Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si ayer
comentábamos la frustración de Trump por no poder ser Papa, los medios nos
despertaban hoy con dos noticias relevantes promovidas desde la Casa Blanca. En la
primera de ellas se nos decía que lo del tercer mandato on iba a poder ser y
dejaba abierta la lucha por la sucesión entre J.D. Vance y Marco Rubio, algo
que era previsible. En nada asistiremos a las zancadillas por ver quién es más
trumpista que el otro. Vance lleva ventaja, como vimos, por ser el último en
ver vivo al Papa Francisco, lo que interpretaba como una "señal
divina", según sus propias palabras.
La otra noticia tiene una especial significación más allá de la política arancelaria. Se trata de la imposición de elevados aranceles al cine. Nos lo cuentan así en Independent en español:
El presidente Donald Trump ha abierto un nuevo frente en su guerra arancelaria, apuntando a las películas hechas fuera de Estados Unidos.
Trump publicó el domingo en su plataforma Truth Social que ha autorizado al Departamento de Comercio y a la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos imponer un arancel del 100% "a cualquier y todas las películas que entren a nuestro país y que sean producidas en tierras extranjeras".
“La industria cinematográfica en Estados Unidos está muriendo rápidamente”, escribió, quejándose de que otros países "están ofreciendo todo tipo de incentivos para atraer" a cineastas y estudios. "Este es un esfuerzo concertado por otras naciones y, por lo tanto, una amenaza a la seguridad nacional. ¡Es, además de todo esto, mensajería y propaganda!".*
La
utilización de la expresión "seguridad nacional" es una especie de
mantra que se repite cada vez que Trump planea alguna nueva medida, alguna
"barrabasada" que se le ha pasado por su inquieta cabeza.
No sé
si la medida tendrá como efecto el hundimiento definitivo de Hollywood o el
despertar del cine mundial, en el caso de que en las salas de cine de todo el
planeta se iniciara un boicot a las películas norteamericanas.
Dentro de su "lógica arancelaria", Trump exige que las películas no solo sean norteamericanas, sino que se rueden en los Estados Unidos, que es lo patriótico. Su otra lógica es la de la amenaza: los demás taimados países ofrecen "incentivos" y se organizan conspirativamente para, una vez más, destruir a los Estados Unidos.
Ha
trasladado la idea sobre China y sus "incentivos" para ser la fábrica
mundial a Hollywood. El paletismo trumpista ignora absolutamente que con el
cine no se trata solo de "producir", sino de "exhibir", es
decir, de buscar públicos por todo el mundo que quieran ver las películas
norteamericanas, que un boicot universal hundiría la producción, que los
norteamericanos tendrían que ir a ver varias veces sus propias películas para
compensar la pérdida del público.
Pero
hay otra cosa. Trump ha visto en Hollywood muchas críticas. Son muchas las
personas del mundo del espectáculo, no solo del cine, que se han manifestado en
contra de sus políticas. Si los científicos huyen de la Norteamérica de Trump,
como estamos viendo, ¿no ocurría un fenómeno similar en el mundo del cine? ¿No
se irían a rodar, a interpretar sus filmes a Reino Unido, por Europa o en otros
lugares?
Hay también otro elemento. Durante la vida del cine, los norteamericanos han sido terriblemente paletos ante el cine extranjero. Con la excepción de algunas ciudades más cosmopolitas, como Nueva York o San Francisco, los estrenos de películas extranjeras, en otra lengua, han sido mínimos. Para el gran público, la fórmula ha sido comprar los derechos y hacer una versión norteamericana, con guion norteamericano y actores norteamericanos.
Ver una película
francesa o española, ha sido una tarea casi imposible. Hollywood la compraba y
lanzaba, con más o menos éxito. Por poner unos ejemplos, Los siete samuráis (1954), de Akira Kurosawa, se convertía en el
western Los siete magníficos (John
Sturges 1960), sin importarles derechos; el Abre
los ojos (1997), de nuestro Alejandro Amenábar, se convertía en Vanilla Sky /2001), de Cameron Crowe, si
bien en este caso tuvieron el detalle de mantener a Penélope Cruz, trasladada
al cine norteamericano.
Las
medidas arancelarias contra el cine hecho fuera son un despropósito más de la
política trumpista. Hace falta saber cómo lo aceptará el mundo del cine en los
Estados Unidos y también cómo lo va a aceptar el público mundial respecto a
esas películas "nacionalistas" que Trump pretende que salgan de
Hollywood o de otros centros de producción.
Si se
produce un boicot, el cine europeo tendrá la oportunidad de ampliar su
desarrollo y presentarse en las salas. Cuando se paró la producción mundial por
la pandemia, a las salas empezaron a llegar películas que se hacían por toda Europa
y que apenas tenían salida por el pleno de películas norteamericanas habitual.
Si pierde público mundial, el cine norteamericano sufrirá un lógico retroceso. Se lo deberán a Trump, que sigue sembrando rechazo.
* Jill Colvin, Jake Coyle "Trump amenaza
con un arancel del 100% a las películas extranjeras" Independent en
español 4/05/2025
https://www.independentespanol.com/noticias/negocios/trump-amenaza-con-un-arancel-del-100-a-las-peliculas-extranjeras-b2744864.html





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