Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¡Vaya
feo! No imaginé que Europa perdiera las maneras diplomáticas —y menos con su
recién recogido premio Nobel de la Paz— para decirle a la cara a Silvio Berlusconi
que en casa está mejor. Y me refiero a alguna de sus villas y no al gobierno de
Italia. Después de tanta cortesía y carantoña, tanto beso y protocolo, la
reacción ha sido fulminante. ¡Hasta el ponderado Durao Barroso le ha llamado
directamente a decirle que se quede allí y que eso del "retorno" está
muy bien para el Jedi, MacArthur, Fumanchú
o Terminator, pero que, aunque se den en él algo de todos esos personajes,
Europa no está dispuesta a volver al Bunga-Bunga italiano. Dinero tirado en
reparación de chapa; Berlusconi se queda en el garaje. Eso le han dicho, al
menos, pero veremos a ver si lo consiguen.
La
labor hecha por Mario Monti —el sobrio anti-Berlusconi— ha sido un respiro para
la crisis italiana y para el conjunto del continente que tenía por fin un
interlocutor del que se podía fiar medianamente, que no les sacaba los colores con
fotos o escándalos judiciales. Pero también les ha dado un respiro psicológico
a los italianos. Lo que haya hecho Monti, bien o mal, es parte de un trabajo de
reparación que Italia le agradecerá, aunque solo sea por su cambio de imagen
ante el mundo.
Dice
Berlusconi, que se ha quedado escandalizado ante la reacción de los líderes, que ha
sido más virulenta que la de los mercados —que ya anticipábamos—, que le ha
parecido muy poco elegante. Y no creo que jamás se haya hecho un feo más
intencionado y unánime en la historia reciente de la Unión Europea a un ex presidente
veterano como él, el que más tiempo ha pasado en la presidencia italiana, como
se ha encargado de recordar a todos. No hacía falta que lo recordara.
La confusión que nos trae Berlusconi |
Los
efectos del intento de regreso de Berlusconi no se han hecho esperar. No solo
se disparó la prima de riesgo italiana, sino que —como dice la prensa— creció
la confusión, además literalmente. El diario La Información titula: "Los vaivenes de Berlusconi siembran la
confusión de nuevo en Italia"*. Nada más cierto porque el artículo va
acompañado de una gran foto de la presentación del Festival de San Remo en su
62ª edición, como puede leerse perfectamente en un gigantesco rótulo tras los intervinientes.
En el centro de la gran mesa, el cantante Gianni Morandi, vieja gloria de la
canción italiana, se dirige a la prensa. ¡Es cierto que Berlusconi trae la
confusión! ¡Literalmente cierto! Por si la vista me falla, busco cuándo fue
aquel acto, para comprobar que no se hubiera cambiado con otra noticia del día,
pero, no, no ha sido así. El acto de presentación fue el 14 de febrero de 2012,
hace diez meses. La sola posibilidad de que Silvio Berlusconi regrese pone todo
patas arriba.
La prensa de todo el mundo ha juntado los retratos fotográficos de ambos como si fuera un plebiscito: Monti, nacido en 1943, y Berlusconi, en 1936. El empeño de Berlusconi en parecer el hijo —dentro de poco el nieto— de Monti nos muestra la distancia existencial entre el que aceptó el reto de recoger una Italia desacreditada y vejada por su líder, quien se burlaba de las leyes cambiándolas a su placer para eludir los escándalos de sus empresas y su vida personal, y el que no la abandona por más que la hunda o la lleve al ridículo universal.
Italia
ya no puede acoger a Berlusconi; no está preparada para el regreso, ni creo que
lo esté nunca. La entrada que ha hecho en Bruselas presentándose a la reunión
del Partido Popular Europeo ha sido ridícula, intentando conseguir un
protagonismo imposible. ¡Lo rápidamente que puede pasar de moda!
Él se
ha dado cuenta. Ha intentado frenar la salida de las burbujas de su vida
achampanada. Pero una vez abierta la botella, no hay retorno posible. Por eso
su intento ahora es que Monti le deba el poder, que encabece una lista que él
le haga y que mantenga a Monti a raya, atrapado en la servidumbre del chantaje
permanente. Pero no contaba con el órdago de Monti, su renuncia irrevocable
ante la primera presión. Se trataba de dejar en evidencia a Berlusconi y lo ha
logrado. Los otros partidos, que no son tontos y están entrenados, han ofrecido
rápidamente a Monti las cabeceras de sus listas y formaciones. Aprovechan su tirón y, sobre todo, evitan la resurrección
del "Caballero"; dos pájaros de un tiro. La Italia de Berlusconi
debería pasar a la Historia. El caballero Berlusconi debería ser una ruina más en un país lleno de
ellas. Poco visitada, a ser posible.
Hay que darle la oportunidad de que haga un último discurso —que no perderá ocasión de hacer— en el que, ante todo el país, ante Europa entera, se sacrifique por el bien de todos, nos cuente cómo él, Silvio Berlusconi, un auténtico caballero italiano, se sacrifica por el bien de todos, de la Humanidad al completo, si es necesario. Él, nos dirá, siempre quiso lo mejor para Italia. Para que eso ocurra habrá que hacerle muchos feos, pero ya se ha empezado.
Creo
que la confusión de la fotografía con el Festival de la canción de San Remo es
una especie de aviso, de mensaje en clave desde el lado oscuro, desde el
ultramundo, del Espíritu Santo en persona, no sé, algo que le marca el rumbo y
lo redirige hacia el mundo del espectáculo, zona que nunca abandonó pero para
la que ahora debe encontrar el decorado y el público adecuados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.