Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé si la proximidad de unas elecciones ha sido el momento más afortunado para las concentraciones de las plazas de toda España. Es indudable que ha sido y es un acontecimiento histórico importante en nuestro país, un movimiento cuyos efectos, más allá del mayor o menor éxito de las concentraciones, se tiene que traducir en un resultado a medio y largo plazo, un cambio de conciencia. El “Movimiento 15-M” no estaba destinado a las urnas, no deseaba traducirse en votos. En eso han sido respetuosos con cualquier intento de politización partidista y un ejemplo de comportamiento. Sin embargo, su sentido es profundamente político puesto que se dirige al sentido de la acción política misma: la muestra de un sentir ciudadano. Han pedido a la gente que confiera tal valor a su voto que no olviden su cuidado tras depositarlo en las urnas.
Hace unos instantes, en la calle Génova de Madrid se coreaba la aparición de los líderes triunfadores con un grito profundamente injusto: “esto es democracia y no lo de Sol”. No hay que dar mucha más importancia al hecho, pero sí revela ese peligro que mencionábamos al principio: el hecho de que el triunfo de cualquiera se viera como una competencia con un movimiento que no ha buscado competir en la arena política sino mandar un mensaje al conjunto de la clase política, por un lado, y a todos los ciudadanos por otro.
Creo que el “Movimiento 15-M” es un impulso del que todos nos podemos aprovechar porque está destinado a las conciencias y es muy simple en su presentación: todos nos beneficiamos si profundizamos en la democracia. Profundizar es no olvidar para qué votamos, sea a quien sea. Durante décadas nos hemos quejado del formalismo del voto, del hecho de pensar que democracia significa ir a votar y volver a hacerlo cuatro años después.¿Eran quejas con la boca chica? Nos hemos quejado de la apatía juvenil, ¿también ahora?
El hecho de que elijamos representantes no significa que abandonemos la política porque la política es algo que se hace en todas las esferas y ámbitos, las veinticuatro horas del día. Hacer política es preocuparse por los ciudadanos y tratar de que su situación sea cada día un poco mejor. Si la tendencia natural de las cosas es al desorden, la política es la forma de evitar el deterioro y la erosión mediante el esfuerzo constante. Nada más. Unos pensarán que un camino es mejor que otro, pero han de esforzarse en buscar el mejor. La democracia es un ejercicio constante de imaginación e inteligencia. Una democracia rutinaria acaba convirtiéndose en la aplicación de las soluciones de siempre a los problemas de hoy. Y eso no funciona demasiado bien, como podemos observar.
Los jóvenes y no tan jóvenes que se han sentado en la calle para ponerse a pensar en soluciones a los problemas no están usurpando las funciones o puestos nadie. Están haciendo lo que les corresponde: pensar soluciones y transmitirlas a sus representantes para que la asuman. Pero sobre todo es un ejemplo que se hace muy mal en denostar o ignorar. Hay demasiada política rutinaria, acomodaticia y falta de vitalidad. Las madres que pedían más guarderías públicas mientras jugaban con sus hijos en la Puerta del Sol no estaban quitando el puesto a nadie; solo recordando sus necesidades. Los jóvenes que debatían fórmulas sobre cómo paliar el desempleo o la explotación que padecen no estaban usurpando funciones; solo hablaban sobre su futuro porque otros no lo hacen o no lo hacen como deben ya que los problemas siguen ahí.
Sí. La democracia también estaba en la Puerta del Sol, por mucho que algunos pensaran o cantaran lo contrario y eso lo saben los dirigentes. No hagan el cálculo de los votos en blanco, por favor. Es absurdo. Muchas de las personas que han estado físicamente o emocionalmente con los acampados les han votado a ustedes.
No hay incompatibilidad alguna entre los deseos de Sol y los deseos manifestados en las urnas. Unos estaban destinados a despertar ideas, conciencias y sentimientos políticos, los otros a cómo distribuir concejalías y consejerías. Lo que ha tratado el Movimiento 15-M es orientar a los que salgan de las urnas hacia dónde les gustaría que se dirigieran, cuáles son los problemas candentes de este país, los que no han sido solucionados en estos años. Escuchar debe ser una obligación del político. Resolver problemas también. La de los ciudadanos recordárselo y exigírselo permanentemente por las vías pacíficas que sean necesarias y eso incluye una carta o una pancarta, un libro o una canción.
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