Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Durante
su estancia en la cárcel, Antonio Gramsci realiza las siguientes observaciones sobre
el lenguaje al hilo de su lectura del libro de Bujarin La teoría del materialismo histórico. Manual popular de sociología
marxista (1921):
Todo lenguaje es un continuo proceso de
metáforas y la historia de la semántica es un aspecto de la historia de la
cultura: el lenguaje es, a la vez, una cosa viva y un museo de fósiles de la
vida y de la civilización. (48-49)
El
comentario de Gramsci sobre el funcionamiento del lenguaje en el seno de la
cultura es de amplio calado y nos plantea varias cuestiones. La idea de un
lenguaje cuya esencia es la metáfora adquiere su máxima expresión previa en el
texto de Nietzsche Sobre verdad y mentira
en sentido extramoral. La genialidad de Nietzsche fue, una vez más,
convertir la carencia en virtud. Si el lenguaje es metáfora, es en él donde se
manifiesta la creación permanente del ser humano, en su constante construcción
de metáforas ya que no existe un vínculo real entre el mundo y las palabras.
Solo tenemos el lenguaje, con su permanente construcción del sentido, un
sentido humano y, por tanto, histórico y cambiante. El lenguaje está vivo
porque es un proceso abierto de creación y es museo porque acumula los restos fósiles
del pasado.
Señala
Gramsci el problema que supone que el lenguaje nos venga del pasado para ser
usado en el presente, pues se produce un desajuste que, al variar las
condiciones históricas, puede causarnos problemas de comprensión de nuestro propio
momento y sus exigencias. Las palabras son herramientas del pasado, donde se
construyó su sentido.
Los
principales problemas que Gramsci señala son de diverso orden. Nos habla en
primer lugar de un problema "estético", que nos hace considerar más "bellas"
palabras que nos llegan del pasado, palabras con tradición, que han aparecido
en grandes obras y que dan prestancia a los discursos. Como segundo error práctico,
señala la creencia en la "utopía de las lenguas fijas y universal"
(50), error profundo que arrastra todo lo que se construya sobre estos dos principios
equívocos. El tercer error se lo adjudica Gramsci a los seguidores de Pareto y
a los pragmatistas; considera que es el "neolalismo", la creación de
nuevas lenguas —puras, sin contaminación— para superar los problemas de las
antiguas creyendo que serán más precisas y "libres de error".
Los
tres errores tienen más transcendencia de lo que se cree. Hemos perdido en
gran medida la capacidad de pensar sobre lo que supone el lenguaje y su uso, sobre
lo que implica que nuestra vida y cultura gire sobre él. En una cultura en la
que se intensifican las comunicaciones, en la que se multiplican los lenguajes,
en la que tenemos un gigantesco ruido de fondo que nos perturba y anima a no
entender, a no pensar más allá de las respuestas condicionadas inmediatas, en
un mundo amnésico, cada vez menos inserto en el análisis de sus propias causas
y razones, en el que prima la acción, incluso como "lenguaje", es
necesario volver a pensar la palabra. Ni el culto a la palabra pasada, ni a la
eterna ni a la nueva son la solución.
Dice
Gramsci:
[...] ¿es
posible quitar al lenguaje sus significados metafóricos y extensivos? Desde
luego que no. El lenguaje se transforma al transformarse toda la civilización,
al entrar nuevas clases en la cultura, al ejercer una lengua nacional sobre las
otras, etc., y asume metafóricamente las palabras de las civilizaciones y de
las culturas precedentes. (51)
Tiene
razón Antonio Gramsci. No podemos cambiar el carácter metafórico del lenguaje.
Solo podemos ser conscientes de ello y tratar de evitar, como el que va en una
barca a la deriva, que oscile demasiado y acabemos en el agua del malentendido
y del error, en el que estamos inevitablemente condenados a desplazarnos. El
lenguaje se sostiene gracias a la voluntad de comunicarnos, a nuestro deseo de
superar sus limitaciones con nuestra aspiración a salir de la soledad natural
del silencio. El lenguaje es la herramienta que nos moldea, pero no el impulso,
que es el deseo de encontrarse con el otro.
El
hecho mismo de que hayamos creado y desarrollado lenguajes tan complejos como
los que disponemos, que hayamos creado otros nuevos como los que se derivan del
arte, significa que, como señalara el teórico ruso Mijaíl Bajtin, ser es comunicarse —un acto profundamente
ético—, que ahondamos en nosotros mismos para comprendernos en los otros en un
diálogo cuya riqueza es la que le da su profundidad.
La
perversión de una civilización es la perversión de sus lenguajes. "Metafórico"
no significa "falso". La falsedad proviene del deseo de engañar, de
la perversión de la comunicación que nace de la perversión de los fines.
* Antonio
Gramsci (1971, 2009): La política y el
Estado moderno. edición del diario Público,
Barcelona.
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