Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los egipcios siguen innovando en materia revolucionaria. Si su revolución ha sido un hecho único en su especificidad, como el tiempo se ha encargado de confirmar a la vista de lo que está ocurriendo en Libia, Siria o Yemen, la post-revolución también está teniendo su propio desarrollo.
Para el día 7 de mayo se ha organizado una conferencia en El Cairo bajo el lema “Primera Conferencia de Egipto: El Pueblo protegiendo su Revolución” (First Conference of Egypt: The People Protecting their Revolution)*. Está convocada una amplia representación de jóvenes en reconocimiento de su papel protagonista en la Revolución, periodistas, representantes de todos los partidos y agrupaciones, los que se han propuesto como candidatos a la presidencia, ministros, militares y muchos otros que tienen algo que decir en el futuro de Egipto. Serán más de 2.500 asistentes. Los Hermanos musulmanes han declinado la invitación.
Los convocantes tratan de preservar el espíritu de la revolución, un espíritu que entienden busca la modernidad, la libertad y la justicia social para una sociedad que desean alejada de los fundamentalismos. Van a constituir un Consejo Nacional de 60 miembros que velen para que los objetivos de la “Revolución del 25 de enero” lleguen a buen puerto. Su función será recordar a las autoridades los objetivos que faltan por cumplir.
Si algo ha caracterizado a los egipcios en todo este proceso ha sido su positiva tozudez, su empeño en mantener sus objetivos a todo trance. Eso es lo que descolocó la estrategia del régimen de Mubarak, que pensó que arrojando algunas migajas se iban a aplacar los ánimos. Los egipcios han aprendido que, una vez que se echa uno a la calle, no hay medias tintas, que es todo o nada. La muerte de las personas que dejaron su vida en la revolución es para ellos un compromiso de futuro, una presión para seguir adelante vigilando.
Acto de presentación de la Conferencia |
Hacer una Conferencia para vigilar el proceso nos muestra que la revolución puede en cualquier momento estancarse en su ritmo y objetivos, y los egipcios se mantienen alerta ante estos dos peligros. La revolución egipcia es a cámara rápida. Unos días parece que fue ayer y otros parece que fue hace años. En apenas dos meses y medio, los egipcios han derribado un régimen, han realizado un referéndum constitucional y han convocado unas elecciones generales para después del verano. Les ha dado tiempo a procesar y encarcelar a la mitad de los ministros del régimen y al presidente y sus hijos. Todavía no se ha repuesto del todo la salud del ex presidente Mubarak después del disgusto e perder el poder y ya está pendiente de enfrentarse a otro golpe para su salud, el enjuiciamiento por las muertes durante la revolución y dar cuenta de su enriquecimiento y del mal uso de los bienes del país.
Y es que los egipcios son tozudos, desesperadamente persistentes en lo que se proponen una vez que lo han decidido. Vigilar los presupuestos de la revolución para que esta llegue a los objetivos que han poblado su visión del Egipto futuro es loable. Han conseguido sacar las discusiones improductivas en los cafés hasta una sala de conferencias. Han conseguido situar los debates sobre el futuro de su país como una cuestión que afecta a todos y no solo a unos pocos. Además, algo importante, han llegado a la conclusión que ese nuevo Egipto que quieren es el que deben a sus jóvenes, que es para ellos para los que están trabajando porque son ellos los capaces de modernizar el país. Durante años muchos jóvenes egipcios vivían en el debate de quedarse en una sociedad sin libertades ni perspectivas de futuro o emigrar y dejar a su país a su suerte. El compromiso de trabajar por algo que se puede ver crecer en beneficio de todos es el que ha llevado al triunfo del “orgulloso de ser egipcio”.
En algunos países el orgullo se queda en los deportes; en otros en preservar lo ganado en las calles jugándose la vida y la libertad. Hoy la camiseta egipcia es la de su revolución.
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