Estados Unidos en su conjunto; son amistades caras. El titular de The Atlantic (19/10/2018) explica que Turquía está tratando el caso como si se tratara de un serial televisivo, paso a paso. Así es. Es un gran tiempo para los contadores de historias. 



* Keith Jenkins (1991) Repensar la Historia. Trad. Jesús Izquierdo Martín
** "Arabia Saudí reconoce la muerte de Khashoggi y dice ahora que fue en una pelea en el consulado" El País 20/10/2018 https://elpais.com/internacional/2018/10/20/actualidad/1539988114_382377.html
** "On Capitol Hill, More Scorn on Saudi Arabia Over Khashoggi" VOA 17/10/2018 https://www.voanews.com/a/on-capitol-hill-more-scorn-on-saudi-arabia-over-khashoggi/4617697.html





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