Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A los empresarios del sector periodístico les ha dado por
ofrecer conferencias en las que explican sus errores —los propios y los del
sector— mediante una interesante jerga comercial, descriptiva de su competencia
verbal en el asunto. Eso le ha permitido al señor Antonio Fernández-Galiano,
Presidente Ejecutivo de Unidad Editorial —la empresa editora del diario El Mundo— decir desde la tribuna de
Nueva Economía Fórum que en España hay “un exceso del número de operadores para
el mercado resultante” y que esto ha obligado a los empresarios, “por doloroso
que resulte, a adaptarse a la nueva realidad”.*
No deja de ser curioso que todas las aventuras periodísticas
comiencen con un canto a la libertad
y todas terminen con un llanto por la necesidad,
es decir, por un destino implacable ante el que no hay más cáscaras que adaptarse. Y siempre resulta llamativo este
proceso bipolar. Cuando se comienza siempre son pocos y cuando se termina siempre son demasiados.
Para predicar con el ejemplo y mostrar lo duro que esta el
asunto, su diario —El Mundo—, ha
recurrido a las informaciones de la agencia Europa Press para dar cuenta de las
palabras de su Presidente ejecutivo:
Así, ha explicado que, a pesar de
que España es "un mercado claramente inferior al británico, al francés o
al italiano" y con "un índice de lectura mucho más bajo, tiene muchos
más periódicos que esos países". Concretamente, en España hay 134
cabeceras, lo que convierte al país en el segundo con más periódicos en Europa
después de Alemania.*
En estas cosas de los mercados siempre nos ocurre igual que
con las iniciativas mediáticas, el mismo proceso bipolar. Al principio todos son
“oportunidades” porque hay mucho mercado sin ocupar y después todo son
problemas por lo mismo, porque sigue sin ocupar y no hay quien lo ocupe. Lo que al principio es un reto, pasado el tiempo se presenta como obstáculo. Es como lo del vaso
medio lleno y medio vacío. ¿Por qué no habla nadie de acabar de llenar el vaso?
Antonio Fernández-Galiano |
En términos mediáticos se puede pensar como un mercado por ganar, publico por conquistar, posibilidades de crecimiento…, y sin embargo se concibe y plantea como una especie de barrera infranqueable ante cuya solidez negativa solo se puede uno encoger, fusionar, desaparecer, adaptar, etc.
No parece pensar aparentemente lo mismo su rival y competidor, el diario El País, que mientras Antonio
Fernández-Galiano explicaba en un foro la necesidad de la reducción, lanzaba ayer
a los cuatro vientos digitales el auto celebrado como “fenómeno mediático del
siglo”, The Huffington Post en
versión española en lo verbal y norteamericana en lo laboral. Pero no nos
engañemos, ambos empresarios coinciden en lo mismo, en la teoría y en la
práctica, el mismo llanto, ya que los dos medios han realizado un ERE y las cabeceras parecen
quemarles en las manos. Ha pasado de escribir sobre los políticos a pedirle a los políticos que escriban. ¡Qué lejos los cantos!
Como en cualquier otro sector, es evidente, la demanda
determina las posibilidades de crecimiento, subsistencia o hundimiento. Pero a
diferencia de otros sectores, el periodístico depende de factores muy variados de
orden social y político, en sentido cívico, que confluyen de los lectores. Los ciudadanos se informan a través de los medios. La prensa, en sentido
amplio, refleja ese interés por lo público, por lo que nos concierne a todos.
Descenso de los medios gratuitos |
¿Es la desaparición de los medios un síntoma del desinterés por lo público? Más bien el resultado de la incapacidad de generar interés de los propios medios. El interés no es el sensacionalismo, sino la preocupación por la cosa pública. El populismo informativo se acaba pagando a medio plazo ya que los medios tienen que ir contra su propia naturaleza, es decir, hacia lo trivial espectacular. Si el eje de la actividad periodística es la noticia, es decir, aquello que tiene transcendencia social y debe ser por ello conocido por todos, la trivialidad sensacionalista acaba distorsionando la realidad. Y la realidad es la materia prima del periodismo. Se olvida con frecuencia.
Lo que se está pagando en España es el proceso de desinterés
por lo público, lo que en su momento comenzó a llamarse pasotismo, y que hoy es recabado y rentabilizado por fórmulas de atracción de la atención, el gran negocio. Nunca han estado
tan cercanos a los medios como ahora, tan conectados, pero jamás ha circulado
tanta trivialidad.
