Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El Mundo
publica una entrevista con el presidente de Banco Popular, Ángel Ron, y dice de
él que es un banquero "sincero, pero prudente"*. La sinceridad y la
prudencia no deben estar reñidas y si lo están es que se ha metido por medio el
"silencio", que sería la prudencia del no decir, algo que no debería
llamarse "sinceridad". Sabrá El
Mundo por qué lo dice y si no se trata del acto de fe con el que debe
comenzar toda entrevista que no derive en una pérdida de tiempo o en una manipulación
del que la lee y escucha.
La más sincera declaración de la banca la escuché hace unos
días: "Los bancos están para ganar dinero y unos lo hacen mejor que
otros". No tuve que ir a ninguna rueda de prensa o citarme en la intimidad
de algún reservado. Me lo dijo la cajera que me atiende cuando voy a mi
sucursal, desde el otro lado del mostrador, mientras completaba los papeles de
una transferencia. "—¡Con la que está cayendo con los bancos!"— le
dije algo irritado. "—¡Se dicen muchas cosas de los bancos!"— me
respondió con la ironía de quien sabe que el banco que hay al otro lado de la
calle está bastante peor.
Utiliza Ángel Ron dos expresiones habituales para sacudirse
esas "muchas cosas que se dicen", una de ellas es "chivo
expiatorio" y la otra "cabeza de turco". No entra en muchos
detalles, quizá por la prudencia que se menciona en la entrada del texto.
"Es muy fácil poner a la banca de chivo expiatorio cuando aquí hay
animales de diferente condición", dice. Tiene cierta razón en ello, pues la
banca siempre ha sido poco dada a la explicación y eso tiene una ventaja y un
inconveniente. La ventaja es cierta discreción porque la banca nunca suele ser
simpática para nadie, ni en los mejores tiempos. Nuestra desgracia comenzó el
día en que los banqueros comenzaron a aparecer en la prensa del corazón y se
les dieron doctorados Honoris causa. El inconveniente es que esa misma
discreción se aprovecha en su contra por parte de los que sí tienen como
vocación la locuacidad y por arma la retórica.
Es cierto que la responsabilidad va más allá de la banca, que se extiende a esos otros animales parlanchines que hemos engendrado como sociedad. Pero no por ello deja de ser cierto la responsabilidad de la Banca. En su evaluación de la situación, Ángel Ron señala:
Estamos atravesando la peor
crisis económica que haya sufrido España en 70 años. Es una crisis brutal y muy
compleja, con tres pilares. Primero, la financiera, consecuencia de una serie
de desajustes después del estallido de la burbuja inmobiliaria. Segunda, la
económica. Venimos de una economía con un peso de la construcción superior al
12%, y las otras palancas de crecimiento todavía no aportan lo suficiente. Y
sobre estas dos crisis se superpone una crisis de deuda soberana. En la medida
en que no tengamos una solución sobre la irreversibilidad del euro, tendremos
unos costes de financiación muy altos. Insostenibles. Todo esto, mezclado, hace
muy difícil saber cuándo podremos retomar la senda del crecimiento. Vamos a
vivir un año duro de recesión en 2013.*
Esta labor analítica, de separación, es un interesante
movimiento intelectual que no puede hacerse en la realidad pues esa "serie
de desajustes después del estallido de la burbuja" prescinde de la
formación de la burbuja en la que la Banca ha tenido un papel esencial a través
de la financiación inmobiliaria al que construía y al que compraba, llevándose
por las dos partes cuando todo iba bien. La burbuja no surgió de la nada ni
estalló porque sí. Debo colocar esta omisión del lado de la "prudencia",
no desde luego en el de la "sinceridad".
En segundo lugar el excesivo peso del "ladrillo",
hasta ese 12% de la economía nacional, tampoco es casual, sino por el exceso de
inversión en el sector, precisamente porque existía una "burbuja",
una euforia que permitía ganar mucho dinero a muchos, entre ellos la banca,
evidentemente, hasta que la morosidad se ha disparado. También el hecho de que
las otras "palancas" no consigan tirar de la economía lo suficiente
es consecuencia de la política crediticia seguida porque podría haberlo
destinado a sectores empresariales emergentes, pero rentaba más hacerlo en la
especulación financiera y en la inversión inmobiliaria, como se ha podido
comprobar posteriormente.
En tercer lugar, la crisis de la "deuda soberana"
es consecuencia de las otras dos, pues surge de la falta de "credibilidad
económica" de España, que hace dispararse la prima. La
"credibilidad" no es una cuestión personal, sino el resultado la
evaluación de la confianza en que nuestra economía se pueda recuperar por sí
misma para cumplir sus compromisos. Esos compromisos se pueden cumplir si vamos
bien en eso que llama, siguiendo el tópico, la "senda del
crecimiento" que, como te descuides se convierte en la "senda de los
elefantes", el camino al cementerio. La "confianza" es un hecho
circular: tienen confianza en ti cuando mejoras, en donde "mejorar"
es un hecho complejo y relativo al ojo del que mira.
Por eso la conclusión a la que llega el señor Ron es a la
vez "prudente" y "sincera" desde la perspectiva del ojo del
banquero:
Para que vuelva el crédito no
sólo se tiene que dar el hecho de que la banca esté saneada, sino también que
la economía esté mejor. Si los planes de empresas y los gastos familiares no se
soportan con un escenario que vaya a mejor, la prudencia llevará a extremar las
condiciones de la financiación.*
No deja de ser curioso escuchar estas cosas. Sin negar la
existencia de chivos, cabras y carneros de todas las razas en la
responsabilidad de esta crisis brutal, es evidente que donde se está poniendo
el énfasis es en la recuperación bancaria. Todo lo que nos dicen los políticos
para justificar las ayudas solicitadas, su justificación social, pasa por la
fluidez del crédito hacia la sociedad y las empresas. Si no ¿qué sentido tiene
sanearla? Y es aquí donde la Banca se vuelve prudente, después de tantos años
de imprudencias: si la economía "está mejor" —y solo entonces—,
volverá el crédito.
Es difícil pensar con la mente de un banquero. O a lo mejor muy fácil, pero no los entendemos. Parece evidente que esas "palancas débiles" de nuestra economía deberían ser el futuro para evitar ese peso del 12% de la construcción en nuestro país que ha sido nuestra auténtica condena, nuestra pésima elección, la que ha hipotecado nuestro futuro. Sin embargo, parece que la única preocupación es cómo dar salida a esas 800.000 viviendas construidas en una burbuja alentada por quien concedía los préstamos para comprarlas, algo que él cifra en tres años en buenas condiciones. Señala: "[...] habría que empezar a poner grúas dentro de 18 meses para tener pisos al cuarto año". Habrá que acelerar lo de los permisos a rusos y chinos —propuesta del sector inmobiliario al gobierno— a ver si conseguimos que venga alguien con dinero a habitar ese poblado fantasma que hemos levantado.
"Tengo que decir que la banca privada cotizada no le ha
costado ni un euro al país"*, señala Ángel Ron. No sé si eso es por la
prudencia o por la sinceridad. Pero entendemos el mensaje. Quien no recibe, no
está obligado a dar.
* "'No habrá crédito si no mejora la economía'" El
Mundo 15/12/2012
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/12/15/economia/1355572860.html
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