Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Algún lector pensará que me refiero a la economía española.
Pues no, esta vez no. Me refiero a las de los camellos, próspero negocio para
los que saben hacer negocios prósperos. La BBC nos da cuenta de una intrépida
emprendedora alemana (para los estándares nuestros y para los de los alemanes,
que son más altos) que se dedica a ayudar a introducir productos alemanes y a la venta de champú orgánico —elaborado con
pinos alemanes— para camellos de los Emiratos. En la zona, como ocurre con los
saudíes, les gusta montar en camello y que sus mujeres no cojan el coche. No sé
si ambas tendencias están interrelacionadas. Sea por lo que sea, esta mujer,
Birgit Maria Kemphues, ha logrado ir de puerta en puerta, de tienda en tienda,
haciendo demostraciones de lo suave y turgente que se le queda la piel a los
camellos pese a las agresiones atmosféricas de un medio tan duro como el
desierto, capaz de arruinar la piel a cualquiera.
Y es que el sol no es cosa de broma. Hace pocos días, los
medios —a falta de otras noticias interesantes en el mundo—, los medios se
hacían eco de una publicación en The New
England Journal of Medicine, y nos mostraban los perniciosos efectos solares
sobre el cutis facial de un conductor de camiones al que siempre le daba el sol
del mismo lado, el izquierdo. El lado soleado de su cara, como si fuera la Luna,
parecía veinte años más viejo que su lado
oculto. No sé si es que no se bajaba nunca del camión, si siempre viajaba en la
misma dirección y nunca volvía a su origen, o si se trataba de alguna extraña configuración
epidérmica o Expediente X. Es como si se le hubiera quedado medio cuerpo fuera
al cerrar la puerta de la Máquina del tiempo. Pues si eso te ocurre viajando en
camión por Europa, con un clima más suave, imagínate lo que te puede pasar por
el tórrido desierto.
Como este problema no lo tienen con sus mujeres, que llevan
puesta la tienda encima y no hay problema de que les dé el sol en exceso, los emiratenses se preocupan mucho por sus
camellos que, según nos enteramos por uno de los entrevistados clientes, tienen
clasificados unos por su belleza, otros para correr y otros para leche, como
nuestras tres ovejas. Y, los que pueden,
tienen algunos más como inversión. El camello es un valor seguro (un valor refugio), ya sea por estética,
velocidad o producción láctea.
De puerta en puerta con el champú |
De la misma forma que entre nosotros se ha establecido un comercio que cuida al detalle los deseos de mascotas tan ridículas como sus amos, los habitantes de los emiratos y alrededores cuidan sus camellos con mimo, solo que son bastante más útiles que los perros huskies de mis vecinos, a los que no veo nunca tirando de un trineo. En mi pueblo, que no es Alaska precisamente, a alguien se le ocurrió dedicarse al brillante negocio de la cría de huskies, con lo que se demuestra que el sentido de la oportunidad emprendedora va por barrios. Los pobres animales sufrían la gota gorda cuando llegaba el calor y solo les quedaba el consuelo del olisqueo entre compadres cuando se cruzaban los caminos de sus amos a la hora del paseo.
Es ahí, en entender estas cosas, en separar la idea con
posibilidades y la idea que nace muerta, en donde está la ocasión empresarial,
el hueco, la oportunidad, que dirían los de la mercadotecnia: aprovechar el exceso
de pinos alemanes, asignando unos cuantos bosques verdes a suavizar las
irritadas pieles de los camellos arábigos, que bien se lo merecen. Birgit Maria
no tiene que convencer a los camellos, los pobres; convence a sus amos de lo
bueno que es para todos tener un champú orgánico, aunque tenga que ponerles un
vídeo de los bosques alemanes para que se hagan una idea de lo que es un pino
germánico y cantarles O Tannenbaum, o Tannenbaum, / Wie grün sind
deine Blätter!, si hace falta! El hecho de recibir un golpe de fragancia
con olor a pino alemán en mitad del desierto proveniente de la chepa peluda de
un camello, me parece de una originalidad extrema. Hay que trabajarse así los
negocios.
En esto se ve que los alemanes nos dan lecciones a todos.
Por muy peculiar que nos parezca el negocio, es negocio. Y lo que comienza en la Selva Negra acaba en las arenas
secas de los Emiratos; de la blanca nieve a la blanca espuma. Allí donde haya
un hueco, allí está el emprendedor.
No es el único caso, desde luego. La noticia me sirve para recuperar otra, ofrecida también por la BBC (todo esto fue controlado por los británicos durante muchos años y los camellos les siguen interesando, sin duda alguna), nos habla de otro caso empresarial sugestivo. Se trataba esta vez de un joven emprendedor holandés, que también se fijó en los camellos. Tras una temporada viéndolo poco claro, sopesando pros y contras, leer mucho sobre el asunto —según confiesa— por fin se decidió.
Helados de leche de camello |
Desde el punto de vista emprendedor, es más fácil vender a
los árabes helados de leche de camella, que venderles a los holandeses queso de
bola del mismo animal. La economía es así, como el agua, busca la salida más
fácil, que suele ser la más rentable porque es la menos costosa. Si no está
convencido de ello, haga la prueba y coja a un saudí sudoroso y dele un helado de
camella y dele después a un holandés un canapé con queso de leche de la misma
hembra y verá usted los resultados. Al saudí le parecerá el helado la
culminación del refinamiento, mientras que el holandés se lo tirará a la cara y
no volverá a hablarle usted en la vida.
La economía no solo es oportunidad, sino psicología. ¡Sácale
provecho a tu joroba! Y a la de los demás.
* "Champú orgánico para los camellos del desierto"
BBC 20/06/2012
http://www.bbc.co.uk/mundo/video_fotos/2012/06/120605_video_shampoo_camello_ar.shtml
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