Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Un grupo de intelectuales egipcios y de miembros de la sociedad civil han dirigido dos cartas*, a la presidencia de la Liga Árabe y al Ministro de Asuntos Exteriores egipcio, pidiendo firmeza para detener el derramamiento de sangre en Libia. En las cartas se les recuerda a los políticos al cargo de cada institución que "Egypt must show solidarity with the Syrian cause, by endorsing the Syrian people's quest for freedom and democracy". De forma más explícita, los firmantes de la carta vinculan los deseos de los sirios a los que los egipcios han mostrado y han hecho prosperar su revolución: "We must remember that this is the same legitimate impulse as our demands that echoed from Tahrir Square".
Se abre así un movimiento que ha estado presente en las calles y adquiere forma de compromiso. Desde el principio, el impulso que ha alentando a muchos de estos países ha sido el mismo: el deseo legítimo de cambiar pacíficamente sus sociedades para salir del desastre que han provocado sus dirigentes o que han sido incapaces de evitar. De la misma forma que el último viernes la Plaza de Tahrir se convirtió en un apoyo a la causa y sufrimiento palestinos, el espíritu de la Plaza se dirige ahora hacia otros frentes de lucha.
Manifestaciones en Siria |
Difícilmente puede entenderse este movimiento de cambio si se piensa en términos exclusivamente nacionales. A los lazos que son invocados habitualmente, se suman esta vez los anhelos de libertades. Una vez conseguido en un país, se deben apoyar los esfuerzos de los otros. Es la unidad del deseo y del sufrimiento común. Los tunecinos han mostrado una gran solidaridad con los libios que huyen de las fuerzas militares de Gadafi. Fueron también un apoyo moral para Egipto en los momentos más difíciles. Ahora le toca el turno de solidarizarse a Egipto y lo hacen desde abajo, desde la sociedad que defiende su revolución democrática y la desea para otros. La política que se ha seguido durante décadas ha sido el fraccionamiento permanente de los países árabes. Ahora los apoyos son solidarios.
Siria está sumida en un infame baño de sangre en el que se está masacrando a los civiles de forma cruel. Los famosos “equilibrios de la zona” ya no pueden ser más una excusa para mirar hacia otro lado. La política del “mal menor” no puede practicarse cuando ese mal desborda su condición de “menor” y se convierte en mal a secas.
Las cartas de los intelectuales egipcios solicitando medidas para acabar con el sufrimiento de los sirios rompen esas cómodas miradas hacia otro lado que han silenciado las situaciones de muchos de los países de la zona. Han solicitado la creación de una comisión de investigación para determinar las responsabilidades de las matanzas de civiles. Es bueno que estos países en guerra contra sus propios pueblos sepan que no van a contar con el respaldo ni la complicidad de los estados que vayan convirtiéndose en espacios de libertad. La política de los enemigos comunes, de las intervenciones extranjeras, de las conspiraciones, etc. no pueden seguir siendo las excusas para mantener dictaduras corruptas y crueles.
El mejor favor que se pueden hacer los países árabes unos a otros es apoyarse desde las libertades que van conquistando, reivindicar que el camino que algunos han emprendido esté abierto para todos. Deben dejar claro a los dictadores que sus métodos no tendrán el apoyo de los vecinos.
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