Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Después
de una titánica lucha a brazo partido durante la mañana para tratar de explicar
a mis queridos alumnos la posición de Paul De Man respecto a las jugarretas del
lenguaje, los problemas derivados de su profunda retoricidad, en la que todo es tropo y nada más tropo, sin
garantías de comprensión, y con la ironía como fenómeno, como campo de batalla
por delante —hasta el fin de los tiempos—, me encuentro la demostración
palmaria de que las ideas que el crítico y teórico belga americanizado y de
pasado oscuro colaboracionista eran ciertas, al menos interculturalmente.
Leo con
asombro en diferentes medios que el oficial Diario
del Pueblo chino se ha tomado en serio un ejercicio de ironía de la revista
norteamericana The Onion, mediante el
cual se declaraba el "hombre más sexy vivo" al líder coreano
emergente —por "descenso" de su padre— Kim Jong-Un. La lectura
literal de las páginas de The Onion
ha producido este patinazo informativo que pondrá a prueba la capacidad de
rectificación del medio y del régimen chino en su conjunto.
Si el lenguaje lleva dentro de sí la semilla del malentendido, cuando tenemos que enfrentarnos a la interpretación de los textos producidos en culturas muy diferentes, podemos acabar con un desastre. Algunos se planteaban ayer si los chinos no tienen sentido del humor, algo que me parece una aberración porque todos los pueblos tienen su sentido del humor. Las divergencias se producen en las cosas por las que nos reímos y, el matiz es importante, con las que nos reímos. Hace tiempo que aprendí en carne propia los peligros de la ironía y la necesidad de evaluar sus riesgos en las relaciones con personas educadas en otras culturas. Hay que estudiar su sentido del humor casi como una asignatura específica. Y es que es ahí donde reside la mayor cantidad de convenciones de una cultura. Pensamos siempre que el humor es espontáneo, cuando ocurre precisamente lo contrario; es el espacio de los códigos y las construcciones culturales, de la intertextualidad y de la referencia permanente, el mundo del sobreentendido y de la alusión. Nada hay más artificial, constructivamente hablando, que el humor.
Que concibamos la posibilidad de que Kim Jong-Un sea considerado seriamente el "hombre vivo más sexy" depende, además del número de personas que hayamos visto en nuestra vida, de cuál es nuestro concepto de "sexy". También del exceso de bendiciones que seamos capaces de acumular en estos líderes que suelen ser personas semidivinas en sus cualidades antes de que caigan en desgracia. Esto quiere decir que, en ciertos contextos culturales, sería "aceptable" que alguien dijera que el líder es el más "sexy" de la tierra. No porque necesariamente consideraran que lo fuera, sino porque a nadie le extrañaría que, puestos a acaparar poderes como dictador que eres, también te nombraran "sexy" universal. El que sea un fanático seguidor lo verá "normal" y el que sea un disidente lo verá como propaganda, pero también "normal". Su padre, al fin y al cabo, fue despedido de este mundo por los pájaros que acudieron —sin ser forzados ni invitados— al entierro.
