Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario Ahram Online nos trae la noticia de una proyección dentro de sus
"Art Alert". Su titular —"Silent French classic The
Passion of Joan of Arc to screen in Cairo at Cimateque"— y el texto nos
explica que mañana domingo y el martes podrá asistirse a la proyección de la
película de Dreyer a las 7 de la tarde. También se nos indica el lugar: Cimatheque
- Alternative Film Centre, 19a Adly Street, Downtown, Cairo. En octubre
pondrán, entre otras, "Fat City", una gran película de Louis Malle,
"La soledad del corredor de fondo", un buen ejemplo del "free
cinema" británico, o una iconoclasta película (como todas las suyas) de
Todd Solonz, "Welcome to the Dollhouse".
Es un pequeño remanso de cine independiente para mentes
abiertas en una ciudad con más de veinte millones de personas, diez en la
ciudad y otros diez en los alrededores. He contado 35 butacas en ese recogido
espacio selecto en el que se puede ver lo que no es frecuente ver.
Los egipcios aman el cine. Ese amor les llevó a convertirse
en la primera potencia cinematográfica del mundo árabe. El papel de la lengua
ha sido esencial. El árabe clásico ha servido para que las obras saltaran por
encima de las diferencias coloquiales y de las variantes de las diversas zonas.
Esto permitió que El Cairo se convirtiera en el centro de producciones para
todos los países. Allí iban las estrellas de todos los países, adquiriendo fama
en todos los países de lengua árabe. Eran días en los que Egipto estaba en
plena expansión cultural y contaba con grandes artistas de la canción y del
cine, por separado o conjuntamente, como Hafez. A los públicos de entonces les
gustaba que los artistas cantaran penas y alegrías en las pantallas, convirtiendo
en grandes éxitos populares aquellas películas.
Suelo revisar las "art alert" de El Cairo o de
otras ciudades egipcias a través de la prensa. Son un indicador interesante de
lo que se quiere ver y de lo que no se ve. Creo que la última que comenté aquí
me llamó la atención por motivos parecidos a los que lo ha hecho el filme de
Dreyer, "La pasión de Juan de Arco". En aquel caso fue una
representación de "Tartufo", de Moliere lo que atrajo mi atención.
La pertinencia de los textos en un determinado momento, en
un contexto histórico, puede ser mayor o menor. Podemos escribir novelas o
hacer películas, especialmente, para hablar del mundo que nos rodea o porque
establecemos en un momento dado paralelismos o vínculos de algún tipo.
Tartufo y La pasión de Juana de Arco son dos obras
que hablan de la intransigencia religiosa, de la hipocresía. Hablan de la creencia
en su superioridad moral sobre otros, a los que consideran pecadores, locos o
traidores según los casos. Son obras que nos muestran lo pernicioso del
dogmatismo y de su falta de humanidad. Hablan de nuestra vanidad y soberbia.
En un contexto social, político y cultural como el que se
vive en Egipto hoy se pueden hacer varios tipos de lecturas del filme de
Dreyer. En última instancia, tenemos un film sobre el espíritu inquisitorial,
que es un rasgo muy extendido y que condiciona la vida del país bajo un signo u
otro.
Tras uno de mis primeros viajes a Egipto, recuerdo un debate con una
estudiante a la que tenía aprecio. Me llamó la atención su insistencia en el
valor de las "viejas películas" frente a las "nuevas", que
eran descalificadas. Normalmente se encuentra uno con la reacción contraria, el
rechazo de las viejas películas, con las que no se coincide generacionalmente.
Aquí era lo contrario.
La explicación —no fue la única estudiante en manifestarse
en este sentido— tenía que ver con el mundo de comedia representado y con el consiguiente
escapismo que proporcionaban frente a la inquietud crítica que presentaban
películas como las realizadas en la última etapa antes de la revolución de 2011
y las que siguieron, realizadas mayoritariamente por cineastas jóvenes, que trataban
de presentar su visión del mundo que vivían.
