Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como si
se tratara de un sistema de relevos o una obra de teatro en la que unos
personajes entran mientras otros salen de escena, las noticias nos dan cuenta
hoy de la llegada de Jair Bolsonaro, en Brasil, mientras nos avisan de la salida
de Angela Merkel de la política alemana y la europea. La canciller Merkel ha
advertido que no se presentara a la dirección de la CSU, su partido, y que no
será candidata a un próximo mandato en las próximas elecciones alemanas.
Tampoco, ha señalado, tiene intención de presentarse a ningún cargo político.
Pese a ganar las elecciones en Hesse, la pérdida de 10% en los votos han
precipitado la decisión de dejar la política en 2021.
La
entrada de Bolsonaro y la salida de Merkel tienen algo de valor simbólico, de
mensaje a los que quieran interpretarlo como dos formas de hacer política. Se
ha hablado del nuevo presidente brasileño como una inspiración de Trump, otro
más llegado al mundo de la política en la misma onda populista.
Se
habla de Bolsonaro y de sus recetas privatizadoras, su gusto por las armas, la
presencia de militares en su próximo gobierno, etc. Todo va en una misma
dirección, la que el 55% de los votantes ha elegido como alternativa, nos
dicen, al cansancio producido por un Partido de los Trabajadores al límite de
lo aceptable, sometido a escándalos de corrupción y con poco gancho electoral.
Con
Merkel, por el contrario, se va un sentido de la política muy distinto, basado
en la mesura y en la comprensión de que no son las sacudidas violentas lo que
las sociedades modernas necesitan.
Hoy,
tras el triunfo de Jair Bolsonaro es interesante echar la vista atrás y
retroceder al origen de lo que aparece como anecdótico y finalmente se
convierte en una realidad palpable. Trump era imposible y fue; Jair Bolsonaro,
igualmente, es otra realidad salida de un proceso construido paso a paso hasta
llegar a la presidencia.
Recupero
un texto del diario Público, fechado en 2015, firmado por Agnese Marra y
titulado "¿Quiénes están detrás de las protestas en Brasil contra Dilma
Rousseff?". El preclaro artículo trata de explicar que puede ocurrir en el
futuro, es decir, lo que ya ha ocurrido hoy, quiénes son los agentes, de dónde
salen y cómo actúan. Lleva la siguiente entradilla para ponernos en situación:
"No son partidos políticos, ni sindicatos o movimientos sociales. Grupos
recién nacidos en las redes sociales, muchos sin experiencia, son los que a
través de un discurso liberal y a veces golpista, consiguieron aglutinar a casi
un millón de brasileños en las manifestaciones contra la presidenta".
Lo que
se nos describe inicialmente es un panorama similar al que será descrito no
mucho tiempo después para llevar a Donald Trump a la Casa Blanca. Muchos grupos
que han surgido gracias a las redes sociales, que las han utilizado para
conseguir un volumen suficiente y eficaz de seguidores comprometidos, logran
hacer la fuerza suficiente al apoyar a un candidato común.
Este es
el comienzo del texto:
SAO PAULO.- Son la semilla de las
manifestaciones de junio de 2013. Se asentaron en las protestas contra el
Mundial de 2014 y en las elecciones del pasado octubre comenzaron a librar la
batalla. Se declaran apartidistas. La mayoría no quiere ubicarse a la izquierda
o a la derecha, y la máxima aproximación ideológica que hacen tiene que ver con
el liberalismo económico. Claman contra la corrupción como si el Partido de los
Trabajadores fuera el único partido que la detenta. El enemigo común es el
Gobierno Rousseff, Lula da Silva y todo aquello vinculado al PT.
Hasta ahí los puntos en común. Especialmente
el apartidismo. Cuando quieren insultarse unos a otros lo hacen vinculando al
enemigo con un partido político, concretamente al Partido de la Social
Democracia Brasileña (PSDB), principal opositor. Sus diferencias se hicieron
ver en São Paulo el pasado domingo a la hora de repartirse la Avenida Paulista,
donde cada uno de ellos delimitaba con claridad su espacio para manifestarse.*
Nacidos
en las redes y curtido en las calles, con argumentos en la corrupción del
sistema. Recordemos que Brasil se enfrentó a una oleada masiva de protestas
cuando se enfrentaron a dos enormes eventos, los mundiales de fútbol y las
olimpiadas. Esto permitió sacar a la gente a la calle a protestar ante lo que
se consideraba un enorme despilfarro por parte de una sociedad necesitada de lo
básico, construir hospitales y escuelas. En esta oposición cristalizó en
movimiento de protesta, base de lo que después ocurrirá.
Se crea
un movimiento "indignado" y posteriormente se crea o busca una figura
capaz de liderarlo, capaz de aglutinar esta diversidad unida por la protesta y
dar el salto a una nueva situación.
