Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace apenas unos días, nuestros noticiarios televisivos nos
asombraban con la noticia de que un coche con un invento español había
recorrido cien kilómetros sin la mano de un humano en el volante. De hecho se
nos mostraba a los experimentadores que viajaban rodeados por la Guardia Civil
—para garantizar que la Ciencia no se desparrame— leyendo un libro mientras el
vehículo se dirigía firme a su destino. La verdad es que aunque la parte
racional y científica de su neocórtex se sentía segura con el invento, la intranquila
parte emocional se percibía en la mirada inquieta con la que los ojos se les
iban automáticamente por encima del borde del libro hacia la carretera. Y es
que el instinto de supervivencia es mucho instinto y, por precaución, nos dice
que aunque sea un gran invento, te la puedes pegar con que haya una interferencia, un mal cálculo, un bache, un qué sé yo, que desajuste el vehículo un
instante y acabes contra una farola o Despeñaperros abajo acordándote del inventor que lo patentó y de quien lo trajo al mundo. Las máquinas fallan, te dice una vocecita. Para leer tranquilo, se coge uno el tren.
Tras decirnos que han sido necesarios quince años de
trabajo, nos confesaban con sinceridad compungida que aquel gran invento, hoy por hoy, es
ilegal, ya que si es delito hablar por el móvil, lo es más que el conductor o
conductora —consideración absurda desde ese mismo momento, ya que nadie conduce—
vayan leyendo el periódico, que una cosa es distraerse y otra desentenderse.
Pero la Ciencia tiene esas cosas, prescinde de los detalles triviales, y en
cuanto que en el futuro se levanten estas restricciones tontas, seguro que este
invento será un éxito y no te seguirá la Guardia Civil como ahora.
Se planteaba un lector, entre los múltiples comentarios del
foro, otra cuestión importante: ¿a quién
le pondrán las multas? Porque si el coche no comete infracciones, lo que se
habrá inventado es el “coche sin multas”, forma mucho más atractiva de presentar
comercialmente el invento. Pero con lo que saca el Estado de las multas, no sé yo si esto se autorizará. ¡Con lo que hemos invertido en radares!
Para ver lo absolutamente imprescindible que es que los
seres humanos dejemos el volante para la mejora de la humanidad, que tendrá más
tiempo libre para formarse, se nos da a conocer ayer, apenas unos días después, una
transcendental investigación sobre las emociones y sus efectos sobre los conductores
que las padecen, que son casi todos.
Nos lo cuenta el diario El
Mundo —todo el mundo se ha hecho eco— y, desde luego, nos deja sumidos en reflexiones y perplejidades. La
patronal de las aseguradoras es la que está detrás del estudio y no sé muy bien
qué provecho sacarán de él, pero seguro que se les ocurre alguno. En esto de los
seguros ya se sabe que cualquier información es importante. Las compañías de
seguros han sido tradicionalmente las grandes agrupadoras de información en la
que ven emerger pautas que les permiten ajustar sus primas a los inocentes
asegurados, que no saben hasta qué punto se encuentran encerrados en las redes deterministas
de los grandes números. Pero así es la vida; no somos nadie.
Nos dice El Mundo:
El estudio -patrocinado por la
patronal de las aseguradoras Unespa en el II Premio de Seguridad Vial- revela
que solo siete de cada 100 conductores mantienen un control emocional correcto
y equilibrado a lo largo de su recorrido. Mientras, el 72% conduce con un
control emocional bajo y el 17% restante lo hace sin ningún control emocional,
"convirtiéndose en un peligro para sí mismo y para el resto de
conductores".*
Como puede apreciarse, el vínculo complementario con la
noticia del coche sin conductor es absoluto, la otra cara de la moneda. Si las emociones son tan peligrosas como nos dicen, lo
mejor es apuntarse al ciberconductor automático que nos lleve a casa hasta que
nos pase el cabreo, porque ¿a quién le pedimos, tal como están las cosas, que
conduzca con control emocional? El 7%
de templados me parece demasiado en estos tiempos. Aquí, “correctos” y equilibrados
emocionalmente, deben quedar Punset y cuatro más.
