Joaquín Mª Aguirre(UCM)
El criminal de Oslo y la isla de Utoya, Anders Breivik,
reivindica su cordura. Esa es su línea de defensa y la de su abogado. Como se
pudo adivinar desde el principio, Breivik no está dispuesto a que su “heroicidad”
quede registrada por la historia como los actos de un criminal loco, de un enfermo. Y eso impulsa a los
demás a considerar más plausible su locura. Por eso hay que escuchar a su
abogado, del que nadie duda que esté cuerdo y dice lo mismo, que Anders Breivik
no está loco, que actuó por “necesidad”. La CCN mexicana nos lo cuenta así:
Lippestad argumentó que Breivik
eligió a sus objetivos por motivos políticos y que no atacó a gente no
política, como al capitán del barco que tomó para llegar a Utoya y los niños
más pequeños de la isla.
El abogado dijo al tribunal que
compartía la opinión del fiscal de que los ataques, a los que llamó "un
cruel acto de terrorismo", eran demasiado horribles para ser verdad.
Pero dijo que la cuestión clave
para su cliente era saber si actuó bajo el principio legal de la
"necesidad".*
La “necesidad” es trasladar la maldad de las ideas atrincheradas
en la mente de Breivik a la sociedad noruega en su conjunto. El abogado del
criminal quiere presentarlo como un cirujano al que le toca realizar una desagradable amputación
para evitar la gangrena. Imaginamos que el letrado cuenta con el beneplácito de
Breivik o que, posteriormente, ha sido seducido por sus discursos sobre el
estado de la sociedad.
Cuanto más desproporcionada y delirante sea la defensa de
Breivik, más tentados estarán los jueces a considerarlo como una locura; cuanto
más niegue la locura Breivik, más tentados estarán a considerarlo enfermo. Breivik
defiende su cordura, que es la de sus
crímenes. “De los que me han examinado, en total 37 personas altamente
cualificadas, de esas 37 personas, 35 no han encontrado ningún síntoma”**, ha señalado
Breivik satisfecho al tribunal, según recoge La Vanguardia.
El argumento de la “necesidad” es el que le permite salvar
todas sus piezas personales y políticas, el que le salva de sí mismo, ya que le
muestra como un salvador y no como un destructor de su país. Para él, sus actos no son más
que el sacrificio heroico que realiza alguien que ama profundamente a su patria.
Los equivocados, los que deberían estar sentados en un banquillo, son todos
aquellos que han querido convertir Noruega en un estado “multicultural”, un
país repleto de musulmanes.
El criminal y meticuloso recorrido de Breivik por la isla de Utoya |
Breivik relató hace meses —y aquí lo comentamos— cómo se
había sometido a un intensivo tratamiento de deshumanización, de anulación sentimental para poder realizar la tarea
de exterminio sistemático de personas a las que disparaba a pocos centímetros,
mirándolas a la cara, impasible, guiado por la luz interior de su sacrificio por la patria. Fue una labor meticulosa. Se lavó el cerebro a sí mismo hasta convertirse en una máquina.
No debemos confundir deshumanización con locura, ya que sus
acciones fueron elegidas previa y fríamente. Fue con posterioridad y por decisión propia
cuando Breivik fue perdiendo lo que hubiera repugnado a una persona en
condiciones normales. Pero el hecho determinante es que si Breivik era una
máquina de matar, se había programado a sí mismo.
En su momento comentamos que se llegaría al punto de tendríamos que elegir entre la locura y la maldad, entre considerar que todo ha sido fruto
de la mente de un enfermo o que lo ha sido de “ideas” equivocadas que niegan a
otros la existencia. La insistencia en presentar a Breivik como un activista
político confirma que él quiere pasar a la historia como un ser lúcido y condenado por ello; quiere
convertirse en un “preso político”. Nuestra experiencia nos dice que se busca
siempre la salida que esquive las condenas, que los acusados prefieren
declararse locos antes que ser
condenados. Pero eso no vale para Breivik que ha antepuesto, dentro de su
visión heroica de sí mismo, las ideas a su propia persona.
Breivik, en términos ajedrecísticos, no es el “rey”, que sería
la “ideología”; él es un peón que puede sacrificarse. Esa decisión ya la tomó
cuando preparó sus crímenes. No había plan de huida. Breivik sigue jugando con blancas, imponiendo a los
demás sus escenarios a los que deben ajustarse. Acto primero, los crímenes;
acto segundo, el juicio. Habrá que esperar a ver cuál es su siguiente
movimiento, porque lo tendrá.
La sociedad, mientras tanto, da ejemplo de cordura y se
distancia de Breivik y de su ideología racista y xenófoba. Breivik no pretendía
acabar con sus enemigos; solo dar un toque de atención, con setenta y siete
muertos. Y eso lo ha hecho. El posible veredicto de locura para Breivik no debería
ocultar que su ideología no surge de los genes o de una infancia difícil.
Breivik llega a ella porque la tiene delante, en mitad de su camino, disponible
para sumergirse en ella. No es una fantasía de un loco, por más que él lo esté.
Es un cáncer social que puede extenderse. Ese era su objetivo principal.
Tanto enfermo como cuerdo, Breivik es irrecuperable. Es
dañino en todos los sentidos. Y ahora, desde la soledad de su celda penitenciaria
o desde el aislamiento de su habitación en un psiquiátrico, contará los días
que faltan para que su proyecto de una Noruega limpia de todos aquellos que la contaminan prospere. Ya sea por
locura o por maldad, es un hombre satisfecho. Ahora, el mayor peligro de Anders
Breivik es su sonrisa y lo que se esconde tras ella.
* "El abogado de Breivik pide su absolución y que lo
declaren cuerdo" CCC México 22/06/2012 http://mexico.cnn.com/mundo/2012/06/22/el-jucio-de-breivik-por-la-muerte-de-77-personas-en-noruega-termina
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