lunes, 2 de mayo de 2011

Ovejas negras en rebaños grises


Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Por extraño que parezca, los españoles estamos de acuerdo en algo. Hemos coincidido, aunque sea en una obviedad que da cierta vergüenza resaltar: no nos gusta que los imputados por corrupción vayan en las listas electorales que nos ofrecen para votar.* Y comienzan a movilizarse para demostrarlo.**
Nuestro sistema de listas cerradas —se ha repetido desde el principio de la democracia española— nos obliga a hacer la vista gorda ante la oveja negra de los rebaños. Pero con una que vaya es suficiente. El sistema de listas cerradas se hizo porque en España no había partidos cuando comenzamos, solo los históricos del exilio. En quince días se desbordaron y a las primeras elecciones concurrieron más de quinientos partidos políticos que casi nadie recuerda. Casi todos desaparecieron ante la evidencia de que tenían como votantes a los cuatro amigos del domingo y algún que otro familiar. Muchos tenían alguna cabeza visible y consiguieron fundirse con otros hasta alcanzar algún despacho en las coaliciones o partidos resultantes. Finalmente quedó lo que tenemos a la vista, el panorama político a la española: un par de partidos grandes nacionales, uno algo más pequeño, y la purriela de los nacionalistas, cada uno en su casa. Hay también algunas agrupaciones locales en municipios pequeños, feudos personalistas de los que nadie saca al propietario.
El sistema de listas cerradas no se ha movido porque es la garantía del poder central de los partidos, que suele ser  quien decide en qué lista vas y en qué puesto, y esto último es determinante. De hecho, la mayor parte de los conflictos internos de los partidos se deben a los intentos de colar en las listas locales a “paracaidistas” lanzados desde las sedes nacionales. Los partidos viven así su tensión política interna entre los que se trabajan el puesto en las circunscripciones electorales y los que se trabajan el puesto trabajándose a los que deciden las listas. Las lealtades políticas internas se producen en función de la capacidad decisoria a la hora de confeccionar las listas electorales. Hay que arrimarse al árbol frondoso para que nos cubra electoralmente.
Gracias a las listas cerradas, el aparato de los partidos puede introducir sin demasiados riesgos a sus candidatos con mancha entre el resto de la lista porque el sistema español de decisión del voto se mueve entre lo sociológico y lo carismático. Con la excusa de que un imputado no es un condenado, las ovejas negras siguen en sus puestos gracias al voto conjunto que utilizan como respaldo popular a su causa y forma indirecta de presión.De esta forma, dada la lentitud del sistema judicial español, puede pasarse alguna legislatura yendo y viniendo a los juzgados arropado por fieles que le esperan en la puerta de entrada para jalearle  y contrincantes que le esperan en la de salida para insultarle.


Los casos de corrupción y corruptelas —o sencillamente de actuaciones impresentables en un país que se precie de democrático— han aumentado, principalmente porque los partidos no hacen casi nada y la justicia poco más. Temerosos de que los casos les afecten electoralmente, intentan protegerse en la falta de resolución judicial. Y en un país tan lento como este, significa el tiempo para llegar a la siguiente legislatura. Los partidos mantienen a las ovejas negras en sus listas como signo de fortaleza y normalidad. Sin embargo, el efecto para el sistema es justo el contrario.
La clave está en las listas, pero ahí se acabaría el poder centralizado de los que controlan el partido a través de ellas, ya que son los electos los que tienen acceso a la administración y ocupan los lugares de decisión real.
El problema de todo esto, además del obvio para el sistema democrático, ya lo hemos señalado: el efecto llamada de la corrupción. Si el mensaje que se manda a los corruptos es que se pueden escudar en que se trata de campañas de acoso de la oposición correspondiente, persecución de la prensa enemiga, etc., etc., lo único que se consigue es que aumente, como de hecho está ocurriendo. [ver entrada]
Una parte importante de la falta de credibilidad y aprecio de los políticos en España se la han ganado a pulso por su ineficacia y, sobre todo, por la falta de voluntad de acabar con una situación que nos saca colores y produce vergüenza.
Parece que en política vale todo y todos valen, pero obviamente no es así. Los ciudadanos deben percibir que la política es un espacio honesto para el trabajo por la comunidad y no un espacio de promoción personal, de disfrute de coches y despachos, como algunos parecen pensar visto lo visto. Nada hace más daño a la política que la corrupción. Es un daño que no afecta solo a los políticos sino que afecta a la democracia en sí al hacer que los ciudadanos se desentiendan e infravaloren la causa pública. No es un caso solo de España, sino el mayor problema político en muchos países. Todo está en cómo lo afrontes, con qué voluntad.
Si los partidos no filtran a los imputados por casos de corrupción incorporándolos a las papeletas electorales y los ciudadanos no pueden eliminarlos con su decisión última, la causa que gana es la de la abstención, ya sea por indignación o por indiferencia. Y eso nunca es bueno porque la única forma de hacer que un país y su democracia mejoren es que los ciudadanos se sientan responsables de su propio país y de las decisiones que en él se toman. Lo demás es dejarlos languidecer y amustiarse por falta de riego.
En la medida en que la clase política se convierte en casta, no se renueva y capta a los gobernantes entre unas filas de adictos acostumbrados al servilismo y a la adulación de líderes mediocres, el conjunto del país se resiente. Se echan en falta políticos que se preocupen menos de la imagen y más de la realidad, menos de las encuestas y más de los problemas; políticos que se preocupen menos de maquillar los malos datos y más de evitar que se produzcan. Lo contrario, que es lo que padecemos, nos lleva a considerar que las gentes que ponemos al frente de nuestros presente y futuro no es la idónea.Tenemos una clase política de bajo perfil, de la que huyen las personas que pueden aportar algo al conjunto porque no desean verse metidos en rebaños grises junto a ovejas negras. Desgraciadamente, no dan mucho más de sí. Y es lo que la gente ve.

* "El 83% rechaza que en las listas figuren imputados por corrupción" El País, 1/05/2011 http://www.elpais.com/articulo/espana/83/rechaza/listas/figuren/imputados/corrupcion/elpepiesp/20110501elpepinac_2/Tes

** "Más de 100.000 ciudadanos piden listas electorales sin imputados" Público 12/04/2011  http://www.publico.es/espana/370935/mas-de-100-000-ciudadanos-piden-listas-electorales-sin-imputados

Campaña del colectivo AVAAZ contra las listas con imputados

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