Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El espectáculo político que están dando es realmente penoso. Es la demostración de la absoluta falta de ideas y formas para poder afrontar una política diferente, una manera distinta de buscar soluciones a los problemas del país, que es lo único que deberían tener presente.
De todas las soluciones posibles a sus propios problemas, han escogido la peor. En primer lugar, han roto la posibilidad de un debate por arriba al no enfrentar a dos candidatos. Es posible, aunque improbable, que difieran en algo, que tengan proyectos distintos que ofrecer. En segundo lugar, han evitado la posibilidad de una renovación por abajo al impedir un congreso extraordinario. Puede que a alguien, en alguna comisión perdida en alguna salita, se le ocurra algo, una sola idea que valga la pena.
Pero lo que queda es el candidato oficial, el que se había autoproclamado “rey puesto” del “rey muerto”. Lo que queda es el portavoz cualificado y redundante de la forma de hacer política que les ha llevado a ellos (y a nosotros) al desastre.
En cuestión de días, hemos pasado por todas las posiciones posibles, como la bolita rueda por los números de la ruleta. Pero siempre, tirada tras tirada, cae en el mismo sitio. Al final sale el que estaba previsto desde el principio. Lo peor de todo es que esto se nos vende como un gran avance, aunque no se sabe muy bien de qué.
Independientemente de las ideas que cada uno tenga sobre la política, la salud de los partidos políticos, en términos internos, es esencial para todos ya que se trata de las alternativas disponibles sobre el tapete. Deberíamos exigirles los mínimos saludables para el conjunto de la sociedad. Tienen un concepto demasiado patrimonial de la política, en la que todo se resume en periodos aburridos, de calma chicha, seguidos de maremotos ocasionales en los que a veces ocurre algo, pero solo muy de vez en cuando. Los partidos, independientemente de su ideología, son terriblemente conservadores, inmovilistas. Les va demasiado en sus repartos. Prefieren invertir en otras estrategias sus energías.
Pensar que tras el desastre electoral y la falta absoluta de ideas, más allá de algún eslogan ingenioso, que ofrecer a la sociedad española, la solución de la crisis política sea impedir un debate, que sigan los mismos, y que solo se haga una conferencia paripé para que las “bases” digan algo, es tan triste como suicida.
La renuncia de Carmen Chacón es, en sí misma, un fracaso del conjunto del partido, que prefiere el candidato único al frente de un partido fantasma a que, de entre los heridos, pudiera salir alguna voz que diga algo nuevo. Pero las mismas voces de las mismas caras de los mismos de siempre seguirán diciendo lo mismo una y otra vez. Nada nuevo que esperar en tiempos de demandas dramáticas de nuevas ideas para el bien de todos.
Así no puede funcionar la política para resolver los problemas del conjunto de la sociedad. El inmovilismo de los partidos favorece la apatía de los ciudadanos, que se ven incapaces de reflejarse en los que les representan. “Representación” empieza a ser cada vez más un concepto vacío ante la falta de escucha [verentrada]. La democracia puede viajar por inercia o incorporar voces nuevas. La esencia misma de la democracia es la renovación permanente en función de las necesidades sociales. Se confunden los que ven la esencia en la representación; la representación solo es representación si representa. La esencia democrática es la posibilidad permanente de incorporar al flujo político lo que viene de abajo. Si los partidos se cierran y se convierten en “castas” o en “cortes”, cerrando el flujo circular de ideas —del pueblo a los gobernantes, de los gobernantes al pueblo—, la democracia se convierte en un sistema fabril o en una farsa robótica. En cualquier caso, incumple su función.
Eso que llaman “congreso extraordinario” no es simplemente una posibilidad estatutaria; es el derecho y la obligación que tienen las bases de ese partido —de cualquier partido— para tratar de establecer la mejor oferta que le puedan realizar al resto de los ciudadanos del país en un momento de crisis. No es algo que les incumba a ellos exclusivamente. Es algo que nos afecta a todos. Unos partidos sin soluciones y sin deseos de buscarlas son algo que nos perjudica a todos.
Los argumentos alegados por Carme Chacón —la unidad del partido, la imagen pública, el liderazgo del secretario general y presidente del gobierno, y la estabilidad del gobierno—, independientemente de su buena fe, son todos ellos negativos porque son precisamente los que hay que intentar evitar para una mejora política. En ningún lugar dice que los partidos deban estar “unidos”, ni que sea mejor que lo estén o no. Es en clave interna en donde les interesa la unidad, que se confunde con la unanimidad y la uniformidad. No hablamos de “diversidad de ideas”, sino de “diversidad de ambiciones”, que es otra cosa. La “imagen pública” está bastante clara después de las elecciones del otro día. Los partidos tiene una forma de mantener buena imagen: hacerlo bien. Lo demás son Relaciones Públicas. El liderazgo de un presidente o de un secretario general no puede ser eterno ni incondicional. Los partidos son organizaciones, no sectas religiosas. Sus dirigentes se eligen para hacerlo bien. Si el actual presidente y secretario general no cuenta con consenso, confianza o apoyo suficiente, lo mejor, de nuevo, es un congreso para elegir uno nuevo. Tampoco es nada raro. El argumento de la “estabilidad del gobierno”, suena también excesivo porque mientras sea el presidente tiene la capacidad de organizar su equipo y mandar a casa al que haga lo que no debe. Eso no es una cuestión de partido, sino una cuestión nacional si es así. Sería el síntoma final de que el partido ha perdido la perspectiva y el sentido de sus actos.
Lo que estamos viendo es, precisamente, la manifestación clara de la necesidad de renovación de la idea de lo que significa hacer política, ocuparse de los ciudadanos y sus problemas. La renuncia de Carme Chacón, por lo que significa, puede ser una buena noticia para ella, pero es un signo más de la continuidad de una forma negativa de entender la política.
Así solo se mandan desastrosos candidatos al desastre general. Y ahí estamos todos. Chacón se ha librado de una buena.
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