(…) se ha medido el impacto real
de las principales distracciones al volante y entre los factores que más
afectan a esa alteración se encuentran una conversación intensa por el móvil,
que incrementa el riesgo de sufrir un accidente en un 41%, un altercado con otro
conductor -37%- o una conversación tensa con su acompañante -26%-. Además,
concreta que los conductores alterados multiplican por 2,5 el número de multas
de tráfico que reciben.*
¡Esto es la precisión suiza de la Ciencia! No sé qué tipo de
pruebas experimentales habrán realizado, pero, desde luego, una precisión de
este tenor no se logra si no es con una cantidad enorme de llamadas irritantes
a muchos conductores, altercados en cada esquina y conversaciones tensas presenciales y con móviles para
ver qué cabrea más. No sé si este tipo de conclusiones podrían, por ejemplo,
extenderse a otras actividades como el funambulismo, el cruce de
las cataratas del Niágara o el ensamblaje de naves espaciales en órbita. Sería
bonito conocer las estadísticas, porque seguro que nos llevábamos sorpresas. No
entiendo muy bien qué quiere decir que "los conductores alterados multiplican
por 2’5" las multas que reciben porque las
que reciben son las que reciben, sin más vuelta de hoja. A lo mejor es una
penalización por estar enfadados, no sé.
Como remate de toda la investigación, se riza el rizo con el
“ranking del enfado”, que es la puesta en jerarquía de todas aquellas cosas que
nos irritan sobremanera. Señala el diario:
En las conclusiones del estudio
también se establece un 'ranking del enfado', en el que se explica que lo que
más altera al conductor es -por este orden- tener un vehículo por detrás muy
pegado, los atascos, la prisa por llegar a un destino, los vehículos que
intentan colarse en una retención o en una incorporación, los que circulan a
una velocidad que se considera lenta y los que no facilitan las incorporaciones
o los cambios de carril.*
Debo confesar que esto último me ha dejado muchas, muchas
dudas. Entiendo que te pongas nervioso
cuando se te pega un coche por detrás. Pero también entiendo que a lo mejor no
es lo mismo que se te pegue, por ejemplo, un acreedor que te persigue a que se
te pegue un coche sin conductor, como el de la otra noticia, que aunque te pongan
nervioso ambos debería haber diferencias. Además, cuando la gente se te pega sin
coche, también te mosqueas porque hay
ciertas distancias personales y sociales más o menos definidas. Los atascos, sí;
eso no le gusta a nadie porque todos tenemos mucha prisa y son muy molestos. Y
los atascos con claxon deberían producir más nerviosismo que los silenciosos.
Los que van lentos o se cambian de carril también son molestos…
Además no solo se quedan en lo negativo porcentual, sino que
dan buenos consejos para combatirlos desde una empresa especializada en algo que llaman el zen driving, que debe ser como la tila pero sin líquidos:
La mayor parte de las técnicas
son de comportamiento y de estilo de conducción sencillas y de aplicación
simple como, por ejemplo, dar una vuelta alrededor del coche antes de conducir,
crear una frase que proyecte tu motivación o aprovechar las inercias de nuestro
automóvil.*
No salgo de mi asombro ante tanto emprendimiento. Lo de dar vueltas al coche antes de conducir me seduce;
tiene algo de ritual mágico, aunque no te dicen si debes hacerlo en el sentido
de las agujas reloj o en el contrario. Me parece una forma innovadora de descargar lo que se nos va
acumulando. No dejan claro si lo que se descarga es el enfado de la conducción
anterior o si tiene valor para el siguiente trayecto, al que vas purificado. La
frase es un hallazgo porque le da un toque creativo, siempre y cuando la frase
no contenga tacos ni menciones a los familiares de los demás que eso, a pesar
de lo que algunos piensan, no relaja según el plan zen. Lo de las inercias, sinceramente, no lo entiendo,
pero a lo mejor es para una fase de conocimiento más avanzado, es decir, cuando
hayas dado un número de vueltas grande y hayas proyectado tu motivación con
muchas frases. Seguro que hay que ser más sabio para tener inercias.
Cuando hayas logrado un control de ti mismo y no te
diferencies de la ausencia emocional del coche automatizado, habrás llegado a
un nivel de perfección tal que las aseguradoras te rebajarán la prima.
Esperemos que la Ciencia siga avanzando y que, tras el coche, se investigue para prescindir de las debilidades emocionales humanas en campos más amplios hasta llegar, por ejemplo, a países sin gobernantes, que vayan solitos, a salvo de conductores inexpertos e inestables. Aunque si esto ocurriera, seguro que la gente conducía con más tranquilidad.
¡Qué fuerte!
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