Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El Comisario Europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn,
señaló en entrevista al diario El Mundo cuál era el sentido de la “ayuda”, “crédito”
“intervención” (elija lo que proceda) a los bancos españoles.
Bruselas —nos dice El Mundo— recuerda también que la deuda de España es más
baja que en otros muchos países de la zona del euro e incide en que
"España está tomando acciones decisivas para asegurar la sostenibilidad de
sus finanzas públicas, incluida la reducción del gasto excesivo de las
Comunidades Autónomas (regiones), que ha sido un problema importante".
Rehn confió en que con estas
medidas el país logre reforzar su potencial de crecimiento y asegurar el
regreso a una senda de crecimiento sostenible y creación de empleo.*
Olli Rehn |
Es necesario, absolutamente necesario que la inversión en
España se traduzca en la creación de puestos de trabajo. Es de ahí de donde tiene
que partir la producción por activación del consumo y la activación del consumo
por el aumento de la producción. Somos productores y consumidores. Se olvida
con demasiada frecuencia que el tejido económico de la sociedad se basa en que
el dinero se mueva al máximo para poner en marcha el mayor número posible de
sectores. Con unos bancos, obligados a cubrirse las espaldas por la normativa
más estricta y tapar sus agujeros, que no hacen llegar el crédito a las
familias ni a las empresas, es difícil que se ponga en marcha nada.
El problema de España tiene dimensiones y naturaleza
diferente al de otros países y eso es parte de la reacción europea en la
solución dada. No hace mucho, desde Bruselas se recogía que España tenía un “problema
especial” añadido. Ese problema es nuestro paro crónico y sus consecuencias cancerígenas sobre la economía. Nuestro
elevado y constante desempleo ha ido minando nuestro sistema produciendo una
distorsión de la que solo es posible salir modificando el modelo de producción,
ampliándolo a nuevos sectores que permitan una demanda mayor y una mayor
exportación.
La solución —que algunos dan— de la movilidad es de libro, no real. Pensar que todo el
que no encuentre trabajo debe emigrar, no deja de ser una estupidez teórica y
un fracaso político y social de tal calibre que ninguna sociedad que se
pretenda avanzada puede asumir.
Está claro que el modelo actual solo puede absorber una
parte de la población y en unas condiciones muy precarias. Ha dado de sí todo
lo que podía dar. Ha llegado el momento de afrontar que el problema ya no está
en el empleo sino en el empresariado. El empleo ha sido reducido a una situación
escandalosa en cuanto al número de parados y su duración. Pero peor que el
desempleo es el empleo, con unas características de baja calidad que ha ido
deteriorando el poder adquisitivo y ha repercutido finalmente en el resto de la
economía. Si se llega a la conclusión de que es el consumo el que orienta la
economía, como señalan los expertos, nuestra capacidad de consumo se ha
reducido notablemente. De esa forma nuestra economía acaba orientándose de
forma masiva hacia los “visitantes”, hacia el que llega con dinero de fuera, lo
que desencadena, además una feroz competencia interna por captarles. Nuestra competencia
por lo mismo nos desgasta, explicación de los gastos faraónicos autonómicos,
incluidos aeropuertos absurdos u ofertas para que vengan los casinos de Las
Vegas a nuestro suelo. Hemos extendido el "modelo costero" al resto del país. Cuando esos visitantes gastan menos o no vienen porque
existe una crisis internacional, todo se resiente. Los promotores han sacado su
tajada, pero nos quedan obras inútiles y ruinosas, como una geografía llena de
parques temáticos absurdos.
Lo que realmente está en crisis no es el empleo; es la
imaginación empresarial y política. La primera no ha sabido salir del modelo
repetitivo en que se ha asentado; la segunda ha sido incapaz de prever y
orientar al empresariado. La única preocupación política estos años ha sido la “moderación
salarial”, respuesta dada cada vez que se producía un conflicto. La
preocupación empresarial, en igual sentido, ha sido la “flexibilidad laboral”.
Esas han sido las únicas líneas de propuestas que hemos escuchado ante nuestros
problemas. Todo se ha arreglado siempre bajando sueldos y despidiendo. ¡Vaya
imaginación!
Sueldos bajos y despidos son un síntoma de la especificidad
de nuestros males económicos. Cuando una economía potente —la cuarta de la zona
euro, como nos gusta repetir— no consigue salir del agujero en el que se va
enterrando ella misma con sus decisiones erróneas, es que se está haciendo muy
mal. Y terriblemente mal se ha hecho, sin duda.
Las grandes cifras esconden la realidad. El problema de la
Economía que solo contempla cifras es que es incapaz de ver la sociedad que hay
tras ellas. La solución de que se emigre porque no hay trabajo es una de
esas estupideces que hace que la gente desprecie a políticos y economistas
cuando las plantean. Tampoco se libran los medios que, en la misma onda,
recomiendan aprender chino o alemán con gran alegría y poco sentido crítico.
Es el momento de ver si efectivamente tenemos los políticos y empresarios que este país necesita, capaces de entender la raíz de los problemas y comprometerse para solucionarlos. La senda fácil se ha terminado. Hay que invertir en la realidad para cambiarla; hay que
invertir en otra realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.