martes, 19 de junio de 2012

¡Al diablo con el demonio de Laplace!

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La Economía está acabando con todo. ¡Al diablo con el demonio de Laplace! Ya nadie entiende nada, y eso que no dejan de dar explicaciones. Aquí esto ya empieza a ser kafkiano y disfuncional en grado sumo. Creemos saber, pero no. No hay efectos y causas; todo es efecto, todo es causa. ¡Maldita causalidad!
Creemos saber gracias al gran número de expertos discordantes existentes en este país y más allá. Tienes los teóricos del antes y los del después. Los primeros te explican por qué hay que hacer algo; los siguientes te explican con el mismo o superior convencimiento por qué no ha funcionado. El número de teorías ha sobrepasado al de hechos. Con esto se salva el sistema explicativo a granel. Y los expertos, claro. Los que no nos salvamos somos el resto, que vivimos abrumados por tanta explicación y tan pocos resultados.

¿De dónde salen los expertos si todo esto es nuevo? Y de ahí viene una parte del problema: que todo es muy nuevo. Tienen que poner cara de que se enteran y saben lo que hacen, pero no. Esto es ya demasiado grande, demasiado complejo, demasiado nuevo. Se meten en cosas de las que luego no saben cómo salir. Y nueva explicación.
Los economistas están divididos entre los que creen en los modelos matemáticos y los que creen en la historia como maestra, como fuente de enseñanza y recetas. El problema de los modelos es que si no sabemos cómo diantres funciona esto, difícilmente vamos a poder establecer un modelo que lo reproduzca. El problema de la Historia, en cambio, es que nada ha sido así anteriormente y las recetas no valen más que por aproximación. Lo dicho: esto es demasiado grande y complejo. Podría haber algún genio que lo entendiera realmente, pero parece que no lo hay. Y si lo hay, no hay nadie a su altura para reconocerlo. Solo después de que todo se hunda podremos comprobar que tenía razón aquel oscuro becario al que recortamos la beca. Si queda vida inteligente sobre la Tierra, le daremos el premio Nobel de Economía, y realizará una gira por las universidades inexplicablemente más prestigiosas del mundo, que lo aclamarán, los rectores le pondrán bandas y medallas, y le cantarán el Gaudeamus porque todos se saben la letra.


Como ya todos se mueven en el terreno de las metáforas, los expertos podrían ser clasificados según las escuelas literarias y reducirlos al valor estético de mercado. Ya nos dijo Nietzsche que todo era metáfora, con lo que la desviación aristotélica se nos queda en nada, ya que no sabemos de qué se desvía la metáfora. Y hay metáforas peligrosas, deslizantes como las curvas de una carretera mal peraltada. Empiezas creyendo que tienes una verdad, te embalas y acabas en el arcén.

Cuando la ciencia vuelve a las formulaciones oraculares, deja de ser ciencia. Y es que no hay posibilidad de hacer ciencia con lo que se manifiesta cada vez de una manera distinta. ¡Por favor, un poco de regularidad! Cada caso (Irlanda, Portugal, Grecia, España…) ha sido distinto y nos dicen ahora que Europa hace experimentos a ver qué es lo que sale. Si además de no ponernos de acuerdo en si es un “rescate” tenemos que llamarlo “experimento”, estamos apañados. Nosotros que teníamos la confianza en que se nos daba el dinero porque alguien creía que servía para algo, nos sentimos inmensamente frustrados con esta ruleta expendedora de recetas sin diagnóstico ajustado. ¿Es que no hay ratones? Mejor no preguntes.


Nos sorprende el diario El Mundo —aunque nuestra capacidad de sorpresa está tan erosionada como el Cañón del Colorado— con el titular “Bruselas estudia cómo evitar que la ayuda a la banca contamine la deuda”*. ¡Toma, toma, toma! Uno cree que está ante gente competente —en cualquier sentido—, pero primero te dan algo y luego se ponen a “estudiar” cómo evitar que te mueras con lo que te han dado. Antes era “contagio”, ahora es “contaminación”. Es como en aquellas viejas películas mudas en las que le tiraban un salvavidas al que se estaba ahogando con tan mala puntería que le daban en la cabeza y se hundía. Sí, si será con buena intención, no lo dudamos. Pero no deja de ser chocante que el mundo vaya de bien intencionados en bien intencionados, de despropósito en despropósito, de metáfora en metáfora, sin que nada se arregle. El mundo se ha llenado de teorías y ya no cabe la realidad.
Las últimas palabras del demonio de Laplace han sido “¡sin comentarios!”

* "Bruselas estudia cómo evitar que la ayuda a la banca contamine la deuda" El Mundo 18/06/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/06/18/economia/1340036925.html



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