En el
artículo se van repasando los grupos que se han formado y han crecido en esta
situación de protesta irritada contra el poder y el sistema conjuntamente. Es
decir: contra todo aquello que implica el poder y la oposición, que quedan
desbordados por el empuje de los que niegan a ambos.
Revoltados Online es el que lleva más tiempo
en las redes. También el más agresivo contra la presidenta y contra el MST
(Movimiento Sin Tierra) al que consideran el brazo derecho del PT. Su líder,
Marcello Reis fue pastor evangélico durante diez años y se define como
exejecutivo, ya que está en paro desde el pasado mes de diciembre. Fundó este
grupo en 2005 para combatir una red de pedofilia por internet, pero fue en 2010
cuando lo llevó a Facebook y cambió el foco para centrarse exclusivamente en
política. Actualmente vive pegado a su ordenador y las 24 horas del día las
dedica a Revoltados Online: "Desgraciadamente lo que más hay en este país
son corruptos, por eso estamos enfadados (revoltados en portugués) no paramos
de pagar impuestos y nos roban nuestro dinero", asegura en uno de los vídeos
que coloca casi a diario en la red.
Revoltados Online, con 700.000 seguidores en
Facebook, se declaran a favor del 'impeachment' y hasta hace poco pedían una
intervención militar
Su grupo de Facebook ya supera los 700.000
seguidores y los mensajes que deja son un cóctel donde entra desde la Iglesia y
las Fuerzas Armadas hasta una retahíla de insultos en el que "puta"
es lo más suave que le dirigen a la presidenta Dilma Rousseff. Se declaran
totalmente a favor del impeachment y hasta hace poco pedían la intervención
militar: "Es muy difícil quitarse de encima al PT, no quieren dejar el
poder, por eso habrá que ver si los militares tienen que intervenir para ayudar
al pueblo", decía Deborah Albuquerque, una de las administradoras del grupo.
Su lema es 'Juntos somos más fuertes y con
Dios a nuestra frente somos imbatibles'. Aseguran que hay que "librar una
batalla" contra el PT y "exterminar el ejército rojo" de Lula,
que según ellos sería el MST. Marcello Reis define el grupo como una
"iniciativa popular que combate a los corruptos en el poder", y
aunque Lula es considerado "el demonio" tampoco quieren saber nada
del presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (Partido de Movimiento Democrático
Brasileño ─PMDB─) o del presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB). También
desprecian al principal líder de la oposición, Aécio Neves (PSDB) y el único
político al que admiran es el diputado Jair Bolsonaro (PP), un fundamentalista
evangélico, abiertamente homófobo y racista que el pasado mes de diciembre se atrevió
a decirle a una exministra "que no la violaba porque no valía ni para
eso".
El
cóctel está claro: agresividad, desbordamiento del sistema democrático, empleo
de la religión de forma radical y visionaria, además de un odio dirigido hacia
el estado o los sistemas sociales que son percibidos como parasitarios —unos
pagan y otros se aprovechan—, nacionalistas y autoritarios, partidarios del
golpismo entendiendo que el ejército o la policía son formas tecnocráticas que
permiten la gestión y erradicación de la
violencia social. Pobreza y violencia, vinculadas, necesitan ser combatidas de
forma física, reduciendo su presencia a través de la represión. Se parece
demasiado al programa que ha llevado a Jair Bolsonaro al poder: la promesa de
combatir pobreza y delincuencia como parte de un mismo fenómeno. Este tipo de
respuesta la vemos en distintos lugares del mundo y supone entrar a tiro
limpio, como el presidente filipino, Duterte, convertido en
"justiciero", en los barrios marginales para acabar con los pobres
más que con la pobreza.
Representan
el surgimiento de un movimiento que carece de solidaridad interclases y que
busca, por el contrario, la creación de diques de contención para evitar ser
invadidos. Suena a Trump y su visión contaminante de los hispanos, convertidos
en delincuentes parásitos de los laboriosos anglosajones.
El
artículo se cierra con esta advertencia desoída:
El PT tendrá que analizar quiénes son ese
millón de brasileños que se manifestó el pasado domingo. No fueron sólo las
élites blancas, sino una clase media muy enfadada y con pocas propuestas. Por
ahora estos movimientos de redes sociales saben canalizar esta rabia que camina
sin ningún sentido. Pero en algún momento los partidos políticos tendrán que
empezar a entender el significado de estas manifestaciones, mucho más complejo
que la clásica dicotomía entre ricos y pobres.*
Esa
rabia se transforma, como lo ha hecho Donald Trump, en un odio justiciero
contra aquellos a los que se responsabiliza de la pérdida del valor social, de
gastarse los recursos de los trabajadores, de mantener "vagos". Las
privatizaciones son mecanismos convincentes para ahorrar al estado la pérdida
de los recursos comunes y el trato duro a todos aquellos que los parasitan con
su pereza, corrupción y mala gestión.