La competencia de los medios entre sí es relativa, no irrelevante. La verdadera competencia es la que se da entre la noticia y la trivialidad. Lo que importa es el global del interés para el sector, que sería la demanda general de información. Olvidamos con demasiada frecuencia que eso que llamamos “hábitos de consumo”, en el campo de la información significan “cultura”, hábitos culturales. No es lo mismo comerse un helado que leer un periódico, leer un libro, ver una película. Los elementos informativos nos modifican culturalmente y reorganizan nuestra demanda futura; se llama “interés”, el deseo de estar más y mejor informado. La información crea demanda de más información. La publicidad falla por la crisis, sí, pero sobre todo por la pérdida de interés informativo.
Los medios deben contribuir a la mejora cultural si quieren
que la gente desee estar informada, ya que esto es un rasgo, un síntoma de
cultura. Por el contrario, la conversión de la cultura en espectáculo condena a
la trivialidad, y la trivialidad a una competencia con otros medios que se
mueven con ventaja en ese terreno. Por eso el comentario de Fernández-Galiano con
el que se cierra su análisis no deja de necesitar matizaciones:
[…] ha recordado que los
artículos periodísticos son productos "caros" que hay que saber poner
en valor ante los lectores, por lo que ha abogado por tratar de conectar con
las nuevas generaciones y realizar contenidos que logren captar su interés.*
Se equivocan al confundir el interés de los medios por el
interés por la realidad. No se trata de que la gente se interese por los
medios; se trata de que la gente se interese por lo que ocurre a su alrededor y
le afecta. Entonces recurre a los medios. Los medios deben satisfacer esa necesidad, no crearla, pues de hacerlo
entran en competencia con otros tipos de medios que compiten por la atención.
La muerte de la información es la muerte de la ciudadanía, puesto que es el ciudadano
el que debe querer estar mejor informado sobre lo que le afecta. Y el ciudadano
está por naturaleza necesitado de información; solo los súbditos no la necesitan
puesto que no tienen nada que decidir. Si no desea informarse es que se ha
convertido en un consumidor político,
ha materializado lo público hasta el nivel de cualquier objeto.
Se ha perdido de vista el valor esencialmente público de la información en beneficio de un valor de producto que es negativo a la larga. Cuando la noticia se convierte en “contenido”, malo. No es algo que me interesa porque ocurre y me afecta, sino algo que se hace para entretenerme. Los periódicos nacieron porque había una necesidad de estar informados. Morirán si no se percibe esa necesidad.
Se ha perdido de vista el valor esencialmente público de la información en beneficio de un valor de producto que es negativo a la larga. Cuando la noticia se convierte en “contenido”, malo. No es algo que me interesa porque ocurre y me afecta, sino algo que se hace para entretenerme. Los periódicos nacieron porque había una necesidad de estar informados. Morirán si no se percibe esa necesidad.
Lo peor de todo esto es que es el resultado, en gran medida
ya que hay otros factores, de la acción suicida de los propios medios que, para
ganar más, fueron perdiendo identidad.
Los gurús de esto señalaron el camino equivocado porque vieron antes el negocio
que el origen del negocio. La
trivialidad es una forma de burbuja que en algún momento se deshincha.
Entre el canto y el llanto, se han cometido demasiados
errores. No deja de ser curioso que hoy se pida adaptarse a la “nueva realidad”
cuando se ha hecho todo lo posible para llegar a ella. Sobran periódicos porque faltan muchas cosas.
Efectivamente de acuerdo en que el periodismo sí sufre una crisis y no un cambio de paradigma, tal y como propone sutilmente el Sr.Cebrián.
ResponderEliminarTanto por motivos de intrusión de la trivialidad en detrimento de la información veraz y necesaria para los ciudadanos como por los brutales despidos y reducciones de derechos de los periodistas, nos damos cuenta al abrir los periódicos muchas veces de esa destrucción paulatina del sector desde dentro, pero por culpa de unos cuantos desgraciados que desgracian a los buenos periodistas que tienen por debajo. Como en otros ámbitos, el que tiene el poder quiere más y destruye aquello por lo que empezó a luchar (veracidad, valores éticos, compromiso...) por un plato de lentejas quitado al primogénito, quien no es sino el pueblo, las personas que buscamos autenticidad en la vida.