Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El reportaje de José Ignacio Torreblanca que publica hoy el diario El País, con el título “Cinco razones por las que Europa se resquebraja” pone el dedo en las llagas europeas. Es lo suficientemente contundente como para tratar de camuflarse bajo el género del reportaje, algo que no es. Disfrazándose bajo esta cobertura periodística, va más allá y se adentra sin miedo en lo que es: un análisis doble, de superficie y profundidad, de la situación europea. La mayor parte de las razones desarrolladas en el texto las hemos ido exponiendo aquí en estos meses [ver entrada], por lo que no podemos menos que coincidir en las causas: 1) falta de fuelle, de ilusión en el proyecto; 2) crisis de valores y “miopía política”; 3) final de la solidaridad; 4) invisibilidad ante el mundo; y 5) la “rebelión de la elites”, la desconexión de los liderazgos nacionales y europeos.
El artículo es en realidad un breve y denso ensayo sobre la crisis profunda que Europa padece, devolviendo al término “ensayo” la dignidad que merece y que entre lo periodístico y lo académico —no se sabe muy bien por qué— le suelen negar. Merece ser leído y meditado con detalle, tanto por sus exposiciones como por sus derivaciones.
Quizá de todas la “razones” expuestas, la más compleja sea la última de ellas, la que —como ejemplo— vincula el cambio político generacional de las elites en Alemania con la crisis. Señala J.I. Torreblanca: “La memoria del compromiso europeo se desvanece con el cambio generacional.”
Aun siendo la quinta razón del resquebrajamiento, bien pudiera ser la que situáramos en la raíz porque es la que se introduce y reparte por las cuatro anteriores: todas las razones expuestas pasan por la desaparición de la voluntad europea de la clase política. Para Torreblanca, la quinta razón es paralela al desencanto de los ciudadanos, pero ¿no es el desencanto el resultado de la falta de liderazgo europeo? La idea de liderazgo es compleja y debe ser estudiada en sus recovecos. En una sociedad mediática, el protagonismo alcanzado por los líderes nacionales sobrepasa ampliamente el de los desconocidos líderes europeos, a los que se les han asignado nombres con resonancias administrativas, como “Presidente de la Comisión” o “Alto Representante”. Lo que Torreblanca vincula a la falta de “liderazgo de Alemania” es, en realidad, el resultado del predominio del político nacional sobre el comunitario. Una parte importante de la crisis europea es la falta de voluntad de los políticos nacionales para dejar construir una política que les exige la renuncia a parte de su protagonismo. Las expresiones como las "tesis de Alemania" o las "tesis de Francia" hacen ver que Europa no puede avanzar sin ese triunfo de unos sobre otros. El ejemplo del episodio actual sobre la crisis del “espacio Schengen” [ver entrada], con Sarkozy y Berlusconi es el más evidente de los últimos años. Ha sido la mejor forma de dejar en evidencia el bajo perfil asignado a las instituciones europeas y, sobre todo, ha dejado reducidos a meros títeres a los políticos comunitarios, a meros receptores de las instrucciones y estrategias de sus jefes nacionales.
No creo que sea una cuestión de cambio generacional; creo más bien que es la constatación de que el verdadero espacio electoral europeo es el nacional. El espacio nacional es el punto desde el que se controla hacia abajo —municipio y autonomías— y hacia arriba —instituciones europeas— la política. Los políticos ven que está ahí el centro de poder, el lugar de las decisiones. Europa no crece como idea porque interesa que crezca como contraste, que siga habiendo un “ellos” y un “nosotros”. Puede que tenga que haberlo siempre, pero la cuestión es si somos capaces de responder al nivel de exigencia de los problemas comunes, que crecen por su propia inercia y por los movimientos del entorno. Europa tiene que dar respuestas.
Cuando Europa apenas tenía consistencia, era más una idea de futuro que una realidad, los políticos vendían sueños; cuando Europa es una realidad, venden pesadillas y conflictos, refuerzan su liderazgo interno mostrando pecho ante las crisis. ¿Qué otra cosa han hecho Merkel, Sarkozy y Berlusconi en los últimos meses que mandar este tipo de mensajes a sus propios ciudadanos? Lo preocupante es que el nivel de discrepancia política va aumentando porque así lo requieren los discursos de liderazgo nacionales. Hay un punto en el que los nacionalismos, el euroescepticismo, etc., logran más adeptos que los discursos integradores. ¡Qué fácil es levantar Finlandia y crear un partido con un nombre tan demagógico como “Verdaderos Finlandeses”! ¿Puede existir mayor demagogia? Es muy fácil levantar las banderas del nacionalismo antieuropeísta, terriblemente fácil. Escribe Torreblanca: "cuando día tras día vemos cómo las líneas rojas de la decencia y de los valores que Europa encarna son cruzadas por políticos chovinistas que alientan sin escrúpulos los miedos de los ciudadanos, es imposible seguir mirando hacia otro lado." Sin embargo, los que atraen la atención son los que practican irresponsablemente este juego.
El problema actual es que, de forma infantil, la amenaza del “¡me voy de casa!” la están haciendo con mucha frecuencia países que antes jugaban al discurso integrador. Ya sea por la amenaza de la salida, por la decisión independiente o por la imposición de posturas a los demás, el discurso europeísta va perdiendo adeptos, se vuelve tímido y acabará arrinconado. Dejará de ser rentable.
Mientras, por el contrario, sean rentables electoralmente los discursos nacionalistas y victimistas frente a los integradores, los políticos presentarán su cara menos europea. Son los políticos los que crean la “agenda” poniendo sobre la mesa los problemas. Europa ha pasado a formar parte de la agenda en su clasificación como “problema”. Los políticos ya no se presentan como alguien que va a resolver los problemas europeos, sino como alguien que puede resolver los problemas que Europa crea. Esos problemas se llaman ahora “Schengen”, euro, rescates económicos, inmigración, etc.Así se fortalecen como líderes internos, mostrando su capacidad de cambiar la política europea. Los más radicales fuerzan a descafeinar el discurso europeo, que queda solayado por poco oportuno.
La pregunta que nos hacemos es ¿hemos llegado al tope europeo, al punto más allá del cuál toda acción se convierte en crisis, toda iniciativa en conflicto?
Europa tiene que ser criticada, porque es la única forma de hacerla avanzar para mejora de esos ideales ausentes hoy en los discursos, pero reales en su historia intelectual como motores que han llevado al deseo de crearla. Si Europa se plantea solo como conflicto, ¿cómo se espera que exista el europeísmo? Es iluso pensar que mientras los políticos nacionales usen negativamente Europa como una forma de conseguir votos, la situación de Europa en su conjunto pueda mejorar, pueda dar mejores respuestas a los problemas o pueda ofrecer una imagen de referencia al resto del mundo. Sin embargo, debe hacerlo.
* José Ignacio Torreblanca: “Cinco razones por las que Europa se resquebraja” El País 15/05/2011 http://www.elpais.com/articulo/reportajes/razones/Europa/resquebraja/elpepusocdmg/20110515elpdmgrep_1/Tes
Una Europa fallera |
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