El
discurso toma la forma de los telepredicadores. No es casual, una vez más, que
el organizador en 2015 de esto, haya sido un evangélico desempleado. Es la
misma retórica en la que se entremezcla el mesianismo con una concepción
"pecaminosa" del otro, que debe ser exterminado: «Juntos
somos más fuertes y con Dios a nuestra frente somos imbatibles». ¿Cómo no va a estar Dios al frente de estos laboriosos hijos que lo
que piden al estado es que no gaste, que recorte, que cada uno se gane su pan?
Este modelo lo hemos visto y lo seguiremos viendo.
Funciona. La forma de hacer política de Merkel es ya clásico, de un mundo pre
redes sociales. Hoy los que proliferan son este tipo de personajes y este tipo
de discursos, que prenden en la gente irritada, indignada.
Son los discursos incendiarios, sembrados por estos
grupos de activistas los que desbordan los mensajes tradicionales de equilibrio
en las comunidades, de moderación, de centrismo,
que caracterizaron a los partidos políticos no hace mucho, cuando se disputaban
el centro. Hoy con esto no se consigue el poder.
Tras ellos hay muchas cosas oscuras, pero el
discurso de la corrupción generalizada funciona en todas partes tras una crisis
económica mundial y las perspectivas de otras nuevas. Nada hay más convincente
que el que te expliquen cómo te roban, cómo se aprovechan de ti, de tus
ahorros, de tus impuestos, que solo sirven para mantener vagos e inmigrantes,
etc.
Esto triunfa y lo seguirá haciendo, aquí y allí, en
todas partes en donde no se tomen medidas de corrección, en donde no se
manifieste una forma sensata de hacer política en beneficio de todos, con
discrepancias, pero sin dinamitar el sistema, apelando a la convivencia y no al
estado de guerra. El texto de El
Periódico es de 2015 y hoy, en 2018, nos explica lo que ocurre, el origen
del presente. Ya en esas fechas Bolsonaro era el objetivo, colocarlo en el
poder.
Angela Merkel, una garantía de seriedad, se va y nos
quedan los bolsonaros presentes y futuros, los incendiarios, los provocadores,
los demagogos.
Este es el programa de Jair Bolsonaro, el que le ha servido para ganar las elecciones brasileñas, según el diario La Tercera, con información de AP:
- Delincuencia: El centro de la campaña de Bolsonaro fue su promesa de reducir la elevada tasa de criminalidad de Brasil. La mayor nación de Latinoamérica es la primera del mundo en número total de homicidios. El año pasado, un récord de 63.880 personas murieron asesinadas. Muchos brasileños conviven a diario con el miedo a sufrir atracos.
- Bolsonaro presentó esta lucha como una moral, entre las fuerzas del bien y el mal. Se comprometió a dar vía libre a la policía en el uso de la fuerza y a aliviar las restricciones de armas para que la población pueda defenderse. Además, sugiere rebajar la edad mínima a la que los acusados pueden ser juzgados como adultos a 16 años.
- Economía: Según él mismo reconoce, no sabe mucho de economía, pero con su elección de un economista que estudió en la Universidad de Chicago como asesor se ganó a gran parte de la comunidad empresarial. Se comprometió a reducir el tamaño del gobierno, incluyendo recortar el número de ministerios, y a realizar una reforma de las pensiones que podría recortar al menos algunos beneficios. Además, busca privatizar muchas empresas estatales. Pero dado que se acaba de convertir a la teoría del liberalismo económico, algunos observadores se preguntan por cuánto tiempo y cómo de cerca estará de estos principios.
- Autoritarismo: Bolsonaro ha elogiado la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985, calificando ese tiempo como una época más sencilla y segura. Muchos, especialmente los disidentes que combatieron contra ese régimen, se molestaron con esa descripción, señalando que el gobierno militar torturó a miles de personas y mató a cientos. Junto a su promesa de dar “carta blanca” a la policía para balear a sospechosos y sus palabras despectivas hacia muchos grupos minoritarios, algunos temen que con Bolsonaro en el poder puedan perderse derechos civiles y se debiliten las instituciones democráticas. Bolsonaro rechazó estos temores.**
El programa se explica por sí solo. Las recetas son claras y los objetivos bien definidos. Los nuevos vientos soplan.
*
Agnese Marra "¿Quiénes están detrás de las protestas en Brasil contra
Dilma Rousseff?" Público 17/03/2015
https://www.publico.es/internacional/quienes-detras-protestas-brasil-dilma.html
** "Delincuencia, economía y democracia: Las propuestas de Bolsonaro y Haddad a estos tres temas" La Tercera / AP 27/10/2018 https://www.latercera.com/mundo/noticia/delincuencia-economia-democracia-las-propuestas-bolsonaro-haddad-estos-tres-temas/378562/
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