Películas como "¿El caos?" (Heya fawda, 2007), de Y. Chahine, sobre la corrupción policial y
"El edificio Yacoubian" (Marwan Hamed, 2006); "Cairo 678" (Mohamed
Diab, 2010) y "Mujeres de El Cairo" (Yusri Nasrullah, 2007) sobre el
acoso sexual, son huellas del descontento con un régimen y una sociedad. No es
solo un malestar "político"; es algo más amplio que estalló en 2011
con demandas de libertades y acabar con las diferentes formas de corrupción y
opresión que controlaba la vida de las personas, especialmente de jóvenes y
mujeres, en cuyas aspiraciones se reflejaba el hartazgo antes una sociedad
patriarcal que desoye a los jóvenes y desprecia el papel de las mujeres. Como
ya se observó entonces, aquella fue la "revolución de los jóvenes" y
pronto se cebaron en las mujeres, las que más ofendían la vista de militares e
islamistas, dos formas patriarcales y autoritarias que se disputan la sociedad
egipcia, que oscila de unos a otros, quedan los que no se suman a ninguno en un
vacío peligroso.
Eso es lo que me ha suscitado mi memoria simbólica al enterarme
de la proyección de La pasión de Juana de Arco en El Cairo. La imagen de una
joven encarcelada y torturada por unos poderosos inquisidores que unas veces lo
hacen en nombre de Dios, otra en el de la patria, pero siempre sufren los
mismos.
La actitud del nuevo régimen ante el cine ya ha quedado
definida, como lo quedó en la época de los islamistas, un periodo breve pero
muy ilustrativo en el que se persiguió a los viejos actores y cineastas, como
Adel Imam, por sus películas cómicas en las que se reían de las barbas
islamistas, como en "Kebab y terrorismo" (Sharif Arafah, 1992), una
crítica a la burocracia y al régimen de Mubarak, que los islamistas se tomaron
muy en serio, como la posterior "Al-irhabi" (Nader Galal, 1994),
también con el "odiado" Adel Imam.
Recuerdo un incidente, recién celebradas las primeras
elecciones tras la caída de Hosni Mubarak, en la que los islamistas obtuvieron
un 75% del parlamento, junto a los salafistas. Un recién elegido diputado
islamista montó un escándalo en pleno vuelo de EgyptAir exigiendo a la
tripulación que interrumpiera la proyección de la película por considerarla
"inmoral". Él, como diputado electo, se consideraba on autoridad para
hacerlo y con la responsabilidad, como buen musulmán, de impedir a los viajeros
caer por la vertiente de la inmoralidad. Ya asomaban las maneras en aquellos primeros
momentos en los que se prometían la vigilancia sobre los egipcios.
Pero el nuevo régimen, el que prometió a los egipcios
liberarlos de los islamistas, cae en el mismo autoritarismo, ejerce las mismas
censuras y sigue persiguiendo a quienes les critican o no les gusta.
Aquí comentamos el caso de la película "El Cairo
Confidential" (The Nile Hilton
Incident, Tarik Saleh 2017), un estupendo thriller que nos deja con la
corrupción policial y política en las puertas mismas del 25 de enero de 2011.
Las dificultades para su proyección en Egipto han sido grandes y han de seguir
su vida con el publico de fuera o a través de las comercializaciones de DVD o
Blu-Ray.
El presidente al-Sisi ha reconvenido varias veces a los guionistas
de series televisivas y de cine sobre los temas "adecuados" para sus
obras. No deben insistir en los aspectos negativos de la realidad; solo en los
positivos.
Se trata de crear una imagen idílica, tal como la mantenían
anteriormente sobre la situación del país y de la gente. Ni la prensa ni el
arte debe insistir en las críticas, pues se convierten en formas de difamación.
La prensa crítica ha señalado a conversión de la policía y los militares en los
nuevos héroes, querido, admirados, reverenciados, en las nuevas series de
Ramadán. La Policía ya no te detiene, tortura o hace desaparecer, como ocurría
en la época de Mubarak. La misma policía hoy ayuda a los niños a cruzar las
calles, defiende a las mujeres del acoso. Cuando hay denuncias de muertes y
torturas en las comisarías o cárceles, el ministro del Interior no deja de
señalar, tantas veces haga falta, que son meras ocurrencias sin que revelen una
forma de actuar no corregida.
Por ahora no es posible tratar la realidad de lo que ocurre
más allá de allá de 2013, como ha hecho Mohamed Diab en su Clash (2017). No es fácil explorar el presente o presentar una vista
que no te convierta en traidor o derrotista, en conspirador extranjero o en
corruptor de las buenas costumbres egipcias.
Quedarán para mejores momentos. Pero podemos ocupar una de
esas 35 butacas en un barrio cairota para recordar, a través de la mirada atormentada
de la joven Juana, la intransigencia y crueldad humanas.
Noticia de la apertura de la Cimateque en 2015 |
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