Más preocupante que esta diferencia sobre el atractivo de los líderes es la que nos plantea el diario ABC al señalarnos que una cadena turca ha sido sancionada con 25.000 euros de multa por el Consejo Superior de Radio y Televisión de aquel país por varios "incidentes" acaecidos con Los Simpson. Nos cuenta el diario que:
De acuerdo con el informe de este organismo,
en el capítulo en cuestión «se burlan de Dios», puesto que éste aparece
recibiendo órdenes del Demonio (quien, en concreto, le exige que le prepare un
café), y «se anima a la gente joven a ejercer la violencia mostrando los
asesinatos como órdenes de Dios». Otros de los elementos denunciados por la
autoridad radiotelevisiva son que se anima a los jóvenes «a empezar a beber
alcohol en Nochevieja», y que «Dios y el Diablo son mostrados con formas
humanas», un aspecto considerado anatema en el islam rigorista.*
Junto al
ya espinoso tema de las caricaturas del profeta Mahoma, se abre ahora otro
contencioso con Homer Simpson. El problema del monoteísmo, por definición, es
que al solo haber un Dios y ser el mismo para todos, los bien pensantes
islamistas turcos del Consejo han aplicado sus normas culturales a un mensaje
que no les estaba "destinado", es decir, algo que por definición no
entenderán por divergencias profundas sobre aquello de lo que se puede uno reír
y en qué circunstancias hacerlo. La idea de "burla" de Dios sorprenderá
a cualquiera —a cualquiera que no esté en Turquía o similares— porque no se le
ocurrirá a nadie plantearse en esos términos el asunto. Pero lo turcos de
Erdogan están mostrando sus "prejuicios" culturales frente a un
mensaje que solo por los azares de la globalización y del afán exportador ha
acabado allí. La idea de que «se anima a la gente joven a ejercer la violencia
mostrando los asesinatos como órdenes de Dios» nos lleva a considerar la serie
como un semillero de "yihadistas" violentos, lo cual le permite al
régimen mostrarse como "moderado". Lo que vemos como un chiste, allí
que están tan pendientes de las "órdenes de Dios", puede verse de
otra manera, aunque sea por vía Homer Simpson. Lo de la Nochevieja y el alcohol
y la representación de las figuras de Dios y el diablo son igualmente parte de
la ortodoxia.
Pero
Turquía parece muy preocupada por la salud espiritual de sus jóvenes y de los
medios de comunicación; por eso pone multas y encarcela periodistas. No
olvidemos que hace unos días recogíamos aquí las maldiciones —literales— del
primer ministro turco Erdogan contra los autores y cadena emisora de la serie
de gran éxito sobre Solimán el Magnífico, porque consideraba que había
demasiado harén y muy poco caballo, mucha sábana y poca bandera. La presión
sobre los medios va más allá del sentido del humor y de las producciones
extranjeras, como se ve. A lo mejor, algunos, además de tener un humor
diferente, tampoco tiene mucho. Ocurre en todas partes.
A la
pobre Paz Vega, a quien se le ha ocurrido decir que este país antes tenía "alegría"
y que las preocupaciones se la han quitado por "algo tan soez como el
dinero", la han crucificado viva y dicho de todo. Ella no se lo planteaba
como un chiste, sino precisamente como la importancia de la supervivencia de la
alegría en contextos desfavorables, vamos a decirlo así. La "alegría"
no es lo mismo que el "humor" y se puede mantener en los estados más
adversos, desde luego. Tenemos ejemplos admirables de personas que han
mantenido su "alegría" en circunstancias vitales muy difíciles. Y es
que el humor puede ser retorcido y hasta perverso; la alegría, no. Por eso nos
permitimos hacer chistes sobre casi todo, porque pueden ser irreverentes y llegar hasta donde nos dejan o un poco más allá. Siempre se ha dicho que los grandes
humoristas eran personas tristes, porque el humor parece que necesita de cierta
lucidez. La alegría es otra cosa. Es sencilla, incluso hay una "franciscana", que
es la de la renuncia. Aquí no le perdonan que, en tiempos de tanta necesidad,
llame al dinero "soez". Creo que, si lo pensamos bien, no le falta algo
de razón, y si criticamos tanto el "dinero" y la "codicia"
en otros, deberíamos haber entendido mejor la intención, pese a lo que Paul de
Man nos advirtiera sobre el "misreading", el malentedido. Aunque nos
quiten de todo, que no nos quiten la "alegría", por favor, que es lo que ayuda a
mirar la vida de frente y levantarse al día siguiente.
Estamos en un mundo en el que cuesta mantener la alegría y cuesta entender los chistes. La globalización y sus efectos, económicos y comunicativos, nos traen y nos quitan diariamente algo, para bien o para mal. Nos dan a conocer a un "sexy" dictador remoto y nos permite reírnos de un equívoco intercultural, que será sustraído a los coreanos; lleva a Homer Simpson hasta Turquía en donde es multado por irreverente y atentar contra los gustos del señor Erdogan y su forma de interpretar la tradición y las series humorísticas de animación.
Hay
pocas posibilidades de que el humor llegue a ser universal. Tampoco muchas de
que todos nos entendamos. Más allá del vacío del lenguaje, como decía Paul de
Man, está el relleno de los prejuicios.
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